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Tuve sexo con mi hermano por primera vez en la noria de una feria
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Tiempo de lectura: 7 minutos
Este relato ha sido grabado en audio para que cualquiera lo disfrute, especialmente personas con visibilidad reducida o nula.

Grabarlo y editarlo supone mucho trabajo, por esto me gustaría conocer tu opinión y si te resulta útil.

Escúchalo narrado por su autora

Relato

Cuando terminé la relación con mi novio, estaba muy deprimida. Le mandé a paseo cuando supe que se veía con otra. Para mí, fue vergonzoso, el chisme ya corría de boca en boca, desde hacía tiempo, y fui la última en enterarme. Cuando se lo comenté a mi hermano Álex, tuve que frenarle, porque quería castrarlo. Su bravuconada, fue lo único divertido en esta lamentable historia.

Mamá es mexicana, del estado de Veracruz. Allí conoció a papá hace muchos años, un ingeniero enviado por su empresa a Veracruz, a colaborar con una compañía local en cierta reforma del puerto. Estuvo medio año, los dos se enamoraron, y ella vino a España con él. Mi hermano y yo nacimos aquí.

Como buena mexicana, mi madre tiene carácter y coraje, mi padre es más tranquilo. Dicen que las hijas heredan el carácter de las madres, y los hijos de los padres, en nuestro caso fue lo contrario. Yo tengo 21 años, y sufro más ante los problemas, mi hermano es más lanzado con 24, y siempre me protege y ayuda en lo que puede.

Álex no soportaba verme decaída, todo el día triste. Por esto, propuso a mis padres que nos enviaran, la primera semana de julio, de vacaciones a casa de los abuelos en México. Yo no tenía ánimos, pero Álex me convenció, dijo que sería bueno para mí, cambiar de aires.

En estos días, el barrio de mis abuelos estaba en fiestas. La principal atracción era una feria, y nos dijeron que estaba muy animada. La segunda noche, Álex propuso divertirnos después de cenar. Acepté de buena gana, desde chiquita me gustaron las atracciones de las ferias.

Cuando llegamos, todo era color, luces y diversión. Yo presté especial atención a una noria enorme. Álex no quería subir, tiene cierto pánico a las alturas, pero accedió porque soy su niña consentida, y me notaba ilusionada.

Mientras esperábamos nuestro turno para subir, yo estaba tan emocionada, que me cogí de su mano, y no quería soltarla, le hacía daño, a pesar de ser más pequeña que la suya. Cuando nos tocó subir en la góndola, con capacidad para cuatro personas, solo quedábamos nosotros dos. Tuvimos suerte porque, podríamos disfrutar sin molestar, o que nos molestaran. También, porque disponíamos de más espacio, un asiento amplio para cada uno, frente a frente.

Todo iba bien durante las primeras vueltas, pero, de repente, las luces del barrio se apagaron, también las de la feria y la noria. El frenazo fue tan brusco, que instintivamente me aferré con las manos a los laterales, y abrí las piernas para ejercer fuerza con los pies. Antes de detenerse, Álex se había percatado de que se me veían las braguitas por debajo de la minifalda. Luego, cuando todo quedó a oscuras y abrí las piernas para sujetarme, no me las veía, pero intuyó que el panorama habría cambiado en mi entrepierna. Incomprensiblemente, su mente comenzó a fantasear.

Pasado un rato, la luz no volvía. Yo empezaba a preocuparme, temiendo que los bomberos tuvieran que rescatarnos. A la noria la llamaban el reloj, porque tenía doce cabinas, una por hora, y nosotros habíamos quedado justo en lo más alto, a las doce. Álex me dijo, para tranquilizarme, que debía tratarse de una sobrecarga en la central eléctrica, que pronto volvería a funcionar, pero los minutos pasaban sin solución.

 

Llevaríamos un cuarto de hora parados, cuando se levantó viento, no muy fuerte, pero suficiente para que la góndola se balanceara ligeramente. Yo me asusté, di un saltito y me senté de lado en sus rodillas, abrazada fuertemente buscando su protección, igual que hago siempre que tengo miedo.

Yo sabía que empecé a gustar a mi hermano desde los 17 años, cuando mi desarrollo físico fue más brusco, y ahora me tenía sentada en su regazo, con mis piernas tentadoras delante de sus ojos, y los pechos aplastados contra el suyo. Álex quiso ahuyentar los sucios pensamientos con algo de conversación.

―Estoy contento de estar con los abuelos. ―dijo Álex―. Creo que deberíamos visitarlos al menos una vez al año.

―A mí también me gusta estar con ellos. ―dije con tono triste―. pero pensaba que olvidaría a mi ex, el muy canalla, y no es así. De los novios que he tenido, ninguno era como tú. Siempre que conozco a un chico, deseo que me quiera como tú, que sea como tú, que siempre estás ahí, para lo bueno, y para lo malo.

Álex sonrió de oreja a oreja, feliz por el tono cariñoso con que yo le hablaba.

―Algún día lo conocerás, y será incluso mejor que yo, ―añadió Álex mientras me acariciaba el cabello.

