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Tu madre, nuestra puta (6): Final
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En la heladería, lo pasamos genial, repasando como con suerte por un lado y un poco de perspicacia por otro, habíamos conseguido resolver el entuerto De Marisa de una manera bastante digna. El daño moral a Marisa, ya estaba hecho, y eso no se podía pagar con dinero, pero ella al menos de cara al exterior, lo llevaba bien, y ahora, como decía ella, podría afrontar la vida con un optimismo que había perdido con todo lo que había pasado.

Solo esperábamos que tanto Manuel como Dompimpon, no quisieran tocar los cojones, aunque era algo bastante improbable, con lo que sabíamos de ellos.

Nos fuimos para casa. Yo particularmente comí, me eche la siesta y cuando me levante me dedique a atender un poco las cosas que había dejado abandonadas durante estos días. Tampoco eran tantas, pero la frase había quedado bien.

Esa tarde, ni siquiera baje a la calle. Tampoco recibí más que algún wasap de estos apuntando alguna cosa más de la mañana y preguntando si nos íbamos al día siguiente a la piscina. Y sí lo hicimos.

Pasamos el día entero en la piscina tonteando con las pocas chicas que quedaban en el barrio en verano. De alguna forma, los tres estábamos volviendo a la normalidad. Pero, aunque aún no lo sabíamos, iba a ocurrir algo que perturbaría nuevamente esa normalidad.

Cuando llegué a casa, bastante cansado después de un día haciendo el ganso en la piscina, mi madre me dijo,

“Javier, han traído una carta para ti”, está en tu cuarto.

¿Una carta?, pensé yo. Si ya no escribe cartas nadie, los carteros están para traer los paquetes de las compras Online. Cuando llegué a mi cuarto la vi. El sobre estaba escrito con ordenador. Joder no me daba muy buena espina aquello.

Le puse un whatsapp a Pablo,

“Has recibido una carta?”, le pregunté.

“Sí, tío me la acaba de dar mi madre”, me contestó. “no sé en tu caso, pero en el mío no trae sello ni matasellos ni nada, eso quiere decir que la han echado directamente en el buzón. ¿La has abierto?, me preguntó.

“Que va tío, me da mal rollo”, le contesté.

“Ya, pero habrá que abrirla no va a ser una carta bomba”, me dijo.

Ya estaba yo palpándola con los dedos a ver si notaba dentro algo que no fuera un papel. Estaba abultado, pero no había nada que pareciera peligroso.

Tragué saliva, inspiré fuerte y rompí el sobre.

Cuando vi su contenido, me quedé perplejo. Contenía 5000 euros y una tarjeta. De Marisa.

Leí la tarjeta.

Hola Javier, quiero nuevamente expresarte mi máximo agradecimiento por todo lo que has hecho por mí estos días. He decidido que parte del dinero que recuperasteis para mí, os lo voy a regalar. Aunque sé que esto no paga todo lo que tú y tus amigos habéis hecho por mí. Me habéis sacado del pozo más profundo donde estaba metida, y eso no podre agradecéroslo suficientemente mientras viva.

También he decidido organizaros una fiesta sorpresa como os prometí, para celebrar el feliz desenlace de todo esto.

La fiesta se celebrará pasado mañana. He pensado quedar en un restaurante, comer un poco, y luego ya irnos al sitio donde he organizado la fiesta.

Espero que estas muestras de agradecimiento, sean de tu gusto y poder contar contigo en la fiesta.

Nuevamente,

Gracias, gracias, gracias.

MARISA

Buff me habían dado hasta escalofríos leyendo la tarjeta de Marisa. Si ya lo decía yo. 5000 pavazos, y encima la comida y la fiesta. Esta Marisa, era muy grande. Al final no nos íbamos de vacío.

Le escribí a Pablo,

“Tío estoy flipando”

“Pues yo más. He escrito a Oscar y el también la ha recibido y con el mismo contenido.”

“Genial esta tía. Follar no la follaremos, pero se ha portado genial”, le dije.

“Ya te digo. Si nos invita a comer y nos prepara la fiesta habría quedado igual de bien, pero coño la pasta viene muy bien. Voy a mandarla un wasap para agradecérselo”

“Sí yo también”

Mandé un whatsapp a Marisa,

"Hola guapa, muchas gracias por tu regalo. No tenías porque, para mí ya es el mejor regalo verte tan feliz. Espero que disfrutes mucho en la fiesta, yo seguro que lo haré".

Lo envíe. Un poco cursi, ¿verdad?, Pero me salió del alma.

Hubiera preferido llamarla, y agradecérselo de viva voz, pero a estas horas ya estaría el marido, y no me apeteció hacer que tuviera que darle explicaciones.

Al momento recibí su contestación. Muchos emoticonos de besitos, corazones, y un "claro que disfrutaremos". Finalizando con un “GRACIAS POR SER MI AMIGO”

Buff, me temblaba todo el cuerpo de leer eso. ¿Pero amigo con derecho a roce?, me preguntaba.

