Cecilia estaba sentada en un rincón de su pequeña sala, con los pies desnudos descansando sobre un cojín. Ojeaba una revista sin prestarle mucha atención mientras tanto, en la cocina terminaban de hornearse las galletas que había preparado con tanto esmero. Cecilia había sido siempre la chica de las buenas notas. Incluso había conseguido un buen trabajo como fotógrafa, pero la disciplina que se exigía con cada cosa que hacía la envolvía en una oscura rutina sin fin. El televisor estaba encendido, pero el señor Darcy estaba siendo casi igualmente ignorado que la revista.
De pronto, el teléfono celular de Cecilia sonó y la sacó de su ensimismamiento. Era un mensaje de su mejor amiga, Janet.
“Sharon quiere divertirse”.
Decía el mensaje acompañado por un emoji de un diablito púrpura. Y Ceci corrió a su habitación para ponerse los zapatos.
*****
Cuando Janet recibió el mensaje de Sharon, había reaccionado de una forma similar. Aunque ella no había estado ojeando una revista ni ignorando una película. Estaba en casa de su amante. De hecho, se acababa de subir las bragas cuando su celular vibró. Su amante, que era a la vez el mejor amigo de su marido, le había preguntado:
—¿Qué pasa, hermosa? ¿Es Miguel?
—No, mi amor. Es una amiga.
“Hola, Jani. Shari quiere divertirse”.
Rezaba el mensaje de la carismática Sharon y eso hizo que Janet se apresurara al vestirse. Le dio un beso a Carlos y le dijo que la cena debía posponerse para la próxima.
Afuera llovía ligeramente, pero Janet no tardó en conseguir un taxi. Empezaba a oscurecer, y mientras el taxista le miraba el frente de la blusa a Janet por el retrovisor cada dos por tres, ella mandó dos mensajes. El primero era para su esposo: “Amor, voy a salir esta noche con mis amigas”. y el segundo mensaje fue para Ceci.
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Del auto negro bajó una joven, de cabello quebrado, largo y de un intenso color rojo. Ataviada con unos tacones altos, aunque ella no necesitaba ser más alta. Unos pantalones de mezclilla blancos y ajustados a sus largas piernas y destacando su firme trasero. Llevaba un top gris claro y, por encima de éste, un blazer azul que le hacía las veces de abrigo en esa noche de fiesta.
Puso la alarma a su auto; caminó, bolso en mano, por la acera derecha de una calle bastante concurrida y se detuvo justo enfrente del antro La Cubana. Sacó su celular, eran casi las 8 de la noche. “No deben de tardar en llegar” se dijo y entró al antro.
—¡Sharon! — la saludó un joven afeminado que iba de salida y le dio un beso en cada mejilla. Los pantalones de cuero que llevaba parecían tan ajustados como los de ella.
—¿Te vas tan pronto, Paulie?
—Sí, amiga. Mi hombre me está esperando en el auto. Me llevará a cenar a un restaurante, grrr. —Hizo el ruido felino con un ademán con la mano como si de una garra se tratara— ¿Tú qué planes tienes, muñeca?
—Ya me conoces, soy una cazadora.
—¡Ay! Doble grrr.
Y se despidieron con un abrazo.
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En los baños Sharon se retocó el maquillaje y se puso rubor, pero realmente estaba haciendo tiempo, pues ya se sentía estupenda. Sharon es de tez clara, el rostro en forma de corazón, los rasgos finos salpicados ligeramente por unas pequeñas pecas; nariz corta y respingada; ojos grandes color celeste; boca pequeña, pero traviesa.
Cuando salió del baño se encontró con su amiga Cecilia y se abrazaron. El carisma y la facilidad de socializar con la gente son los rasgos fuertes de Sharon, pero Ceci es más bien tímida. Ambas son muy opuestas físicamente también, pues Ceci es más menuda, de tez morena, el cabello castaño oscuro debajo de los hombros; ojos color miel; pómulos más prominentes, básicamente su rostro daba un aire al de una princesa de algún desierto árabe. Vestía un delgado suéter de cuello de tortuga color ladrillo; bisutería dorada en las muñecas; una falda de satén negro y botines dorados.
