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Todo sucedió en dos minutos
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Altas horas de la noche en el club liberal. Todo el mundo empieza a perder la compostura. Mi marido y yo llevamos un rato follando al lado de otra pareja, en la misma postura: ellos debajo, nosotras brincando encima. El tipo me ha lanzado algunas miradas tímidas y, muy discretamente, roza mis nalgas mientras yo cabalgo a Luis. Me miro al hombre: es un cincuentón muy atractivo. Sin que Luis se dé cuenta, le pellizco la mano con la me toca la nalga y le animo a palparme mejor.

Pocos segundos después, el hombre le susurra algo a la mujer y ella se levanta de su cabalgadura. Lo cual me permite contemplar el pene de mi vecino, que se agita en el aire pidiendo guerra. Sin demora alguna le pido a Luis que se vaya a por un par de gin-tonics y él obedece. Mi vecino y yo nos miramos durante un segundo.

-Ella también ha ido a por bebidas -me susurra.

Y viendo que él no tomará la iniciativa, la tomo yo: me siento encima suyo y meto su verga dentro de mi. El hombre se pone a mil, me agarra los pechos y empuja sin piedad, levantando sus caderas y obligándome a dar saltos.

Enseguida deduzco que mis movimientos han despertado el interés de alguien más. De repente me encuentro a un tipo plantado delante de mi cara y agitando su pene de modo que me da golpecitos en la nariz y la barbilla. Levanto la mirada para ver quién es y, para mi desgracia, también es un hombre atractivo. Casi por instinto, abro mi boca y se la ofrezco. Engullo ese pene ansioso y enseguida me lo encuentro en las amígdalas.

Como era de esperar, el tipo que me folla la boca tarda menos de diez segundos en propinarme su corrida en el cuello y el hombro. Y luego se marcha por donde ha venido. El cincuentón guapo que estoy cabalgando se ha excitado muchísimo viendo lo que le ha sucedido a mi boca, saca su pene se me corre en los muslos. ¡Y vaya corrida! Me pone perdida en ambas piernas.

El olfato me dice que mi marido regresa con los gin-tonics, así que regreso a mi posición. Pero la que regresa primero es la pareja de mi vecino, que lleva dos cubatas en las manos y un lechazo en el pelo. Justo detrás de ella, mi marido. Queda claro lo que ha sucedido.

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