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Tinny, la acompañante de los 10.000 dólares
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Tiempo de lectura: 18 minutos

Era una gala espectacular, los más ricos y prestigiosos de la ciudad se encontraban en el salón. Yo, acompañaba a Arthur, un magnate que me contrató a través de la agencia para que lo acompañe esa noche. Tengo 25 años y desde hace dos estoy en el grupo zafiro, el más importante y caro de una agencia de acompañantes de New York. Por este acompañamiento la tarifa era de 10.000 dólares, de los cuales 7.500 eran para mí. Solo cuatro horas, y sin sexo. Con sexo, las cifras subían mucho…

—Freddy, mi amigo, ¿Cómo estás, tanto tiempo sin verte? Dijo Arthur a un hombre que estaba a mis espaldas.

—Arthur, que bueno encontrarnos. Te presento a Megan, una buena amiga.

—Siempre bien acompañado, ella es Tinny. Dijo Arthur.

—Un gusto conocerte Tammy. Dijo Freddy, estrechando mi mano. De pronto, lo reconocí.

Freddy me había contratado para un viaje a Europa, de tres semanas por lo que pago 50.000 dólares por mi compañía, más 20.000 por tener “contacto físico.” Lo recordaba perfectamente. Fue uno de mis mejores gentleman, un hombre refinado, culto, que no necesitaba decir de cuanto era su fortuna para que todos sepan que era billonario. Y en la cama, estaba en el podio de los tres mejores de mi vida.

Charlaron un rato, y él muy hábilmente encontró el momento de estar a solas los dos.

—Hola Tinny. Que bueno verte, tan hermosa y seductora como siempre.

—Gracias Freddy. Sos un caballero con todas las letras.

—Ahora que estás con Arthur, puedo pedirte el celular sin problemas. ¿Vos me lo querés dar?

—Contras las reglas de la agencia no va. ¿Y por qué lo queres?

—Para llamarte. Dijo riendo.

—Sos tremendo. Dije.

Obviamente se lo di. Pasaron tres semanas sin saber de él, hasta que una tarde me llamó para invitarme a cenar.

—¿Tenes algo que hacer esta noche, me gustaría invitarte a cenar? Me preguntó.

—No tengo nada, y si aparece, me puedo negar. Dije.

—Este es mi celular, pásame tu dirección y te paso a buscar a las 19 hs.

—Dale.

Le pasé mi dirección y me prepare con todo, una buena ducha, cremas, maquillaje, un vestido impactante, nunca me había preparado tanto para trabajar pensé. Hasta una tanga nueva llevaba en la cartera para cambiarme… Yo en esa época vivía en un muy lindo departamento en Manhattan, él me mandó un mensaje. Que estaba abajo, me puse perfume y bajé.

Cuando salí del edificio y lo vi, me largue a reír. Estaba sentado en una Harley Davinson, de jeans, con una remera y una campera de cuero. En la mano tenía dos cascos.

—Hola. Dijo riendo.

—Es culpa mía. Nunca te pregunte donde ni como. Dame 10 minutos desgraciado, porque tampoco me dijiste.

Subí a mi departamento, me puse unos jeans, una remera que me marcaba mucho el cuerpo, una campera de cuero, borceguíes y baje.

Recién en ese momento le di un beso rápido en los labios. Me dio un casco, subí a la moto y partimos. Un rato después estábamos comiendo dos tremendas hamburguesas en un Mc Donals.

—Me llevaste a los mejores hoteles, comimos en los mejores restaurants de Europa, y cuando te vi, me quería matar. Yo súper producida y vos…

—¿Tinny? Este es Freddy. Dijo riendo.

—Un gusto Freddy, soy Tina. Le dije.

—Ahora estamos bien. Yo por lo menos.

—Yo también. Dije mirándolo a los ojos.

—Quiero preguntarte algo, pero necesito que vos, Tina, sea honesta. ¿La pasaste bien en nuestro viaje?

—Genial, sos y fuiste un caballero todo el tiempo. Disfrute cada momento, y nunca me trataste como lo que era, una acompañante. Si todos fueran como vos…

—Yo lo pasé muy bien, pero me hubiera gustado tener más tiempo libre para divertirnos, pasear, conocer. Tuve una agenda muy apretada. La verdad, es que me quedé con ganas de compartir más momentos con vos.

—Es muy lindo lo que decís, la verdad es que también me hubiera gustado. Dije.

—Yo soy siempre el mismo, o peor. Ahora soy Freddy, como te dije. ¿Vos sos…?

—Tina. Ahora soy Tina… y te aseguro que es raro ser Tina. Hace mucho que no soy yo… Dije.

—Que bueno.

—Conozco un lugar muy lindo donde podemos charlar y tomar un par de copas. ¿Vamos? Me dijo.

—Dale, vamos. Dije.

Un rato después llegamos a un bar, muy bohemio. Había hombres solos charlando con otros, parejas tomando algo, grupos. Varios lo saludaron. Nos sentamos en la barra.

