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Tecnología de punta (I)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hola, mi nombre es Juan Torrelles. Ingeniero en informática. De 31 años, casado desde hace casi 3 años. Jefe del área de T.I. de una corporación importante del gobierno.

Habito en un complejo urbano exclusivo de Valencia. Apenas 30 grandes casas. Vivo aquí desde hace 5 años y fui de los pioneros en asentarme definitivamente. Considero de importancia la seguridad. Y la ejerzo en mi propiedad, aunque desde que la urbanización fue llenándose y más aún desde que me casé, la seguridad interna ha sido descuidada.

Mi esposa es toda una atleta de fitness y participa en competencias de alto nivel, sus abdominales son una piedra y se destacan “sus chocolates”. Sus tetas derivan de la silicona.

Es mi deber llevarla en las mañanas al gym y luego ir por ella cerca del mediodía. La dejó en casa y regreso a mi oficina. Donde almuerzo algo ligero hasta las 5 o 6 de la tarde, cuando retorno a mi hogar y cenamos juntos.

Es nuestra rutina diaria y todo iba de maravilla hasta hace casi cuatro meses.

Todo fue normal esa mañana, la dejé en la acera que da acceso al edificio donde funciona el gym, que esta a dos locales de un cruce con otra calle. En la siguiente manzana o cuadra, hay un puesto de ventas de jugos naturales. Decidí disfrutar de un jugo de natural de naranja y me estacioné, justo en ese momento ocurrieron dos hechos que sumaron su aparición: 1.- detrás de mí se estacionó un camión mediano que ocultaba mi vehículo de la salida del gym, y 2: mi esposa salió de gym y se subió a una camioneta silverado azul con negro y cruzar en la esquina a la derecha.

Todo lo pude ver desde mi asiento, con mis espejos retrovisores. No reconocí la camioneta, pero si era ella, ese color naranja con gris es llamativo.

Compré el jugo y me fui a la oficina. Casi al cumplirse el plazo para ir a buscar a Miranda –así se llama mi esposa- le pedí el carro prestado a un subalterno, le dije que mi camioneta presentaba una falla y me fui como 20 minutos antes de la llamada habitual de Miranda.

Me ubiqué en la misma acera, como 20 metros antes de la entrada, no espere mucho cuando apareció la camioneta azul. Vi al conductor, le reconocí porque era un empresario conocido por los éxitos en sus empresas. Ella descendió, entró al edificio y apenas desde el mismo primer piso, extrajo su móvil y me llamó.

Le dejé sonar cuatro veces y respondí. – Voy en camino. Colgué de inmediato. La sangre me hervía. Quería darle una coñaza apenas entrara, pero necesitaba saber más antes de actuar. Esperé unos 10 minutos, encendí el auto y le llamé. – Estoy llegando- colgué.

Un minuto después hice sonar la corneta y ella estaba dentro del edificio y me ubicó sorprendida por no estar en mi carro. Salió hacia mí.

Le explique que la camioneta no quiso encender y ya estaban 2 técnicos revisándola.

Así pasé toda la tarde, pero decidido a recabar toda la información necesaria activé el sistema de seguridad, consistía en cámaras y micrófonos bien ocultos y disimulados en todas las habitaciones, cocina, sala, baños y área externa, en total 16 cámaras. Dispuse de un disco duro de 250 Gb para recopilar todo. Ahora podía verla en tiempo real y escuchar su voz.

La ubiqué por primera vez saliendo del baño de prisa y respondiendo una llamada.

– Hola papí. Como estás… – Si vengo llegando del gym y estoy saliendo de la ducha… mañana? (por un momento pude asegurar que hablaba con su papá, cuando la siguiente respuesta me dejó en el aire)

– Si mi amor, me voy a depilar para ti… ¿quieres que Nataly venga con nosotros?, perfecto ella menea ese culo demasiado bien y le encanta tragar semen… si… estoy desnuda… quieres una foto… bueno (y se tomó una selfie de su busto aún húmedo)

Salió del baño, puso el altavoz del celular y pude oir claramente la voz del hombre:

– Mami, ve a tu habitación y dame más. Anda

– Voy papi – y se apresuró para subir a nuestro lecho y tomarse no menos de 6 fotos, con las pierna abiertas, desde atrás mostrando las nalgas firmes, abriendo su vagina con el pulgar y el índice. Y respondió

– Ahora tu papi, muestráme tu verga, negra inmensa: él dijo

– Cuando llegué a casa, si mi tio llegó, seguro le encantará que llenemos tu móvil de nuestras vergas, ¿si?

– Bueno, chao, debo cocinar. – chao, -dijo él.

Hasta el momento tenía claro algo: mi esposa hacía el amor en grupo de tres o cuatro. Al menos tenia dos amantes al mismo tiempo. Tenia relaciones lésbicas. Era insaciable y yo no lo sabía.

