Aquí estoy, levantando la cara, viéndolo a los ojos con una mirada suplicante llena de deseo, entreabriendo los labios de la misma forma que mi mirada rogándole:
—Cógeme, cógeme por favor
—quiero ser tuya
Él se desnuda lentamente dejando al descubierto todos sus tatuajes, ahora me doy cuenta que esta tatuado de pies a cabeza, algunos grotescos, otros bien delineados, su miembro sobresale de entre sus piernas, pero al igual que su cuerpo su pubis esta tatuado con una especie de demonio con colmillos afilados los cuales se van abriendo cuando su pene crece, se acerca, me chupa los pechos y los pezones mientras me restriega su miembro a la altura de mi vagina.
Cierro los ojos mientras beso y lamo su cuello meneando mis caderas restregándome en su verga, toma mi mano y la coloca en su miembro ardiente y palpitante, está caliente, muy caliente, bajo la mirada para observarlo sobre todo el tatuaje que tiene y noto que tiene una enorme bola de carne en lugar de testículos, me explica a regañadientes que en la cárcel lo habían herido y que tuvieron que cauterizárselos por eso tiene esa enorme bola en forma triangular entre las piernas.
No le digo nada empiezo a dirigir mi mando hacia arriba hacia abajo, masturbándolo con avidez, pasa un poco de tiempo, me toma de la cintura y me recuesta sobre su vieja cama, observo como se acomoda separando mis piernas doblándolas hacia mí, mientras el hongo de su verga busca desesperadamente la entrada de mi vagina, arqueo la espalda automáticamente al sentirla entrar lentamente en mí, es como un balde de agua helada en mi columna al sentirla abriéndose paso decididamente y con dificultad ahí donde el disminuido pene de mi marido entra sin problemas.
Me llena, me repleta, se deja caer sobre mí, lo rodeo con mis piernas mientras siento su lengua recorrer mi cuello, sus tatuajes se deforman al aplastar su cuerpo con el mío, su respiración es pesada y ansiosa, sus caderas responden a mis ansias de hembra atacándome sin piedad con poderosas embestidas, apuñalándome duro y sabroso.
La idea de estar cogiendo con esta lacra, enemigo de mi marido y del barrio me calienta, me excita, me enloquece, mis gritos de placer denotan un orgasmo interminable y placentero, cansada pero aun entregada a sus clavadas recuerdo como comenzó todo.
Hace unos meses mi hijo, preparatoriano, empezó a reunirse con un grupillo de vagos del barrio ya que su novia es hermana de uno de ellos, por esta razón mi esposo discutía con el casi a diario, para mí no era tan malo, después de todo está en la etapa de la rebeldía.
Fue en una plática de vecinas que me enteré que el hermano de la novia de mi hijo era un tipo cretino y agresivo que ya a sus veinte años había estado varias veces en la cárcel por varios delitos, en su mayoría por golpes y lesiones a terceros.
—El dragón, así le dicen
Me decía una de ellas y que aparte tienen cierta fama porque su papá aparte de ser un alto mando policiaco se dedica a la brujería junto con su familia y que precisamente ese día había salido en libertad por enésima vez.
—Tengan cuidado
Me dijeron una y otra vez al irme retirando de la plática, nerviosa y algo preocupada y en efecto no tardaron en empezar a tener problemas con mi marido por diferencias al estacionar sus carros viejos y patrullas fuera de la casa.
Ahí fue donde lo conocí, rapado, un poco más alto que yo, con el cuerpo lleno de tatuajes, me imaginaba que de pies a cabeza, pues no tenía un solo lugar donde no tuviera un tatuaje, incluso los ojos los tenía pigmentados de negro completamente.
El solo encontrárselo de frente daba temor pues se sabía que asaltaba, golpeaba y amedrentaba a los comercios del barrio a plena luz del día, pero igual, no le decía nada a mi hijo pues pensaba que era mejor que lo tuviera como amigo.
En fin, para mi todo marchaba de regular a bien hasta que hace una semana sin saberlo mi hijo dejó que se quedara en la casa, al irse mi marido a su trabajo y el a la preparatoria me dispuse a seguir durmiendo un rato más, de repente escuché que la regadera del baño estaba abierta, refunfuñando me levanté y me encaminé hacia el baño que esta fuera del cuarto donde vivimos.
No tiene puerta, solo una cortina y al abrirla con rapidez lo vi completamente desnudo, él ni siquiera se inmutó, solo me observó mientras con una escaneada rápida pude admirar su cuerpo, musculoso, joven, con sus músculos marcados a pesar de sus tatuajes, en especial el de la santa muerte que cubría desde su pecho hasta su ombligo.
Y esa cosa que le colgaba a pesar de estar en calma se le veía un miembro de tamaño considerable, con un “uy, perdón” me alejé casi corriendo del lugar, ni siquiera sentí cuando se fue, no se despidió simplemente se fue.
En el barrio cada año se hace un baile por la fiesta de Halloween a la cual acuden en su mayoría jóvenes y niños después de ir a pedir dulces a las casas y negocios y es esta ocasión decido ir más por la insistencia de mi esposo y mi hijo ya que el baile va a ser en la casa del papá de su novia y es una buena oportunidad para reconciliarse con él, me dice mi esposo.
