Cada mañana después de despedir a mi esposo al trabajo y a mi hijo a la escuela acostumbro a tomar café en la pequeña e improvisada sala de la casa, como toda señora de barrio me doy cuenta de las actividades de los diferentes grupitos de mujeres que se juntan en la calle ya que la ventana del cuartucho da hacia la calle precisamente.
Pero ahora, en particular, observo al grupillo de malvivientes que se reúne en la contra esquina, al parecer, no tienen vida social, se emborrachan y se drogan durante todo el día, y ahí han estado siempre, solo que ahora observo a uno en particular y al parecer él me observa a mi sin bajar la mirada, aun a pesar de la cortina que nos divide y que no permite ver de afuera hacia adentro siento su mirada buscándome.
Su aspecto desgarbado con sus pantalones cholos negros, sus botas tipo militar, su playera de tirantes negra y su gorro lo distinguen entre los demás, aparte su risa burlona y estridente que antes me molestaba ahora lo hace ver lindo.
Se que me comprometí a verlo cuando él quisiera, por eso no me siento mal cuando lo veo enfilarse hacia la casa, un mar de sensaciones me invaden, inconscientemente y pensando que el momento llegaría tarde o temprano, desde nuestro encuentro intimo a diario me he arreglado el pelo y el maquillaje, debo admitir que solo uso tangas para la intimidad con mi esposo pero esperando la ocasión siempre tengo listos mis coordinados de brasier y tangas de diferentes estilos, con la única minifalda de mezclilla que tengo desde antes de casarme y que ahora me queda a la perfección, apretando y sujetando mis nalgas con firmeza.
Sin prisas desabrocho un par de botones de mi blusa blanca transparente de manga larga, me quito las chanclas y me coloco las únicas zapatillas de tacón alto que tengo, son las de mi boda, pero aún me quedan bien.
–Buenos días, ¿está el Pato?, así le dicen a mi hijo
–No, está en la escuela –le digo disimulando mi emoción pues va con sus amigos.
–¿Gustas esperarlo? –Ya no tarda, deseando que entre.
Un rotundo “no gracias” me aterriza, se suben en sus motos, se alejan dejándome decepcionada y triste.
En fin, comprendo la situación, demasiado bueno para ser verdad, me repito una y otra vez, me cambio cubriéndome con mi bata de baño, me resigno a hacer las tareas propias de una ama de casa, no sé cuánto tiempo pasa, mi hijo llega de la escuela y me avisa que va a salir con su novia yo solo atino a decirle que no llegue tarde pues estoy dándome una ducha fría esperando que se me bajen un poco mis ansias de hembra herida.
Salgo del baño con mi bata y la clásica toalla sobre mi cabeza intentando no resbalarme, levanto la mirada y él está ahí, en la puerta, mirándome con los brazos cruzados, bajo la mirada y veo su enorme bulto, mis pezones empiezan a erectarse al ver semejante paquete, olvidando su desdén le sonrío entrando a la casa, él me sigue.
–¿Le puedo pedir un favor?
–Dime –pensando en que me va a salir con una tontería.
–¿Puede ponerse la ropa que traía en la mañana?
Le sonrío, encaminándome al cuartucho que usamos de recámara con mi marido, él no me sigue, se queda fuera esperando, con tranquilidad me coloco una a una las prendas, arreglándome para él y es que a pesar de mis 45 años soy una mujer muy bonita y de buen cuerpo con un trasero parado y firme y mi delantera, aunque no grandes, pero si redonditas, firmes y paraditas.
Salgo, sus ojos pigmentados de negro no hacen más que mirar mis pechos, clava sus miradas en mis pezones rígidos, me acerco y apoyo mis pechos en su pecho, él me toma de las nalgas apretándome contra él, una mano en cada nalga, mientras lame mi cuello, lentamente desabrocha uno a uno los botones de mi blusa, me la quita, me quita igual el brasier.
El dragón agarra mis senos con sus dos manos y me los empieza a chupar y a morder, como si fuera un bebe muy hambriento, le quito la gorra y le doy besitos tiernos en los tatuajes que tiene en la cabeza, va de un pezón a otro constantemente, succionando cada uno de ellos, incluso también por momentos juguetea con ellos utilizando su lengua.