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Janet fue la última en llegar, pues había pasado a su casa para darse una ducha. Cuando se acercó a la mesa donde estaban sus amigas, que ya compartían sendos vasos de limonadas, ellas se pusieron de pie y la abrazaron una a una. Janet se veía espectacular con su atuendo de noche. Ella, siendo la más voluptuosa de las tres, solía ser la que más llamaba la atención de los hombres, pues tan solo sentarse, un hombre joven se acercó a ella y la invitó a bailar.
—Bueno, alguien ya dio el primer paso. — Comentó Sharon, excitada. Mientras veía a su amiga moverse en la pista.
—Veamos si el tipo sigue con ella cuando se entere que está casada. — Dijo Ceci a modo de broma, pero no sin sentir un poco de envidia.
Janet es más alta que Ceci, pero no tanto como Sharon. Lleva el cabello negro corto, justo a los hombros; su tez clara con discreto maquillaje. Sus ojos felinos, verdes y seductores; labios carnosos, sensuales. Un cuerpo muy bien formado con pechos prominentes y caderas anchas. Su atuendo se conformaba de una blusa plateada muy provocativa, con un largo escote en el medio en forma de V; un short de cuero negro ajustado y muy corto, pues a Janet le gustaba mostrar sus largas piernas torneadas; sus zapatos de tacón con correa, plateados; y las uñas de las manos con cuidada manicura.
Cuando la música paró volvió con sus amigas y pidió al mesero que le sirviera una piña colada.
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Hacía tres meses que no se habían visto, pero cuando se proponían reunirse trataban siempre de cumplir con su código. “¿Quieres divertirte?” era uno de los saludos más usuales que usaban. Sobre todo, Sharon, que las reunía más fácilmente.
—Y dinos, Ceci. ¿Cómo va tu relación con David? —Instó Sharon subiendo la voz para ser escuchada con la música de techno a tope.
—Pues la verdad muy bien. Hemos salido más seguido.
—¿En serio? ¡Guau!
—¿Y… ya tuvieron sexo? — intervino Janet.
—¿Qué? —Ceci se había reído, pero había sido una risa nerviosa. —N-no Él y yo… bueno, sólo somos amigos.
—¿Y eso qué? ¿No tienes…? Ya sabes ¿de esos amigos?
—No la pongas nerviosa, Jan. Ella sólo quiere estar segura. —Replicó Sharon y agregó divertida: —Recuerda que a ti el profesorcito no te resultó tan buen partido.
—Ahorita no me hables de Miguel. — se quejó Janet. —Quiero divertirme, Sharon. No aburrirme. — Le dio un sorbo a su bebida y recordó ese momento en casa de su amante unas horas antes. Tumbada de espaldas en la cama y con las piernas abiertas mientras el mejor amigo de su esposo la penetraba con esa enorme verga suya.
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Bailaron, bebieron, se divirtieron mucho. A las 8:30 de la noche ya estaban acompañadas por dos hombres que las invitaban a bailar a las tres juntas. Dos tipos apuestos, pero bastantes juniors según Sharon. Así que Janet los hizo pagar una ronda de tragos más y luego se despidió de ellos.
La música techno pasó a la especialidad de la casa: la salsa. Entonces Marc llegó a sus vidas; un hombre alto, de tez morena y de músculos grandes. Vestía una camisa roja arremangada y pantalones de vestir negros. Invitó a cada muchacha a bailar, comenzando con Sharon. Y las tres amigas se dieron cuenta de que Marc, aparte de apuesto, era un gran bailarín. Así el carisma de Sharon, la ambición de Ceci y la lujuria de Janet se combinaron en el ambiente. Hasta que Ceci besó al apuesto caballero que le tomaba las manos. Cosa que sorprendió a sus amigas pues Cecilia era la que menos había bebido de las tres.
—Eres tan bueno bailando.
