Eduardo, un maduro moreno, de 1.80 de estatura, cachas y con debilidad por su hija, ya que la cuidaba cómo a una princesa, se había casado en segundas nupcias con Elvira, una joven rubia, de 1.75 de estatura, de ojos azules, con un cuerpo de infarto y quince años menor que el. A Julia, la hija de Eduardo, una joven morena de 1.65 de estatura, cabello negro y largo, delgada y muy guapa, le había sentado cómo un tiro tener una madrastra poco mayor que ella, por eso fue a por su enemiga desde la primera hora.
En la semana que llevaba Elvira en el pazo hasta siete veces intentó seducirla. La primera fue en la piscina. Echada a su lado en la toalla y en topless, se tocó las tetas y le dijo:
-¿Nos hacemos un dedo a ver quién llega antes?
-No digas tonterías, Julia.
Julia comenzó a tocarse el coño.
-Pues me lo hago yo sola.
Ese día Elvira se fue y después miró desde la ventana de su habitación cómo Julia se hacía un dedo. Se acabó masturbando también ella y se corrieron a la vez.
La segunda fue yendo juntas en su Lexus LC azul, Julia, conduciendo, le puso una mano en una rodilla, y le dijo:
-¿Cuándo me vas a dejar que te coma el coño?
Elvira le quitó la mano de la rodilla y se puso brava.
-¡Voy a tener que hablar con tu padre!
Julia se sabía guapa y deseable.
-No creo que lo hagas, tienes tantas ganas de que te lo coma cómo yo de comértelo. ¿Me meto hacia el monte?
-¡Estás loca, Julia!
-Algún día caerás.
Esa tarde, Elvira se volvió a masturbar pensando en su hijastra y se corrió cómo una bendita.
La tercera fue estando Elvira en la bañera. Julia entró en el cuarto, y con sarcasmo le preguntó:
-¿Quieres que te enjabone la espalda, mamá?
Elvira puso el grito en el cielo.
-¡Sal de aquí, Julia!
Julia, sonriendo, se fue, Elvira salió del baño, le puso el pasador a la puerta, volvió al baño y se hizo un dedo sublime, de esos que al correrse la corrida parece interminable.
La quinta fue en la cocina una noche de mucho calor que se levantaran para beber algo. La besó en el cuello, y al darse la vuelta la besó en los labios. Esa noche Elvira le echó un polvo a Eduardo que lo dejó para allá. La sexta la arrinconó contra una pared, la comió a besos y Elvira casi entrega la cuchara. La séptima fue cenando en casa. Se descalzó y cómo Elvira estaba enfrente de ella le puso un pie en una rodilla, Elvira abrió las piernas y con el dedo gordo le acarició el coño por encima de las bragas. Elvira acabó yendo al servicio a desahogarse. Julia supo que ya la tenía madura.
Le tocaba el turno a su padre. Los besos fueron acompañados de tocamientos en el cabello, luego en el pecho, y por último en el paquete. Eduardo adoraba a su hija, pero el día que tocó donde no debía, le dio una bofetada:
-¡No se te ocurra volver a hacer eso!
Si se había de echar a llorar, le dijo:
-Quiero que me desvirgues, papa.
Lo que consiguió fue otra bofetada.
-¡Tira para tu habitación y no salgas de ella hasta mañana!
Julia saliera torcida y ya era tarde para enderezarla. Dejó enfriar la cosa durante el verano, el otoño y parte del invierno… Hasta que se le presentó la ocasión.
Una noche en la que cayeron más rayos y se oyeron más truenos que en todo el invierno junto, al sentir el ruido de un trueno que parecía que iba a tira el pazo abajo, Julia salió corriendo y se metió en la cama entre su padre y su madrastra. Tapando la cabeza con la manta, les dijo:
-Tengo miedo.
Su padre la acogió con cariño.
-Quédate hasta que se aleje la tormenta.
Hablaron de la tormenta y después se quedaron los tres en silencio y boca arriba. Julia le echó la mano a la polla a su padre y vio que estaba empalmado. Debían estar follando y pararon al sentir sus pasos. Eduardo apartó su mano sin decir nada. Julia puso la otra mano en el coño de su madrastra y vio que no llevaba bragas. Ya no había duda de que estaban follando y los había interrumpido. Hasta tres veces apartó su padre la mano de su polla sin poder recriminárselo, ya que se enteraría su mujer, ninguna la apartó su madrastra por el mismo motivo.
Sus dos manos comenzaron a moverse muy lentamente, una de arriba a abajo y de abajo a arriba se desplazaba por la polla, la otra tenía un dedo sobre el clítoris y subía y bajaba, se movía hacia los lados y alrededor. Seguía diluviando, más el ruido de los truenos se iba alejando y el resplandor de los rayos era menor cuando la cama se comenzó a mover, era Elvira que se estaba corriendo sin emitir ni un solo gemido. Eduardo no era tonto, sabía que su mujer se estaba corriendo. Su hija la había estado masturbando. El morbo hizo que de su polla saliese, leche para hacer un queso, leche que fue a parar a la mano cerrada de su hija.
