"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados: Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
…………
El problema de tratar con el viaje en el tiempo es que se jode la causalidad. Evidentemente desde mi primera incursión en el túnel había hecho mis investigaciones sobre la paradoja del abuelo. Pero como mis viajes siempre habían sido lejanos en el tiempo, el espacio o a reinos de fantasía no creía que hubiera influido en mi presente o lo hubiera alterado e alguna forma.
De cualquiera de las siete pelis de regreso al futuro, "La máquina del tiempo" de Wells o a la infinidad de libros de física y novelas de ciencia ficción que usaban el tema pasando por las tesis de física mas o menos esotérica en ninguna de esas se proponía una solución definitiva al problema.
Y ahora me tocaba a mí interpretar mi propia versión de ello. Pero a esas alturas ya tenía suficiente confianza en mis viajes.
El túnel me arrancó de una playa de una bonita isla griega. La misma que había visitado en uno de mis anteriores viajes. No quedaba nada de la pequeña granja, ni del hoplita ni de su bella esposa. Sólo muchos olivos eran testigos del pasado agrícola de ese trozo de tierra.
Estaba cubierta apenas con un pequeño vestido veraniego ligero sobre un mínimo bikini. Dos minutos mas tarde y me habría pillado solo con el tanga y en top less. Y menos mal por que me dejó en una concurrida calle de una ciudad populosa.
Vi coches haciendo ruido por la calzada y gente vestida en las aceras. Los modelos de los coches me llevaban a mi pasado recorriendo una calle muy parecida a esa. Vehículos de combustión interna ruidosos y malolientes.
¡Un momento!, demasiado parecida, reconocía aquella panadería y la tienda de ropa de enfrente. A la vuelta de la esquina tenia que estar el portal de mis abuelos. Completamente anonadada caminaba sin ver la gente solo reconociendo el paisaje tan familiar.
Hacía calor y la gente no llevaba mucha ropa encima pero yo era la mas desnuda de por allí, mi falda la más corta y mi escote el más profundo. Y empezaba a llamar la atención. Me estaban empezando a mirar.
Cuando de pronto un apuesto hombre chocó conmigo. Y terminé en un segundo con el culo en la acera.
– ¡Ah, disculpa! Iba despistada.
Fue todo lo que se me ocurrió decir antes de mirarlo a la cara y descubrir la de mi padre inclinado hacía mí. Mirándome preocupado por si me había hecho daño.
– Perdóname tú. Yo tampoco iba concentrado. ¿Te has hecho daño?
Lo cierto era que aparte de mi orgullo herido lo único que me dolía era ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre.
Es curioso que esa misma expresión que tantas veces había visto en su rostro años antes, ahora me parecía erótica y provocativa. Lo del complejo de Elektra empezaba a parecerme extrañamente real y a sentirlo entre mis muslos.
Había visto fotos de él en esa época, con vertiente años y aparte de parecerme realmente guapo de una forma intelectual no había sentido nada. Pero aquel chico allí plantado firme frente a mí me había atontado como si me hubieran golpeado la cabeza con un mazo. Y no era solo por que hubiera chocado contra su poderoso pecho.
Si hubiera tenido tiempo de racionalizar hubiera evitado ese encuentro a toda costa pero todo se había hecho real de repente. Aún preocupado por mi salud se presentó y me invitó a tomar un café en el bar mas cercano.
– Soy Alex. Vivo aquí a la vuelta de la esquina. Déjame que te invite a algo para que me perdones.
– Vale, podemos entrar ahí.
Señalaba el bar al que íbamos desde siempre. Yo tenía que morderme la lengua para no saludar a la gente que recordaba del barrio y para los que debía ser una desconocida, como el dueño del bar.
O mi propia tía Mercedes un año mayor que mi padre que tomaba un café en nuestra mesa de siempre, la del rincón mas discreto. La cosa se complicaba todavía mas. Cuanta mas gente conociera de toda la vida mas posibilidades de cambiar algo de mi presente. O eso suponía.
– Ella es Mercedes, mi hermana.
– Encantada.
Tenía que andarme con pies de plomo. Saludé a mi tía con un par de besos en las mejillas mientras ellos se daban uno más cariñoso en los morros. Enfundado en unos ajustados vaqueros el culo de mi tía lucía espectacular. De hecho esas duras nalgas habían perdido muy poco con los años.
Su camisa anudada bajo las tetas y ni un sólo botón abrochado descubría su vientre y le dejaba un escote precioso. Mercedes también le echó un detenido vistazo al escote que los tirantes de mi vestido exhibían y la parte de mis muslos que lo corto de la falda les permitía ver a los dos hermanos.
– Tu nueva amiga es muy guapa. Hermanito.
– Acabo de conocerla. Pero es muy simpática y casi la desmonto al chocar con ella.
