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Tuve frío esa mañana hasta que él regresó
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Esa mañana amanecí con frío ya que me tocó por una semana dormir sola; a pesar de tener mis sábanas gruesas y más aún, en aquella cama de mi cuarto la cual es por demás grande.

Mi novio el cual estaba de viaje, ya tenía una semana fuera de la ciudad y no le veía desde el día anterior a su viaje en donde sin mentira alguna, nos dimos una despedida teniendo buen sexo en mi cama.

Esa noche luego de esa interminable cogida le dije:

-¡quiero que impregnes con tu aroma mi cama para sentirte toda la semana conmigo e imaginar que estás a mi lado por las noches cariño mío!

Él, por supuesto le dolía dejarme por tanto tiempo, aunque fuesen cinco días. Pero era que nosotros no podíamos vivir el uno sin el otro porque todas las noches nos permitíamos tener sexo y de verdad no nos aburríamos de hacerlo.

Pues, aquellos días fueron una eternidad para mí hasta que al fin, llegó el famoso viernes en el cual él regresaba a casa. Yo por supuesto, me preparé para la ocasión. Me depilé mi sexo el cual quedó lindísimo. Me lavé y alisé el cabello y por todo mi cuerpo dejé pasar crema para la piel. Por mis hermosos pechos contorneados, por mi cintura, por mis nalgas, en fin por todos lados.

Ya a punto de llegar me coloqué una diminuta panty, la cual sólo tapaba mi sexo y por detrás se metía entre mis nalgas para dejarlas a la vista. No está demás decir que me perfumé con el aroma que a él le encantaba.

Disminuí la intensidad de la luz blanca de la habitación y preparé unos tragos y una comida especial para el recibimiento.

Yo estaba en la cocina tratando de dar los últimos toques del caso cuando de repente sentí que alguien llegó detrás de mí y me abrazó, me tomó por mi cintura y allí con sus manos comenzó a recorrer y palpar mis curvas. Subió hasta mis senos y los acarició muy suavemente entre sus manos y con los labios comenzó a besar mi cuello hasta que sentí que mi piel se erizó y me susurró al oído:

-Te amo.

Era él mi querido amor el cual tenía llave de la puerta y había entrado sigiloso y no me di cuenta de su presencia.

-Hola amor! -nos dijimos tiernamente al momento que continuaba con sus manos tocándome toda.

Desvestirme le resultó fácil y no le tomó tiempo, ya que me quitó el vestido muy rápido y descubrió mi cuerpo y tan sólo quedé con la panty que me hacía ver tan sexy.

Me llevó a la sala y sobre el sofá continuó acariciando y besando toda mi piel hasta que sentí que mis jugos humedecían mi sexo por tan sutiles y añoradas caricias.

Luego me tomó entre tus brazos y me llevó a la cama y una vez allí comenzó su odisea al recorrer todo mi cuerpo palmo a palmo. Con sus manos dibujaba mis curvas y me hizo sentir lo sensible que puede ser tocarme toda.

Que divino fue cuando bajó hasta mi sexo, simultáneamente con sus manos bajaba mi ropita interior y posaba sus labios en ella; que divino fue cuando comenzó a recorrer todos mis pliegues vaginales. Yo por supuesto abrí mis piernas toda gentil para permitir a mi visitante entrar con confianza. Creo sobre manera que logró con esas caricias mi momento preferido.

-Aaaahh! -Gemía yo calentándome cada vez más.

Deseaba que me penetrara, al menos con sus dedos, quería que me cogiera, con su lengua, con sus dedos o si no, definitivamente con su miembro; en verdad les confieso era lo que más deseaba sentir.

Me excité grandemente ver su cara estar entre mis piernas, Me hacía gemir y elevar mi cintura hacia el cielo como pidiendo que se la tragara, que se comiera mi sexo por tanto placer al chupar mi vagina de esa forma.

Adoro que jugara con mi clítoris cuando con sus labios lo atrapó de repente y lo presionó un poco; eso me enloqueció.

Quise que se perpetuara el tiempo y que él degustara mis sabores y la miel que le ofrecía mi sexo y que me hiciera gozar todo un mundo con sus labios allí posados. Me hizo tocar el cielo tantas veces sólo con tus labios; mi cuerpo se agitaba toda desesperada.

-Penétrame toda cariño! Méteme tu pene! -Le susurré en voz baja al momento que casi explotaba de tanta pasión.

Pero él, castigándome y torturándome un poco dilataba el momento y se hacía esperar. Así que nuevamente le susurré con voz ahogada:

-¡Penétrame hasta el alma amor mío con tu miembro todo erecto. ¡Quiero sentirlo abrirse paso dentro de mí. Hazme sólo tuya cariño! -Le dije al momento que un susurro y quejido brotó de mi boca:- Aaaahh!

Levanté la cara y miré hacia abajo y pude ver su glande, aquella hermosa lanza casi roja por la erección la cual tomó con su mano y comenzó a realizarme caricias con su punta. Aquella cabeza de su viril miembro me la hacía rozar suavemente allí, justo donde me encanta; sobre mi clítoris. Aceleró ese movimiento repetidamente sobre él y de repente lo introdujo rápidamente en mi sexo todo húmedo por demás.

-Ooohhh! -Alcancé a gritar casi como loca al tiempo que movía mi cintura como loca.

Añoraba sentir ese vaivén de sus caderas, de su cintura, aquella parte de su cuerpo especialista en movimiento de pelvis, movimientos acompasados que pude apreciar; afuera y adentro, adelante y hacia atrás, al principio lento, suave y muy despacio. Seguidamente, aceleró sus movimientos; más fuerte y rápido hasta que ya no pudo más.

-Sigue cogiéndome asiii! Amor, penétrame, mételo así! ¡Me gusta esa firmeza con la que me coges! -Le pedía con voz excitada sabiendo que ya estaba por acabar.

Yo con mis manos lo tomé de sus nalgas, luego de su cintura y lo apretaba hacia mí queriendo más y más.

Finalmente, ya cansados por tanto vaivén, sentía que me ahogaba, el aliento me faltaba y casi al final cuando me venía. Le dije casi sin aliento:

-dame toda tu miel! deposítala dentro de mi panal! dámela toda!

Era claro que ese momento lo había anhelado desde hace una semana atrás cuando él se despidió.

Sentí como un torrente de calor inundaba mi cavidad vaginal y a la vez un líquido caliente recorriendo mi entre pierna el cual huía hacia mi orificio anal. Esa sensación me gustaba. Porque sabía que mi hombre había acabado dentro de mí una vez más como en otras ocasiones.

El gimió lanzando un quejido varonil anunciando que había acabado, que había depositado su rica y espesa miel dentro de mi coño húmedo y lubricado por tanta saliva previa.

-Te amo! -Alcancé a susurrarle al oído.

-Te adoro! -Me contestó con voz ahogada de cansancio.

Ya cansados y agotados quedamos abrazados allí, en aquella nuestra cama, nuestro nido de amor juntos piel con piel, extasiados de tanto amor y frenesí.

Ya no sentía frío alguno, la espera y agonía de mi soledad había concluido.

Era feliz nuevamente.

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