Aquello era muy arriesgado, pero pude organizarlo de forma que parecía que no iba a tener ningún problema al ejecutar mi plan. Ante la imposibilidad de que mi cuñada accediese a posar para mí, y mucho menos, a dejarse follar en su propia casa, tuve que buscarme a alguien que fuese lo suficientemente parecida a ella para hacer realidad mi fantasía..
Había estado con Noemí varias veces, y lo que más me gustaba de ella era su parecido físico con mi cuñada. De hecho, eso era lo que me ponía a mil, porque precisamente sus pechos eran algo que no acababa de resultar suficientemente atractivo en su profesión de prostituta. Me contaba que su principal éxito era tener un cuerpo muy asiático, y que los amantes de las chicas orientales sí que se veían atraídos por ella, pero aunque tenía unas caderas impresionantes, el hecho de tener poco pecho era un problema.
Por eso pensaba operarse dentro de poco tiempo, para completar un cuerpo digno de una señorita de compañía. Cuando le propuse la idea, al principio se extrañó un poco, pero luego accedió encantada, a pesar de reconocer que el tema era un poco enrevesado. El hecho era que hacía bastante tiempo que la hermana de mi novia, o sea mi cuñada, me atraía enormemente.
No sé si era por mi afición a la lycra y el hecho de que ella siempre luciese unas piernas sexys con medias o pantys, o tal vez fuese porque era un encanto, y poco a poco me fue atrayendo, primero por su sensualidad y finalmente a unos niveles de erotismo que a veces rozaban el deseo más intenso. No lo sé, pero era una mujer normal y el morbo que desprendía para mí era incontrolable. Ni qué decir tiene que me había hecho pajas con ella a miles, y las más intensas para mi eran las que habían acabado en su cuarto de baño, con alguna de sus braguitas en la boca, y sus pantys cubriendo mis piernas.
El deseo era tal que soñaba con tirármela con sus pantys blancos puestos, algo que, obviamente no era alcanzable, y yo lo sabía. Por eso convencí a Noemí, de que aquel día viniese conmigo a casa de mi cuñada, para disfrutar de un par de horas de intimidad en casa de mi adorada musa. Noemí sería mi particular versión perversa de esa mujer que me volvía loco. Llegamos al garaje y me aseguré de que no había nadie en casa. Tenía una copia de sus llaves porque a veces me encargaba recados, y entré sigilosamente, a pesar de saber que ella estaría todo el día fuera y su marido andaba de viaje.
Bajé a buscar a Noemí al coche, y subimos sin hacer el menor ruido. Una vez entramos en casa, conseguí relajarme un poco. Tendríamos un par de horas para terminar y marcharnos, no sin antes pagar bien a mi putita particular, que debía ganarse la pasta haciendo un buen trabajo. Ella no habló, sino que curioseó un poco antes de entrar directamente al dormitorio. Para mi sorpresa, estaba la cama deshecha, y las sábanas revueltas. Mi cuñada no se había molestado en hacer la cama, lo cual me agradó bastante.
Lo primero que hizo Noemí fue desnudarse completamente, y con su melena negra revuelta sobre la cama, me recordó perfectamente a mi cuñada, a pesar de que nunca la había visto desnuda en la cama, más quisiera yo… Me dijo que qué quería hacer, y le pedí que me hiciese unos poses con su culito, pero sin enseñarme su cara. Quería imaginarme a mi musa en ese cuerpo femenino… Ella se inclinó hacia delante, mostrándome su culito en su máximo esplendor, y una vista perfecta de su vulva depilada.
Sabía que mi cuñada no tenía la vagina depilada, pero era mejor así. Sus pequeños pechos caían hacia abajo como seguramente lo harían los de mi cuñada. Ella se empezó a acariciar y a masajear la vulva, provocándome descaradamente. Yo me fui hacia el cuarto de baño y en el cesto de la ropa de lavar encontré suficiente material. ¡Bingo!. Al volver a la habitación, ella estaba en plena fiesta, y ya tenía la vulva mojada. Sus pechos rozaban con las sábanas, y sus pezones ya estaban erectos.
Me puse a cien, y decidí desnudarme para liberar mi tensión. Dejé sobre la cama varias prendas íntimas de mi cuñada, quedándome con unas braguitas bancas suyas que ya conocía perfectamente, y que guardaban aún su olor y un rastro de flujo vaginal. Noemí se volvió hacia mi:
-“¿Son sus braguitas? ¿Quieres follarme con su ropa?”.
Le respondí ansioso:
-“Necesito que te pruebes su ropa, incluyendo esas bragas usadas, quiero que tus flujos se mezclen con los suyos…”.
Ella obedeció, y curiosa, se llevó las prendas a la cara, oliendo como lo estaba haciendo yo.
