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Terminé en el cuarto desnudo ante mi suegra (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

—Ahora viene mi verga suegrita, dentro de ti —ella solo sonrió y como buena perrita obediente, abrió sus piernas y dándose golpeteos con la palma de sus manos en su vagina, me invitaba a penetrarla.

Me acerqué a ella, mi verga estaba tiesa viendo tal espectáculo de mujer.  Puse mi verga en su vagina y como buena puta que se había convertido, gimió y acercó su pelvis hacia mí, obligando a que entrara toda mi verga.

—Párteme papi, soy toda tuya, empálame con esa vergota y bombéame hasta que me dejes repleta de semen —tremendas palabras salían de la boca de mi suegra, que después de probar mi semen y mi verga, desconocía totalmente a aquella suegra recatada y tímida que siempre era.

—Eres mi zorrita suegra, me obedecerás de acá en adelante, me entregarás tu vagina y tu culo donde te lo pida y a la hora que te lo pida, así como tu boquita y lengüita siempre dispuesta a chupar mi verga ¿entendiste? —le decía a mi suegra mientras no dejaba de penetrarla.

—Si papi, soy toda tuya —sus tetas se movían para todos lados de lo duro que la penetraba— soy tu zorra, tu perrita, báñame en semen papi —sus gemidos eran incontrolables, gritaba cada vez más fuerte, su rostro cambiaba, me miraba con ganas de comerme a mordidas, sus caderas se movían haciendo que mis bolas chocaron muy fuerte con su culo, el sonido era demasiado excitante.

La tomé de los pies y los levanté a mis hombros y comencé a penetrarla tan rico, que ella se desvanecía, ahora sus tetas y cabeza se movían por todos lados de lo elevada que estaba mi suegra, de lo excitada que se sentía, la tomé de los brazos y la levanté y como en un juego de niños, ella se mecía y caía en mi verga, cada penetrada era más fuerte y se notaba en sus gritos al ritmo de cada embestida.

La solté, ella se veía cansada.

—Te ves cansada suegrita, ¿los años me la tienen así? —le dije mientras reía.

—Cállate, que aún me quedan ganas —ella aun boca arriba, se tomó las piernas elevando más su pelvis, puse una almohada debajo de su culo y vi cómo se le abría el ano— ¿lo deseas mi amor? —cada vez que se ofrecía a mí, me hacía excitar a mil.

Escupí en mi verga y en su culo.

—Lámelo, tranquilo que soy muy aseada, ¿me complaces?

Me acerqué a su culo y comencé a lamerlo.

—Ayyy por Dios —gritaba mi suegra— mi hija ha de disfrutar mucho contigo.

—Algún día hacemos un trio suegrita —le dije en parte broma, pero lo caliente que estaba me hacía imaginar tener dos mujeres con tal apetito dispuestas a satisfacerme, que no dudé en proponérselo.

—Si la convences, yo estoy dispuesta —no dije nada, sabía que era difícil convencer a mi esposa de querer coger junto con su mamá, así que seguí lamiendo su culo que se abría y cerraba, se notaba lo feliz que estaba su ano.

Puse mi verga en su ano, mi suegra sacó su lengua para mojar sus labios y cerraba los ojos.

—Mírame perrita —le dije cacheteándola, lo cual y no era de sorprenderme, nos encendió mas.

Empecé a meter mi verga en su ano, se sentía muy apretado, al parecer mi suegra no lo había hecho mucho por atrás, pero se sentía delicioso, mi pene parecía a punto de estallar de la presión en su ano.

Ella abrió su boca, la abría cada vez más, como si sintiera que mi verga iba a salir por su boca de lo profunda que la sentía, ella daba respiros fuertes, como aguantando, parecía dolerle, me aruñaba y golpeaba el pecho, cerraba sus ojos fuerte.

—Me duele papi, me duele, pero no te detengas, quiero tu leche en mi culo.

Seguí bombeándola.

—Siento que me vengo suegrita —mis palabras fueron como felicidad para ella, sonrió y me miró.

—Quiero que te vengas ya mi amo y me veas al hacerlo, quiero ver tu carita de excitación para recordarla todas las noches cuando no estés y me masturbe pensándote.

Comencé a venirme, era una delicia, abría mis ojos, sentía que salía con más fuerza que antes m semen, que chorreaba todo su ano con mi leche, la respiración se me iba.

—Siii, suegrita —le decía mirándola fijamente a los ojos y tomándola del cuello, apretándola fuerte, ella me tomó de las muñecas.

—No te detengas, no te detengas, más fuerte —así que la bombeaba más fuerte y la apretaba más fuerte hasta terminar mi venida.

Caí en la cama prácticamente sedado ante tal salvajismo en esa cama.

—¿Te lo limpio? —mi suegra parecía no tener tope y me fascinaba.

—Anda, comienza a hacer tu trabajo —le dije mientras se acercaba a mi verga.

Ella no dejaba de chupar, me mordía mi verga, la miraba con tanto deseo que hacían que tuviera ganas de donde ya no habían, hasta que oí unas llaves en la puerta de la casa…

Continuará…

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