Un viernes, 16 de mayo, 21:00, en casa de Pepe, tras un paseo por El Saler y habiendo recogido a Ximo en el bar.
Me llamo Santi, soy deportista, fornido, blancón, de pelo rubio, labios finos y abiertos, boca grande con dentadura blanca, lengua gruesa y ojos redondeados y alegres, de 1,80 de estatura, juego baloncesto por afición todas las semanas y me domina la natación, en el Complejo Deportivo La Pechina, cerca de mi casa, hay una maravillosa piscina.
Estaba pensando lo que había ocurrido con mi amigo Pepe, color aceitunado —él me dice que procede de gitanos y, en verdad, que el color podría ser testigo—, aunque yo pienso que es más del sol por su trabajo agrícola; es más bajo que yo, guapo, vende en el mercado sus productos y otros para llenar el puesto.
Pepe es amigo de Joaquim, así acabado en “m”, pero el quiso llamarse Ximo y así lo hace siempre. Ximo habla valenciano tanto como yo, él lo aprendió en la ciudad mientras que yo, como soy de pueblo, lo hablo mejor y más original sin mezclas de otras lenguas; pero es nieto de una mujer de Guinea Ecuatorial. Su madre es de color y él, que ya se le cruzan las dos razas, sigue teniendo toda la traza de un negro africano, más aún de cintura para abajo, que es descomunal. Ya no se siente del país de sus abuelos, ni siquiera su madre, que ya nació en Valencia. Lo mejor de Ximo, además de su extremada delgadez debido a sus nervios y al trabajo en el bar, es que se trata de un chico muy bueno en todo, pero mucho más para la vida traviesa de cintura abajo. Aunque chino nos supera, los tres, hay que dejarlo claro, estamos bien dotados.
¡¡Mieeerda…!!
Di un largo suspiro mientras la polla me golpeaba tenazmente empujando para levantárseme. Mi mente, adormecida por el placer, regresó momentáneamente a las escasas 8 horas anteriores, cuando estaba paseando por la playa de El Saler con mi amigo Pepe. Cuando todavía podía decirme a mí mismo que era casi exclusivamente un sexy a tope, eso me creía yo, un macho alpha, que por el mero hecho de ser un alfa, me tocaba siempre follar, pero mi culo debía conservarlo virgen.
Nunca podría haber imaginado que en cuestión de horas llegaría a la situación en la que me encontré. Tumbado como una muñeca de trapo de cara al respaldo de un sofá de cuero, con mi espalda musculosa y los brazos colgando inútilmente, sintiendo mi polla dura como un diamante raspando el cuero blanco del sofá rítmicamente, mientras era follado sin piedad. Sentía que había estado atiborrado de polla durante horas…, porque así era
El maldito Pepe me dijo:
— Sal conmigo esta noche… Será divertido…
Y mientras las pollas se golpeaban en mis agujeros a velocidad de violación y mi próstata se hacía sentir, no pude mas que estar totalmente de acuerdo con él.
— ¡Mierda… Jodida diversión…! —mi mente atiborrada de pollas lo hacía resonar como una cantinela— ¡Jodida diversión…!
Ximo tiró de su polla hacia atrás hasta que la punta gorda se anidó en la hendidura rosada de mi agujero secreto, recién desvirgado. Tan pronto como sentí que el roce me hinchaba los labios de mi trasero para penetrar, me preparé mental y físicamente para otra estocada de polla. ¡Fue una experiencia tan intensa! Esa polla se sintió como una puta porra de policía, no podría describirlo de otra manera. Firme como el hierro en el medio pero también suave. Se metió tan profundamente. Más profundo de lo podía nunca imaginar, ya que “yo soy o era un macho alpha” y no me dejaba tocar mi ojete ni por un supositorio. Pero ahora me pinchaban hasta sus pulmones. Tamborileando en mis abdominales desde dentro.
