Tenía dieciocho años cuando asistía a una escuela técnica. A punto de terminar y con todas las hormonas a flor de piel.
Al parecer todo iba viento en popa para mí. Pasaba todos los días por casa del padrino de mi mamá. Hombre relativamente mayor para mi edad en esa época. Había siempre un dejo de simpatía cuando lo veía regar sus plantas temprano por la mañana. Un hombre grande con bigotes no muy fuerte, pero robusto. Ex comisario de la policía Federal. Mi inocencia me hacía verlo muy gentil. Pasaron algunas semanas, yo estaba más que familiarizado con el camino de ida y vuelta que ya tomé como implícito mi paso por ahí. En una oportunidad pasaba de regreso y me llamó.
-Veni, veni -me dijo. Hice una pirueta con mi bici y pegué la vuelta.
-¡Hola Tío! Cómo está?
-Pasá, tomate un té.
-bueno, voy con tiempo ya que tengo todo al día.
Mientras el preparaba el té con pan tostado y manteca y miel untados, una delicia. Yo miraba la tele.
Nos sentamos al borde de la mesa cada uno en su espacio. Charlábamos de los parientes, él preguntaba de mis padres mi abuela y mis tíos. Yo le respondía coloquialmente. En un momento dado comencé a marcarme luego de unos cuantos sorbos de té. Estaba como aturdido y mi mirada era borrosa. Quería levantarme e irme de ahí pero no pude. No tenía fuerza en mis piernas.
Cuando desperté me vi boca arriba en su cama, atado de pies y manos a cada extremo de la misma. Él estaba con su trozo desnudo y envuelto con un toallón desde la cintura para abajo.
-Despertaste?
-Sí- le respondí con algo de enojo en mi voz.- ¿Por qué estoy atado tío?
Estaba atado y por lo aturdido que sentía no me percaté que estaba desnudo.
-Suélteme -le dije con algo de furia, pero en ese momento se me arrimó y me puso el cañón de su revólver en mi boca diciéndome que estuviera callado. Ante eso no supe que más hacer.
Le supliqué que me soltara porque mi abuela y mis tíos me iban a echar de menos. El me respondió que no me hiciera problema. Que ya les había dicho que estaba con él. Encima le tenían una bárbara confianza.
Me quedé algo tranquilo, y le pregunté que quería, que porqué me tenía así atado. No me respondía, y yo lloraba de la angustia, pero casi en silencio.
Caminaba de un lado para el otro en su departamento. Yo podía escuchar sus pasos con chancletas. Al parecer me torturó psicológicamente para probarme sí en algún momento yo gritaba.
Luego de un tiempo prolongado se acercó a la habitación y desde la puerta me dijo.
-Te voy a soltar, pero quiero que estés aquí adentro, no grites, no hagas ningún berrinche. Así todo irá bien.
Me soltó y me quedé quieto en la cama, mi respiración era entrecortada y a su vez muy acelerada. Estaba desnudo muy angustiado y no sabía qué hacer.
Estuve, creo yo como hasta la una de la mañana sólo y desnudo muy vulnerable ante ese hombre que no sabía que me haría.
Entró a la habitación y me pidió que le ayudará a sacarse las chanclas, yo dócilmente lo hice. Estaba el desnudo con su miembro semi erecto y yo no podía quitarle la vista de encima.
-¿Te gusta lo que ves?
No respondí nada.
-Tocala -me dijo, sonó más como orden.
Lo hice con algo de recelo. Nunca había tocado una pija que no fuera la mía.
Debo confesar que me excité un poco.
Fue muy incómodo hasta que me empezó acariciar la cara muy dulcemente. Eso me puso muy caliente al instante. No sabía cómo responder a esos estímulos confusos. En mi cabeza la interrogante era si yo era puto o no por todo aquello nuevo que sentía. El hombre me tomó tal cual a una frágil chica y comenzó a besarme muy suavemente y yo respondía de la misma manera. Estuvimos un rato largo así. Besos y caricias que yo le respondía tal cual él lo hacía. En un momento dado me pidió que buscara mi ropa y me vista. Lo hice tal cual me lo ordenó.
-Listo! Bueno ahora con cuidado te vas a la casa de tu abuela. Te espero otro día.
Yo quedé como helado y algo decepcionado, pero en fin eso hice. Llegué a casa de mi Abu y pasé directo al sanitario dónde no aguanté y me masturbé frenéticamente recordando las caricias de ese hombre hasta explotar…