—Yo voy a tomar whisky, ¿vos?

—Te acompaño. Dije.

El barman que lo conocía, nos sirvió del mejor whisky. Los dos estábamos acodados en la barra sin hablar. Tomamos un par de tragos y yo fui la que cortó el hielo.

—¿Por qué? Pregunté.

—Porque me gustas. Dijo directo.

—Ah…

Por un rato, volvimos al silencio. Un silencio espeso. Yo pensaba en sus palabras. “Porque me gustas”. Hacía mucho tiempo que no escuchaba eso, de un hombre que no pagara por mis servicios. Me sentía extraña, fuera de mi ambiente, de mi roll de acompañante. Era yo realmente la que estaba sentada allí.

—¿Te molesta? Me preguntó.

—No. Pero es extraño escucharlo de un hombre que no me paga por acompañarlo, justo pensaba en eso. No me molesta en absoluto. Me alaga. Y mucho más estar tomando este whisky con vos. No sé cómo, si como amigos o qué.

—Como un hombre y una mujer. Punto. Podemos ser amigos, claro. Pero es una palabra muy grande para dos personas como nosotros, que nos conocimos en otro contexto, de otra forma. Voy eras Tinny y yo el empresario.

—Tenes razón. Quizás hace mucho tiempo que no soy una mujer. Dije.

Terminamos ese whisky en silencio y pidió otro para los dos. Por momento el silencio entre los dos, decía más que mil palabras. Los dos mirábamos los estantes llenos de botellas y cada tanto nos mirábamos a los ojos con una sonrisa en el rostro.

—¿Qué tenes ganas de hacer? Le pregunté.

—Dormir. Dijo.

Me sonreí y los dos terminamos nuestro whisky. Subimos a la moto y en un rato estábamos en su piso frente al Central Park. Cuando entramos tomó una botella de whisky, dos vasos y fuimos a su dormitorio. Dejo todo en la mesa de luz y en silencio nos quedamos en ropa interior. Nos acostamos, sirvió whisky y me dio un vaso. Se recostó en la cama, con la espalda apoyada en el espaldar de la cama, yo apoye parte de mi espalda en su hombro. Él me abrazó y nos quedamos en silencio nuevamente.

—Que lindo es esto. Dije luego de varios minutos.

—Hermoso. Dijo Freddy.

—¿En que pensas? Le pregunté

—En que estoy bien, que no tengo que representar ningún papel, que soy yo, haciendo lo que quiero hacer.

—¿Y eso es?

—Abrazar a la mujer que me gusta. Dijo y me hizo estremecer. Le di un beso en la mejilla y él se sonrió.

Terminamos el whisky, apagó la luz y nos dormimos. Él boca arriba, yo con la cabeza en su hombro, abrazando su pecho.

Me despertó con una bandeja con un desayuno completo.

—Buen día Tina. Me dijo sonriendo.

—Hola Freddy. Que genial que sos. Cuanto hace que no desayuno en la cama. Y no recuerdo que un hombre me haya preparado el desayuno, y te aseguro que ninguno me lo trajo a la cama.

—Disfrútalo entonces. Dijo.

—Que tipo especial que sos. Un distinto.

—¿Te molesta?

—Me encanta. ¿Qué queres hacer?

—No se tus tiempos. Dijo.

—Totalmente libre.

—Entonces, decime vos de que tenes ganas.

—No sé… Estoy acostumbrada a que piensen por mí, que me digan que vamos a hacer…

—Pone funcionar el cerebro entonces. Vos vas a decidir que hacemos.

—¿Hay alguien en el departamento?

—No, estamos solos.

—Acá cerca hay un shopping y un market. Vamos que me quiero comprar algo, y comprar algo en el market. Quiero cocinar para vos. ¿Me dejas?

—Por supuesto.

El lugar quedaba a dos cuadras, fuimos caminando. Para mi sorpresa, el de jogging. Y mayor sorpresa fue que cuando salimos a la calle me tomo de la mano. Caminábamos y yo veía que muchos nos miraban. Freddy tiene 50 años, el doble de mi edad, puede ser mi padre tranquilamente. Vernos de la mano, supongo que les parecía extraño.

En el shopping compre ropa interior, un jogging, y un par de remeras. Que pague yo. En el mercado, compre pastas frescas y otros ingredientes. Compartimos el gasto.

Volvimos al departamento y me di una ducha. Me puse solo una tanga y una remera que no me llegaba a cubrir la cola. Fuimos a la cocina y me puse a preparar la salsa de la pasta.

Nunca espere que me tome de la cintura desde atrás, y me bese el cuello. Casi de derrito.

—Me parece que me va a salir muy caro contratarte de cocinera. Dijo.

—Es algo que podemos charlarlo. Dije sin mirarlo.

—¿Podes tomarte una semana sin trabajar? No sé como es el acuerdo que tenes.

—No tengo obligación de salir si no quiero. Yo elijo con quien de la misma forma que me elijen a mí.

