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Trío con mi sobri y su novia (parte 1)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Esta historia fue poco tiempo antes de conocer a mi actual marido José. Nos gustan los comentarios y like que nos dejan.

Hacía calor. Mucho calor. No me gusta el sudor, ni siquiera después del sexo, pero me gusta el cuerpo humano muy limpio.

Aquel día ya llevaba dos duchas antes de comer, cuando entró un mensaje de WhatsApp. Mi sobrino Nacho, que en realidad él me dice tía Lau, pero es el hijo de una amiga. Estaba con su nueva novia de visita por la ciudad y querían quedar para que la conociera. Él guapo, 23 años, uno ochenta, moreno, deportista, pelo perfecto. Pero siempre hemos tenido una relación muy próxima.

Lo tengo en Instagram y cada vez que cuelga una foto suya, me paro detenidamente a observarlo. Es que tiene una sonrisa que calienta ella sola, y que a veces se le marca un bulto impresionante ahí abajo. Sobre todo, cuando sale en las fotos con chicas de las que se rodea y que se frotan con él, las muy zorras. No es mi sobrino de verdad, pero el tabú está ahí. Me sentía culpable de ese deseo, pero hay tanto porno de familia que a veces mi cabeza enloquece.

Con aquel calor, no tenía ganas de salir, así que les dije que vinieran por casa sobre las 7 y tomábamos algo. Prepararía algo de comer fresquito, y con el aire acondicionado de casa no estaríamos tan mal. “Me encantará comer lo que quieras darme, tía. Con esa respuesta, tragué saliva. ¿El calor me estaba afectando? -“Quieres que llevemos algo?” Este mensaje era más normal, yo estaba delirando claramente.

Decidí darme una ducha bien fría, para intentar refrescarme. Pero acabé cogiendo, de camino a la ducha, el vibrador pequeño del escondite y me lo llevé conmigo. Me ayudaría a sosegarme con un orgasmo. Tenía las hormonas enloquecidas y vivía sobreexcitada, no sabía qué demonios me pasaba. Menos mal que estaba encontrando remedios, naturales y artificiales, para esa situación y mi pequeñín supo darme lo que quería.

Dormí una buena siesta y me desperté como nueva. No me dio ningún trabajo preparar lo que les iba a servir y cuando faltaba media hora para que llegaran, decidí arreglarme un poco. Nada de pintarme, con este calor se derretiría todo y estaría ridícula. Pero sí vestirme bien. Pelo recogido para el calor. Un vestido blanco, ajustado de cintura para arriba, que son los que me sacan partido. Nada excesivo, arreglada pero informal. ¿Y debajo?

Miré hacia la ventana. Que estaba abierta y veo a Javier espiándome como siempre lo hacía. No sé desde cuando me estaba espiando, si era desde antes de mi siesta. Pero la tengo clara que me debe dedicar muchas pajas.

Decidí ponerme algo precioso. Fui al cajón y saqué un conjunto blanco. Así que esa fue la elección, puro encaje en mi tanga y corpiño haciendo mi pecho redondo y provocador. Me fui al espejo, ajusté las tiras del sujetador y me miré.

Me gusté. El blanco hacía resaltar mi color moreno mucho más. Yo sabía que estaba atractiva. Me puse el vestido, comprobé que me seguía sentando como un guante, y al poco rato sonó el timbre. Nacho llegaba puntual.

Estaba más guapo incluso que de costumbre. Qué bien le sentaba el verano. Una remera roja ajustada al cuerpo, marcando los abdominales, bermudas por encima de la rodilla, ni un pelo en las piernas, depilado como un nadador. Dos besos cariñosos, apretándome contra él, lo que hizo que con mi sujetador fuera una experiencia muy interesante… y me presentó a María.

Qué monada de niña. Todos mis prejuicios se vinieron abajo al verla. Era una chica que irradiaba dulzura, no la putita con las que acostumbraba a salir. Un poco más joven que Nacho, era más o menos de mi altura y de mi peso. Le di dos besos y les hice pasar. Cuando entraron, me fijé en que el vestido azul claro que llevaba le hacía un culito perfecto. Muy discreta por delante, poco pecho, pero con un puntito muy sexy por detrás. Era una muñeca.

Les serví una copa de vino a cada uno y otra para mí y empezamos a hablar. No quisieron contarme cómo se conocieron, algo misterioso había ahí que me hacía sospechar. Imaginé Tinder o alguna cosa así.

