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Tercera vez: Tarde de lluvia
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Tiempo de lectura: 5 minutos

La tercera que tuvimos sexo, fue la primera vez que lo invité a mi departamento; recuerdo bien, que la tarde amenazaba con lluvia; un gris denso cubría el horizonte, el aire soplaba intenso y frío, haciendo el ambiente muy íntimo; el ansia me desbordaba, había planeado y deseado tanto aquel encuentro; quería asaltarlo con una sorpresa, y lo primero que se me había ocurrido era esperarlo desnudo; acto, que prácticamente me ponía un letrero en la frente de, "cógeme".

Ambos sabíamos de que iba el encuentro; se la había pasado previamente, argumentando todo lo que me iba a hacer, imaginación le sobraba, y eso me había excitado de sobremanera, me lo imaginaba tomándome por las nalgas, poniendo su verga dentro de mí, haciéndome suyo a su manera y a su voluntad; la expectativa de aquella cita era alta, y yo, tenía que estar a la altura del encuentro.

Golpearon a la puerta, supe que era él, mi pulso se aceleró, mi nerviosismo era notorio, abrí la puerta, entró y al verme desnudo, dudo unos segundos a causa de mi desnudes, quizás esperaba una charla o ir más despacio; viendo lo que había, fuimos directo al grano; me rodeo el cuello con su húmeda boca, chupando despacio, me tomo por las nalgas y deslizó un par de dedos hacia mi esfínter, lo frotó con las yemas, buscando entrar, acción imposible de ejecutar, por la falta de lubricación, pero él no desistió, sus intentos me prendieron más; lamió y chupo mis pezones; mi erección se hizo manifiesta; desesperado luchaba por sacarle la ropa; desabotoné su pantalón, una vez conseguido esto, lo puse de espaldas a la pared, le saque la camiseta y le baje el pantalón hasta los tobillos junto con la ropa interior, su erección emergió plena, ofreciendo a la vista todo el esplendor de su hermoso pene; me hinqué, lo acaricié y deslice su prepucio, dejando su glande al descubierto, tornado de un color levemente morado; por la uretra se filtraba un líquido viscoso y transparente, chupe suavemente, estaba dispuesto a comerme esa verga, antes de ofrecerle mis nalgas; la saboreé con delicadeza, centímetro a centímetro la recorrí, tenía la verga durísima (más dura que otras veces), sus fluidos llenaron mi boca de su sabor sexual, los bebí complacido; chupando delicioso y pronto empezaron sus jadeos; mi excitación se multiplicó, introduje lo que me cupo de su verga en mi boca con suavidad, chupe profundo, suave, saboreando y recorriendo ese pedazo carne; lamiendo y chupando desde su escroto hasta la punta de su verga; con tal maestría, lo hacía disfrutar y yo disfrutaba. Se desato un una aguacero torrencial…

Me llevo a la habitación y me tumbo en la cama boca abajo, abrió mis nalgas y hundió su lengua en el ojo del culo, lamió lentamente desde el perineo hasta donde se unen mis nalgas por la espalda baja, mordisqueando a momentos las paredes internas de mis redondos y carnosos glúteos, se detenía en mí esfínter, sentía la dureza y humedad de su lengua intentando entrar en mí, eso me hacía enloquecer; por ratos me azotaba las nalgas, con las palmas de su manos, golpeando con más fuerza cada vez; luego se hundía de nuevo, devorándome el culo con voracidad; me llenaba de excitación cada lamida, cada roce de sus dientes, cada beso que sellaba en mi palpitante orificio, cada vez más ávido de su durísimo miembro; me tomo por la cintura y me llevo hacia él; mis rodillas se apoyaron en la orilla del colchón, mi pecho contra las sabanas, mis nalgas asomaban por fuera de la cama, mis brazos extendidos a los lados, tomó lubricante y lo dejo caer por la división de mis nalgas, aplico lubricante en su glande y lo dirigió hacia mi esfínter, haciendo presión; Métela! Le dije; no hubo obstáculo a su dureza, su verga se abría paso dentro de mí, deslizándose lentamente, mi esfínter cedía, sintiendo como se abrían mis pliegues, cuando estuvo dentro la mitad, de un empujón me la metió toda, buscando su límite en mis nalgas; mi culo se tragó su miembro completo y en mis contracciones lo hundía más en mí, deglutiéndolo y adaptándome a su forma; sus manos apresaron enérgicamente mis caderas; empezó a entrar y salir; salía casi al completo, dejando la punta dentro y de un impulso de su pelvis la metía de nuevo hasta el fondo, se movía cada vez más rápido, cogiéndome duro!