Cogí mis cinco mil pavos y los guardé en el libro donde guardo el dinero las pocas veces que tengo algo que guardar.

No, no os creáis, también los leo. No sólo los utilizó de hucha. Ya pensaría que capricho darme.

Al día siguiente con estos, no paramos de hablar de la sorpresa de Marisa, de cómo se lo había currado, de lo bien que se había portado con la pasta, y de las cosas que cada uno iba a hacer con el dinero. Pero sobre todo empezamos a elucubrar de cómo sería la fiesta.

"Alcohol, drogas y sexo, eso es lo que quiero yo", les dije.

“Pues drogas y alcohol no sé, pero desde luego si es sexo, conmigo no contéis, yo paso", dijo Oscar.

"No me jodas que has salido del armario", le dije riéndonos.

"No tío, pero no sé si te has percatado que estamos hablando de mi madre", me dijo Oscar.

"En serio, tío, ¿tú si pudieras no te la follabas?

"Joder, no sé si te has dado cuenta de que por muy buena que esté, es mi madre. Y claro que me gusta verla en pelotas, pero de ahí a follarla…"

"Ya, ya”, le dije

Pasamos el resto del día sin ninguna novedad. Como dicen los americanos, 'no news, good news'.

Al día siguiente, quedamos a las doce en el portal de Oscar.

Cuando bajó, nos sorprendimos de no ver a Marisa con él.

"Mi madre, se ha ido antes para seguir con los preparativos de la fiesta. Me ha dicho que vayamos a este restaurante, y una vez allí, la llame y va, que está muy cerca de donde va a hacer la fiesta", nos dijo.

"Tíos, me pregunto si debemos llevar algo a la fiesta, no se pasteles, bombones, un ramo de flores para Marisa…", dijo Pablo.

"Flores no, que luego las ve el marido y se mosquea", le dije yo.

"Por mi padre, no hay problema, se ha marchado de viaje esta mañana. No vuelve hasta el sábado. Y si os sirve, a mi madre le encantan las rosas rojas”, dijo Oscar.

Pues estaba claro serian rosas rojas.

“También sería un detalle, como ha hecho ella, escribirle cada uno unas palabras en una tarjeta”, dijo Pablo.

“Empiezas a complicarnos la vida, Pablo. Mi versión poética, la tengo aparcada”, le dije. Menos mal que no había leído mi whatsapp a Marisa.

De camino al restaurante, paramos en una floristería. Compramos un centro compuesto por una docena de rosas rojas. También le pedimos tres tarjetas. Antes de arrancar de nuevo, cada uno le escribió algo en la tarjeta.

Yo la puse

“Felicidades de todo corazón a ti, la mejor de las hechiceras. Una hechicera que transformas el dolor dentro de tu alma en luz, sonrisas y amor para los que te rodean. Felicidades Marisa”

Bordado. Me había quedado bordado, si al leer no se abría automáticamente de piernas, es que el mundo había perdido su sensibilidad.

Metí la tarjeta en el sobre, lo cerré, y escribí fuera Javier.

Los otros hicieron lo mismo. Me hubiera gustado saber que la ponían, pero no pregunté.

No nos habíamos gastado más que apenas 60 euros, quizás deberíamos estirarnos un poco más y comprarla los bombones.

“Tíos, ¿le compramos también los bombones?, les dije.

“Porque no”, dijo Pablo.

“Vale”, dijo Oscar.

Era genial, por una vez, ir sobrados de pasta. Nadie ponía pegas a nada. Le compramos una caja de LINDOR CORAZON, nos dejamos otros 30 pavos.

Llegamos al restaurante que nos había indicado Marisa. Aún faltaban 10 minutos para las doce.

Preguntamos si había una reserva de una mesa para cuatro a nombre de Marisa…

El camarero, nos dijo que sí pero que era para cinco. Pasamos.

“¿Quién coño será el quinto?”, les pregunté.

Pregunta estúpida. Nadie tenía ni idea.

“Como la mesa es redonda, vamos a ponernos nosotros tres aquí, dejando un hueco para Marisa. Tu Oscar ponte a mi derecha, que la tienes todo el día al lado, y el convidado de piedra a tu derecha”, y aquí vamos a dejar el centro, y los bombones”, dijo Pablo poniéndolos en el sitio destinado a Marisa.

Bueno tenía a mi derecha a Marisa, y a la izquierda al convidado de piedra. Espero que le cayera bien a Oscar, porque yo poco iba a hablar con él.

Al poco llegó Marisa, acompañada del invitado de piedra. Solo que no era invitado, era invitada. La madre que me parió. ¿Cómo podía tener esas tetas esa criatura? Era una tía bandera. No soy capaz de decir la edad, pero no distaría mucho de la de Marisa. Un poco más alta que ella y con una figura de escándalo. Venía con unas mallas que la marcaban hasta lo que no tenía, y una camiseta de tirantes arriba, en fin, como diría Jesulin… Im Pre sio nan te.