Cuando nos dimos cuenta, ya estaba sirviendo la segunda botella. A medida que la conversación avanzaba, yo ya era “tía Lau” para los dos. Me estaba divirtiendo con ellos y me encantaba ver cómo Nacho la tocaba en cuanto tenía ocasión y pensaba que yo no les estaba viendo.

Me encantó el beso que le dio cuando fui a buscar la tercera botella. Lo vi todo en el espejo del pasillo, agazapada como una tigresa de caza. Se echó encima de ella cuando me vio alejarme, sin saber que yo estaba espiándoles. Ella no le rechazó, sino que sus manos buscaron el culo de Nacho de una forma muy muy sensual. La muñequita también sabía jugar. Les vi un rato y luego tosí para darles tiempo a colocarse, muy formales.

Cuando terminamos la botella, estábamos todos bastante animados. No estábamos borrachos, pero casi y a todos se nos había soltado la lengua. Y algo más que la lengua.

-Supongo que ahora ya no se hace, pero antes, cuando queríamos ser atrevidos, jugábamos a la botella -me reí un poco como una tonta

-Tía, qué traviesa eras -contestó María con una sonrisa

-Ahora hay apps para eso -rio Nacho

Se acercó a mí desde el sofá y buscó algo en la pantalla de su iPhone. Seleccionó una app y me la enseñó.

-Tía, ¿te animas?

-Lo pondremos en modo soft -dijo Nacho-. Puede ser muy divertido

Sabe Dios por qué, acepté.

-La app propone retos y, si se falla, impone un castigo. Pero estamos en modo soft, tía, para preguntas y para penitencias -la sonrisa de Nacho derretiría un iceberg.

-Juguemos, venga -acepté yo, entre escéptica y excitada

-“¿Quién te dio tu primer beso con lengua?” -me preguntó el teléfono. Y eso que era la versión suave.

Las siguientes preguntas eran muy muy blanditas y sus penitencias también. Fui a buscar otra botella y cuando bebimos la primera copa, les dije que me aburría con aquella cosita de quinceañeras.

-¿Jugamos unas rondas en modo más fuerte? -propuso Nacho y configuró “penas severas”.

-¿Listas?

-“Nacho, ¿le has tocado la polla a algún hombre?”

-Nooo. Y aunque lo hubiera hecho, pagaría prenda para no contarlo.

-“Ponte en pie y deja que tía Lau te quite una prenda”

Me sonrojé, pero el juego era el juego. Se levantó y le quité la remera. Ufff, estaba más guapo incluso que en las fotos. Completamente depilado, musculoso, pero sin excesos y con un tatuaje.

-“María, ¿has besado a alguna chica en la boca?”

-“Ponte en pie y deja que Nacho te quite una prenda”

Se levantó. Nacho, con agilidad, le quitó la parte de arriba. María, tenía un sujetador muy inocente de colores, que ocultaba un pecho pequeño. Sonrió y se sentó muy modesta. Pero pude ver que, en la base de la espalda, tenía el mismo tatuaje que Nacho. Y entonces me tocó a mí.

-“Lau, ¿has follado con más de un hombre a la vez?”

-¡No, claro que no! -Mentí

-“Ponte en pie y deja que María te retire una prenda de ropa”

-¡Pero he respondido!

-Hemos venido a jugar -dice Nacho.- Pagaré

Me puse de pie, el vino me estaba volviendo loca. ¿O era la calentura? ¿O yo era esa zorra y no quería verlo? María se acercó a mí y comprobó que solo tenía una prenda, mi vestido. Solo podía pagar de esa manera. Me desabrochó con cuidado los botones a la espalda. Y, sin que Nacho perdiera ojo, deslizó muy muy despacio el vestido por mi cuerpo, hasta que quedó hecho un trapo a mis pies.

Allí estaba yo, exhibida en ropa interior, mis tetas estaban tremendas, redondas, desafiantes, suspendidas hacia delante por aquel prodigio del arte de la lencería. El blanco encaje no ocultaba mis areolas, que se veían perfectamente como dos galletas de chocolate, y mis pezones estaban como balas. Mery me miró y tragó saliva. Nacho tenía los ojos abiertos como platos. Yo me senté, tomé un nuevo sorbo de vino y pulsé el botón.

-“Nacho, ¿has sentido deseo sexual por alguna de las otras jugadoras?”

-Sí -la respuesta era fácil

-¿Por cuántas? -pregunté yo, provocadora

-Por las dos -respondió, a quien el vino había hecho demasiado sincera

Me tocó a mí tragar saliva. ¿Nacho estaba confesando pensamientos impuros hacia su tía? Mi coño estaba encharcándose como si fuera una laguna.