– Eso te pasa por ser tan grande. Pero eso hoy nos viene bien.
Y me dirigió una deslumbrante sonrisa.
– Sois los dos muy amables. Estoy abrumada. Y vosotros si que sois impresionantes, menuda genética tenéis.
Apenas recordaba que en verano mis abuelos pasaban temporadas en el pueblo. Al decirles que no tenía un sitio donde quedarme me ofrecieron generosamente que me fuera con ellos.
Yo no fui en único animalitos callejero abandonado al que mi familia dio refugio. Allí donde mi padre, mi tía y mi abuelos podían echar una mano siempre lo hacían. Y no lo digo con segundas por que sí, también se folllaban todo lo que se movía si les daban su permiso.
– He perdido el bolso, el dinero. No tengo un sitio.
– No te preocupes, te quedas con nosotros.
Del bar subimos directamente al piso que estaba exactamente igual a como lo recordaba de niña. Donde Mercedes ya tenia preparada la comida y ya se notaba lo buena cocinera que llegaría a ser. La escena era completamente hogareña.
Estuve un rato curioseando el piso de mi familia. Las fotos de los abuelos que en esa época apenas tenían poco más de cuarenta años y se les veía estupendos. Los muebles familiares donde me había sentado y subido un millón de veces. Las habitaciones a las que entraba y salía a veces viendo cosas que no debería haber visto.
Mi padre se quitó la camiseta luciendo un torso impresionante y bien trabajado. Mi tía con toda confianza se desató el nudo de la camisa dejándola abierta y confirmando que no llevaba sujetador. Sus pechos duros y cónicos se mantenían erguidos sin ayuda.
Le tuve que confesar que bajo el vestido llevaba un bikini y que empezaba a sentirme incómoda. Ella se ofreció a prestarme algo de ropa con la misma generosidad que ambos habían mostrado todo el día.
– Ven a mi habitación. Seguro que tengo algo que te sirva. Parece que hemos un cuerpo y una talla parecida.
Mientras charlábamos en su habitación intenté sonsacarle algo sobre mi madre. Pero todavía no la habían conocido por lo que me dediqué a conocer mejor a mi familia paterna.
– ¿Tu hermano, ese mocetón de ahí fuera tiene novia?
– No, ¿por qué? ¿Te interesa?
No lo preguntó como si le molestara o tuviera celos. Solo era una conversación casual. Es verdad que aunque llegara a conocer a esa mujer en el futuro en ese momento era una desconocida.
– Si no fuera tu hermano, ¿No te interesaría a ti?
– Quién dice que no me guste aunque sea mi familiar.
Y se echó una sonora carcajada. En ese momento no supe si hablaba en serio o en broma.
Merche se libró de sus vaqueros mientras yo me sacaba el vestido. Se quedó mirando el bikini mas pequeño que cualquier cosa a la que ella estuviera acostumbrada. Y para colmo la braguita era un tanga. Le pregunté su le gustaba y me dijo que quería probárselo.
– No habrás visto muchos como este. ¿Que te parece?
– Raro, ¿no es incómodo?
– Para nada. Cuando te acostumbras más cómodo que unas bragas. Lo compré por correo de un catálogo. Pruébalo.
Me di cuenta a tiempo de que si le hablaba de Internet o de compras en la web le sonaría a chino.
Mientras ella sacaba unas braguitas y una camiseta a la que habían metido tijera me di cuenta de que en su precioso cuerpo mi bikini quedaría sexi de verdad. Mientras ella miraba alucinada mi pubis depilado. Me preguntó por ello y le dije que ahora lo notaba mas… mas suave.
Sonriendo me preguntó:
-¿Puedo?
Tomó mi sonrisa de respuesta como un asentimiento y pasó la mano con suavidad por mi pubis. Su caricia me excitó y se me escapó un gemido. Tuvo que parecerle buena señal pues puso dos dedos por los labios de mi vulva humedeciéndolos con mi jugo y llevándolos a su boca de una forma completamente lasciva. Algo que nunca había imaginado en mi tía.
– Joder Merche, ¡que rico! No pensaba que te gustaran las chicas.
– Creo que como a tí. Me gusta pasarlo bien con gente buena.
Aproveché para librarla de su camisa e inclinarme y besarla en los labios con suavidad. Ella siempre me había parecido enorme y ahora yo le sacaba casi veinte centímetros. Pronto nos estábamos dando lengua y saliva. Tenía sus tetas en mis manos cuando mi padre nos llamó a gritos desde el salón. En ese momento no pude alcanzar su conejito.
Mercedes se calzó a toda prisa mi tanga y el suje a juego que a duras penas le tapaba los pezones y yo una de sus bragas y la camiseta que descubría mi vientre y el lateral de mis pechos.
– Ya estamos aquí. Tranquilo que no nos escapamos.
