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Trío con el animador en la cabaña del Caribe (parte 4)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Tras un breve descanso en la playa del Paraíso,  volvimos a ducharnos con el Coqui, sin dejar de besarnos y pajearnos, hasta que estuvimos de nuevo al palo.

-¡Qué buena está tu mujer!, me dijo. Y cómo le gusta coger.

-Sí, nos gusta mucho la pija, sobre todo de los bombones como ustedes. ¿Tenés que volver a tu trabajo?

-No, ya terminó mi horario y estoy libre hasta pasado mañana, me dijo.

-¡Genial! Vení a nuestra cabaña.

Debíamos continuar por la playa hacia el lado contrario de donde habíamos llegado y, tras dejar la caleta Paraíso por otro sendero a través del palmar, llegamos, otra vez transpirados. Entramos y pusimos el aire acondicionado, pero debíamos ducharnos de nuevo, así que nos bañamos juntos otra vez.

Le comí la boca, los pectorales, los abdominales y mi premio mayor, esa pija morena que me volvía loco de placer. Se la chupé varios minutos, viéndolo a los ojos, apretando sus nalgas duras e incitándolo a cogerme por la boca. Cerraba los ojos y gemía de placer, por lo que pensé que iba a correrse dentro de mí, pero se contuvo, así que me alcé para besarlo con mucha pasión y le hice señas para abajo. Sin dudar, se arrodilló y me mamó un largo rato, masajeándome el ano con sus dedos, cuando nos interrumpió mi celular. Mensaje de mi mujer:

-En 10 minutos estoy en la cabaña. Me tengo que bañar, estoy transpirada.

-Te espero, le respondí.

Así que nos secamos rápidamente, le pedí a Coqui que se acostara en la cama, que se hiciera el dormido y tapé apenas su hermoso cuerpo con la sábana mientras me envolvía con una toalla, que no podía ocultar mi erección. En dos minutos llegó Luli y le abrí la puerta. Estaba radiante y me dio un morreo de escándalo, mientras saludaba a Kevin que se iba en la combi.

-¡Qué linda estás!

Volvió a besarme y me empujó dentro de la cabaña. Se sorprendió cuando vio a Coqui en la cama, pero le dije que era el masajista que había contratado.

-Me va a hacer falta, me susurró pícara, pero voy a ducharme primero, mientras se iba desnudando y caminaba hacia el baño.

Me acerqué a Coqui y le hice señas de silencio, pero al quitarle la sábana pude ver su verga empinada y me lancé a chupársela con frenesí un par de minutos, al tiempo que él se movía para cogerme bucalmente. Lo detuve y lo alcé de la cama para comerle la boca a lengüetazos, apretarlo contra mi cuerpo y acariciar mucho sus glúteos.

-Vení para el baño, le susurré al oído.

La puerta estaba abierta y Luli tarareaba una canción, mientras se enjabonaba las piernas y nos mostraba su culo redondo, firme y enjabonado.

-El masajista está listo y tiene una barra de chocolate de regalo, le dije.

No se dio vuelta y me respondió que le faltaba terminar. Le dije que él le daría una mano para acabar,

-¿No querés ver la barra de chocolate?

Hice entrar a Coqui al baño tomándolo de su poronga morena y dura y sobándole el culo.

-Mirá qué rico bombón te vas a comer.

Giró y se sobresaltó un poco, pero enseguida sonrió, lasciva. Me adelanté para besarla y le dije que era todo suyo. Me devolvió el beso con mucha pasión y me susurró:

-Te quiero mucho, puto.

-Yo te quiero más, putísima. Cometelo todo, te voy a mirar.

Metí a Coqui en la bañera. Lo recibió directamente con un morreo monumental y agarrándole la pija, mientras el Coqui la tomaba de sus nalgas y la apretaba contra sí. Se besaron y enjabonaron mutuamente, pechos, culos y una intensa sobada al duro miembro del masajista. Me senté en un banco a ver el espectáculo, grabándolo con el celular que apoyé en un estante, mientras me hacía la paja.