-No has sido claro en tu respuesta, Nacho. Debes pagar. Fuera los pantalones

-Pero tía…

-¡Obedece!

No le costó cumplir mi mandato. Debajo de los pantalones había un bóxer ajustado que marcaban una pija ya bastante crecida. María extendió la mano hacia ella, le acarició, pero seguimos jugando. Ni el aire acondicionado podía enfriar aquello. Los tres estábamos enloquecidos.

Ahí es donde tendría que haber dicho “basta”. Pero no lo hice. María se acercó a mí, me tendió su suave mano para ponerme de pie y me giró hacia Nacho. Me dejé llevar. Se colocó a mi espalda. Sentir sus dulces dedos buscando el cierre de mi sujetador hizo que me escalofriara. Sus dedos eran fuego. Mis pezones querían romper la tela del sujetador. Pero pasó de largo y colocó sus dedos en los lados de mi tanga de encaje. Muy despacio, haciendo retorcerse a Nacho, la bajó. Se detuvo a medio muslo, añadiendo suspenso a mi desnudez.

Mi pelo estaba perfectamente recortado, una fina tira como si fuera una zorra de lujo. Nacho empezó a acariciarse la pija sin pudor por encima del bóxer, hasta que María le tiró la braguita que me acababa de arrebatar.

-Te toca, tía Lau

-“¿Has tenido sexo en un lugar público alguna vez?”

-Sí, en un probador. En la playa. En balcones de departamentos y hoteles, en autos, etc. Jajaja – Respondí.

-“Tu sinceridad merece premio. Puedes imponerles una prueba a los otros dos jugadores”.

¿Terminaba la partida o me lanzaba?

-María, súbete a la polla de Nacho y empieza a montarle. Si no consigues que se corra en un minuto, me explicarás cómo se conocieron y qué son esos tatuajes que tienen.

Mi gatita no parpadeó. Estaba tan borracha o tan cachonda como yo. Se enroscó la faldita a la cintura, se apartó a un lado la tira del tanga diminuto que llevaba y se dirigió a Nacho. Mi sobrino ya se había bajado el bóxer, enseñándonos un pijón depilado. Aquella verga era impresionantemente dura. Miraba a María, me miraba a mí, sin ningún esfuerzo se metió aquel rabo dentro de ella. La muñeca era mucho más salvaje de lo que parecía y empezó a montarle como una campeona de equitación.

Los contemplaba de pie. Había separado las piernas y me estaba tocando la concha. Sí, me estaba masturbando delante de ellos. María me ofrecía la visión de aquel culito que me había parecido tan seductor, cabalgando a Nacho con furia, decidida a llevarle al orgasmo. Él la apretaba contra su cuerpo, posesivo y salvaje. Se besaban de la manera más sucia. Eran mejor que el mejor porno. Pero cuanto el minuto pasó, les obligué a parar. Ella se bajó de la pija de Nacho. Se la había dejado brillante, chorreando, empapada. Estaba como un monolito bañado en aceite. Mery se sentó a su lado en el sofá, recogiendo las piernas y haciéndose un ovillo. Volvía a ser la gatita.

-Cuenten

-Vale, tía. Pero no se lo puedes decir a nadie. Nos conocimos por un grupo

-¿Son de una secta? -mi calentón daba paso al escándalo, olvidando que no estaba vestida nada más que con un sujetador incapaz de contener mis tetas

-De un grupo de aficionados al sexo -precisó María

-Ese es el significado del tatuaje, nos permite identificarnos entre nosotros. Y si pronunciamos las palabras clave, podemos dominar a otro miembro

-¿Las palabras clave? -yo no entendía nada de aquella historia

-¿Y cuáles son? -quise saberlo, claro

-No podemos decírtelo, tía, es un secreto

-¿No hay nada que pueda hacer para convenceros?

Nacho y María y se miraron a los ojos, dudando. Y me tiré a la piscina.

-A ver qué les parece este precio.

Me arrodillé delante de ella y separé sus piernas. Estaba borracha y excitada. Todo eran excusas para justificar mi deseo. Aquella chica no tenía un coño, tenía un manantial. Yo estaba acostumbrada a mojarme mucho, pero ella me sorprendió. Acerqué mi boca a su concha y empecé a lamer. Nacho contenía la respiración mientras se masturbaba, por su cara lo estaba pasando muy bien.

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