Salimos escopetadas las dos meneando la cadera solo para echarnos a reír por la cara de bobo que puso al vernos así ataviadas. Merche se lanzó a sus brazos con un morreo de infarto. Él aprovechó para agarrar una de sus desnudas nalgas. La otra mano la usó para coger mi cintura y pegarme a ellos.
Ahora me explicaba la críptica respuesta que me había dado mi tía cuando le pregunté por la novia de mi padre. Mi posible madre. Pero en ese momento decidí no investigar más para no enfadarlos.
– Merche, ¿que narices llevas puesto?
– Lo que me ha dejado tu amiga. ¿Te gusta?
– Me ha dejado alucinado. Estas buenísima.
Volví a besar a mi tía ante la atenta mirada de mi padre que aprovechó en momento para magrearme el culo sin contemplaciones. Metió la mano por dentro de la braguita, agarrando mi nalga como si le perteneciera.
– Ya veo que os habéis caído bien.
– Tu hermana es una persona maravillosa. Me cae muy bien.
Sé que debía haberlo parado en ese momento pero me encontraba muy a gusto con mi familia. Sentadas cada una en una de sus poderosas piernas él pudo agachar la cabeza y lamer nuestras tetas alternándolas.
Sin pensar en nada más que en disfrutar y echando cualquier prejuicio por la borda me decidí. Una de mis manos buscó la cremallera de sus vaqueros donde se encontró con una de las de mi tía. Entre las dos conseguimos sacar a respirar una polla que a esas alturas parecía de piedra.
– ¡Menudo rabo!
Era la primera vez que veía el instrumento de mi padre en esas condiciones. Como si nos leyéramos la mente las dos nos deslizamos al suelo para comenzar a lamerla a dos lenguas. Mientras ella chupaba sus huevos peludos yo lamía el tronco o me metía el glande en la boca.
– Nena, no seas egoísta. Pásamela.
Nunca pensé que esos dos fueran un par de pervertidos de ese calibre. Aunque siempre se trataban con cariño ante mí, nunca habían tenido esas demostraciones de sexo donde yo pudiera verlos. No podía imaginar que en cuanto se quedaban solos se dedicaran a follar como conejos.
Merche por ser yo la invitada me cedió el sitio mientras tiraba de los pantalones y de los clásicos gayumbos abanderado que usaba en esa época. Yo conseguí montarme sobre él y clavarme su rabo mirando a sus ojos con un tierno beso. Casi se me escapa un:
– Te quiero papá.
Conseguí contenerme a duras penas. Aunque en esos momentos era lo que sentía. Me movía despacio sensual moviendo el culo en círculos, clavando mis tetas en su pecho y rozando mis pezones con los suyos. Tanta suavidad no podía durar y menos con la pervertida de mi tía Mercedes por allí.
Se arrodilló entre los muslos de él y se puso a lamer sus huevos, la base de la polla. Cuando yo subía chupaba mi perineo y hasta mi ano. Sabía que él no podía durar mucho mas con dos guarrillas como nosotras pegadas a su piel.
Noté las contracciones de su rabo en mi interior, su semen caliente llenando mi vulva y aunque hizo un intento de salirse de mí antes de correrse. Se lo impedí con un fuerte movimiento de cadera y callando sus objeciones con mi lengua en su boca.
– No puedo quedar embarazada, no te preocupes. No hace falta condón.
Eso y Merche lamiendo mi culo disparó mi orgasmo, uno que pocos antes habían superado aún en todos mis viajes. Agotada por lo intenso del polvo y los nervios del día me derrumbé sobre su fuerte pecho y mientras su pene perdía consistencia y se salía solo de mi coño.
– Estoy derrotada. Sois intensos.
Mi tía nos limpiaba a ambos con su lengua. Solo pude darle las gracias. Nos pasamos el día desnudos y follando. Bueno nos pasamos el resto del verano desnudos los tres durmiendo juntos y haciendo el amor cada vez que nos cruzábamos por la casa.
No pensaba en que el túnel podría venir por mi en cualquier momento. Estando con mi padre y mi tía me había olvidado de todo. Era feliz.
Dos días después el túnel me reclamó de nuevo devolviéndome a mi tiempo.
Ahora comprendía por que me perseguía en túnel.
. Pero el túnel tiene sus misterios y puede que ni siquiera provenga de mi propio universo sino de uno paralelo.
Sólo se que a la vuelta cuando fui a ver a Merche y a mi padre que todavía vivían juntos ella me devolvió mi vestido, mi tanga y mi suje. Los había conservado cuidadosamente esperando que yo volviese de este viaje en concreto.
Durante un tiempo estuvieron cabreados por mi desaparición y eso que habían visto la pirotecnia habitual del túnel rodearme en nuestro propio dormitorio. Aunque ellos nunca llegaron a entenderlo del todo al verme crecer y convertirme en la mujer que ellos habían conocido años antes.