Nos levantamos los tres y las saludamos a las dos con sendos besos en las mejillas.

“Chicos esta es Carla. Es mi compañera de piso. Ya sabéis”, dijo ella esbozando una sonrisa en la boca.

“Mira Carla, Oscar, mi hijo, este es Pablo, y este otro Javier”, no presentó Marisa.

Encantado, la dije intentando cerrar lo más posible la boca que aún la tenía abierta después de ver ese monumento de mujer.

“¿Este es mi sitio?, preguntó Marisa señalando las rosas.

“Si claro”, le dijo Pablo.

“¿Esto es para mí? “preguntó Marisa haciéndose la sorprendida.

Afirmamos con la cabeza.

“Uhy, que bonitas. No teníais que haberlos molestado. ¿Ves Carla como te dije que son un encanto?”, siguió Marisa.

Empezó a leer las tarjetas. Según lo iba haciendo, sus ojos empezaron a tomar un aspecto vidrioso. Cuando terminó con la ultimo las lágrimas corrían por sus mejillas.

“Joder chicos, que cosas tan bonitas me decís. Se me va a correr el rímel”, decía mientras se limpiaba delicadamente las lágrimas con un clínex.

Nuevamente se levantó y nos dio un beso y un abrazo a cada uno. La escena era totalmente tierna, y Carla la observaba con cara de tonta, pero con tetas de… Puff.

Se volvió a sentar, y empezó a contarnos.

“Carla es la chica que os conté que estaba en la calle conmigo, y que nos vinimos al piso las dos. Desde entonces, hemos sido uña y carne. Una, el pañuelo de lágrimas de la otra, porque, aunque no lo creáis, esta vida no le gusta a nadie. Desde un principio, ha sabido de los motivos de mi prostitución, y flipo como todo el mundo que pudiera saberlo de lo cabrones que pudieran ser algunos hombres.

Cuando les hable de vuestra aparición con las fotos y los videos, su respuesta fue tajante, Ya sabes lo que quieren esos. Yo la pregunte qué ¿el qué? Y me dijo follarte, ahora que tienen las fotos, a por la tonta. Yo la contesté que seguramente, pero que al menos os habíais preocupado por mí.”

La miramos todos a Carla con mirada inquisidora.

“Perdonar, chicos, pero es lo que parecía”, nos dijo ella, “aunque a las pruebas me remito que habéis hecho lo que habéis hecho sin pedir nada a cambio. Ole vuestros huevos”.

Cambiamos la cara, y Marisa, siguió.

“El caso es que como comprenderéis, yo voy a dejar esta vida, y Carla se quedara en el piso. Pero no quiero que se quede sola. Hasta que encuentre compañera, yo seguiré viniendo por aquí, aunque os juro que solo a hacerla compañía.”

Aquello parecía una novela rosa. Qué bonito era todo.

“Chicos vienen a tomar la comanda, mirar la carta y pedir lo que se os antoje”, nos dijo Marisa.

Miramos la carta, y cada uno dijo lo que quería.

“Para mataros”, dijo Marisa, “¿os traigo a un restaurante como este y pedís hamburguesas?”

Llamó al camarero,

“Por favor, cinco gazpachos, no muy fuertes, y luego carne a la piedra para compartir, las raciones que usted vea.”

“¿Y para beber, señora?, preguntó el camarero.

“Para mí agua, tu Carla cerveza, ¿no? Y a los chicos ni preguntarles, cocacola”

Estábamos encantados de que Marisa, nos manejara. Ese aspecto maternal con el que nos trataba… a mi particularmente, me parecía increíble.

Durante la comida, estuvimos recordando un poco estos últimos días. Le contábamos a Carla la escenita de Marisa con Manuel retorciéndole los huevos y luego a punto de cortárselos, y luego la vestimenta para ir a ver a Dompimpon.

El ambiente, era buenísimo, y más buena aún la carne a la piedra. Yo pensé que se refería a que estaría dura como una piedra. Pero aquella estaba blanda y buenísima.

Ya casi a los postres, Marisa nos dijo.

“Bueno chicos, ahora cuando comamos el postre, iremos a la fiesta. Como supongo que habréis adivinado, la vamos a hacer en nuestro piso, y hemos puesto mucho cariño en todo lo que hemos preparado. Estamos locas por ver si os gusta.”

Yo pensaba para mí, seguro que ahora cuando lleguemos nos hacen sentar ellas se van a cambiar, y salen en lencería para que elijamos a una y follarla a muerte. Buff, yo solo me ponía brutísimo. Mira que si cuando llegamos habían preparado un guateque estilo años 80….

Pues llegó la hora. Llamó al camarero, pagó la cuenta, y nos levantamos los cinco con las flores y los bombones. Fuimos hacia el piso, siguiendo a las dos mujeres.

Cuando llegamos al portal, Carla se adelantó y subió antes que nosotros. El piso estaba en un primero, según nos contó Marisa, porque así el trasiego de clientes era menos molesto para los vecinos, ya que no tenían que coger el ascensor.