Después del intenso franeleo y manoseo, Coqui la volteó para enjuagarla y apoyarle la pija entre los glúteos, al tiempo que ella no paraba de besarlo con la cabeza hacia atrás. El moreno le masajeó y apretó los pechos, y ella gemía muy caliente, empujando su culo hacia atrás y meneándose. Cuando terminaron de enjuagarse, Luli empezó a besarlo en la boca con mayor pasión todavía hasta que empezó a lamer su cuello, los pectorales, mordisqueó y le chupó los pezones duros, lo que retribuyó Coqui con creces, comiéndole los pechos y haciéndola gemir como una perra en celo.

Mi mujer pasó a lamer sus abdominales, mirándolo a los ojos con esa mirada que pone cuando se emputece, hasta llegar a su premio mayor. Empezó lamiendo el glande rosado como si fuera un helado, acariciando y apretando delicadamente los huevos morenos y suaves, y llevando sus dedos hasta el dulce agujero ya dilatado del trasero. Se lo masajeó con dos dedos al notar la facilidad con que entraban, mientras su boca se apoderaba del pingo negro y recto por el tronco hasta el fondo, como ella sabía hacerlo y tomaba uno de sus glúteos para instarlo a cogerla por la boca.

Empezaron un vaivén de entra y sale lento pero intenso, mirándose a los ojos. Cada dos o tres chupadas me miraba a mí que me estaba masturbando como un loco pajero. No me corría porque ya había acabado varias veces, pero estaba re caliente. Cuando notó que de la pija morena salían gotitas pre seminales, se apresuró a chuparlas con placer, relamiéndose y volviendo a meterse toda la poronga en la boca.

Era una cogida oral tremenda, pero Coqui tenía auto control y le fue separando la cara de a poco y alzándola, la besó apasionadamente tomando sus glúteos y metiendo la punta de su duro miembro en su concha empapada. Luli lo apartó apenas y mirándolo a sus ojos le pidió que se la metiera toda.

-¿La quieres toda adentro?

-Sí, por favor. Necesito tu pija ahora, toda.

La giró para que se apoyara en los bordes de la bañera y se la puso sin miramientos en la concha por atrás. Se sintió el chapoteo por lo mojada que la tenía. Empezaron un meta y saca coordinado al instante y mi mujer gemía y ronroneaba como varias gatas en celo, pidiendo más y más. Yo no daba más, así que me puse en pie y me acerqué con la pija bien al palo para ponérsela en la boca. Me la comió hasta atragantarse, para después chuparla al compás de las embestidas de Coqui, que ella acompañaba empujando su culo para atrás.

Me miró a los ojos como pidiendo perdón y entendí que quería concentrarse en la cogida, así que me retiré un poco para seguir masturbándome. Varios minutos, no sé cuántos, estuvieron dale que te doy, gimiendo y gruñendo, hasta que mi mujer dijo que se venía y que quería más matraca, que no parara. Coqui aumentó sus arremetidas y se puso tenso apretando las caderas de mi mujer hasta que dijo que se iba a correr.

-No te salgas, seguí, quiero tu leche, gruñó mi Luli.

Cuando el masajista empezó su eyaculación, le dijo con voz entrecortada:

-Ahí tienes, mi leche, toda tuya.

Mi mujer tuvo un multi orgasmo que la dejó temblando, apoyada en la bañera. El masajista la tomó de los pechos para que se levantara, ella le pidió que por favor no se saliera. Yo estaba a mil por hora pajeándome y me fui acercando para besarla y decirle que la quería mucho y que la deseaba más que nunca. Ella jadeando me agarró la pija para seguir pajeándome y giró la cabeza hacia atrás para retribuir a Coqui con un largo y profundo beso de lengua. Volvió a besarme a mí y pidió que yo le agradeciera al masajista, sin soltarme el miembro y sin dejar que la poronga morena se saliera de su concha llena de leche.

Empezó a menearse un poco recompuesta y me miró como rogando que le diera las gracias a Coqui. Me metí en la bañera y le di a Coqui un tremendo morreo, tomándolo de sus hermosos, redondos y firmes glúteos. Luli se unió a nuestros lengüetazos en un increíble beso de a tres. Pasábamos de una boca a otra como enloquecidos, al tiempo que los mantenía apretados entre sí. Mi mujer me susurró al oído que otra vez sentía la pija dura del masajista en su concha y que le parecía que estaba para comérsela.