Es algo diferente y placentero ver a alguien que no es mi esposo disfrutar de mis pechos, disfrutando sus caricias comienzo a tocarme la vagina, masturbando mi clítoris.
Luego de unos minutos suelta mis tetas, se desabrocha el pantalón y saca su verga completamente rígida rezumando su líquido pre seminal copiosamente, se masturba mirándome.
–Chúpemela –me ordena.
Me resisto de momento, pues nunca he chupado un pene, su tatuaje de demonio en su pubis me mira retador, coloco mi manita sobre su verga, lo masturbo.
–Chúpemela –jadea.
No me queda de otra, quiero complacerlo, así que me hinco y comienzo a lamerla con recelo, el me mira, conforme voy lamiendo me doy cuenta que su sabor y olor no me disgusta, así que mis lametones suben de intensidad.
–Métasela en la boca –bufa.
Y así lo hago, primero solo la punta oyendo como él gime levemente, gemidos que van aumentando a medida que meto más su instrumento en mi boca, su sabor acido y agridulce me hacen que se la chupe con fuerza.
Su excitación crece, me toma de la nuca con sus dos manos y me empieza a jalar hacia delante y hacia atrás como si estuviera cogiéndome por la boca.
–Glup, gluop.
La saca junto con mucha de mi saliva, lo miro con algo de vergüenza pensando en que quizá piensa que me da asco, sin embargo, noto que a él le excita ver mi saliva cayendo hacia mis pechos, así que vuelve a meter su pito en mi boca con la misma brutalidad provocando que lo sienta hasta mi garganta, se queda quieto, estoy prácticamente besando su demonio tatuado en su pubis.
Explota en mi garganta sin soltar mi nuca, trato de zafarme ya que lo considero asqueroso, pero en mi último acopio de fuerza de voluntad me restriego en su bola que tiene por testículo intentando tragármela, siento sus gruesos chisguetes en mi frágil garganta, ahora ya no lo considero asqueroso si no excitante, su sabor no me disgusta.
Me siento extremadamente sucia entre tanta saliva y semen por mi boca, cara y pechos, pero a la vez feliz viéndolo ser feliz.
–¿Te gustó? –Le digo mientras limpio su gloriosa verga con la lengua
–Mucho –me contesta
Quiero seguir, pero la voz de mi marido gritándome para que abra la puerta porque olvidó sus llaves nos hace sonreír.
De nuevo como si fuera una chiquilla lo tomo de la mano, me acerco a la ventana abriendo lo necesario enrollándome en la cortina colocándolo detrás de mí para que no lo vea.
–¿ Que chingados haces? ¡ábreme!
–Este, me estoy bañando –respondo.
A pesar de las circunstancias, el dragón empieza a tocarme al sentir mi complicidad.
–pues pásame las pinches llaves o ábreme –bufa.
Los ágiles dedos de mi joven amante hurgan en mi sexo, como puedo, me las arreglo para contestar:
–Deja voy por ellas –le digo respingando en un pequeño saltito ya que Dragón inserta un dedo en mi ¡ano!
–¿Qué chingados te pasa? Olvídalo, voy a tragarme unos tacos, que pendeja eres.
Me dice pasándome su mochila de herramientas casi aventándomela, quiero reclamarle al pendejo, pero las piernas se me doblan al sentir la lengua de mi amante lamiéndome el ano.
Como puedo lo separo de mi para cerrar la puerta con llave y seguro para estar más tranquilos, incluso prendo la bocina que tengo en una esquina, pongo música y le subo casi todo el volumen previniendo lo que se me avecinaba intuyéndolo porque el se desnuda viéndome ir de un lugar a otro.
Me toma sin prisas, hace que le dé la espalda inclinándome sobre la pequeña mesa que está en el cuarto para incrustar de inmediato su cara en medio de mis nalgas.
–Ah, um.