—Está bueno. ¿Y podes dejar de trabajar en cualquier momento?

—Sí. Cuando yo lo decida.

—¿Esta semana tenes trabajo?

—Sí, toda la semana.

Todo el dialogo fue con sus manos en mi cintura. Luego él se sentó con la notebook y yo seguí cocinando. Quiso que comamos en la mesa del comedor diario. Él puso la mesa, eligió el vino y nos sentamos a almorzar.

—¿Si yo quisiera invitarte a hacer algo, una semana?

—Podes hacerlo. Dije esperando ansiosa saber que me iba a decir.

—Te invito a pasar una semana conmigo. Solos los dos. Nadie más.

—Acepto. ¿Cuándo?

—¿Hasta cuándo tenes que trabajar?

—El viernes al mediodía quedo libre. Dije luego de mirar mi agenda en el celular.

—Perfecto. Desde el viernes al mediodía, hasta el otro domingo a la noche.

—Bien, que ropa tengo que preparar.

—Ropa interior. Y si queres, un par de mallas. Dijo.

—Tomo nota.

Seguimos almorzando y él no hablaba, su rostro era serio.

—¿Qué pasa Freddy, estas demasiado serio?

—Nada Tina, estaba organizando todo en mi cabeza.

—¿Seguro?

—Por supuesto.

—¿Qué queres hacer a la tarde? Pregunté.

—Caminar por Central Park y tomar helado. Dijo.

No hablamos mucho más en el almuerzo. Él lavo los platos mientras yo me ponía el jogging. Después salimos a caminar, tomados de la mano. Era extraño, porque no hablábamos, no necesitábamos decir nada. En un puesto compramos dos helados y nos sentamos a tomarlos.

—¿Vamos a ir a la cama? Le pregunte.

—Sinceramente, no tengo ganas. Estoy disfrutando mucho estos momentos. No pienso en ir a la cama. ¿Te molesta?

—No, no. Para nada. Dije.

Por una parte, me sentí aliviada. Yo tampoco tenía ganas de ir a la cama. Estaba disfrutando mucho esos momentos, que nunca había tenido. Por otra, estaba extrañada, un hombre no quería acostarse conmigo. Y más Freddy, con quien había estado y sabía cuánto le gustaba el sexo.

Volvimos al departamento, solo para recoger mis cosas y él me llevo al mío.

—Tina, si queres cancelar lo de la otra semana, no hay problema. Solo me avisas y listo. Yo el jueves te mando un mensaje para ver a qué hora nos encontramos el viernes, después del mediodía.

—No hay problema. Dije.

Apenas me dio un beso rápido. Entre a mi edificio y el partió en la moto. El jueves me mandó un mensaje, donde decía que me pasaba a buscar a las 14 por mi departamento. Y puntualmente estuvo allí.

En esa oportunidad fue con uno de sus autos, y con chofer, que puso mi bolso en el baúl.

—Hola Tina. Gracias por venir. Dijo y me dio un beso súper tierno.

—Freddy… Tenía muchas ganas de venir. No hay nada que agradecer. No salgas con locuras, solo traje ropa interior, mallas y remeras. Ah y un par de shorts.

—Sobra ropa.

De mi departamento fuimos directo a Teterboro Airport, para subir a su jet. De allí a Miami, Opa Locka Airport, donde nos esperaba un auto. Y allí, directo a una marina.

—Ahora comienzan nuestros días. Nos vamos en este yate. Dijo.

Era un yate de unos 30 metros, un Pershing 90. Subimos y me mostro mi camarote. Me resultó extraño pero no dije nada. No vi tripulantes a bordo. Minutos después, zarpábamos.

—Tina, como veras, estamos solos. Una semana, vos y yo solos. Ya hice aprovisionar el yate, tenemos comida para quince días, y bebida, para 20.

—¿Dónde vamos?

—A vivir. Dijo y me dio un tremendo beso.

Casi anochecía cuando llegamos a Bimini. Bajamos al puerto para cenar y luego volvimos al barco. Como siempre, la mayor parte del tiempo en silencio.

—¿Me permitís abrir una botella de champagne? Me dijo.

—Claro, ¿festejamos algo?

—Yo, que estamos juntos. Dijo mirándome a los ojos.

—Tenes razón, es para festejar. Dije.

Fue bajo cubierta y volvió con la botella y dos copas.

—Por vos, Tina.

—Por vos, Freddy.

Brindamos y nos quedamos abrazados mirando las pocas estrellas que se veían.

—¿Qué te pasaba el otro día? Pregunté.

—No quiero decírtelo. Dijo serio.

—Por favor, decime. Pienso que fue por algo que dije o hice.

—No. Estaba celoso.

—¿Cómo?

—Como escuchaste, estaba celoso por el tipo que ibas a ver.

—Dame un beso, sos hermoso. Y te cuento algo, no tuve intimidad. Era solo acompañamiento.