Aparté mi mejilla de la suya y le miré fijamente, mis ojos marrones brillaban iluminados por las luces que venían desde lejos.

―Algunas veces querría que no fueras mi hermano, sino un chico corriente y correcto, que me hiciera su esposa algún día.

Antes de que pudiera negarse o rechazarme, posé los labios en los suyos. Le abrazaba tan fuerte, que no podía apartarme de él. Le besaba tan rico, que fue cediendo, hasta que el impulso de rechazarme, se convirtió en deseo de retenerme.

―Laura, esto que hacemos no está bien, ―dijo como buenamente pudo―. Has olvidado que somos hermanos.

Separé mínimamente los labios.

―Ya sé que somos hermanos, ―susurré con la voz melosa―, pero últimamente te veo de otro modo. Finjamos solo por esta noche, imaginemos por un momento, que somos un chico y una chica que se desean, como tantos otros, ―añadí al tiempo que me desabrochaba los botones de la blusa.

Tomé su mano con la mía y la puse sobre uno de los pechos, unos segundos, después la orienté para que lo acariciara. Lo percibió suave como la seda, y algo más voluminoso de lo que había imaginado. Apenas podía respirar por la boca, porque mis besos eran más intensos, y le faltaba el aliento. De repente, solté mi mano y Álex seguía acariciando uno, luego el otro.

―Sabía que te gustarían, ―susurré nuevamente―. Lo haces tal y como había imaginado tantas veces.

Álex no respondió, consciente de que diría incoherencias en tal estado de confusión. Tampoco cuando volví a tomar su mano y la puse sobre mi muslo. Nuevamente la dirigí hasta que las yemas de sus dedos me rozaron la zona íntima.

―¿Notas la braguita húmeda y caliente? ―pregunté suspirando.

Álex asintió con la cabeza, yo retiré la prenda a un lado, lo justo para palparla sin obstáculos.

Álex solía jugar con la mano en el sexo de su novia, pero en este momento ni se acordaba de ella. Tal vez por esto, y porque me percibía como una chica corriente, como yo había pedido, los dedos recorrieron varias veces la unión de los labios vaginales. Pero esto no era suficiente para mí. volví a tomar el control de su mano, y la forzaba para centrarse en el clítoris.

Comencé a intercalar besos con gemidos casi inaudibles, consciente de que había personas en otras góndolas, especialmente las más cercanas. Su resistencia había caído, yo era la persona más importante de su vida, a la que nunca negaría nada, y se entregó a darme placer.

―¿Tienes idea de cómo terminará esto si seguimos? ―preguntó cuando introducía dos dedos en el interior.

―Soy consciente de ello y lo deseo. Deseo sentirte dentro de mí.

Álex no sabía qué pensar, tampoco tenía claro si razonaba.

―Laura, esto es una locura, cualquiera puede vernos.

―Solo tienes que echarte en el suelo, lo que puedas, que yo hago el resto, ―dije antes de separarme de él y sentarme en el otro asiento. Así vio cómo me quitaba la braguita y la depositaba a mi lado. Con este acto confirmaba que iba en serio.

Álex obedeció, pero el espacio era tan pequeño, que apenas podía sentarse con las piernas estiradas. Para mí fue suficiente y pude bajarle el pantalón hasta las rodillas, luego siguió el slip. Creyó desfallecer, ilusionado, cuando me arrodillé situando las rodillas a sus costados.

 

Su verga estaba erecta y excitada, la tomé con la mano derecha y la puse en mi entrada, luego me dejé caer y entró por completo.

―Álex, tú no hagas nada, deja que yo tome el control, ―dije en su oído.

Empecé a dar saltitos sobre él, al tiempo que repetía, una y otra vez, que solo sería un poquito, lo justo para saber qué sentía teniéndole dentro de mí. Pero este poquito se convirtió en otro y otro, gimiendo cada vez más, al tiempo que mis pezones rozaban su piel por efecto del vaivén de los senos.

No sabría precisar cuánto tiempo estuvimos jodiendo, no demasiado, pero suficiente para que yo me revolviera conmovida por el orgasmo.

―Estaba segura de que sería tan rico, ―dije al tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja, sin dejar de moverme sobre él.

En esta insólita situación, mis palabras le sumían en un estado de excitación tal, que terminó eyaculando, irremediablemente dentro de la vagina.

―Follas mejor que cualquier otro que me lo haya hecho, ―dije jadeando.

―Pero si yo no hice nada, ―se quejó Álex―. De todos modos, esto se nos ha ido de las manos, ―añadió resignado porque ya no había remedio. Luego restó importancia bromeando―. Imagina que quedas embarazada, que tenemos un niño con cara de foca, o una foca con cara de niño.

Solté varias risitas burlonas.

―Sigo protegiéndome para no quedar embarazada. Ahora no estoy con el idiota, pero nunca se sabe quién puede surgir, como tú ahora.

