Es una fresca mañana en los suburbios de Nigurathlán. Tollan, nuestro héroe, lleva ya varias horas despierto, trotando en campo abierto para mantener su figura, ahí recuerda su último año, mientras sube una loma, el regreso a Nigurathlán, el reencuentro con su esposa y como el pueblo lo alabó al ser considerado el mayor de los héroes de toda Xanadú pues había sido él, y solo él el que cercenó la cabeza del demonio Ebdickson. Todo esto pasa por la mente de Tollan mientras su cuerpo marcado y delgado recorre las lomas cubiertas de pasto verde de regreso a su hogar, donde lo espera Elina, su esposa, una dulce doncella parte de la nobleza de Nigurathlán, por lo tanto, modesta y sencilla, aunque muy hermosa y sensual.
De pronunciadas curvas, rojos cabellos, tez blanca como la nieve y pecas en las mejillas, lo que mas había llamado la atención de Tollan era su trasero, levantado, terso y de proporciones envidiables incluso a la vista de las mujeres demonio (que son las féminas que mejor cuerpo tienen en este universo). Los pechos de Elina también eran magníficos, con la aureola rosada y pezones medianos tan perfectamente simétricos que la misma Elisa conocía su belleza al usar pronunciados escotes en sus vestidos sabiendo que llamaría la atención de cualquier humano, elfo, lupino, catfolk o incluso mortans (cadáveres reanimados inteligentes, similares a los zombies, pero nada agresivos y mucho menos podridos) que estuviera en la corte.
Y aun así jamás se imaginó que acabaría casada con “El Héroe de Xanadú”, el valiente y poderoso Tollan, y no es que no fuera guapo, sino que la misma gente había elevado la figura de Tollan a casi una deidad, alguien inalcanzable. Por esto mismo cada mañana cuando Tollan le incrustaba amorosamente su gran pene Elisa se excitaba más pensando que Tollan “el dios” se la cogía a ella, su esposa.
Elina se despertó, vio el espacio en su cama donde hasta hace un par de horas había estado Tollan.
-Siempre tan madrugador, será mejor que regrese pronto o se perderá el desayuno -pensó y se dirigió a la cocina
1 hora después
Tollan llegó a su hogar, sudado y jadeante, vio a su esposa lavando los trastes y se aproximó a ella, quedando a sus espaldas
-Buenos días -dijo Tollan con malicia mientras le restregaba su falo en el trasero -¿qué has hecho para el desayuno?
Elisa sonrió y paró más sus nalgas -Lo siento cariño, tardaste demasiado y pues justo he terminado, sabes que no me gusta que tardes demasiado en tus caminatas.
-Vamos cariño ¿me vas a dejar sin comer?
-Si quieres comer tendrás que servirte tu mismo, ahora dame permiso que tengo que terminar esto – Elisa dio un rápido movimiento hacia adelante dejando a Tollan con una erección masiva en sus pantalones.
Tollan sonrió y dijo:
-¿Con que servirme a mí mismo eh? Bien, lo haré…
Con una velocidad impresionante Tollan se abalanzó hacia enfrente y repegó aun más su pene entre sus nalgas, Elina soltó un pequeño gemido de excitación.
-Ahh, espera Tollan, no me refería esto
Tollan tocó la vagina casi completamente rasurada de su esposa, notó que estaba chorreando.
-¿Acaso deseas que me quite entonces?
-No, ahh, solo que primero deberías desayunar… ahh
-Pues sí, pero has sido una mala esposa que no me ha hecho el desayuno, debes ser castigada -dijo Tollan mientras de un golpe se sacaba el pantalón y seguía jugando con las nalgas y la vagina de su esposa.
-Si amor, lo merez…
Rowan tomó la de los cabellos a Elina y la hizo agacharse para que chupara su pene, Elina sumamente obediente accedió y comenzó a practicarle una muy húmeda felación. El pene de Tollan entraba y salía de su boca con tal rapidez y saliva, que Elina sentía como se le humedecía todo el pecho del camisón, mientras su vagina igualmente chorreaba con sus jugos. Las arcadas que le daban a Elina producían una excitación mayor en Tollan, que provocaba que su pene creciera aún más en la boca de Elina y este embistiera la dulce boca de su esposa con mayor intensidad
-Para – dijo Tollan mientras la detenía del cabello
-¡Cógeme ya Tollan! –rogaba Elina- ¡Cógeme ya por favor!
-No cariño, ruégamelo como te dije o no haré nada más – mientras la tenía sujeta del cuello
-Por favor Tollan, deseo que tomes mi vagina, la vagina de tu esposa – Elina sintió como su cuerpo se preparaba para un orgasmo producido por la excitación de decir esas palabras, afortunadamente pudo reprimirlo, pues de haber acabado ahí Tollan no hubiera continuado con su juego – quiero que la tomes y la uses a tu voluntad…
-Bien – exclamó Tollan – Vamos a la habitación – dijo mientras la levantaba con un brazo y le daba una ligera nalgada que resonó mas fuerte de lo que a Elina le molestó.
Llegando a la habitación Tollan arrojó a su esposa a la cama y se abalanzó sobre ella, coloco la punta de su pene en la entrada de la vagina de Elina y se dispuso a entrar, pero no sin antes ver a a los ojos a su esposa con una mirada lasciva y llena de deseo.
-¡Ahhh! -Exclamó Elina en el momento justo en el que Tollan le hundió hasta el fondo su pene, así aguantó unos segundos Tollan antes de comenzar a bombear con una intensidad ligera, mientras tanto Elina daba ligeros gemidos y le pedía a Tollan que tocara y pellizcara sus pechos, cosa que Tollan, sin dudar un segundo, hizo. Comenzó pellizcando el pezón derecho y después lo frotó con sus dedos su pulgar e índice, sin esperar a que le preguntara otra cosa Tollan comenzó a jugar con su pezón izquierdo utilizando la lengua y los dientes, cosa que Elina agradeció diciendo:
-Ahhh a-amor espera, sabes que soy sensible yahhh… -en ese momento leche comenzó a salir de los pezones de Elina y se corrió fuertemente.
Con esto Tollan empezó a bombear más fuerte, cada embestida que daba era mas y mas salvaje, las tetas de Elina estaban ya rojas de tan duro que Tollan había pellizcado, estas se bamboleaban de arriba abajo a un ritmo desenfrenado mientras el pene de Tollan generaba una fricción desquiciante de placer en la vagina de Elina.
Finalmente, Tollan llegó a su límite y besando apasionadamente a su esposa se corrió dentro de ella, acción que desencadenó el segundo orgasmo de Elina y llenando sus sabanas de fluidos corporales. Ahí se quedaron unos minutos, jadeantes y abrazados sobre una sábana en la que minutos antes habían demostrado su amor. Elina sonrió, casi todos los días eran así, desayuno, sexo por la mañana, comida, limpieza de la casa, socializar con los vecinos, sexo por la noche, dormir y repetir al día siguiente. Ella era feliz y le gustaba esa vida alejada de las cortes, sin embargo, el destino es una cosa curiosa y en esta ocasión se presentó como un golpeteo apresurado en la puerta de su residencia…
(Continuará)
Sería de mucha ayuda si pudieran enviar sus comentarios y recomendaciones a mi correo electrónico, les tomaré en cuenta para los capítulos siguientes.