Sé que estás cargada de deseo, con ganas de sexo, receptiva, sensible, quieres placer, quieres jugar en tu intimidad, y estás cada vez más excitada, suspirando…
Pero no te toques sola, déjame acompañarte, permíteme ser cómplice de tu placer y participar en tus caricias en la distancia provocándote, incitándote a tocarte más y más. Haciendo que salga ese fuego oculto en tu cuerpo, hacerte jadear por culpa de ese placer interno que te proporcionas con tus dedos, o ¿quizás sean mis dedos?
¡Sí! son mis dedos preciosa los que están ahí dándote todo ese placer que no has podido evitar que salga de tu mente. Me sientes tocarte, me sientes junto a ti masturbándote, a tu lado. Tumbado junto a ti, pegado a tu caliente cuerpo, hirviendo de excitación, besando tu cuello, mordiendo tu labio. Con mis brazos abarcándote, abrazándote, moviéndose, acariciando tus pechos, provocando que cuando poso mis labios sobre tus pezones se te escape un
-¡Siii!
Es cuando entonces beso tu pezón, lo atrapo entre mis labios y tiro de él. Le paso la lengua y se va poniendo duro, se pone erecto, como si quisiera pedirme más, y se lo hago. Succiono tu pezón mientras abarco tu pecho con mi mano llevándomelo a la boca. Excitándolo y consiguiendo que tu areola se contraiga del gusto recibido.
Mientras mi otra mano está sobre tu sexo. Tocando. Acariciando. Entrando lento y suave. Saliendo despacio, para volver a sumergirse entre tu humedad. Esa humedad creciente que facilita que mis dedos te penetren rozando el interior de tu coño. Arrancando tus suspiros.
O todo junto a la vez, follándote, mis dedos moviéndose en el interior de tu encharcado coñito y mi boca saboreando tus pechos. Ese delicioso coño que voy a acabar comiéndote. En el que sientes como mi lengua se mete y te saborea. Sacando todas tus mieles vertidas durante mis caricias. Esa esencia deliciosa que me encanta provocar que fluya de ti.
Mi barba incipiente te roza en tu pubis, puede ser que inicialmente no te importara, que incluso fuese un acicate morboso sentirla. Quizás ahora te esté dejando enrojecida esa piel tan cercana a tu preciada y rosada hendidura. Pero ya te da igual si roza o te irrita. La sensación que se vuelca desde el centro de tu cuerpo puede con todo haciendo que tu cuerpo reaccione elevando tu pelvis para tener más contacto.
Eso es lo que deseas. Contacto. Intensidad. Placer. Gozar. Y tu instinto animal es lo que hace. Buscarlo moviendo tu cuerpo contra mi boca mientras mi lengua lame y lame tu clítoris sin parar. Con movimientos rápidos. Para luego succionarlo. Chupártelo.
Gritas. Gimes. Disfrutas. ¡Joder! si preciosa así me gustas. Gozando de este momento placentero. Sintiendo como cada poro de tu piel reacciona llenando la habitación de tu aroma, de tu delicioso olor. Ahora transformándose en el olor de una mujer excitada, deseosa de sexo. Deseosa de placer. Buscando esa autosatisfacción tan gustosa, tan placentera.
Pero conmigo a tu lado. Fusionando en tu mente mis labios con los mojados labios de tu sexo. Arrancándote gemido tras gemido. Temblor tras temblor. Sensaciones cada vez más y más intensas. Calambre tras calambre. Espasmo tras espasmo. Sintiendo como se acerca. Sí, se acerca ese instante tan deseado de llegar a tu explosivo orgasmo.
Pellizcas tus pezones como si fueran mis manos invasoras las que te los aprietan. Metes y sacas rápidamente tus dedos, o mis dedos, recuérdalo pensándome, dentro y fuera de tu cada vez más y más encharcada vagina. Haciendo esos ruidos característicos del acoplamiento de dos sexos, entrando y saliendo, acelerando el ritmo de las embestidas.
En eso está ahora tu mente. Con esa idea en tu cabeza aceleras tus movimientos. Imaginando de miembro follándote rápido. Intenso. Profundo. Sí, todo lo profundo que me permiten mis rápidas embestidas chocando contra tu cuerpo. Contra tu sexo abierto recibiéndome envite tras envite. Clavándome en lo más hondo de tu ser. Rodeándome con tus piernas. Clavando tus dedos en mi culo. Empujándome dentro de ti.
Y llega. Ya llega tu anhelado deseo. Esos segundos explosivos en los que tu cuerpo se convulsiona. En los que tu cerebro solo recibe intensas descargas eléctricas de placer. Esos segundos en los que tu precioso cuerpo es ingobernable, indomable por nadie. En el que actúa solo. Por instinto. Arqueándote. Moviéndote sin control. Jadeando. Chillando.
-¡Aaaah!
Disfrutando casi sin conciencia. Contrayendo tu sexo. Y explotando. Esa explosión que te lleva al paraíso deseado desde que empezaste a leerme. Una explosión de un placer tan intenso, que casi es agónico. En el que tu cabeza casi estalla de la intensidad del momento culminante. Un placer que te deja exhausta. Desmadejada en tu cama. Con el cuerpo dolorido, el cabello revuelto y tu sexo aun ardiente, palpitante. Tus tetas calientes, tus pezones sensibles al mínimo roce y la piel de tu cuerpo entero sudorosa, tan sensible que es capaz de generar más placer al instante con una simple caricia.
Con un dolor placentero desde tu ombligo hasta tu entrepierna, agotada, deseosa de mi compañía, de mis manos sobre tu cuerpo abrazándote. Sin aliento después de correrte tan intensamente.
Relajada y con una felicidad extrema. Con una sonrisa de satisfacción en tu cara mientras te abrazas a la almohada pensándome a tu lado. Así quiero dejarte, tocando el cielo.