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Tiempo de lectura: 7 minutos

Antes que nada, quería agradecerles a aquellos que les gustó mi anterior relato, lo visitaron y se tomaron el tiempo de leerlo. 

Eso me dio ánimo para contarles otra historia que me tocó vivir con un amigo, con quien tuve algunos encuentros, pero creo que éste fue especial por algunos detalles que les paso a contar.

Ojalá lo disfruten como lo disfruté yo, a pesar de que tenga que ser explícita en algunas cosas, que quizás no les agraden a todos.

Con Javi nos conocemos por intermedio de una amiga trans. Ella me lo presentó un día que él había concurrido con tres amigos -uno de los cuales se casaba-, y habían decidido celebrar la despedida de soltero en un boliche del rubro.

Creo que desde el momento mismo nos gustamos, pero creo que también había por parte de él algo de prejuicio de encararme. Por momentos observé que se sentía más cómodo con trans o travestis que con una cross como yo.

Quizás también la edad lo pudo condicionar por momento. Así me lo manifestó ni bien pudimos comenzar a dialogar. Los 39 años en ese momento y yo 20.

Desde aquella oportunidad hicimos una linda amistad, la que derivó en continuos mensajes por whatsapp, alguna esporádica llamada, alguna fotito hot, hasta que tuvimos nuestros primeros encuentros.

Pero no son esos encuentros los que les quiero contar, sino uno especial por algo que sucedió y fue lo que me hizo poner muy caliente, y a él también.

Ya habíamos estado unas cuatro veces juntos. Además de garchar con él, lo que tenía bueno es que vivía solo y podíamos ir a su departamento, yo llevar mi mochi con mis cosas, y luego de pasarla bien, poder cambiarme en su casa tranquila.

Él vive por Núñez en un departamento normal pero muy ordenado. Siempre habíamos sido muy conservadores con el lugar para coger, siempre era la habitación el lugar elegido.

Pero yo siempre le decía que envidiaba la cocina que tenía. Súper amplia, luminosa, con un desayunador con dos sillas altas tipo taburete giratoria (creo que se llaman así).

Ahí compartíamos un vinito, comíamos algo tranqui y el desayunador al ser tan angostito permitía tener nuestras caras cerca, y a medida que avanzaban los sorbos de vino, también avanzaban los besos, mimos, y la calentura.

Generalmente no soy de tomar, pero esa noche el vino hizo que me sienta más suelta, con más confianza y menos vergonzosa quizás de lo que puedo llegar a ser.

Eso despertó mis ganas de ya no ir a la cama, a la habitación. Quería algo distinto, probar quizás el sillón, porque no la misma cocina arriba de la mesada, algo distinto.

Lo más tentador y arriesgado me parecía que me coja en el living. Tiene un ventanal del tamaño de prácticamente toda la pared de cuatro hojas, que si bien no da contra otros edificios vecinos directamente, si algún vecino está en un balcón, no necesita mucho para ver dentro del living del bulo de Javi.

Esa circunstancia de que nos puedan ver me calentaba, y quería eso. Pero quería mucho más también.

Me sentía totalmente desinhibida. Fue así que pasé del otro lado del desayunador, me acerqué a Javi y empecé a transarlo todo. El siguió sentado en el taburete y mientras me besaba y me mandaba lengua me agarró del culo con fuerza.

Yo ese día me había puesto un vestidito re corto de color negro, que ni bien se me subía un poco ya dejaba ver el comienzo de mis nalgas. Eso no fue desaprovechado por Javi, que ni bien pudo me empezó a apretar los cachetes de la cola con fuerza, a la vez que los separaba y los volvía a juntar con sus manos.

A medida que más lo comía a besos, avanzó con sus manos por debajo de mi tanguita, para empezar a rodearme mi cuevita con sus dedos.

Le abría la camisa así podía chupar su pecho, mientras le hice volar el cinto y bajé su bragueta. Ya lo tenía re al palo. Sabía que iba a ser una noche especial.

La altura en la cual se encontraba sentado hizo que no pudiera arrodillarme para empezar a chuparle la verga. Si me arrodillaba quedaba muy abajo, así que tuve que quedarme parada e inclinarme para poder empezar a mamarle la pija.

Javi es re peludo, y si hay algo que me gusta cuando le chupo la verga es quedarme con algún pendejo en la boca. Puede parecer raro, pero me gusta.