Se separó para volverse frente a Coqui y besarlo de nuevo, mientras juntaba nuestras pijas con sus manos y me hizo un guiño señalando hacia abajo. Comprendí y empecé a lamer el cuerpo del moreno, chuparle las tetas a mi mujer, los pectorales de Coqui, sus abdominales, que me volvían loco, y llegué a tomar su poronga chorreando los jugos de mi mujer y su propia leche.

Como dudé un poco, sin dejar de chuponear a Coqui, Luli empujó suavemente mi cabeza hacia su pija y me la tragué de golpe casi hasta el fondo. Me dio una especie de arcada, pero de la calentura que tenía la empecé a chupar con desenfreno. El masajista estaba agotado, su poronga seguía parada y empecé a meterle los dedos en el culo, que lo hizo gemir de placer, mientras seguía chupándole la pija.

De pronto, Luli me alzó, me besó sin piedad, se fue girando para poner a Coqui de espaldas a mí, hizo que él le chupara los pechos y me lo dejó servido con su culo en pompa. Lo tomé suavemente de las caderas y le apoyé la punta de mi pija en su ano dilatado, fue entrando suavemente, Coqui gemía, pero se iba amoldando, se la fui metiendo lentamente hasta llegar al fondo y me quedé quieto.

Cuando empezó a contraer y dilatar su ano fue la señal y empecé un mete y saca suave, despacio, hasta casi salirme de él para volver a entrar. Él coordinó su vaivén hacia atrás, sus glúteos firmes chocaban con mi pelvis, intensifiqué mis embestidas y en pocos minutos pude eyacular algo de la leche que me quedaba en su precioso culo, por segunda vez en el día. Me quedé adentro mientras él se erguía y le daba un tremendo morreo a mi mujer, meneando su trasero con mi poronga morcillona adentro.

Nos abrazamos y besamos los tres, hasta que mi mujer recuperó su calentura y se arrodilló a chuparle la pija al masajista que la seguía teniendo erecta. Nosotros seguimos con nuestros lengüetazos, caricias y meneos, con mi pija en su ano lubricado con mi leche. Coqui comenzó a cogerse a mi mujer por la boca, mientras yo lo apoyaba y lo magreaba. Tras varios minutos de menear su culo contra mi pija, de los prolongados morreos conmigo y de la felación de escándalo que le hacía mi mujer, acabó dentro de ella, que escupió la poca leche que se había tragado, pero volvió a la carga para chupar y lamer el glande rosado y la pija morena que tanto le había gustado.

Algo cansados, nos enjuagamos bien, nos secamos frotándonos mutuamente y fuimos desnudos a la cama. Luli se recostó entre los dos, yo a su espalda y ella vuelta hacia Coqui para besarlo, acariciarlo y sobarle su pija siempre enhiesta y ya húmeda de nuevo. El masajista era una máquina sexual y ella no quería desaprovechar la oportunidad. Yo le susurraba al oído:

-¡Qué buena poronga tiene!

-¡Siií!, me respondió extasiada, mientras seguía acariciando con una mano sus pectorales y abdominales y haciéndole la paja con la otra, sin dejar de besarlo y lamerlo.

Se volteó un momento con los ojos brillantes, me besó con mucha pasión, me dijo que me quería mucho y que se lo iba a coger de nuevo.

-Es todo tuyo, bombón. Comételo todas las veces que quieras, que yo te ayudo.

Otra sesión de chupones y besos de lengua y ya se me paraba de nuevo. Nunca me había pasado tantas veces y la puse entre las nalgas de mi mujer, que se movió muy caliente y jadeando.

-No doy más, me dijo, se levantó y se sentó de golpe sobre la pija morena que la tenía a mil, para disfrutarla mejor.

Lo miraba a los ojos, extasiada y cuando se la metió toda empezó a cabalgarlo y a menearse, gimiendo y gozando, como nunca lo había hecho conmigo. Con voz sofocada por el calentón, al tiempo que me acercaba a Coqui para acariciarlo y besarlo, le dije:

-Imaginate cuando Kevin te agarre de nuevo.

Estalló en otro orgasmo al pensar en el bellísimo Kevin y gruñó como una gata en celo, acelerando su meneo sobre la poronga del masajista, al que ya estaba besando y acariciando, mientras él me sobaba la pija. Le susurré a Coqui:

-Hablale de Kevin, decile que lo nombre.

-Llamalo a Kevin, decile cómo te gustaría que te coja otra vez.

Fue el acabóse.