—Ah…

—Freddy, es mi trabajo. Aunque suene feo. Dije.

—¿A vos te gusta su trabajo? Me preguntó mirándome a los ojos fijamente.

Esa era una pregunta que nunca quise pensar y mucho menos que me la digan. Preferí ser sincera.

—Hay una parte que sí. Me divierte. Otra no. No me gusta tener intimidad. Trato por todos los medios de evitarlo. Dije seria.

—Entiendo. ¿Por qué estas acá?

—¿Por qué me tenes que preguntar algo que ni yo me quiero preguntar?

—Ya te dije que me gustas. Por eso me interesa saber por qué estas acá. Dijo mirándome a los ojos.

—Porque fuiste uno de los mejores caballeros con los que he estado, no solo en la cama. Como hombre, como persona, tu trato, tu educación, tu respeto. Y claro que porque me gustas. Después de la última noche y el día que pasamos juntos, que fue maravilloso, quise darme la oportunidad de conocerte de otra forma, no en una relación comercial. Perdón que sea cruda.

—Frontal suena mejor. Me gusta eso de vos.

—¿Por qué no tuvimos sexo aquella noche, ni al día siguiente?

—Te lo dije, no tenía ganas. Tenía ganas de hacer lo que hicimos, de la forma en que lo hicimos. Para mí no sos una cosa, ni un cuerpo descerebrado. Sos una mujer, hermosa y muy inteligente.

—¿Cuánto te jode que sea una prostituta de elite?

—Vos lo que haces es comercializar tu cuerpo. Como acompañante y en ocasiones… Te aseguro que si pintases cuadros, y no me los vendieses todos, me pondría tan celoso como el otro día.

—¿Por qué estamos solos? Supongo que tenes plata para pagar una tripulación.

—Tengo un mega yate de 80 mts. con 20 tripulantes. Preferí que seamos un hombre y una mujer solos en un bote. Sin poses ni nada que nos condicione.

—¿Vamos a tener sexo?

—¿Por qué te obsesiona tanto eso? Me contra preguntó.

—Eh… Porque… en ese terreno me siento segura… o por lo menos eso creo. Cuando estuvimos juntos en Europa, creo que la pasamos muy bien, por lo menos yo.

—De acuerdo en eso. No sé si vamos a tener sexo. Es algo que tenemos que decidir los dos. Especialmente vos… Acá sos Tina.

—¿Por qué pusiste mis cosas en otro camarote?

—Porque no sabía dónde ibas a querer dormir. Así de simple.

—Freddy, la otra noche dormimos juntos.

—Tina, no quiero forzar nada. Ni siquiera un beso…

Aunque como ahora, me muera por besarte y abrazarte contra mi pecho.

—¿Vos tenes en claro que varias personas que conoces conocen mi trabajo? Incluso he estado con algunos…

—Por supuesto que lo tengo muy claro. Y no me importa.

Eso que dijo y la forma en que lo dijo, terminó de bajar mis defensas. Ahora si era Tina. Y ese hombre me estaba llegando al corazón con sus palabras. De pronto me sentí frágil, indefensa. Y se lo dije.

—Freddy, me quebraste. Estoy a tu merced, totalmente. Me siento frágil, estoy indefensa ante tus palabras, llegas a mi corazón de una forma que me asusta, porque nadie lo hizo. Soy yo la que te pide que me abraces, necesito sentir como la otra noche, que estoy segura en tu pecho.

Me abrazo, y me recosté en su pecho. En silencio. Pasó una hora casi, y me sentía totalmente relajada.

—Vamos a dormir, que zarpamos temprano. Dijo Freddy.

Cerramos el yate y bajamos a los camarotes. Se paró frente a donde yo tenía mis cosas y me miró. Le dije que no con la cabeza, tomo mi bolso y lo llevo al suyo. Por el momento, lo deje a un costado, tome un conjunto de ropa interior y me di una ducha. Cuando salí del baño, él estaba acostado. Fui a la cama solo con mi tanga y el brazier. Me metí en la cama, me puse pegada a él y noté que no tenía nada de ropa. Lo miré sonriendo con picardía.

—No te hagas una película equivocada. Siempre duermo desnudo. Dijo sonriendo.

—Entonces yo también. Dije y me quite todo.

Me acosté y lo abrace con todo. Yo estaba con la cabeza apoyada en su hombro, acariciaba su pecho y el mi espalda.

—¿Puedo darte algo? Me pregunto.

—Si, por supuesto. ¿Qué?

—Placer y mi amor. Dijo y un escalofrió recorrió mi espalda.

Se corrió a un lado y me hizo acostar boca abajo. Se puso sobre mis piernas y sus manos comenzaron a masajearme la espalda. El desgraciado sabía cómo hacerlo. Eran masajes y eran caricias, una mezcla explosiva. Fue desde mi cuello hasta mi cintura. Cuando terminó, corrió la melena que cubría mi nuca, y comenzó a bajar por mi columna vertebral dándome besos muy suaves a su paso. Llegó hasta el punto exacto donde terminaba mi espalda.