Subimos y Marisa, abrió con su llave. Pasamos. Coño, no se veía un pijo.

“Chicos ponerme una mano en el hombro y seguirme”, nos dijo.

Aquello empezaba bien. Ya empezábamos a tocar carne, jajaja.

Cuando llegamos a dónde íbamos, Marisa no dijo,

“¿Preparados?”

Los tres dijimos que sí. Y Carla encendió la luz. Empezó a sonar una balada. Una música tranquila relajante.

Aquello debía de ser el saloncito. Estaba literalmente lleno de globos, de colores por todos lados, colgados en el techo en las paredes tirados por el suelo… por todos lados.

En la pared de enfrente un mensaje hecho con globos de esos que venden en los chinos que son letras poniendo:

Gracias amores

Sentaros por favor, dijo ella.

Nos sentamos en unos sillones que había, y encendieron la televisión, y empezaron a reproducir un video que nos había preparado Marisa.

Eran paisajes muy bonitos, y frases de vez en cuando.

Gracias por estar siempre ahí

Gracias por hacerme reír

Gracias por permitirme volver a soñar

Gracias por ayudarme cuando lo he necesitado

Gracias por cada mirada

Gracias por cada deseo

Gracias por cada palabra

Gracias por cada gesto

Gracias por aceptarme como soy

Muchas gracias por ser como sois y ser mis amigos.

Joder, teníamos todos un nudo en la garganta, incluso ellas dos.

Pablo, como no tomo la palabra.

“Marisa, y creo que hablo en nombre de los tres, GRACIAS A TI, por ser una tía genial. Por haberte sobrepuesto a las adversidades, y haber luchado por salir del hoyo en que estabas metida. Sabemos que lo has pasado mal, muy mal. Y lo has llevado en silencio. Cuando subíamos a tu casa, siempre eras la Marisa amable y sonriente, aunque por dentro te estuvieras muriendo a chorros. Sí, Carla tenía razón. Las ver las fotos y videos de aquel bellezón desnuda y bueno no vamos a entrar en detalles, nuestro instinto más primario salió a relucir. Pero solo tuvimos que escuchar tu historia, para pasar de la Marisa objeto, a la Marisa, madre, Marisa amiga, y así queremos que siga siendo, queremos poder contar contigo y que tú puedas seguir contando con nosotros, siempre.”

Aplaudimos. Marisa lloraba a moco tendido. Este mamón acaba de jodernos el polvo, pero sí me solidarizaba con sus palabras. Ya habría otras tías para follar. Por ejemplo, Carla.

“Qué bonito”, dijo Marisa “me habéis hecho llorar, y no soy de lagrima fácil. Bueno dejemos de ponernos tan tiernos, y vamos a bailar”

Carla puso música movida, y todos a bailar, ellas dos en el centro, nosotros rodeándolas.

Estuvimos así un buen rato, Carla era la más picante, moviendo tetas y culo como si no hubiera un mañana. Marisa también se movía, pero se mostraba más recatada, pensaría cualquiera les da pie a estos, jajaja.

Habían preparado lo que según ellas era el cóctel de la diversión. En teoría no llevaba alcohol, pero tenía su puntito, y nos lo transmitía a todos. Ellas también lo bebían.

Al cabo de las dos horas, más o menos de estar haciendo que bailábamos, Marisa nos dijo,

“Chicos”,

Y dale con los chicos, pollones, mujer, pollones.

“Carla se siente un poco avergonzada por haber dudado de vuestras intenciones y para compensaros, me ha preguntado si os puede hacer un striptease”.

Pablo bebía en ese momento, y no pudo evitar escupirlo al atragantarse cuando oyó la propuesta de Carla.

“Carla, guapa, no hace falta que te disculpes, pero, si, si si, por dios haznos el striptease”, la dije.

Todos rieron.

Carla, que casi no lo tenía preparado, cambio la música poniendo la de “You Can Leave Your Hat On”, total na.

Aquella mujer empezó a moverse, como una contorsionista desesperada que parecía se va a descoyuntar a cada movimiento que hacía.

Se acercó a mí y me hizo señas de que la soltara el botón del pantalón y le bajara la cremallera, yo a duras penas porque no me obedecían mis dedos lo hice. La verdad que, por casualidad, porque en esos momentos, solo había un miembro que me obedecía.

Antes de pasar a Oscar, me restregó el pubis por la cara, y digo yo, si la bajo ahora los pantalones y me la follo, ¿quedaría muy mal?

A Oscar y Pablo, les pidió, que cada uno de un lado del pantalón empezaran a bajárselo. Cuando lo tenía a medio culo, me hizo señas a mí de que también colaborara, yo me puse por el centro, y no tengo que decir que según bajaba el pantalón, el resto de mis dedos se perdían por aquellas impresionantes nalgas.

Carla debió de comprender, que si seguía ahí nos la fallaríamos antes de terminar el show, así es que se separó, continuo ella solita terminan de quitarse el pantalón. Cuando selo bajó del todo, llevaba un tanga totalmente transparente. Jodeeerrr, yo iba revenar el pantalón.

