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Todos tienen un precio (II)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Todos tienen un precio "Bienvenido a casa".

En una pequeña cocina mujer de cabello negro está preparando el desayuno usando únicamente un pequeño delantal en la pequeña sala del mismo apartamento un joven espera ansioso.

"Soy Albert hace poco recibí por herencia unas monedas mágicas que convierten a cualquiera que las acepte o las tomé sin mi permiso en mi esclavo por el resto de su vida.

"La preciosa puta que cocina es Mariana, hace unos días era mi vecina, pero actualmente funge como mi concubina/ sirvienta/ esclava sexual".

La mujer está terminando de cocinar así que se acerca con paso sensual a su amo.

Albert recibe el platillo con singular alegría y mientras lo prueba solo puede pensar.

"Hace unas horas mi casera había tomado una de mis monedas mágicas por lo que ahora solo espero su regreso".

En ese momento se escucha como tocan a la puerta es un toque suave y respetuoso.

—¡Un momento! — dijo Albert emocionado pensando en quien puede ser.

El hombre miró por su mirilla para ver quién era y efectivamente su casera Felicia se encontraba frente a su puerta con una mirada perdida y una posición un poco antinatural.

"Será mejor que la deje pasar antes de que alguien la vea" se dijo a sí mismo mientras rápidamente dejaba entrar a la mujer.

Cuando la tuvo frente a él no pudo contenerse y rápidamente la desvistió quitando su vestido verde de una pieza dejándola solo en una sosa ropa interior.

—Ummm, Sabes perra cuando vengas a verme usa algo sexy debajo de tu ropa — Albert no diría eso en otras circunstancias pero sabía que tenía todo el control.

— Si mi amo como ordené — respondió Felicia en un sexy tono robótico.

Al escuchar esa respuesta Albert sintió como su miembro sufría una erección potente, pero tenía otra cosa en mente antes que eso así que simplemente le dijo.

— Ven aquí Mariana —mientras decía eso sujetó su pene con una mano— Creo que alguien tiene que hablar contigo.

— Será como usted diga mi amo — respondió la mujer mientras se acerca a ellos usando únicamente el delantal de cocina.

Albert le quitó el delantal dejándola desnuda y la acomodó frente a la mesa de espaldas dejando su trasero al aire.

—¡Lamele el coño a esta perra hasta que se corra! — dijo Alber a Felicia.

—¡Si como ordene mi amo! — respondió Felicia.

Felicia empezó a lamer suavemente los abultados labios íntimos de Mariana, tal vez la facilidad con que lo hacía hizo sospechar un poco a Albert quien se limitó a preguntar.

—¿Es la primera vez que chupas un coño? — dijo el sin esperar la respuesta.

—¡Soy bisexual amo! Adoro chupar un buen coño — cuando dijo eso hundió con más ganas su rostro en aquel coño.

Albert no pudo evitar sonreír cuando escucho eso, ¿Y ella decía que Mariana era una puta?

—¿Eso tuvo algo que ver con el divorcio? — preguntó Albert con curiosidad.

— No amo, mi esposo se divorcio de mi por acostarme con el novio de mi hija — le respondió la mujer.

—¿Y tu hija sabe que te acostaste con su novio? — preguntó Albert con gran interés.

—¡No amo!, Ella nunca lo ha sabido — respondió bastante nerviosa.

—¿Y porque quieres echar a Mariana? — preguntó Albert.

— Mi hija ha terminado con su novio y tiene que buscar otro lugar para vivir — respondió la casera— quiero dejarla vivir hay gratis.

—¿Y porque no va a vivir con su padre o contigo? — Albert volvió a interrumpir el lamido de coño con otra pregunta.

— Mi hija y su novio le robaron 15,000 dólares — respondió la mujer mientras azotaba el trasero de Mariana —dijo que lo necesitaba para comprar algunos equipos para su carrera de streaming — abría la vagina de Mariana antes de continuar— Y no tengo ganas de tratar con ella en este momento.

—¿Y ha conseguido algo con esa "carrera? — preguntó Albert.

—¡Nada amo!, Parece que se empezará a desvestir en Internet por dinero — respondió la mujer que ahora empezó a lamer el agujero del culo de Mariana.

Albert no pudo evitar reír a carcajadas, quería correr a una puta y traería a una peor,y para colmo una puta con derecho como lo era su hija Alexandra como si en ese edificio no faltarán las cabronas.

Albert azotó fuertemente el trasero de su casera antes de quitarse la bata y arrancarle las pantaletas.

Acto seguido y sin más ceremonia penetró a la mujer, quien realmente estaba bastante húmeda y para sorpresa de Albert estaba apretada.

— No eres más que una maldita perra, ¡Verdad! — dijo Albert mientras empezaba a penetrarla.

—¡Si soy una maldita perra! — respondió la mujer quien parecía haber entrado en un extraño éxtasis.

—¡Entonces eso te vuelve mi perra! — decía Albert mientras empezaba a moverse dentro de su casera.

—¡Si amo soy tu perra obediente! — dijo Felicia con una extraña sonrisa en su cara.

—¡Cómo perra obediente, harás todo lo que te diga, ¿verdad? — Alber azotó nuevamente el trasero de Felicia.

—¡Si amo todo lo que tú ordenes aré! — respondió Felicia quien parecía estar al borde del orgasmo.

—¡Lo primero que harás será correrte como la puta qué eres! — dijo Alber sujetando fuertemente las caderas.

Felicia se corrió con fuerza con la orden que recibo de su amo, al final simplemente cayó frente a su amo.

Albert solo sonrió mientras seguía penetrando duro a su casera formulando cuál sería su siguiente movimiento.

Unos días más tarde.

Alexandra y su madre caminaban juntas el último tramo del elevador hasta la puerta del que sería su nuevo apartamento.

—¡Nuevamente gracias mami! — Alexandra

—¡Descuida hija! — respondió Felicia— Me da gusto ayudar a la familia.

Al llegar a la puerta la casera entrego las llaves y también una moneda de plata.

—¿Y esto? — dijo Alexandra con una gran sonrisa al verlo.

— Se lo quité a un tonto que vive aquí — dijo Felicia— Creo que tú la necesitas más.

—¡Gracias mami! — respondió Alexandra mientras abrazaba a su madre.

Sin que ella lo notará está esbozo una gran sonrisa en su cara.

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