—Uff, qué mujer tan decidida. ¿Crees que tus amigas se lo tomen a mal si me quedo a bailar contigo un poco más?
—Mmm, no creo.
Como Marc se quedó a Ceci de compañera un buen rato, Sharon vio que era momento de sacar de su bolso su amuleto de la suerte.
—¿Otra vez con eso, Sharon? — Inquirió Janet un poco aburrida.
En la mesa, Sharon había colocado una de las cartas del tarot: El tres de copas.
—Sabes que no salgo de fiesta sin ellas. —Luego, con el dedo húmedo de whiskey marcó una equis en cada copa del dibujo. —Hemos elegido a Marc, veamos si él nos elige a las tres. —Y le sonrió coqueta a su amiga.
En ese momento, Ceci y Marc volvieron a la mesa.
—¿Qué es eso? —Preguntó el hombre después de tomar un trago de whiskey y ver la carta de Sharon.
Pero en ese momento comenzó a sonar música de reggaetón y Janet se levantó, le tomó las manos a Marc y se lo llevó a la pista. Fue más descarada que Ceci, le pegó el trasero a Marc, lo meneó pegada a su pantalón y empezó a sentir la erección.
—Sólo falto yo, Ceci. — dijo Sharon —Tú hiciste un buen trabajo. Janet lo mantendrá duro y luego veremos si se porta bien con las tres.
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Eran más de las 10 pm. Sharon conducía su auto y Ceci iba de copiloto, mientras en los asientos traseros, Janet le hacía sexo oral a Marc, que seguía un poco ebrio.
—¡Eso, nena! No te detengas, preciosa. —le decía mientras le manoseaba las nalgas.
—No te vayas a terminar su leche, Jan. —Dijo Sharon divertida, mientras los miraba por el retrovisor de vez en cuando.
—No te preocupes, pelirroja. —Respondió Marc con los ojos cerrados. —Tengo suficiente leche para las tres.
Sharon y Ceci se miraron y se rieron. Janet estaba tan concentrada lamiendo el miembro viril de su nuevo amigo que no prestó atención alguna.
*****
Lo llevaron a un hotel lujoso y pagaron con su tarjeta de crédito un servicio completo que incluía helado y una botella de vino. Se sentían dichosas. Sin embargo, cuando Marc ya estaba sobrio se sintió más dichoso que ellas. Estaba en una habitación no con una, ni con dos. Sino con tres mujeres estupendas. Había ido sólo al antro, a buscar una mujer que bailara con él y se encontró con tres.
Sharon empujó a Marc, obligándolo a sentarse en la cama.
—Disfruta el espectáculo, guapo. —le dijo y se desnudó el torso.
Luego las tres comenzaron a bailar sensualmente frente a él. Moviendo sus caderas y rozando sus cuerpos con el del hombre. Marc estaba tomando una decisión: le gustaba mucho el rostro de la morenita, pero la mujer de los ojos de gato estaba buenísima, aunque la pelirroja se movía muy bien y le había gustado mucho el tono de su voz melodiosa. Entonces le propinó una nalgada y el sonido de ese pantalón blanco ajustado fue música para sus oídos.
Marc había elegido. Así que la primera en desvestirse fue Sharon, que lo montó y le pegó sus pechos firmes en el rostro. Él la abrazó y se los besó, se los lamió y les dio un tironcito con los dientes a los duros pezones rosados de Sharon. Ella gimió.
Ceci y Janet seguían con su baile sensual, mientras Sharon lo desvestía poco a poco, le quitó la camisa y admiró el cuerpo de Marc, pecho ancho y velludo; músculos por todas partes, pero antes de hacer algo más, él se recostó, le agarró las nalgas y la arrimó hasta que ella quedó montada en el rostro de él.
—La tienes tan linda y húmeda, pelirroja.
Entonces le empezó a besar y a lamer el clítoris lentamente, cariñosamente.
—¡Aaah! — Sharon no lo soportaba, quería más. Y más.