Me hizo poner boca arriba y nuevamente se puso sobre mis piernas, sus genitales estaban sobre mi entrepierna. Ya estaba excitándome, pero verlo así, me terminó de excitar. Ahora los masajes-caricias eran en mi pecho, los costados de mis senos, mis hombros, mi abdomen, ni un roce sobre mis pechos. Interiormente lo maldije.

Y como hiciera en mi espalda, comenzó a besarme desde los hombros, paso entre mis pechos y fue bajando hasta el lugar exacto. Ni un milímetro más. Yo no daba más de placer.

Se acostó a mi lado, hizo que le dé la espalda y se pegó a mí, con un brazo haciendo de almohada para mí, y otro abrazándome por la cintura. Podía sentir entre mis piernas-cola, su pene duro. Él también estaba excitado. Corrió mi pelo, y comenzó a besarme suavemente mi cuello. Me costaba respirar, mi respiración era irregular. Tire una mano hacia atrás y la acariciaba su trasero, empujándolo hacia mí, aunque ya estábamos piel con piel.

Se quedó quieto, su boca dejo de besarme y quedamos en silencio. Yo me fui calmando, tratando de entender a ese hombre tan distinto a todos. Me había llevado a un punto de excitación tremendo para después, simplemente quedarse quieto. Pero sentía como su pecho se hinchaba en cada respiración.

—Te quiero. Me dijo al oído.

Para mí fue devastador. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Bese el brazo que hacía de almohada y me quede quieta. No quería mentirle, porque yo misma no sabía que sentía por él. Por eso me mantuve en silencio hasta que nos dormimos. Me despertó el movimiento del yate y el sonido del mismo abriéndose paso en el mar. Me puse la parte de debajo de una bikini y subí.

—Buen día. Le dije dándole un suave beso en los labios.

—Hermoso día. Como te relajaste, te dormiste todo. Hace 3 horas que estamos navegando.

—Es que lo de anoche fue, tremendo, hermoso. Yo…

—En la cocina hay café hecho. Y en la alacena, té por si queres.

—No, tomo café. ¿Te traigo?, pregunté.

—Dale, por favor.

Bajé y volví con las dos tasas.

—Freddy, anoche no quise mentirte. No lo mereces. No puedo decir que te quiero, pero tampoco puedo decir que no te quiero. No estoy confundida. Estoy… en realidad estoy descubriéndome, descubriendo sensaciones que nunca había sentido.

—No te lo dije para que me digas nada. Solo para que sepas lo que yo siento.

Delante nuestro, solo el mar calmo. El yate lo surcaba majestuoso. Al mediodía hice unos sándwiches, y comimos mientras navegábamos. A lo lejos empezamos a ver una isla, y Freddy apuntó allí. Un rato después, estábamos amarrando en un muelle. Un hombre se acercó, y Freddy hablo con él.

Bajamos y fuimos a la playa, nos metimos en el mar y jugamos a tirarnos agua. Al atardecer, nos sentamos a popa a tomar un par de cervezas.

—¿Por qué estas soltero?

—Porque no tuve oportunidad de encontrarte antes. Dijo mirando el mar.

—No te creo. Cuando yo nacía vos tenías 25 años. Ya podrías haber estado casado.

—Una estrella me dijo que tenía que esperar al amor de mi vida.

—¿En serio? ¿Qué más te dijo?

—Que el día que haga el amor con ella, se iba a dar cuenta que yo era su príncipe.

—Ahh, era una estrella vidente. ¿Algo más te dijo?

—Si, que esa mujer era muy descreída del amor, pero que con un beso mío iba a empezar a creer en él. Dijo.

—¿Ya la besaste?

—Estaba por hacerlo. Me dijo mirándome a los ojos, y tomándome de la nuca me dio un beso bestial, de pronto vi estrellitas en el cielo celeste, cerré los ojos y me entregue por completo a ese beso. Mi cuerpo se estremeció y clave mis uñas en sus brazos. Fue un orgasmo, de la nada. Sin siquiera haberme excitado antes.

Nos separamos y me tomo de las manos. Yo todavía temblaba por el orgasmo y tenía los ojos llenos de lágrimas nuevamente. Nuevamente me sentía frágil, y me abrace con todo a él. Freddy me rodeo con sus brazos y nos tiramos en las colchonetas abrazados. Sentía miedo, vergüenza de lo que era, terror a lo que dirían los demás al verlo conmigo, a que esas cosas lo lastimen. Ahí me di cuenta que lo quería. No se lo dije.

Nunca me di cuenta cuando me quito la parte de abajo de la bikini, hasta que su boca empezó a besar mis pechos, y después de hacerlo durante un rato, fue bajando lentamente a mi concha. Claro que ya me la habían chupado, pero… no ese hombre y de esa forma. Su boca me daba un placer incontenible, yo estaba totalmente mojada y cuando su lengua me penetró arranco un orgasmo gigantesco, que duró el tiempo que Freddy estuvo chupándome, acariciándome sin penetrarme son sus dedos, jugando con mi clítoris. Fueron minutos y minutos de orgasmo, mi cuerpo se estremecía y temblaba.