Pero tenía a Marisa al lado. Menudo corte tocarse con ella allí. Pero yo no podía más.

“Marisa, ¿te importa si me toco?”, la dije ya sin poder más.

“¿Tocarte Javier?, eso es de bebes. ¡Pajéate hombre!”, me contestó ella riendo, “la hembra lo merece.”

No se lo hice repetir, me bajé la cremallera y me la saqué. Marisa me miraba divertida como empezaba a pajearme. Carla que ya estaba solo con el suje y el tanga, al verme, hizo como que se tapaba la cara con una mano para no verlo, pero se acercó a mí, me cogió de las manos, (pensé yo, coño déjame pajearme), me levantó, me soltó el botón del pantalón, me los bajo, igual que los calzoncillos, me volvió a sentar y se sentó abierta de piernas sobre mí con sus manos sobre mis hombros. Empezó a frotarse, su tanga sobre mi polla. Madre de dios, pensé yo, al margen de la cara de gili, que debo de tener ahora mismo, tu frótate mucho y veras como te pegó una lefada en el tanga, que no lo vas a meter en luz en tu vida.

Me acercó la boca al oído y me dijo

“Desabróchame el suje”, con una voz, que, si no me corrí, debo de ser estéril. Lo hice, no era la primera vez que lo hacía.

“Quítamelo”, volvió a susurrarme,

Lo hice. Bufff. Ante mi dos montañas tersas y esplendorosas. Eran naturales, nada de cirugía, totalmente duras. Unos pezones puntiagudos, culminaban una amplia areola. Me cogió las manos y me las puso en ellas, mientras no paraba de frotarse como si quisiera absorberme la polla con el coño con tanga y todo incluido.

Marisa miraba divertida, y estos dos me habían imitado ya la tenían fuera, y se pajeaban.

Carla me dio un mini pico, y se fue a por Oscar, le repitió la misma operación,

Marisa la dijo,

“Carla, a ver que le haces mi niño”, riéndose.

Carla le dijo lo que él quiera que le haga.

Pablo esperaba ansioso como diciendo, yo también quiero, yo también quiero. Cuando Carla hizo el ritual con Oscar, pasó a Pablo, que repitió la misma escena.

Cuando terminó con ellos, Carla se dirigió de nuevo al centro. Marisa se levantó y se fue donde estaba ella.

Yo pensé, ya está liada, ahora empieza Marisa. Carla ha abierto el fuego.

Marisa, se acercó a Carla. Cada vez se acercaba más y más. Hasta que quedaron cara contra cara. Marisa le acerco la boca a la boca de Carla, y empezó a besarla. Se dieron un beso profundo, mientras las manos de las dos cabronas no paraban de sobarse enteras.

Joder, que yo también quiero, quería decirlas a voces. Se pusieron de medio costado para que pudiéramos ver bien como morreaban, y como se metían mano, porque Carla le había subido el vestido a Marisa, y le metía mano en el tanga.

Madre de Dios, estas querían que no las folláramos porque ya no nos quedara leche para hacerlo.

“Al lio”, oí que le decía Marisa a Carla.

Marisa se puso frente a nosotros, y extendió las dos manos, y con un dedo de cada nos señaló a Pablo y a mí, haciéndonos señas de que fuéramos. Carla hizo lo propio con Oscar, yendo a por él y llevándoselo a un sofá.

Marisa, nos cogió con una mano la polla a cada uno, y empezó a pajearnos.

“Chicos, quiero que sepáis que hago esto porque me apetece un montón. No lo hago por sentirme obligada ni nada por el estilo, y si nada de esto hubiera pasado, seguramente me hubiera apetecido igual, en el momento en que os hubiera conocido a fondo. Pero si por cualquier tema a vosotros no os apetece o no queréis por principios o yo que sé el porqué, lo entenderé y aquí no ha pasado nada. Todos tan amigos”, nos dijo.

En mi vida había tenido la polla tan gorda y tan dura como al sentir la mano de Marisa acariciándola. No quería ni pensar lo que sería si eso lo hacía con la boca, o con el coño.

“Marisa, cielo, nunca te lo hubiéramos pedido, aunque moríamos de ganas, pero ¿cómo no vamos a querer?, verdad Pablo.

Pablo ya no hablaba, le había metido la mano por debajo del vestido a Marisa, y la estaba tocando el culo. Marisa me miró como diciéndome ¿qué coño esperas para comerme la boca?

Y lo hice, vaya que si lo hice. Una de las novias que había tenido, me había echado la bronca por comerle la boca de forma muy agresiva, me dijo. A las chicas nos gusta que se sea suave. Primer acercar los labios rozarlos con los míos, luego irlos abriendo con la lengua, despacio, no denotes que tienes prisa o ansiedad. Cuando la chica esté dispuesta, abrirá la suya comenzará el verdadero morreo.