Me comí un rato largo la poronga de Javi pero la verdad es que estaba en una posición incómoda. Él se dio cuenta y fue en ese momento que ahora le tocaba a él.

Se bajó de la banqueta del desayunador, me puso contra la pared y empezó a chuparme el orto. Sabía lo que me gustaba. Empezó a los lengüetazos, se turnaba con sus dedos, uno, o dos por momentos.

Me trabajaba la cola como un profesional. Me escupía mi entrada trasera para que sus dedos hagan mejor su trabajo. Y yo no sólo lo disfrutaba, sino que también proyectaba. Sabía que si esto seguía así, todo podía pasar.

Realmente pierdo la cabeza cuando me chupan así el orto. Que lo trabajen, que sepan que es como preparar una rica comida, la que después van a disfrutar. Además me animo a probar cualquier cosa, de tamaño, color, religión, je!

Después de semejante preparación de culo, creo que me merecía un buen pijazo, y él se merecía algo distinto a lo que ya veníamos haciendo.

Tomé la mano de Javi y lo llevé al living, al centro del living de su departamento, cerca del ventanal que daba a la calle. Ahí ya los dos desnudos (sólo me quedaba mi diminuta tanguita puesta), nos confundimos en besos y manotazos.

Yo también había dejado mis tacos en la cocina, lo que hacía que quedara mucho más petiza que él. Cuando por un momento dejó de chuponearme el cuello, giré sobre mi eje y quedé dándole la espalda. No dudo en ponerse el forro, escupirse la chota, un poco los dedos de su mano derecha y mandármela entre mis nalgas para lubricar mi agujerito.

Yo sabía que se venía el pijazo. Pero estaba preparada para ese pijazo y cualquiera que quisiera venir. Tenía una excelente dilatación, podría haber bancado cualquier cosa.

Javi flexionó sus piernas y empezó a apoyarme la cabezota de la verga en el culo. Traté de ayudarlo también flexionando un poco las piernas y “sacando cola” para facilitar la penetración.

Así empezó a clavarme. Al principio solo la cabecita, como jugando, para ver si yo se la pedía toda. Y él sabía que la quería toda, porque de a poco fue tirando mi cuerpo cada vez más para atrás, así podría ir comiéndome la verga de a poco.

Ese jueguito significó tenerla enterrada toda en menos de cinco minutos.

Con mis brazos hacia atrás trataba de tomarlo por la nuca con mis dos manos, así su boca se acercaba a mi oído para poder escuchar cositas chanchas, o por lo menos como se quejaba mientras me la ponía.

Las cortinas del ventanal estaban abiertas de par en par. Eso hacía que cualquier vecino de algún edificio cercano pudiera quizás vernos, y eso me calentaba aún más.

Sumado a eso, veía nuestras imágenes reflejadas en los vidrios del ventanal, como si fuera una especie de espejo, y lo que veía me gustaba.

Me veía a mí, diminuta, sacando colita como ofreciéndosela para que haga lo que quiera, y por detrás mi macho, con su postura corporal como si fuera un animal montando a su hembra. Le señalé el ventanal. Creo que la calentura no lo dejó ver lo que yo veía.

Fue ahí que se puso más caliente, hasta más violento diría. Ya no era una penetración sino que se parecía más a una embestida, como para hacerme daño, para que mi cola sufra.

Eso realmente no me preocupaba. Mi dilatación era excelente y mi cola quería violencia. Pero sentía que si seguía a ese ritmo iba a sacarle toda le lechita muy rápidamente. Eso no me estaba interesando en ese momento. Quería pija en mi culo por un buen rato.

Creo que ambos queríamos que esa noche dure más, exprimirla, jugar, rompernos. Y el jueguito de estar expuestos frente al ventanal, y que nuestros cuerpos se reflejen sobre los vidrios fue algo que a Javi realmente lo ponía muy cachondo.

En un momento me sacó la verga de la cola. Pensé que estaba por acabar y quería aguantar, pero no. Me pidió que me quede paradita ahí en el centro del living, y fue para la cocina. Regresó con uno de los taburetes, una de las sillas altas del desayunador.

Si bien yo sentía que él estaba haciendo un esfuerzo con sus piernas para flexionarse para poder ponérmela, la realidad es que no sabía para que venía con esa silla.

Javi estuvo muy rápido. A pesar de la calentura, se permitió pensar. Ubicó el taburete en el centro del living, en el mismo lugar que hacía dos minutos me tenía ensartada.