Mientras la polla de Ximo me apuñalaba, el primer instinto era gritar por el intenso placer ligado al dolor, del hecho de que mi agujero estaba tan extendido que ahora era una autopista para la enorme polla de Ximo.
Pero mientras me preparaba para expresar mi placer con un largo gemido, el sonido me fue amortiguado por la polla carnosa de Pepe pasando por mis labios, a través de mi boca y atascándose en la entrada de mi garganta. No debería haberme sorprendido tanto como ocurrió. Pepe había estado frotando su polla por mi cara y de vez en cuando me daba con ella una que otra bofetada en las mejillas en los últimos diez minutos.
Me atraganté y resoplé, pero me tragué la gorda polla entera de Pepe. Él se mordió la lengua mientras disfrutaba de las reverberaciones del sonido amortiguado, atrapado en mi garganta, alrededor de la polla. Gemí, gruñí y me guie a mí mismo aún más profundamente. Su polla en mi boca era como una golosina estando mi agujero ardiendo en llamas por virtud de la tranca de Ximo.
— ¡La puta que te parió!, ¡qué coño más apretado tienes! ¡Parece que tu agujero travieso quiere ser el activo! — dijo Ximo y Pepe sonreía.
Por fin me la metió en el culo, estirando al máximo los muslos ya abiertos de la parte inferior, y es la segunda vez que me follaba Ximo y otra que lo había hecho Pepe, pero parece que se me cerraba o me resistía yo mismo por ese qué sicológico de ser macho alpha.
Pepe retrocedió para que yo pudiera sentir que mi culo albergaba aquella polla enorme, y se conectó de nuevo. Se inclinó sobre mi cuerpo de soberbio deportista para ver la acción de cerca y en persona.
— ¡Puta jodida madre! ¡Qué espectáculo de mierda es eso, joder!
Desde su punto de vista, Pepe podía ver los globos extendidos de mi culo tomando el ariete de Ximo directamente. Esa polla estaba metiéndose despacio en mi hueco hinchado y afeitado.
— No es una mierda, —pensó Pepe en voz alta—, está sacando el núcleo de ese agujero. Porque "follar" era un término demasiado ligero para lo que Ximo le hacía a mi deseoso culo.
Pepe se lamió los labios de nuevo entusiasmado, y dijo:
— ¡Ese agujero será jodidamente muy acogedor cuando sea mi turno otra vez!
— ¡Te dije la verdad, amigo! —le indicó Pepe a Ximo, chocando los cinco por encima de mí— Ponlo frente a dos negros dotados y verás qué picardía… No puedes controlarlo.
Pepe giró sus caderas y hundió su polla en mi garganta. Me agarró por los cabellos y mantuvo fija mi cabeza durante un tiempo, mientras intentaba empujar. Estas horas de entrenamiento habían aumentado mi capacidad para contener la respiración. Tocó mi garganta. Lo sentía lleno y caliente, con las venas abultadas.
— Mírame, qué buen semental soy…, que luego no podrás verme, soy jodidamente bueno en esto, ¿a que sí? —dijo Pepe intentando humillarme.
Luego me empujo su polla adentro y me abrió la garganta como un sorbo carnoso que entra. Mientras se retiraba, se sostuvo la polla, abofeteando los rasgos cincelados de mi cara una vez y otra vez para variar. Sentía yo mi cara húmeda y resbaladiza y debía estar brillante por tantos escupitajos que me echaba y su pre-cum incesante; mi boca estaba floja y abierta. Pero incluso en ese estado de total desorden la única expresión de mi cara era de hambre, así lo presentía. Mi lengua perseguía los hilos de líquido preseminal que conectaban la polla con mis labios. A Pepe le parecía yo como un pajarito que necesitaba alimentarse. Y me iba a dar más comida, más tarde… Primero, necesitaban tener una pequeña charla.