Así es que era el momento de acertar o de pegar el resbalón. Lo hice tal y como me había dicho mi ex chica. El contacto de mis labios con los de Marisa, fue total. Toda la suavidad y calidez, hechos labios. Ella respondió dejándose hacer. Mientras Pablo, progresaba adecuadamente, y ya le había empezado a bajar el vestido a Marisa. Yo no me separaba de sus labios, aunque fuera el fin del mundo. Ella seguía aferrada a nuestras pollas, aunque sin duda conocedora de que estábamos a mil, prefería no hacer más que movimientos puntuales porque si nos pajeaba, nos iríamos como dos cerdos.

Realmente no vi, pero si sentí, como ahora lo que me rozaba era su sujetador. Pablo le había dejado caer el vestido al suelo, me daba así con el hombro como diciendo, me toca.

Pero Marisa, comenzó un ligero jadeo. Nuestras manos habían alcanzado sus tetas y las tocábamos por dentro y fuera del sujetador. Yo con su teta derecha, jugando con su pezón, Pablo con la izquierda, y punteándole ya el tanga.

Yo no me podía pensar que la estuviéramos poniendo cachonda. Al menos tan pronto. Ella tenía que estar acostumbrada a esto, aunque seguramente sería bastante más frio de lo que los tres estábamos expresando en ese momento.

“Venir chicos”, nos dijo sin soltarnos las pollas y conduciéndonos al dormitorio.

¿Mira ves? Hasta la permitía que nos llamara chicos, en esas condiciones.

Llegamos al dormitorio. Ella se tumbó en la cama, ligeramente con las piernas cerradas, sin aparentar un deseo inminente de penetración. Nos quitamos las camisetas. Pablo ya se había apoderado de su boca, y la morreaba mientras la sobaba las tetas. Ella ahora se dejaba hacer.

Yo empecé a besarla el estómago, jugando con mi lengua en su ombligo. Fui bajando lentamente por el bajo vientre, hasta el pubis. Estorbaba el tanga. Me dispuse a quitárselo. Pese a haberle visto el coño mil veces en las fotos y videos, no sé si estaba preparado para vérselo al natural, tocárselo lamérselo, follárselo…

Empecé a tirar del tanga hacia abajo. Marisa levantó ligeramente el culo para facilitarlo. Cuando se lo saqué por los pies, fui recorriendo sus piernas con mis manos, hasta llegar a las ingles. Ella ya gemía sin contenerse. Cuando llegué a su coño… Madre mía todo aquel coño para mí. Ella había separado ligeramente las piernas, yo con mis manos se las separe más. Al hacerlo los labios mayores se separaron dejando a la vista los labios menores, la vagina.

Llevé mi boca a ella y empecé a comérselo. Ahora los gemidos, fueron incrementándose, Marisa, estaba disfrutando, sin disimulos. Estaba muy mojada, y más que la había mojado yo lamiéndoselo.

Pensé que esta vez no se me adelantaba Pablo. Me coloque. Mi polla ya enfilaba el camino directo a su coño: No me lo podía creer. Al final si, la iba a follar, iba a cumplir mi fantasía de todos estos días. Mi capullo, ya tocaba su coño.

La coloque sobre la raja. Empecé a recorrerla con mi polla arriba y abajo, jugando particularmente con su clítoris. Marisa, empezó a mover su pubis mientras empezaba a mamársela a Pablo. Lo hacía y no paraba de gemir moviendo sus caderas, me estaba pidiendo a gritos que se la metiera, pero había tiempo y quería disfrutar el momento. Subí con mi cara hacia sus tetas, y empecé a mordisquearla los pezones, al a vez que no paraba de frotarla la polla contra su coño. Lo notaba cada vez más mojado, mientras Marisa seguía mamando la polla de Pablo y respirando y jadeando cada vez más fuerte.

La dije,

“Marisa cielo, en serio quieres que te la meta ya?”

Sin soltar la polla de Pablo de su boca, me dijo Siii

“Pues cógemela y métetela tú”, la dije.

Tardó na y menos en hacerlo, sentí su mano buscándomela, cogiéndola, y llevándosela a su coño. Cuando la entro soltó un ufff.

Empecé a follarla lentamente. Quería disfrutar el momento, y que ella también lo disfrutara. Además, tampoco quería forzar mucho porque me correría seguro. Necesitaba parar un momento.

Soltó la polla de Pablo de su boca. Este me hizo una señal de que le dejara, que iba a explotar. Pablo no se anduvo con miramientos y se la metió de una. Este sí la folló con intensidad, yo mientras la pellizcaba los pezones. El jadeo de Marisa era intenso y continuo, se convirtió en una inspiración y expiración constante, acompañada de una especie de espasmos. Se estaba corriendo como una desesperada.

Me fui a mear, dejando a Marisa y a Pablo en la cama. Marisa reposando su corrida, Pablo deseando tener la suya.

Al pasar por el salón, vi a Oscar follando como un toro embravecido a Carla.

Joder, si cuando acabáramos con Marisa, tenía ganas y leche, ya me gustaría montar esa potra.