Su boca dejo mi vagina y lentamente fue poniéndose arriba mío. Levante un poco mis piernas y él me comenzó a besar. Los temblores y el orgasmo, no se detenían. Fueron incrementándose cuando con mucha suavidad mientras su pija fue entrando en mi concha. Bombeaba profundo y pausadamente. Sin forzar nada, sin violencia ni brusquedad. Me estaba transportando a otra dimensión, a la que nunca había llegado siquiera, ni sabía de su existencia.

Su boca no se quedaba quieta, besaba mis oídos, mi cuello, mi rostro.

—Tina, Te amo, y te estoy haciendo el amor. Me dijo para darme un beso increíble.

Perdí la noción del tiempo totalmente, éramos él y yo en el paraíso, rodeados de mar calmo, con un atardecer impresionante.

—Te amo Freddy. Dije y mi orgasmo ya me dolía de tanto placer.

Él me escucho y acabo en mí. Fue el instante más maravilloso de mi vida, lo juro. Me abrace con todo. No quería que se mueva, no podía permitir que se moviera y me despertara de un sueño increíble.

—Mejor no te digo que vi estrellitas en el cielo porque te vas a reír mucho. Dije cuando nos soltamos mutuamente.

—¿Cómo te sentís?

—Espectacular, muy mujer, muy amada, muy cuidada, muy respetada. Y sorprendida, nunca imagine que hace el amor fuera así, tan hermoso, tan impresionante, llegar a un punto donde todo es placer. Y como dijo tu estrella, me di cuenta que sos mi príncipe, que sos el hombre que nunca esperé, el sueño que nunca me atreví a soñar, el sentimiento que nunca tuve por otro hombre, amar como te amo. Dije.

—Tina, el amor se hace de diferentes formas según mi forma de pensar, con una caricia, con una palmada en la espalda en el momento necesario, con un sexo brutal, disfrutando dar placer al ser amado, dejando de lado el propio placer para dárselo a él. Hasta soñando locuras. Dijo.

—¿Locuras como qué?

—Como casarse a los 50 años, soñar con tener un hijo a los 52, o comprar una isla para construir una cabaña donde resguardarnos y disfrutar nuestra vida.

—Tres locuras realmente. Dije poniéndome seria.

—¿Qué pasa?

—Pasa que no dejo de ser una prostituta. Muy cara. Pero prostituta. Y todos te van a señalar, te van a criticar, todo por estar conmigo. Y me da miedo. Me doy vergüenza. Vergüenza de ser lo que soy. Vergüenza que por mí te señalen.

—Pues yo siento orgullo de vos. Supiste sobrevivir en un mundo de tiburones y pirañas. Pero esos tiburones y pirañas tienen mucha mierda por la que rendir cuentas. Y mucha de esa mierda yo la conozco. Y cuando abran la boca, van a tener que tragarla frente al mundo. Todos nos conocemos Tina… y sabemos quién es el débil, quien es el pececito. Y yo no lo soy. Y si vos queres, vas a ser mi mujer, la madre de mis hijos, y la que comparta esa cabaña que pienso construir en esta isla. Dijo.

—¿Esta isla? ¿Cómo es eso?

—La compre para nosotros. Hace mucho la había visto, y cuando te llamé me decidí a comprarla, para nosotros.

—Estás loco Freddy.

El preparó la cena y le salió deliciosa. Fue mi turno de limpiar las cosas de la cena. El me esperaba con dos vasos de whisky mirando la playa.

—Se me ocurrió una idea. Me dijo con unos ojos muy picaros.

—¿Por qué me da miedo preguntar que idea?

—Hagamos una fogata en la playa.

Y salió corriendo como un chico, a buscar maderas secas. En un rato consiguió suficientes y preparó la fogata. Yo lo miraba extasiada. El magnate, el billonario, el hombre que chasqueando los dedos tenía lo que quería, estaba en boxers preparando una fogata. Vino al yate, busco con que prender la fogata, una manta y yo tomé la botella de whisky y los vasos.

Con mucha facilidad prendió el fuego y nos sentamos a disfrutar el whisky. En silencio, claro. Nos servimos otra vuelta y recién ahí me pregunto algo.

—¿Sos feliz?

—Muy feliz. Inmensamente feliz. Nunca me sentí así en mi vida. Siento paz Freddy. Estoy en paz. Recién te miraba y me di cuenta que hace más de 24Hs. que no reviso el celular, que estamos en otro mundo. Nuestro mundo, un mundo que vos creaste para los dos.

—Te amo. Dijo.

—Te amo. Dije.