Su verga torturaba con placer de manera impune, sus caderas estoicas iban hacia adelante y hacia atrás en una acometida placentera, una exquisitez; no había resistencia de mi parte, mi rostro apoyado a un costado del colchón, dibujando los gestos del placer; se movía en un va y ven muy rápido, había un halo de inspiración en sus movimientos, como un esteta dotado de gracia; con esa locura creativa que tienen algunos; de vez en vez gemía por esfuerzo y del goce, sus manos se debatían entre sujetar mis caderas o azotar mis nalgas; por momentos las separaba, buscando entrar lo más profundo posible; mi respiración se aceleraba y jadeaba, tome aire hondo; era un acto de recompensa, voluntarioso, un acto del que nadie debería privarse; el roce de su verga por dentro de mi lubricado culo era inobjetable, enajenado, lo desee más; Que rico, cógeme así, rico!…

Su pelvis golpeando mis nalgas, impetuoso, como el océano furioso azotando las rocas una y otra vez, era un potro en pleno galope, seguía, embestía; una bestia en brama, acometiendo sin tregua, cada vez más rápido; mis nalgas heroicas, firmes en el frente de batalla, enrojecidas por la lucha, recibiendo con gentileza su durísimo miembro, consintiendo el acto; tenía el culo ancho de tanto forcejeó; en cada metida se dejaba sentir su devoción por el acto; en un arrebato de total frenesí, se hundía una parte suya, como un amalgama de instintos y goces; los cuerpos mojados, calientes, lujuria derrochada; su dureza era infinita, una ricura cada fricción, agradecí el acto, agradecí por su pene hermoso y de un grosor colosal, agradecí por mis nalgas que se entregaban sin objeciones, por mi invadido culo, sometido y satisfecho; una escena digna de la remembranza, de un canto o epopeya, éramos héroes ocultos, dos depredadores en busca de su hegemonía, él, con su virtud en el dar y la mía en el recibir…

Lo desee adentro, siempre adentro, pugnando por el goce suyo y por el mío, mi boca conservaba el sabor de ese hermoso falo, cerré los ojos recapitulando el momento…

De nuevo me había entregado a él, me rendí a su viril miembro, le ofrecí como premio, mis nalgas muy abiertas, como lo exigía la postura en la que me encontraba, para guardar lo suyo dentro de mí y hacerlo mío; un irresistible panorama, que tomo sin reparo; y luego, paso a formar parte de aquel cuadro, enloquecí como las veces anteriores, le pedí casi al ruego entre gemidos, que me hiciera suyo, que me la metiera, quería sentirlo, quería gozarlo, quería cogerlo; Por favor, culeame! Culeame rico! Culeame por favor! entraba y salía una y otra vez; perdí noción del tiempo, luchaba por no venirse, llevando el mismo ritmo, sin parar, entraba y salía una y otra vez, sin descanso; había mucha decisión en sus actos; poco después se detuvo, saco su miembro de mí, lo restregó por todo el canal que divide mis nalgas, para después meterlo de un solo golpe hasta el fondo, gemí… Aaaay que rico! Que rica verga tienes!

Lleve mis manos más allá de mis caderas y de un movimiento delicado, jalé de mis nalgas ofreciendo a voluntad mi adolorido culo bien abierto, que se fruncía en espera de su invitado, facilitando la labor; empujo su verga hasta el fondo sin usar las manos, salía por completo y volvía a entrar, repitió ese acto varias veces, solo encontró limites cuando su pelvis se estrellaba en mis nalgas; esas estocadas desbordaron mi excitación… Me rompes! Dije… Mi voz ahogada por los jadeos y mi respiración agitada, intuyó mi goce; quito mis manos y volvió a tomar mis caderas con fuerza, de nuevo, metió su rígida verga hasta el fondo, entraba y salía más rápido que al principio; Cógeme duro! Dame tu verga!

El sonido de su pelvis rebotando en mis nalgas, hizo eco en la habitación, un vitoreó a su triunfo (clap, clap, clap), Apreté las sábanas con mis manos, mis jadeos se esparcieron. Mis gemidos multiplicados eran intensos, eran gloria, eran el pico de mi goce, la exaltación del sexo; el también gimió, llevo mis caderas hacía atrás y las atrapó a su pelvis, se quedó inmóvil, mi culo apresó de manera intermitente su dura verga con mis contracciones; me apretó con más fuerza; Por favor adentro, vente adentro! Supliqué; sentí las palpitaciones de su pene dentro de mí y como un calor me invadía, gimió fuerte, supe inequívocamente que se había venido; que rico se sentía. Se mantuvo dentro mío un rato más y lentamente empezó a salir, sentí su verga desplazarse centímetro a centímetro, en cada contracción, mi esfínter succionaba, en un acto de retención.

Después de unos minutos, salió por completo, me incorporé, por mis piernas escurría su espeso y aun tibio semen, sin decir nada, nos bañamos, nos vestimos; la lluvia había cedido, dispuso a marcharse con la consigna de venir a visitarme más seguido.

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