Comienza a recorrer cada esquina con su lengua mientras con sus manos separa mis nalgas llegando a lo más profundo de mi intimidad, volteo hacia atrás, veo los oscuros ojos de mi dueño sobresaliendo en medio de mis nalgas, fuertes corrientes eléctricas recorren mi cuerpo, mi piel chinita de placer responde a los fuertes lametones de mi amante.
Se detiene, por unos instantes me quedo quieta hasta sentir su glorioso hongo a la entrada de mi ano, me dejo caer sobre la mesa aplastando mis tetas con la superficie fría sabiendo de antemano lo que va a suceder.
Y así es, empieza dejarse ir contra mi anito despacito.
–ah, si
A cada empeñón que da me introduce más y más su tatuada verga, candente y palpitante.
–Ah, sí, ¡dios! ¡vaya pedazo de pito que tienes!, mi rey –le digo jadeando.
–oh Dragón, ¡la siento hasta el fondo!
–¿le gusta cómo me la cojo señora? ¿le gusta?
–¡Ay dios! Si, me gusta, ah chingada madre, me matas, oh dios como te adoro mi amor.
Empieza a bombearme salvajemente por un buen rato hasta al punto de oír sus gritos y gemidos a pesar de lo alto de la música, ¡Plas!, me descarga una inesperada pero riquísima nalgada; ¡plas, plas!, lo hace de nuevo, mientras mi frente se restriega con el plástico que cubre la mesa a causa de las cada vez más furibundas entradas de mi amante, quien me está estrenando el culo a su completo gusto, mis manos se aferran fuertemente a la endeble mesa que rechina estrepitosamente, buscando mantener la pose adecuada para recibir tan deliciosa culeada.
–¡Me vengo! ¡Me vengo! –Grita mientras clava sus uñas en mi colita.
Aumenta la velocidad de sus pistoneadas mientras que por mi parte me restrego con fuerza contra él.
–¡Ah! ¡Si cariño! Dame.
Me la entierra hasta el fondo soltado sus chorros de leche caliente dentro de mi culo, aúllo de placer al sentir sus espermas calientes inundando mis entrañas, me toma del cuello mientras descargaba sus últimos chisguetes, siento mis intestinos repletos de su semen, meneo mis nalgas sobre su tranca, la sensación es indescriptible, no quiero que me la saque.
Al final se desprende lentamente, siento mi orificio anal muy dilatado palpitando con vida propia, muy abierto.
Me observa, me doy vuelta para ir por algo para limpiarnos pero me detiene fuertemente, se tiende en el suelo, entiendo la señal, lo monto delicadamente, beso su cuello, lamo cada tatuaje que tiene en especial le doy besitos a la santa muerte de su pecho terminando en su boca, nuestras lenguas se entrelazan en un beso largo y apasionado mientras siento su dureza reponerse poco a poco de bajo de mi sexo, toma su herramienta, la masturba un poco mientras no dejo de besarlo de decirle lo feliz que me hace.
Me la entierra, esta dura nuevamente, me penetra lentamente, poco a poco hasta estar todo dentro de mi, siento su único testículo duro como una bola de carne intentando introducirse, empiezo a cabalgarlo con frenesí, mientras el soba mis senos, entregándonos al sexo de la forma más brutal y lujuriosa que hubiera experimentado en este día.
–Oh, sí, sí, te amo, te adoro
–¡Mia! Solo mía señora
–Ah, tuya mi amor, ¡tuya!
Me penetra como loco, con toda la fuerza de su juventud, mis orgasmos me invaden uno tras otro apretando su glorioso pito.
Mi amante me ordena que se la chupe, obedezco desprendiéndome de él y chupándosela con una glotonería inusual para mí, saboreando mis fluidos en su gloriosa verga para después paladear su glorioso semen que choca con el techo de mi paladar y lengua una y otra vez. derramándose entre mis labios y chorreando por mi mentón.
Estamos rendidos, satisfechos, de nuevo tocan a la puerta y tenemos que separarnos, el queda en que me va a indicar cuando volveremos a vernos, yo encantada le doy un tierno besito antes de verlo saltar la barda de al lado para perderse en la oscuridad de la ya casi noche.
¡Muy bien la serie!