Él se levantó y se sentó detrás de mí con las piernas al costado de las mías, como haciendo un trencito. Me abrazo e hizo que me recueste en su pecho. Mirábamos las estrellas sin hablar. Un rato después, sola me clave un puñal en mi corazón. En una sola pregunta volvieron los miedos y la vergüenza. Me levanté, me di vuela y me senté trente a él.

—Freddy, hay algo que me está angustiando mucho. Y necesito hablarlo con vos.

—Hablemos, no hay problema. Dijo con una ternura que me desarmaba.

—Viste que hace un rato pude decirte “Te amo”. Tengo miedo que no me creas, que pienses que soy Tinny. Y no Freddy, soy Tina. Y en serio que te amo.

—Mi amor, si de algo me di cuenta en Europa, y de eso me enamoré, es que tus ojos no mienten. Dijo.

Tomé sus manos y las bese. No las solté. Faltaba la pregunta más difícil.

—¿Cómo hago para hacerte el amor?

—Es fácil: se vos. No planees, dejate llevar por tus sentimientos, tus emociones, tus necesidades, tu placer. Creo que te acodaras la última noche en París. Potencialo. Dijo sonriendo.

—Te diste cuenta entonces. No me dijiste nada.

—No era el momento, ni tuyo, ni mío. Y como te dije, tus ojos hablan sin que vos abras la boca.

—Te amo Freddy.

Me tiré sobre él y quede acostada sobre él en la manta. Lo besé con todas mis fuerzas. Nos besamos con todo. El apretaba mis cachetes con una mano mientras la otra recorría mi espalda. De pronto las dos manos separaban mis cachetes, como si quisiera arrancarlos, y segundos después una iba a un pecho y la otra hacía que lo bese con todo.

En un movimiento rápido hizo que me siente en su boca.

—No Freddy, yo quiero…

—Para que funcione bien un motor, y que entregue toda su potencia, primero hay que calentarlo. Dijo burlonamente.

—Desgraciado…

Y corriéndome la bikini se puso a chuparme la concha de una manera demencial, besaba, mordía, metía su lengua, mordía mi clítoris y jugaba con su lengua en él. Aprovechando su largo de brazos, me metió dos dedos en la concha desde mi espalda. Los dedos entraban y salían con toda potencia y velocidad, su boca, no dejaba de chupar, besar o morder.

Me dio un orgasmo increíble, mirándome a los ojos fijamente.

—Listo, este motor ya está bien caliente. Dije.

—Dejame ver, una sola prueba más. Dijo.

Y arrastrándose salió de abajo mío, me hizo poner como perrito y su lengua entro directo a mi orto. Nunca, ni a él, le había permitido tocar, besar y mucho menos penetrar mi culo. Ahora el desgraciado me tenía con mi culo totalmente expuesto, y su lengua jugando en él. Me lo chupaba, lamía y penetraba en una forma deliciosa, que claro, nunca había sentido. Me hizo estallar en un orgasmo totalmente impensado por mí.

—Freddy, por favor, basta, ya estoy demasiado caliente.

—Una sola prueba más, lo juro. Dijo.

Su boca dejo mi culo, y sentí un dedo apoyado en él. Mi excitación fue la que me dominó totalmente. Y sin pensar empecé a empujar para metérmelo en el culo. Yo empujaba y el desgraciado lo retiraba no dejándome lograr lo que yo quería.

—Ahora, sí. Creo que ya está a punto este motor. Dijo y se acostó a mi lado.

Las mil cosas que pensaba hacerle, todo lo que había planeado pasaron al olvido. Lo monté como una loca. Me metí su pija en mi concha y hacía círculos con mi pelvis y me apretaba las tetas con todo. El desgraciado sonreía. Yo pretendía verlo caliente, excitado y el sr. sonreía. Cambie de técnica. Mentira, estaba tan caliente que me puse a subir y bajar como loca.

—¿Te conté que soy socio de un club ecuestre? Vamos a ir. Se van a sorprender lo buena amazona que sos. Dijo riendo.

—Desgraciado, te odio.

—Pues yo te amo. Dijo y me volvió a desarmar.

Más caliente me puso, más lo quería volver loco. Y él seguía sonriendo. Me tire sobre su pecho. Mis besos se transformaron en pequeñas mordidas a sus labios, mi calentura era total. En ese momento el desgraciado me tomó de la cintura y me hizo quedar quieta. Dio solamente tres bombazos con su pija en mi concha y me hizo tener un orgasmo tremendo. Tres bombazos. Me di cuenta que me tenía totalmente controlada. Ni goce el orgasmo, lo quería matar, lo quería tener caliente, pidiendo por favor que lo haga acabar.

Casi sin levantarme, me puse de espaldas a él, eche mi cuerpo hacia adelante mostrándole como su pija entraba por completo en mi concha. Hubo un detalle que no tuve en cuenta.

—Bueno, si eso queres. Dijo y sentí que me apoyaba el dedo en el culo.

—No hijo de puta, no. Dije.

—Bueno, como quieras.