-Kevin, Kevin, ¡cómo me gusta coger con vos! Quiero tu pija, quiero cogerte otra vez.

Apuró más su meneo, apretando sus pechos y llevando las manos de Coqui con ella. Tuvo otro tremendo orgasmo múltiple que parecía no terminar nunca, hasta que se dejó caer sobre su pecho y nos besó a los dos, haciendo un trío de magreo increíble. Yo había notado que Coqui no se había corrido así que la desplacé un poco para poder chupar la pija morena empapada con los jugos de mi mujer, extasiado, lamiendo hasta los huevos depilados y húmedos, mientras ellos se besaban y gemían de placer.

Seguí lamiendo hacia abajo y llegué a meterle los dedos en el ano, que ya estaba lubricado. Me dieron ganas de cogerlo de nuevo, pero también de tomar la misma posición de mi mujer, así que probé a sentarme sobre la poronga del masajista lentamente, hasta que también me la metí toda adentro y empecé a moverme suavemente. No tenía la maestría de Luli pero me daba mucho gusto, hasta que Coqui alzó sus caderas para empalarme mejor y mi mujer le dijo algo al oído.

Me pidieron que saliera y me pusiera boca arriba en la cama, casi a los pies, Coqui se arrodilló frente a mí, levantó mis piernas hasta sus hombros y me la puso de un saque, provocándome oleadas de placer con sus embestidas. Mi mujer no vaciló en montarse de espaldas a mi cara, aprovechando mi erección, y de frente a Coqui. O sea que usaba mi pija para abrazarse y besarse con el masajista mientras él me empalaba. No me corrí en el acto porque creo que se me había terminado la capacidad de hacerlo, pero me volvía loco la escena.

Coqui me cogía en un vaivén estremecedor, le daba tremendos besos y la tomaba de sus glúteos para ayudarla a cabalgarme. Ella se abrazaba a su espalda para empujarlo contra mí mientras se prendía a su boca como una lapa y se meneaba sobre mi pija como enloquecida. Luego de varios minutos me empezó el cosquilleo previo a la eyaculación y dije que me iba a correr. Luli incentivó su meneo y su magreo con Coqui, hasta lograr que yo acabara, estremecido y temblando, intensamente, pero con poca leche.

Ella logró su deseo, como noté enseguida. Se salió de mí y se me puso en cuatro de frente, mientras ofrecía su culo al masajista que no paraba de cogerme. Mi mujer empezó a moverse sobre mi poronga morcillona y empapada por nuestros fluidos, que bajaban a lubricar mi ano relleno con la pija morena.

De pronto, mi mujer le dijo a Coqui que lo estaba esperando y el masajista no se hizo desear. Mojó sus dedos en nuestros jugos y le metió dos en el culito a mi mujer, que dio un respingo, pero enseguida gimió y empezó a empujar hacia atrás. La masajeó bastante hasta meterle un tercer dedo, sin dejar de cogerme, y yo intentaba besar los pechos bamboleantes de Luli.

Ella sólo tenía concentración en su culo ya dilatado y lubricado por los dedos de Coqui y no paraba de empujar hacia atrás. El masajista salió de mi culo, se puso de pie y la fue enculando de a poco, mientras mi mujer berreaba de gusto hasta que llegó al fondo y ella le pedía más y más. La tomó de la cintura y empezó el mete y saca que tan bien sabía hacer hasta que acompasaron sus movimientos.

-¡Cómo te gusta, puta!

-Siii, me dijo. Más, más, no pares, decía y empujaba para atrás.

Tras unos minutos de acometidas de Coqui, mi mujer se corrió de nuevo cogida por el culo, hasta que cayó exhausta sobre mí. Coqui salió de su culo y volvió a penetrarme con mucha facilidad para él y gran placer para mí. Gemí y también le pedí más.

-Sos re puto, me dijo mi mujer ronroneando, y me gusta mucho.

-Te quieeero, le dije y nos besamos con mucha pasión.

Coqui me cogió cada vez más rápido varios minutos hasta derramar la leche que le quedaba en mi culo y agotado se dejó caer sobre un costado de la cama resoplando. Esta vez me puse yo en el medio para besarlos alternativamente, jugueteando con los pectorales de uno y los pechos de la otra.

Así, colmados de placer y de leche, nos fuimos quedando dormidos.

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