Pepe se arrodilló hasta que estuvo a la altura de mi cara. Empujó una botella marrón de popper a mi fosa nasal izquierda, mientras me presionaba la derecha. Mis ojos estaban vidriosos por la potente combinación de los vapores, mi propia degradación y por la excitación. Ni siquiera podía culpar a las caipiriñas que había tomado en el bar, que no eran ni dos ni tres. Sabía que estaba en problemas cuando vi a Ximo sirviendo bebidas en el bar, usando un traje de baño de cintura baja que no ocultaba nada de la espesa belleza que había dentro. Sabía que ya había perdido cuando vi las divertidas miradas entre Pepe y Ximo cuando me pillaron mirando sus dos entrepiernas llenas.
— Huele profundo, amigo…, sí…, huele muy profundo, —me dijo Pepe, mientras cambiaba rápidamente la botella de un orificio nasal al otro.
Ximo retrocedió hasta la punta y sentí el vacío que su polla dejó dentro de mí otra vez. Luego inhalé profundamente los popper hasta que el golpe de la bofetada entre la pelvis de la parte superior y mi trasero llenó la habitación. La puñalada de la polla me trajo de vuelta a la tierra desde la nube en la que estaba flotando.
Mi cuerpo se estremeció. Me dolió un poco, pero se sintió tan bien… que mi trasero estaba ahora más hambriento. Sólo quería lunas metidas más de castigo, quería más de ellos, los deseaba dentro de mí. Mi agujero se llevaría todo lo que los dos sementales pudieran darme.
En el fondo de mi mente seguía pensando en todas las veces que fantaseé con ser doblemente penetrado delante de Pepe.
¿Lo harían? ¿Lo harían? ¿O tendría que rogar?
Una parte oscura de mí deseaba que me hicieran rogar, aunque las cuerdas de mi mente consciente esperaban que no lo hicieran. Porque estar de rodillas delante de ellos me haría rogar por dos pollas que me volaran la cabeza de maneras que no me gustaban.
Pepe agarró mi mandíbula en sus manos y chasqueó sus dedos frente a mis ojos vidriosos.
—¡Baja, Santi! ¡Bájate, coño!, —dijo con alegría en sus ojos.
Su tono era travieso, y sonrió ante el hecho de que mi cara no podía quedarse quieta.
Cada vez que mi agujero de mierda era embestido, su musculoso cuerpo se movía hacia adelante sacudiendo el sofá e impulsándome también hacia adelante.
—¿No te preguntas, lo qué acaba de decir el deportista de Ximo? ¿Qué pregunta?, — decía Pepe—. Te lo explicaré; estaba diciendo que tu agujero de mierda es muy apretado; sí… ¡Se sorprendió! Parecías tan natural chupándole la polla que pensó que yo había estado mintiendo cuando le dije que eras un todo sexy, sexy, de los de puta madre.
Sentí que sus mejillas se llenaban de sangre. Y no fue el golpeteo en mi puerta trasera. Fue el placentero y ligeramente humillante conocimiento de que, en efecto, sí que era un top alpha. Sólo que no aquí y no ahora.
— Acabo de decirle que normalmente pierdes el control con las pollas negras y gordas, —dijo Pepe animosamente.
Como si fuera un hecho reconocido como el sol que sale por el este. El sol salía por el este y yo era una zorra para pollas negras y gordas. Yo no podía pensar que podría tirar más de la cadena, pero descubrí que sí podía, que tenía más posibilidades, más facultades. Esta vez era un rubor de cuerpo entero. Me calenté, tiré atrás mi cadera y apreté violentamente mi agujero.
— ¿Te sientes como un top sexy ahora, semental?, — susurró Pepe a mi oído.
Luego deslizó tres dedos en mi boca floja. Otra puñalada de Ximo y los dedos de Pepe se fueron profundos en mi boca. Para mi sorpresa, no me ahogué. Pepe sonreía.
— Veo que tu reflejo nauseabundo está domesticado, —dijo, moviendo los dedos y empujándolos más profundamente— Demasiada polla te hará eso… ¡Chico superior! Ahora responde a mi pregunta.