Antes que lo termine de sacar, lo tome con mi mano. Yo misma lo fui metiendo en mi culo. El desgraciado largó la carcajada y fue peor, porque tuve un orgasmo anal, algo que nunca había sentido. Por supuesto que lo insulte, en tres idiomas. Saco su dedo, me hizo acostar de espaldas sobre su pecho y me acariciaba y se movía penetrándome.

—Te amo desgraciado.

—Te amo Tina.

—Quería hacerte el amor con todo…

—Y te parece que no lo estás haciendo… Esto también es hacer el amor con todo. Jugando, seduciendo, volviendo loco al otro mintiendo que uno no siente nada, y volviéndolo más loco de esa manera.

Sus manos recorrían mis pechos, mi clítoris, me besaba el cuello, los hombros. Me levante y me puse otra vez mirándolo y con la pija en mi concha. Subía y bajaba lentamente, estaba tan caliente que era otra persona. Era yo.

—Sabes Freddy, tengo muchas cosas que decirte. Como que nunca un hombre me hizo el amor. Y ahora entiendo porque no querías coger. Y doy gracias por eso. Porque conocí a Freddy. Un hombre maravilloso, que con una tranquilidad increíble, fue llevándome por un camino que nunca transite. Y ahora, entendí eso de ser yo. Esta soy yo. Frágil, temerosa de perderte, enamorada por primera vez.

Como contarte todas las sensaciones nuevas. Como contarte que me tocas y me excitas. Que me miras y siento que estoy viva. Que puedo estar horas en silencio hablando con vos.

Me acerque y lo besé con todo. Puse mi boca en su oído y nunca pensé lo que dije

—Ámame, Freddy.

Él tomó mi cara y me dio un beso increíble. Se empezó a mover con todo. Yo sobre él, él dentro de mí abrazándome, acariciándome, besándome. Se levantó un poco y chupaba mis tetas como loco, las mordisqueaba suavemente, yo deliraba. Sus manos fueron a mi culo y me lo apretaba, sus movimiento se hicieron más fuertes, sus besos en mis pechos mucho más calientes. Sus succiones a mis pezones más profundas. Por favor, que manera de hacerme gozar.

—Mi amor, soy todo tuyo. Me dijo.

Lo que siguió fue otra experiencia que nunca había vivido, él se movía con todo yo hacía lo mismo. Apretaba su cabeza contra mis pechos. Dios, que tremendo hombre, como me hacía ser yo misma. Llegamos los dos juntos, sentí como se derramaba en mí. Los dos repetíamos lo mismo: “Te amo”.

Me levante y vi su pija cubierta de semen y mis jugos. La chupe por varios minutos, incluso ya flácida. Los dos nos sentamos frente al fuego, el agrego unas ramas y brindamos con whisky.

—Sos una mujer increíble Tina, te amo.

—El increíble sos vos. Te juro que tengo miedo de despertarme. Esto es un sueño, un sueño maravilloso, con un hombre maravilloso.

—Aduladora.

—No te das idea lo feliz que me siento, hiciste que descubriera mi yo. Que descubriera que detrás de la acompañante hay una mujer. Una mujer que aprende a cada instante a gozar a un hombre maravilloso, tierno, dulce, gracioso, y aprende a ser mujer. Aprende a transmitir lo que siente su corazón. Te amo.

—Me alegro. Dijo riendo y le pegue en un brazo.

Apagamos el fuego, juntamos las cosas y fuimos a dormir al yate. Pero antes, nos metimos en el mar a jugar un poco. Dormimos abrazados. Como parecía normal, cuando desperté Freddy no estaba en la cama. Me di una ducha, me puse una bikini y subí a cubierta.

—Princesa, buenos días.

—Mi héroe, buen día.

—¿Héroe?

—Sí, me rescataste a la vida.

—Que melodramática. Dijo riendo.

Le di un beso tremendo, el me abrazó con todo. Fue él quien preparó el café. Mientras lo hacía baje a buscar mi celular. Cuando vino con el café yo estaba tratando de ver si tenía señal.

—No vas a tener señal. Si queres prendo la conexión de internet. Dijo.

—No… quería hablar por teléfono.

Freddy se levantó y trajo un teléfono satelital y me dijo como usarlo.

—Hola Chris, te habla Tinny. Estoy con el manos libres.

—Hola Tinny. ¿Qué pasa?

—Chris. No trabajo más. Por favor, sácame del sitio.

—Tinny, preciosa, sabes que sos muy demandada. Estas en la cima.

—Y me retiro en la cima. Fue todo para mí. Ahora no estoy en NY, cuando vuelva, paso a saludar y cerrar los números.

—¿Pasó algo? ¿Tenes algún problema? ¿Necesitas ayuda?

—No, todo está muy bien. Y estoy maravillosamente bien. Gracias por preguntar.

—Bueno, nos vemos cuando vuelvas.

—Un beso.

Y corte la comunicación. Le devolví el teléfono mirándolo a los ojos. Comenzaba una nueva vida para mí.

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