Cuando volví al cuarto, Marisa hablaba con Pablo.

"Javier, le estaba diciendo a Pablo, que para mí era súper importante que tuvierais sexo conmigo. No se lo puedo pedir a Oscar, por razones obvias, por eso Carla me echa una mano."

"Oye pues por lo que he visto al ir al baño, lo hace muy bien. Menuda follada le está pegando a Oscar. A ver si otro día nos echa una mano a nosotros", la dije riendo.

“Mirar chicos yo tengo unos conceptos muy particulares de todos estos temas. La relación por ejemplo en este caso de una madre con un hijo, o un padre con una hija, mientras que sea una relación consentida, no deja de ser la relación de un macho y una hembra respondiendo a sus instintos sexuales más básicos. Es muy importante, que psicológicamente el hijo/a, este convencido de querer mantener esa relación. Por eso Oscar no está aquí. No estaba ni mucho menos convencido”.

O la buena de Marisa, era pitonisa, o había estado hablando con él del tema. Flipante.

“Otro tema, por motivos genéticos, sería que esa relación, se mantuviera, con la intención de procrear. Entonces sí sería nocivo porque el feto podría salir con taras.”

“también os habréis preguntado, en qué lugar de mi marido. Tuve la necesidad imperiosa de serle infiel, y de acostarme con muchos otros. Tengo la gran ventaja, bueno, tenemos los dos, que él viaja mucho, y cuando está aquí, llega tarde a casa. Eso ha facilitado las cosas, sobre todo para que yo no dejara de atender mi función de esposa. Yo a él, le quiero, con él vivo y supongo que no tendrá forma en cuanto a mi forma de satisfacerle sexualmente.

Ojo, no intento disculparme. Sé que, si él se enterase, seguramente pediría el divorcio, por aquello del ego de machito que todos los tíos lleváis dentro, pero sin enterarse, realmente no creo que pase nada.

Yo podría irme a jugar al tenis, al gym o a merendar con las amigas. Pero por todo lo sucedido, y siento reconocer esto, mi gran hobby ahora mismo es el sexo. Claro que voy a dejar de ejercer, pero aquí tengo a mis niños que espero estén dispuestos a darse un revolcón con esta vieja loca, de vez en cuando”.

"Marisa, te hemos ayudado a librarte de los malos, como no vamos a ayudarte a liberar tus tensiones sexuales?".

“Que morro tienes Javier”, dijo Pablo.

"Jaja, si lo hacéis igual de bien que con los malos, seguro que estaré muy liberada de mis tensiones sexuales. Pero ya está bien de cháchara, a partir de ahora, voy a controlar yo", dijo Marisa.

Buah, nos vamos a cagar, pensé. Marisa, con la charla, había conseguido lo que sin duda buscaba, y es al margen de fascinarnos como mujer que disminuyera nuestra excitación, y por lo tanto nuestra erección.

"Tumbaros los dos", nos dijo.

Aquella orden me supo a gloria.

Nos tumbamos. Ella se puso a cuatro patas de cara a nosotros. Con cara de “mala”, de “gata en celo”, nos cogió las pollas a cada uno con una mano.

Acercó su boca a mí polla y empezó a pasarme su lengua por ella. Mientras masturbaba suavemente a Pablo.

Estuvo un rato lamiendo la y luego paso a la de Pablo, ahora me pajeaba a mí. No hay que decir que rápido recuperamos nuestro estado pre conversación.

Volvió al rato a la mía, está vez la cogió con la boca. Con la mano libre empezó a masajearme los huevos.

"Ufff", exclamé yo.

"Nada de correrse aún, ¿eh chicos?", Quiero disfrutaros y que me disfrutéis a fondo”.

Realmente iba a ser difícil que, yo al menos, no me corriera, aquella boca hacia diabluras con mi polla.

Menos mal que iba cambiando de polla y daba tiempo a relajarse un poco.

Cuando ya entendió que si seguía nos correríamos, paró.

"Uhmmm, me gustan mucho vuestras pollas”, dijo, “ahora quiero comprobar la virilidad de mis “chicos erectus”

Repto un poco sobre nuestros cuerpos, y terminó por acoplarse sobre el cuerpo de Pablo.

Tenía la polla tan dura, que no tuvo que cogerla con la mano para metérsela. Marisa resbalo su coño sobre ella hasta que encontró el camino de entrada de la vagina. Ahí Marisa, empezó a aplicar sus conocimientos adquiridos con su nuevo hobby. La veía tensar el pubis, supongo, para que le costara más a la polla entrar.

La fue entrando poco a poco.

Las caras de Pablo eran indescriptibles. Empezó a moverse lentamente, con pequeñas subidas y bajadas sobre pablo.

Sin duda ella sabía que el tiempo para corrernos no era mucho

“Despacio, Pablo, despacio. Siente como las paredes de mi coño envuelven tu polla. “¿Lo notas?”

“Siii”, dijo pablo con una voz casi imperceptible

Se echó encima de él y empezó a morrearle.