Sacudió mi cabeza de lado a lado, babeando profusamente en la mano de Pepe.
—¡No lo escuché!, —la voz de Pepe fue cortada, y las pocas defensas que me quedaban se derrumbaron.
Tenía mi boca llena de dedos y agujero anal lleno de polla y respondí lo mejor que pude:
— Naaggrh… Bozrhom broef…
La sonrisa permanente de Pepe, que normalmente está vacía, no estaba allí. Sus dientes brillaban como colmillos en un lobo hambriento.
— ¡Ximo no puede oírte, amigo!
— Naaggrh… Bozrhom broef…, —respondí.
— No es lo suficientemente fuerte, Santi, para que te oiga, —dijo Pepe, moviendo los dedos, para que yo hiciera gárgaras.
En ese momento Ximo se enterró del todo dentro de mí, levantó una de sus piernas y giró su enorme polla en su agujero estirado.
Las luces explotaron detrás de mis ojo, mientras Pepe me quitaba los dedos de la boca. Grité con toda la fuerza de mis pulmones:
— ¡¡Soy un maricón pasivo!!, ¡soy receptor de pollas!, —mientras mi polla lanzaba una enorme carga de esperma sobre mí mismo encima del sofá y mi cuerpo se doblaba hacia arriba como un arco, todos mis músculos se me tensaron.
Me desplomé de nuevo en la parte trasera del sofá, con los brazos musculosos yaciendo caídos como muertos, el cuerpo cubierto de sudor y la polla carnosa todavía enterrada dentro de mí. La pequeña estructura de Ximo me balanceó de un lado a otro sobre el charco de semen en el cuero del sofá. Una de sus manos ordeñaba mi polla todavía dura de los últimos restos de mi orgasmo, mientras que la otra tiraba y masajeaba mis enormes bolas. Sentí mi cremosa corrida goteando por mis abdominales.
—¡Cojones de mierda! ¡Este es un semental de los cojones…! ¡Qué huevos más grandes y llenos! ¡Ya haré yo que vacíe todo ese semen, rubio de mierda!, —cantó Ximo.
Pepe levantó mi barbilla y me miró de nuevo. Esta vez reconocí a mi amigo allí, sonriendo conspiratoriamente. Pepe me guiñó un ojo, pero en cuanto le devolví el guiño, con la tapa costrosa de precum y sudor, la sonrisa de Pepe volvió a desaparecer. En su lugar estaba la brillante sonrisa de lobo.
Pepe se puso de pie. Giró sus caderas y casualmente golpeó mi cara con su pene filtrante y venoso. El sonido se elevó por encima de los gruñidos de Ximo y mis maullidos. Siguió moviendo sus caderas y, mientras le abofeteaba con su polla, dijo:
— Ximo dice -¡¡platz!!- que tus pelotas -¡¡platz!!- son jodidamente -¡¡platz!!- enormes, como las de ¡¡platz!!- un semental -¡¡platz!!-, -¡¡platz!!-; dice que vamos a vaciarlas del todos esta noche, blanquito, que queremos ver todo tu esperma.
Pepe abrió mi boca con el dedo y apoyó la cabeza de su polla en la lengua que se arremolinaba. Completamente en la zona, chupé el prepucio saliendo el capullo de él como si fuera un caramelo.
— Pepe, hombre, tengo algunas ideas de lo que podemos hacer con el blancón pasivo. ¿Ayudarás a mi polla a conseguirlo?
Temblé por un momento por la anticipación. No sabía lo que decían, pero sabía que lo que me dieran me lo llevaría. Mi mente volvió en sí al momento en que dejé salimos de casa con Pepe para tomar una copa en el bar en el que Ximo trabajaba. Había recorrido un largo camino en menos de ocho horas…
Esto se iba a repetir y mi culo sería de ellos, me gustaba el negro Ximo, aunque más su polla; me gustaba Pepe y con él combinaba. Pero cuando están los dos, sus pollas eran mías para tener ocupados mis agujeros.