Ceci y Janet le desabrocharon el pantalón a Marc y ambas se pusieron en cuclillas al pie de la cama para lamerle el miembro viril.
—Mmm. Qué grande es, amiga. — comentó Ceci olvidada toda su timidez.
—Te lo dije, Ceci. — le plantó un beso al pene y se lo metió en la boca.
Sharon gemía mientras se tocaba los pechos y Marc disfrutaba de su jugo. Después de un rato la hizo llegar al orgasmo. Luego la acostó en la cama boca arriba y, viendo las otras dos que Marc quería levantarse, dejaron de mamar su miembro viril.
—En un momento las atiendo a ustedes, señoritas. — les dijo y se recostó sobre Sharon. Ella lo abrazó y lo atrajo hacia su cuerpo. Luego lo besó. Marc comenzó a penetrarla primero despacio, luego tomando ritmo.
—Eres un gran bailarín, Marc. — comentó Sharon mientras se excitaba más y más.
Sus amigas se acercaron a ellos. Se besaron entre ellas y comenzaron a desnudarse el torso. Era una gran diferencia, Ceci tenía unos pequeños pechos, pero con bonita forma, separados y desviados el uno del otro, como evitándose. Las aureolas un poco más claras que los pequeños pezones café oscuro. Sin embargo, los pechos de Janet eran muy generosos, llenos, más juntos, más pesados, pero bastante firmes.
Luego de unos minutos Marc salió de Sharon, se levantó, besó a Ceci y le dijo:
—Ven, acuéstate con tu amiga.
Luego miró a Janet y le dijo:
—A ti te quiero de perrito, preciosidad. —Y le dio una nalgada, ella aún traía puesto su mini short de cuero y verle rebotar la nalga hizo que Marc se pusiera más cachondo.
Marc le quitó la falda a Ceci junto con sus braguitas. Se acostó encima de ella y la penetró, luego se giró con ella, la cargó con facilidad y ella comenzó a hacer fricción con él.
—Eres estupenda — le dijo él.
Ceci estaba dominando muy excitada, pronto llegaría al clímax por lo que él apreciaba. Así que la dejó continuar mientras besaba a Sharon y a Janet metiéndoles la lengua.
—¡Aaaah! —Un sonoro orgasmo dejó a Ceci satisfecha por ahora.
Marc salió de Ceci y notó que ella sí se había mojado bastante. Luego miró a su tercera compañera lista, en posición de perrito sobre la cama y sin el short de cuero ni nada. Así que Marc se aproximó a ella, con el miembro en la mano, apuntó y le dio un buen empujón.
—¡Aaay! — Se quejó Janet, divertida. Mientras volvía su cabeza para mirarlo coqueta. —Tranquilo, rey. Me vas a matar con ese animalote.
—Acostúmbrate, preciosa. Que a ti te traigo unas ganas y pienso cogerte muy duro.
—Duro es como a mí me gusta.
Ceci y Sharon se besaban y se tocaban, se conocían muy bien. Y de vez en cuando volteaban cuando escuchaban a Janet gritar de placer.
—¡Papi! ¡Mátame con ese animal! ¡Así, papi! ¡Más!
Marc no pudo evitarlo, ignoró completamente a las otras dos mientras tomaba a Janet por los hombros y la embestía duro una y otra vez.
—¿Quieres más, preciosa? ¿Eh?
—¡Más, mi rey! ¡Ah! ¡Dámelo duro!
Marc estuvo a punto de venirse, pero se salió a tiempo de ella.
Luego besó a Ceci.
—Eres preciosa, me gustaría que fueras mi novia.
—Seré tuya cuando quieras, Marc.
Y él la besó, la cargó, se sentó en la cama y se la montó encima. Luego la penetró suavemente y con buen ritmo, mientras besaba a Sharon y luego a Janet, una a la derecha de Ceci y la otra a su izquierda, respectivamente.
Así estuvo concentrado, penetrando a una tras otra. La que más le gustaba era Ceci y la que más le costaba era Janet. Sharon no era su tipo de mujer, pero no estaba nada mal y su voz era muy linda, sobre todo cada gemido que salía de su boca.