Aquella mujer no nos estaba echando un polvo nos estaba haciendo el amor.

Joder, y yo de miranda.

Estuvo un rato combinando las subidas y bajadas lentas sobre la polla de pablo, con movimientos en círculos de sus caderas. Entonces, me hizo una señal con la mano que me fuera para la parte de atrás.

Cuando llegue el espectáculo era brutal. Vi la polla de Pablo clavada en el coño de Marisa y su ano estaba muy abierto como si acabara de ser enculada, cosa que evidentemente no había ocurrido. Ya en las fotos yo aprecié ese detalle cuando se la veía como estaba ahora a cuatro patas bien abierta, yo pensé que realmente se debía a que acaban de sacársela, aunque ahora comprobaba que no, que era algo innato en ella.

Y allí estaba yo, con mi polla enfilando a Marisa. Yo había visto esa escena en multitud de pelis porno, pero nunca había hecho un sándwich. Supe que había llegado el momento. Mojé un poco mi capullo con saliva, y lo coloqué en su ano.

Al notarlo ella dio un ligero respingo, pero lejos de alejarse, arqueó más las caderas para que lo tuviera más a mano. No me lo pensé dos veces, empuje.

Una muy ligera resistencia al principio, y rápido mi polla se fue perdiendo dentro de su culo. Ella empezaba de nuevo a jadear.

“Chicos”, nos dijo, “Pensar que no existe un mañana que el mundo se acaba hoy. Que soy la única hembra que queda en la tierra, y que quiero que me folléis como posesos, Vamos cerdos follar a esta puta, romperme el culo, romperme el coño. Empezaba a subir la voz. Vamos parecéis niños no noto vuestras pollas”.

Cada vez se le entrecortaba más la voz, y acompañaba sus palabras con suspiros, jadeos, gemidos…

Yo dije esta zorra se va a enterar y empecé a darle con todas mis ganas. El ruido de mi cuerpo golpeando su culo, me asustaba hasta a mí.

Parecíamos tres posesos que solo vivíamos para el sexo. Note que me corría. Me salió del alma.

“Toma zorra, voy a llenarte tu puto culo de mi leche”, la dije mientras que efectivamente se lo llenaba.

¿Dios que la había dicho? Ella empezó a jadear muy rápido, agarrándose con todas sus fuerzas a las sábanas, mientras que Pablo, en medio de grititos, la soltaba toda la corrida en el coño. Yo seguía dándola, quería estar bien seguro de que se corriera, y pablo mientras le durara tiesa la tendría metida, no le quedaba otra.

Marisa, se soltó literalmente, cayendo sobre la cama ahora boca arriba.

“Ha sido increíble chicos, vaya corridón”, dijo al cabo de unos segundos cuando recuperó el aliento.

“Oye, perdona por lo de zorra, es que me vine arriba, y…..”, la dije avergonzado.

Se medio incorporó, me cogió la cabeza, por un instante pensé que me iba a soltar un ostión, y se la llevo a su boca, me morreó y me susurró, “¿tú crees que no me ha gustado que me lo dijeras?”

Estuvimos aún un rato tirados en la cama los tres. Pablo no decía nada. Simplemente debía de pensar que había pegado el polvazo de su vida.

Marisa, se levantó, y dijo,

“Chicos tenemos que irnos, Carla tiene trabajo esta noche. Son clientes de confianza, y no hace falta que yo esté con ella, y nosotros tenemos que reposar esta follada, que ha sido bestial.”

Fuimos al baño, nos lavamos y nos vestimos. Cuando salimos al salón, Carla y Oscar, estaban ya vestidos y sentados viendo la tele.

“La habéis echado larga, ¿eh?, nos dijo Carla sonriendo.

“Ya ves”, dijo Marisa, “que por cierto dicen que a ver cuándo te lo montas con ellos, jajaja”

“Cuando queráis cielos, sabéis donde estoy”, contestó Carla.

Nos besuqueamos todos y salimos a la calle.

Oscar nos miraba como diciéndonos, Cerdos, ya lo habéis conseguido. Pero bueno él tampoco se había ido de rositas.

Devuelta para casa los cuatro en el coche respirábamos, al menos nosotros tres, un estado de satisfacción total. Aun nos duraba el efecto de las corridas.

Yo ejerciendo de “chico erectus”, la dije

“Marisa, nosotros hacemos juegos de rol. Suelen ser guarretes, y Pablo ha tenido, como siempre, una genial idea, para uno nuevo. ¿Te gustaría a ti colaborar en alguno?

“Yo colaboro en todo lo que queráis. ¿De qué se trata ese nuevo juego?, preguntó Marisa.

“Bueno aún tenemos que matizar detalles, pero te diré el nombre que le hemos puesto, ‘Tu madre, la puta de todos”, la contesté.

“Joder, impactante sí que es. Ya me contareis los detalles”, dijo Marisa, que emanaba alegría, tranquilidad y complicada con nosotros, por todos los poros de su pie.

FIN

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