Lo gracioso vino cuando quise levantarme. Lo hice tapándome la vagina para que no goteara el semen, pero no veía cómo librarme de eso, sin manchar alguna parte de la góndola. La solución inmediata fue lanzarlo, sacudiendo la mano al vacío detrás de la noria, suponiendo que no quedaría nadie debajo, pero, con todo a oscuras, no estaba segura. Cuando volvió la luz, y vimos la cantidad de gente que quedaba, reímos imaginando que aterrizó sobre alguien. Fue una forma de olvidar por un momento lo que habíamos hecho.

 

El resto de la velada, la pasamos de atracción en atracción, cogidos de la mano como una de tantas parejitas.

Cuando regresamos a casa de los abuelos, en la fachada, antes de entrar, me detuve y con rostro serio le dije:

―Álex, lo que ha pasado esta noche, ha sido algo extraordinario, pero no debe repetirse.

De golpe y porrazo su mundo se vino abajo, como si la carroza se convirtiera de nuevo en calabaza. Sospechaba que era una forma de pedirle que no se pusiera tonto estando en casa de los abuelos, pero el mensaje era contradictorio para él, yo tuve la culpa, porque le puse mis braguitas en la almohada mientras dormía, y despertó con ellas a su lado.

Los diarios locales comentaron el incidente el día siguiente. Según confirmaron las autoridades, lo ocurrido fue culpa de un cúmulo de sucesos, lo llamaron “la tormenta perfecta”. Por un lado, un accidente de tráfico, provocado por un camión de gran tonelaje, dañó una torre de alta tensión, por otro, la noria disponía de un sistema auxiliar de energía, pero no funcionaba por falta de mantenimiento, por último, el conductor del camión había resultado gravemente herido, y se dio prioridad a este, antes que a las reparaciones. El resultado fue cuarenta minutos sin suministro eléctrico, cientos de personas afectadas, y propuesta de sanción para dos atracciones, casualmente del mismo empresario, por no ceñirse a la legislación.

Álex quiso hablar de lo sucedido muchas veces, pero yo me negaba pidiendo que lo olvidara. No pudo hacerlo, debido a que yo iba ligera de ropa por la casa todo el día. Tampoco cuando íbamos a bañarnos, torturaba sus ojos vestida con un traje de baño talla mini, con los pechos amenazando con salirse, y el trasero prácticamente desnudo, si algo tiene la tanga, es que cubre lo mínimo indispensable.

El pobre pasó todos estos días empalmado, y se consolaba solo, convencido de que yo pretendía torturarlo, pero no era tal.

Durante el viaje de vuelta en avión, como no tenía donde escapar o esconderme, le confesé que había estado, sin que lo supiera él, un par de veces con el hijo de los vecinos. Álex no sabía si era cierto, si lo decía para hacerle daño, y quitarle la idea de la cabeza, o si mentí con el mismo fin.

Yo empezaba a ser un rompecabezas para él, una tentación que amenazaba con sorberle el seso, y se propuso planear una estrategia para revertir la situación, o desistir para siempre.

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Autor
Laura y Alex
Laura y Alex
Somos Laura (22 años) y Álex (25 años), hermanos, de madre mexicana y padre español. No hace mucho que mantenemos relaciones, pero nos gusta a pesar de los riesgos que implica. Lo mantenemos en secreto frente a todo el mundo, pero nos excita que los desconocidos conozcan nuestra historia de amor y sexo. Esperamos que disfruten con nuestras historias.

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11 COMENTARIOS

  1. Laura y Álex, cuánta razón tenéis. La gente normal no leemos los relatos como quienes interpretan a Shakespeare. Yo escucho audiolibros y lo hacen profesionales. Para esto no vale cualquiera.
    Dejando claro lo anterior, la idea de editarlos en audio me parece genial. El relato en sí me ha gustado mucho porque es fresco y ameno, sin abusar de la vulgaridad sexual. Una cosa te digo, Laura, a tu hermano tienes que espabilarlo, porque el pobre es un poco panoli. Le falta un hervor. Te pido perdón si me lees, Álex, pero es cierto, de momento.

  2. Mario, gracias por tu comentario. Al menos por la molestia de regalarlo.
    Si por emoción te refieres a interpretar un relato como lo haría una profesional del sexo telefónico, de las que fingen mientras cocinan las lentejas o limpian el polvo, por ejemplo, no tengo talento para ello.
    Si con lo de la IA te refieres a que leo correctamente, pues vale. No sé si tú lo haces, pero no conozco a nadie que, por ejemplo, se disfrace de Harry Potter, se compre una varita mágica y se suba en la escoba de casa para leer la novela, al tiempo que grita por todo el barrio infinidad de hechizos. Esto solo lo hacen los frikis. Las personas normales, leemos de forma normal.

  3. Es duro eso entre hermanos pero cuando sucede no creo que es por maldad ni perversidad, cuando se es joven la fuerza de la sangre y el ardor juvenil a veces puede más que el honor.

  4. Mi estimada Laura. El relato es genial en todos los sentidos. Está muy bien escrito, fácil de leer y lo del audio, que decir, una brillante idea.
    La historia me ha gustado. Es romántica a la vez que erótica y excitante. Lo de la noria me ha hecho gracia, y me da una idea porque nunca he tenido sexo en un sitio tan original.
    Felicitaciones por un gran trabajo.

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