—¡Ah! ¡Marqui! ¡Me gusta! — Exclamaba Sharon.
—Mi amor, hazme tuya. ¡Ah! No me sueltes. — Le decía Ceci.
—¡Cógeme duro, papi! — Le ordenaba Janet.
Marc aguantó hasta el final. Logró que cada una se mojara. Y pudo salir a tiempo de la vagina de Janet, pero le manchó toda la espalda con su semen.
Sharon y Ceci limpiaron con la lengua la espalda de su amiga. Luego él besó a las tres y abrió una botella de vino que había pedido Sharon al servicio del hotel.
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Media hora después se reían los cuatro juntos, mientras bebían vino, él en un vaso y ellas en unas elegantes copas que había pedido Sharon. Seguían desnudos pues pensaban tomar un baño.
De pronto el celular de Janet vibró sobre la mesa de noche donde lo había dejado. Ella se apresuró y contestó la llamada.
—Hola, Migue. No, todavía no. Estoy con mis amigas. — Y puso el teléfono en altavoz.
—¡Hola, Mickey! — saludaron al unísono Ceci y Sharon.
—¡Hola, chicas! — saludó el cornudo.
Marc se quedó callado y se sirvió más vino. Después de la llamada, en la que Janet insistía a su marido que no la esperara despierto, Marc le preguntó:
—¿Quién era ese con la voz de pito?
—Nadie importante. — le contestó Janet y lo besó. —¿Quién quiere darse un baño?
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Le dieron un buen uso a la tina del baño, pues volvieron a tener sexo con Marc. Aunque esta vez había sido un momento más romántico, más apasionado, menos salvaje. Una a una pasaron por los brazos y el miembro viril de Marc y él les volvió a cumplir. Luego se lavaron bien y se vistieron.
*****
Una vez fuera del hotel, Sharon le dijo a su nuevo amigo:
—Escucha, nos diste una noche inolvidable, Marqui. Pero ya es muy tarde y necesitamos regresar a nuestras casas. ¿Quieres que te demos un aventón?
—Gracias, pero estoy muy cansado, pasaré la noche aquí. De verdad me la pasé muy bien con las tres. Soy muy afortunado.
Cada una se despidió de Marc con un beso y cuando Ceci y Janet se subieron al auto, Sharon le dio a Marc un sobre.
—Si quieres repetir esto con alguna de tus nuevas amigas sólo búscala y muéstrale el tres de copas, Marqui.
Se marcharon y bajo la luz mortecina de una farola, Marc abrió el sobre. Contenía un papel blanco con la dirección de cada una de sus nuevas amigas. Y también había una carta con tres damas alzando tres copas de oro, brindando por su amistad.
*****
Una semana después, Miguel regresó temprano a su casa. El convivio que hubo en la secundaria donde trabajaba había durado menos de lo que esperaba. Metió la llave en la cerradura, pero estaba sin cerrojo. “¡Ah, caray! Mi mujer ya está en casa” se dijo.
—¡Mi amor, ya estoy aquí! —Anunció su llegada.
Luego se sentó en su sala y encendió el televisor. Pero pronto notó algo diferente en el ambiente. De reojo alcanzó a ver algo que estaba en el otro sofá. Se levantó y vio que era una carta, la tomó y la observó con curiosidad. La había tomado al revés, entonces la giró.
El tres de copas le daba suerte a Sharon y a sus amigas, pero a Miguel no precisamente. Y mientras él se preguntaba qué hacía esa carta del tarot ahí aventada, su esposa estaba en los brazos de Marc, ambos amantes acostados bajo las suaves cobijas que habían arropado su reencuentro. Habían descubierto nuevas cosas juntos. Entonces él la miró a los ojos.
—¿Te digo algo, Janet? Por poco elijo a tu amiga, Ceci.
—Ella está acostumbrada a dormir sola. Yo no.
Y se besaron apasionadamente.