Al acabar su trastada, Julia, limpió la leche de su mano a la manta, y les dijo:
-Vuelvo a mi cama, la tormenta ya se ha ido.
Al día siguiente Julia se levantó para desayunar, cómo siempre que estaba a solas con Elvira venía en bata de casa y sin ropa interior. Riéndose de ella, le preguntó:
-¿Qué tal dormiste, mamá?
Elvira le echó una mirada de las que matan.
-Sinvergüenza.
-¿Sabías que también le hice una paja a mi padre?
-Me lo imaginaba. ¿Sabías qué después de irte me echó un polvo brutal?
Julia era una cara lavada de mucho cuidado.
-Seguro que los dos estabais follado conmigo. ¿Jugamos?
Elvira se abalanzó sobre ella, y le dijo:
-¿Quieres jugar, niñata? ¡Vamos a jugar!
La cogió por el cuello le quitó el cinto de la bata, se la bajó hasta atrapar sus brazos con ella, la arrimó a la pared y le comió sus redondas y duras tetas con areolas color carne y pequeños pezones. Julia no esperaba esa reacción y se asustó. La sobrada no era más que una cagada.
-¡Se lo voy a decir a mi padre!
Elvira le dio una bofetada en la cara, le apretó el cuello y después, cuando quiso hablar, le metió la lengua hasta la campanilla.
Cuando le soltó el cuello y le volvió a comer las tetas, Julia, con voz temblorosa, le dijo:
-No me hagas daño, aún soy virgen.
Elvira pensó que la estaba engañando.
-¡En las orejas tienes tú el virgo!
-No te miento, soy virgen.
Elvira se agachó, le abrió el coño y vio que sí, que era virgen. Le lamió el coño seis o siete veces y Julia comenzó a gemir. Se levantó, le dio un pico en los labios, y le dijo:
-Eras todo apariencia, todo pantalla. ¿Por qué la emprendiste conmigo?
-Me robaste a mi padre.
-Quieres a tu padre para ti sola.
-¡Es mío!
-Mía vas a ser tú.
Le quitó la bata y la besó con dulzura, Julia no le devolvió los besos. Volvió a jugar con sus tetas, pero esta vez lamió los pezones y las chupó con delicadeza al tiempo que se las amasaba aún con más dulzura.
-Cuando se entere mi padre de esto serás historia.
-Lo sé -dijo después de besar su ombligo-. Sabes, te deseé desde el primer momento en que te vi.
-Mientes.
Besó el interior de sus muslos, y antes de lamer su coño, le dijo:
-Antes de conocer a tu padre tuve una novia que se parecía mucho a ti.
-¿Sabe mi padre que te gustan las chicas?
Lamió su coño cogiéndole las nalgas, y antes de lamer su clítoris, le respondió:
-No.
La curiosidad de Julia le hizo preguntar:
-¡¿Qué se siente al comer el coño de otra mujer?!
Entre lamida y lamida, le dijo:
-Se siente cómo se va mojando más, y más, y más, y cuando se corre, es maravilloso sentir cómo se derrite.
-¿Cómo era tu novia?
-Dulce -lamió el coño de abajo a arriba seis veces-, bonita -lamió ocho veces-, sensual-, lamió diez veces-, apasionada- lamió doce veces de abajo a arriba.
-Vas a hacer que me corra, Elvira.
-Se corría en mi boca cómo un ángel -lamió ocho veces.
-¡Me corro!
A Julia le comenzaron a temblar las piernas y corriéndose acabo sentada en el piso de la cocina.
Elvira le dijo:
-Ver y sentir cómo te corres es algo muy dulce.
Elvira se sentó en una silla y se dispuso a terminar sus corn flakes. Julia, cuando se repuso del tremendo placer que había sentido, le dijo:
-Quiero conocer el sabor del sexo de otra mujer.
-Eso quiere decir que ya probaste tus jugos.
-¿Acaso tú no lo probaste al masturbarte?
Elvira volvió al tema.
-Si quieres comerme el coño lo tienes fácil, no llevo ropa interior.
Julia, a gatas, se metió debajo de la mesa, le abrió las piernas a su madrastra, luego le abrió el coño con dos dedos y vio que lo tenía lleno de babas, las lamió y después dijo:
-Está rico.
Le clavó la lengua en el coño. Elvira se echó hacia atrás en la silla. La lengua de Julia lamió sus labios, y después a cada lamida de coño le lamía el clítoris diez o doce veces. Elvira estaba tan cachonda de hacer que se corriera su hijastra que la lengua hizo estragos en su coño. Julia al oír sus gemidos se puso tan mala que se acarició su clítoris. Al rato, le decía Elvira:
-Sigue, sigue, sigue, que me corro.
Julia no siguió, no pudo, ya que se corrió ella y se encogió cómo un acordeón. Elvira metió dos dedos en el coño y se corrieron juntas.