Reflexioné que fue oportuno no volverme loco al mediodía. En mi pc tenía un programa especial. Pero debía endulzarlo para que ella instalara esta app en su móvil.

Le hice una transferencia de Bs. 3.000a a su cuenta. Cuando estuve seguro que su móvil había recibido la información, le llamé.

– Cariño ¿mío como estas?

– Bien mi amor – y pude ver como se metía dos dedos en la boca, en el gesto clásico de querer vomitar. Le dije:

– ¿Te llegó una transferencia de Bs. 3000?

– Si papí ¿y eso?

– La empresa nos dió un bono aun mayor, pero no puedo transferirlo por razones de seguridad. Si deseamos que los montos sean mayores y te lleguen directamente, debes aceptar una app que ellos indican, así tendrás los montos directos a tu cuenta, y yo ni me enteraré y no tengo problemas, te amo y quiero que seas capaz de comprar lo que desees a ti y a tu familia, ¿si? – vi como se alegraba y casi brincaba de gozo.

– Como tu digas mi amor.

– Bien cariño, ya te la mando.-y el envié la app.

De inmediato pude ver como la descargaba y la aceptaba. Casi al mismo tiempo, le transferí Bs. 5.000. Ahora brincaba de alegría y yo tendría toda la información suficiente para acumular pruebas de su infidelidad si enviaba o recibía fotos, además de poder grabar todo que ella dijera, con el móvil aún apagado, y poder saber donde se encontraba por GPS.

No tardó el llamar a su amiga Nataly, yo la conocí porque vivía en la misa urbanización. Estaba explotada, tetas y culo hechos a la medida King Size. Moreno su cabello a la cintura delgada. Era difícil no mirarla.

– Hola marica. Donde estás, vente de una.

– Voy, déjame ponerme algo encima.

Mi adorada esposa, buscó una botella de vino de la nevera de vinos y la abrió. Sonó el timbre, era Nataly por supuesto, en una bata de casa de botones, se arrojo sobre Miranda y se besaron con una profundidad y ganas que mi verga se estremeció.

Fuera la bata y nada debajo de Nataly, Miranda se subió la blusa y tampoco nada debajo. Lo que si había debajo del sillón eran dos cajas, las sacaron y extrajeron vibradores, uno como de gel transparente y otro color piel humana, ambos bien gruesos y grandes.

Se lamieron las cucas en un 69 prolongado y aunque los móviles de cada uno sonaron, ninguna respondió.

Me fui al baño de mi oficina con mi laptop, estaba demasiado excitado al ver a esas dos hembras dándose placer.

Ahora se penetraban mutuamente con esos consoladores inmensos y yo me masturbaba como no lo hacía desde hace años.

En un momento Nataly abrió las piernas y debió tapar su boca, estaba eyaculando o acabando como si orine saliera de su cuca. Y entonces, Miranda lamió, bebió tragó todo lo que pudo, su cabello, sus pechos, empapados en aquella sustancia blanquecina. Nataly se contorsionó presa de un intenso orgasmo y Miranda se puso de espaldas a la alfombra con la boca abierta en espera de más leche de Nataly, y la recibió con ansia y alegría, Sonreía Miranda, más satisfecha que Nataly… le dijo

– Te gané, acabaste antes que yo- Nataly respiraba profundo y comentó:

– Te haré acabar zorra, como la perra que eres y se colocó sobre Miranda y le dio una sorpresiva bofetada, ZAZ!!!

– Si mi amor, dame más, dijo Miranda y comenzó a tocar su clítoris con fuerza.

Nataly, se inpulsó para darle otra bofetada, pero no fue en la cara, fue en una teta y Miranda gritó.

– Coño de tu madre, si, dame más!- y Nataly descargó su puño directo a su cuca,

– Aah – dijo Miranda y empezó a empujar su puño cerrado dentro de Miranda, quien miraba con los ojos entornados, henchida de placer

Cuando el puño casi estaba dentro, con la otra mano Nataly le propinó otra bofetada y Miranda, comenzó a temblar, a convulsionar y a gritar

– Coño si, ya, rico, métela toda

Yo no pude contenerme más y eyaculé abundante y sabroso.

Nataly metió su puño y Miranda lo abrazó como si fuera un bebe, encogiendo sus piernas y temblando sin control.

Cerré mis ojos y quité mis audífonos, miré la pantalla. Miranda y Nataly se besaban con una profunda ternura, lentamente.

En un primer momento tuve como meta, pedir el divorcio.

Después de lo ocurrido y la forma como me sentí. Ya no estaba tan seguro.

Quería recabar todas las evidencias posibles, además de conocer con mayor precisión, lo inmensamente zorra que es mi mujer. Y si eso implicaba algún goce como el vívido, bien valía la pena le sfuerzo.

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