Después de pensarlo un poco decido disfrazarme de Mavis la chica vampiro de la película hotel Transilvania, un minivestido de látex negro a medio muslo escotado con trasparencias negras en el escote y brazos, mis medias negras con líneas rojas hasta el muslo, mi ropa interior negra, mis plataformas negras y mi maquillaje con labial negro y sombras del mismo color.
Mi marido y mi hijo casi se van de espaldas al verme, incluso la novia de mi hijo se sorprende y es que de verdad me veo espectacular, el látex del vestido delinea hasta la más mínima curva de mi cuerpo, mis senos se ven redonditos y retadores mi breve cintura hace que mis caderas se vean apetecibles en fin todo en mi es lujuria en este momento.
—Te ves espectacular, me dice mi marido con su disfraz de hombre lobo
—¿Solo eso? —le pregunto
—Espectacular, buena, sabrosa, chingona
Entrar a la fiesta es lo de menos, pues no cave un alfiler en el caserío, todos van disfrazados de lo más sencillo a lo más grotesco, la decoración da miedo de verdad y a eso hay que agregar los altares a la muerte y fetiches de santería por todos lados, en fin, el baile continua hasta altas horas de la noche ya cuando casi todos o están borrachos o dormidos.
De repente la alerta sísmica suena, todos empiezan a correr de un lado a otro, yo busco a mi hijo en medio de la gente, el dragón pasa por donde estoy y me da la mano para que lo siga, nos refugiamos en un cuartucho de láminas de cartón, entre risas me dice que es justamente mi hijo quien hizo la broma con su celular y las bocinas, no sé, en lugar de enojarme empiezo a reír, quizá por el alcohol que ingerí o porque simplemente salí de mi monotonía, mi marido me busca, pasa por la ventana del cuartucho y yo jalo al dragón para agacharnos y que no nos vea, estamos riendo juntos.
No es la primera vez que tenemos un contacto, la primera vez fue tres días atrás cuando mi marido tuvo un problema con el carro, chocó y como no tenía seguro tuvimos que recurrir al papá del dragón, así que me tuve que subir en su motocicleta, como es la primera vez que me subía a una, me aferré a el de manera instintiva, hasta que casi al llegar a su casa en busca de su papá me di cuenta de que tenía mi cabecita recargada en su ancha espalda, me sentía tranquila sintiendo su respiración, mis manos rodeaban su estómago lleno de músculos, el separó mis manos con delicadeza, pues hacía unos minutos que ya habíamos llegado, obviamente con mucha pena me bajé de la moto.
Y ahora aquí de repente estamos los dos, solos, el con su disfraz de payaso diabólico y su maquillaje todo corrido y yo con mi disfraz desafiante mirándonos a los ojos, sonriendo como un par de chiquillos, bueno el si lo es para mí, con mi respiración aun agitada, soy yo la que acerco mi cara y le ofrezco mis labios, lo beso tiernamente, el manosea mi cuerpo una y otra vez hasta que considera que es suficiente y hace que nos incorporemos, lo demás es historia, volviendo a mi realidad aprieto con mis piernas su cuerpo, lo abrazo, acaricio su espalda, busco su boca y lo beso como hembra hambrienta sedienta de placer.
—Dame más, ah, perfórame más duro. —Gimo suplicante pegada a sus labios
—¿Le gusta? ¿Le gusta como la monto?
Me pregunta mientras se incorpora sobre sus rodillas junta mis piernas y las coloca sobre su hombro derecho las abraza con fuerza mientras de nuevo me embiste brutalmente llegando a lugares donde mi marido ni con todos sus esfuerzos ha podido llegar.
—Ah, ay —chillo y grito de tanto placer
—Si, si me gusta como me montas, ¡me encanta!
De nuevo se coloca entre mis piernas, me penetra ahora con más facilidad, nos movemos rítmicamente, acompañados de un concierto de gemidos y grititos de mi parte, muevo la cabeza para ambos lados, con los ojos semi cerrados, concentrada en el gran gusto que me está dando este vago cuatro años mayor que mi hijo, chupa mis tetas que bamboleaban con mis movimientos, me agarra de las nalgas, me las soba sin dejar de moverse empujando su verga en mi interior.
Estoy a punto de explotar de nuevo pero esta vez mi orgasmo se adelanta al sentir sus gruesos chisguetes de semen en mi interior, nos estamos viniendo juntos.
Nunca había experimentado esto, siento sus chisguetes de semen dentro de mi mientras yo expulso al mismo tiempo mis fluidos.
Lo tomo de la cara y lo beso con un beso apasionado, desesperado muy largo hasta que siento que termina de descargarse dentro de mí.
Quedamos completamente desmadejados en la cama, él sobre mí, recostando su cara en mis tetas y mi vagina agradecida y aún ensartada por su exquisita verga, mientras acaricio su cabeza rapada contemplo detenidamente el cuartucho, con imágenes de la muerte por todos lados, altares en cada esquina con la pobre cama que de milagro no se desbarató con tanta acción.
Todo pasa a segundo plano, nos besamos, acariciamos y nos desacoplamos lentamente mientras le digo palabras lindas cargadas de elogios.
Mientras se viste contemplo sus tatuajes tratando de encontrarles forma.
—¿Te da miedo?
Le sonrío —no, para nada —le digo.
—¿Cuándo te volveré a ver?
Me acerco dándole un beso así desnudos como estamos.
—Cuando quieras —le digo gustosa.