Al acabar Julia salió de debajo de la mesa y se puso la bata, Elvira, le preguntó:
-¿Y ahora qué?
Julia fue a su lado, le dio un pico, y le respondió:
-Ahora quiero ser tu nueva novia.
-Serías mi amante y nos acabará pillando tu padre.
-Si tenemos cuidado, no.
Eduardo al llegar a casa quería hablar con su hija de lo que pasara la noche anterior. Lo hizo cuando Elvira se fue a duchar. Sentados en dos sofás de la sala, le dijo:
-La próxima vez que te pases te echo de casa y duermes debajo de un puente.
-Ya me puedes echar porque sigo queriendo que seas el primero.
Eduardo desesperaba con el comportamiento de su hija.
-¡Qué voy a hacer contigo, Julia!
-Follarme, papá, follarme, no quiero darle mi virginidad a nadie que no seas tú.
Se levantó de sillón y alzó una mano.
-¡Quítate de mi vista!
Julia se fue para su habitación.
Tres días después, Elvira tuvo que ir a casa de sus padres porque su madre se había roto una pierna en un accidente de tráfico. Eduardo llegó a casa y vio a su hija sentada en el tresillo de la sala. Se había hecho dos trenzas. Llevaba puesta una camisa anudada al más puro estilo gitano, una minifalda blanca de tablas y estaba descalza y con el celular en la mano. Eduardo le preguntó:
-¿Cómo te fue el día, hija?
Con su boquita de piñón y una sonrisa angelical, le respondió:
-Bien, me acabo de dar una ducha y me lo pasé genial.
-No me digas que hiciste.
-Me…
Le cogió un pie y le hizo cosquillas en la planta. Julia se retorció con la risa y le cayó el teléfono móvil en la alfombra.
-Te dije que no me lo dijeras.
Eduardo cogió el teléfono móvil y se dispuso a examinarlo. Julia le hizo cosquillas a su padre al tiempo que se lo quería quitar.
-¡No mires mis cosas!
Eduardo también tenía cosquillas y más en las pelotas que en otras partes. Soltó el teléfono móvil y le hizo cosquillas en las costillas y en las tetas… Julia ya se había sentado sobre su padre y su coño se movía encima de la polla, que se había puesto morcillona. Julia se echó un poco para atrás y le bajó la cremallera del pantalón.
-No lo hagas, hija.
Julia vio que no la apartaba y supo que era la suya. Le quitó la polla, se bajó del sillón y frotándola con las palmas de las dos manos, le dijo:
-Nunca chupé una polla.
Eduardo ya se echó al monte.
-Hacia arriba y hacia abajo.
Hizo lo que le dijo y la polla se puso tiesa.
-¡Qué dura!
-Ahora agárrala con una mano cómo si fuera un helado, sube y baja la mano, lame y chupa.
Lo masturbó, lamió y chupó, y sonriendo y mirando para su padre, le preguntó:
-¿Te gusta?
-Mucho.
Sin parar de sonreír, le dijo:
-Soy una chica mala.
Eduardo le desanudó la camisa y le acaricio sus duras y redondas tetas con areolas rosadas y pezones cómo lentejas.
-¿Te gustan mis tetas, papá?
-Son maravillosas.
Se sentó encima de él y le dio las tetas a mamar. El coño mojado de Julia besó la polla, Eduardo quiso meter, pero la polla no entraba. Siguió lamiendo pezones y areolas y mamando y magreando tetas mientras Julia frotaba el coño con el glande que ya no paraba de echar aguadilla… En una de estas frotaciones empujó con el culo y metió la mitad del glande. Le dolió.
-¡Ayyyy! Es muy gorda.
Besó a su padre y metió el glande entero. No se quejó. Lo que hizo fue meterle un mordisco a su padre en los labios que le hizo sangre. Le hizo más sangre de lo que sangró ella.
-Ya está, ya no soy virgen.
-Y a mí casi me arrancas un labio.
Lamió la sangre del labio, lo besó y le dijo:
-Pobrecito.
Le volvió a poner las tetas en la boca, besándolo y dándole las tetas a mamar metió toda la polla en el coño, la metió despacito y mientras Eduardo le daba azotes en las nalgas con las palmas de las manos después de cada centímetro que metía. Al tenerla toda dentro, Julia, le preguntó a su padre:
-¿Te gustó haberme desvirgado, papa?
-Te desvirgaste tu solita, cariño.
Comenzó a follarlo tan despacito cómo la había metido, al ratito más aprisa y cuando sintió que le iba a venir a toda hostia, hasta que dijo:
-¡Me corro, papa!
Eduardo sintió en su polla las contracciones del coño de su hija y cómo la bañaba con sus jugos.
Al acabar de correrse su hija, la echó en el tresillo y se corrió en su boca. Julia se tragó la corrida, y la que quedó en su mentón la lamió Eduardo antes de besarla en la boca. Julia recordó las palabras de Elvira, y le preguntó:
-¿Y ahora qué, papá?
-La vida sigue, hija, la vida sigue.
Quique.