Me pidió que me siente, pero al revés. Como a caballito de la silla, tomando el respaldo con mis brazos para no estar tan incómoda. Pisé el apoya pies, y me subí. Efectivamente me tomé del respaldo con mis brazos, como abrazándolo.

No sé si soy clara con la descripción, pero lo que sé es que mi cola quedó como muy parada digamos, muy expuesta. Me miraba en el vidrio del ventanal y la pose realmente me encantaba. Además lo veía atrás mía a Javi preparándose la verga, y con la otra mano acariciando mi cola, como hablándole.

La pose hacia que la cola me quede súper abierta, sin necesidad de usar las manos para separar mis nalgas. Eso hacía que mi agujero este al descubierto. Creo que lo podían ver desde Uruguay.

Mi macho se arrodilló detrás de mí y me empezó a comer la cola. Ya sentía que mi dilatación le permitía que su lengua ingrese, sus dedos ya no iban de a uno, sino de a dos.

Le tuve que pedir que me la ponga, lo juro. No iba a aguantar más sino. Y me empezó a coger de nuevo.

La imagen era increíble. Me ponía muy caliente, y él lo sabía. Y empezó a trabajarme el orto. Mitad para darme placer, mitad para él poder aguantar y no acabar.

Empezó un juego. Me bombeaba a full por dos minutos y me la sacaba de golpe. Y se alejaba de mi para mirarme como me iba dejando. Y yo a todo esto lo veía todo en pantalla gigante en los vidrios del ventanal.

Ese trabajo lo empezó a hacer de manera constante, repetitiva, y ya mi cola lo sufría. Y no tardó en hacerlo saber.

Me embestía a vergazos y cuando me la sacaba la dilatación hizo que empezara mi cola a dar señales. Cada vez que me la sacaba empezó a hacer ruiditos, además él me pedía que puje, que haga fuerzas.

Ya sé. No es lo más romántico, pero esto no era romanticismo. Era calentura, coger, tragar pija, que me garchen, que me rompa, no me importaba.

Accedí a su juego. Mi cola cada vez más dilatada, y cada vez que se quejaba más. Javi estaba transformado. Me hablaba, me decía cosas.

– Mmmm, sentí como se queja ese orto!!! Te la pongo? Te la pongo sólo si haces fuerza y veo cómo te estoy dejando la tripa.

Sinceramente, a pesar de ser una situación por momentos incómoda, a mí me volaba la cabeza, y a Javi lo ponía loco.

Así me tuvo un buen rato haciéndome sonar el orto, ya sea cuando me empernaba como cuando me la sacaba de golpe.

Todo esto se sumaba a la posibilidad de ver todo en el reflejo del ventanal. Combo perfecto.

La lechita siempre estuvo cerca. Cuando él sentía que se venía, me la sacaba del culo y empezaba a jugar con sus dedos como para “enfriar” el tema.

Pero la calentura pudo más. Fue una ráfaga de cinco minutos teniéndome clavada, dándome a morir, yo aferrándome al respaldo del taburete para no caerme de la silla, y Javi como una bestia la los pijazos.

Me la sacó, se sacó el forró, bastaron dos puñetazos de su mano para que salgo el sagrado jugo que todas queremos sacarles a ellos.

Mi espalda recibió los tres escupitajos del lechita bien calentita. Javi se tiró como desplomado en el sillón del living, y yo quedé como temblando, aún sin querer dejar de aferrarme al respaldo del taburete.

Sentía también mi cola latir, sin necesidad de verla sentía que se abría y se cerraba, yo ya no la manejaba. Javi había hecho bien su trabajo, y así me lo hizo saber:

– No sabés como te quedó el culo pendeja! No podés ser tan hija de puta!!!

Una ducha rápida, tomar mi ropa de nene de la mochi y guardar la de nena, y emprender el regreso a casa, tratando de no despertar sospechas, saludar a papa y mama, y acostarme utilizando como excusa que tengo que levantarme temprano a estudiar, para poder taparme con las sábanas y poder comprobar y testear con mis propias manos como me dejó el culo Javi.

Ojalá les guste ésta nueva historia, que a pesar de tener unos años, la recuerdo como si hubiese sido ayer.

Con Javi sólo tengo contacto por whatsapp a la fecha, pero muy esporádicamente. Hoy en día lo único que quedó es una linda amistad.-

SOFY.

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