-“Así que te pone eso de oler sus bragas, la verdad es que moja bien las bragas, ¿crees que su marido se la follará esta noche?, parece que está bastante a punto”.
El atrevimiento de la pregunta me puso más caliente, y empecé a masturbarme delante de ella. Se subió las bragas y empezó por ponerse unos pantys rosas de mi cuñada que me encantaban, le sentaban perfectos, prácticamente como a ella. Estaba de espaldas a mi, tumbada en la cama. Mientras le miraba las caderas y las piernas, me masajeaba el pene, ya muy duro.
-“Eres como ella, me estás poniendo muy caliente, y lo sabes”.
-“Si la convences para que lo haga, me la puedo tirar para ti, ¿te gustaría un numerito lésbico?”.
Era evidente que quería ponerme caliente, y lo estaba consiguiendo. Antes de calentarme más, le pedí que se pusiese un vestido de mi cuñada, que le entró como un guante. Estaba buenísima, y de espaldas era como ella. Luego le pedí que Se pusiese los pantys blancos de mi cuñada, esos que sólo se ponía en ocasiones especiales, como en alguna boda. Al bajarse los pantys rosas me di cuenta que los había manchado. Ella misma estaba excitándose con este trabajito tan especial.
En cuanto se puso los pantys de mi cuñada, no pude evitar la tentación de acariciar sus piernas, primero sutilmente y poco a poco con más deseo y ansia de placer. Para colmo ella empezó a hablarme como si fuese su cuñado, susurrando palabras de provocación, y sacando el culito en pompa. Metió su mano entre sus piernas y empezó a masturbarse con los pantys y las braguitas de mi cuñada. Se había puesto un vestido beige entallado y unas sandalias de tacón, además de un sujetador que no sujetaba nada de sus pechos, pero que transparentaba sus pezones erectos.
Me estaba llevando al límite, y temí correrme antes de poder follármela. Era lo que deseaba, penetrarla con todas mis fuerzas, como si fuese mi cuñada, y estaba viendo peligrar esa posibilidad… Así que, sin dudarlo, me fui hacia ella y abriéndole un agujero en los pantys, metí mi dedo y aparté la braga blanca ya muy mojada. Pensé que su dueña no notaría la falta de esos pantys, al fin y al cabo, tenía muchos pares. Hundí mi pene entre sus glúteos y fácilmente encontré la vulva, que engulló mi miembro, totalmente erecto.
Me abracé por detrás a ella, primero a sus caderas y luego a sus pequeños pechos, sintiendo su melena negra rozarme. Al mismo tiempo, bombeaba para no parar de follarme a esa réplica de mi deseada madurita, me la estaba tirando en su propia cama, con su ropa y sintiéndola como ella misma.
No cabía en mí de placer… Mientras entraba hasta el fondo de su vulva y ella ahogaba gemidos de placer, yo musitaba el nombre de mi cuñada entre jadeos ahogados, metiéndome en la situación de estar follándome a mi cuñada. Aquella atmósfera de placer me empezó a llevar al orgasmo, en un camino sin retorno que cada vez veía más directo. Mis gemidos se fueron haciendo más intensos, mientras ella seguía susurrándome que me la follase, que siempre había deseado tener mi polla dentro.
En el mismo momento en que me estaba corriendo, un ruido como de un portazo sonó detrás de mí, y por unos segundos no pude moverme, estaba soltando mi corrida a placer dentro de ella, dentro de mi cuñada… En cuanto pude reponerme, me volví y para mi absoluta sorpresa me encontré de frente al marido de mi cuñada, con los ojos como platos. Se había quedado de piedra, y al volverme, mi pene salió de dentro de ella, aun salpicando semen sobre las sábanas.
En un primer momento no caí en la cuenta, pero la chica estaba, con el culo en pompa, la cara oculta entre las sábanas y su melena negra y vestía la misma ropa que su esposa, así que el estado de shock en el que se encontraba respondía a la posibilidad de que su mujer y yo le estuviésemos poniendo los cuernos. Se había quedado sin habla, y entonces yo traté de explicarme, pero él ya estaba dirigiéndose a su mujer, con reproches y preguntas sin respuesta. Más convincente que mi explicación, fue ver aparecer la cara de la chica, a lo que él se quedó en silencio de nuevo, completamente estupefacto:
-“¿Quién cojones es esta tía?”.
Yo le pedí que me escuchase, y me esforcé por contarle mi versión. Desde luego iba a ser un poco difícil que lo entendiese, ya que era uno de los planes más rebuscados que se me ocurrían, pero fue un buen comienzo que no echase mano a la violencia conmigo. Otro hecho interesante fue que estuviese sólo, porque explicar a mi cuñada que me estaba follando a una tía igualita que ella en su propia cama, vestida como ella, eso sí que hubiese sido muy complicado…
Continuará.