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Sumisión y deseo
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Llegó a mi casa a eso de las 8 de la noche. Besito en la boca de saludo, estaba castigado, así que llegamos a la habitación simplemente a hablar. Me preguntó el motivo de mi viaje del día siguiente, tema que le mencioné en la conversación que tuvimos durante el día, pero finalmente decidí no ahondar mucho en el tema.

Seguidamente empezaron los besos, primero tiernos, pero se iban volviendo cada vez más apasionados.

El castigo consistía en nada de sexo, la causa del castigo fue alguna frase “odiosa” que dijo y me hizo molestar, por lo cual le anuncié que no habría nada de sexo hasta que yo lo decidiera.

Todo hacia parte de nuestro juego, que recién empezamos, en el que él es mi amo y yo soy sumisa. Por eso quise cambiar un poco los roles y ser yo quien castigaba.

Los besos a pesar de que eran tiernos y cuidadosos, cada vez subían más el termómetro.

Él se sentó al borde de la cama, yo me senté encima de él, emulando un tanto la primera vez que tuvimos sexo. Seguimos besándonos, me daba mordiscos suaves en los labios y con sus manos me agarraba fuerte de la cintura y me pegaba a su cuerpo. Al mismo tiempo trataba de levantar mi camisa, yo no lo permitía, le quitaba la mano y le recordaba su castigo. Así seguimos, un buen rato de apasionados besos y mucho forcejeo tratando de evitar que me quitara la ropa aunque por dentro me moría de ganas por que me la arrancara y me comiera delicioso.

Entre tanto, logró llegar hasta mis tetas, las cogió sin permiso y las tomó como suyas, yo me quité (siguiendo el juego). Intenté resistirme pero su fuerza pudo más y me subió la camisa, me bajó el brassier y empezó a chuparme las tetas delicioso, como me encanta.

Después de eso me levantó, yo seguía agarrada a su cuerpo con mis piernas. Nos fuimos hacia nuestro cuarto de juegos, allí se convirtió nuevamente en mi amo, y con fuerza y un tanto de agresividad -deliciosa para mi gusto- forcejeamos un rato mientras trataba de quitarme el pantalón para poder penetrarme.

Yo no me dejaba, también con fuerza me quitaba, lo aruñaba, me movía y él me agarraba más duro y yo sentía que me explotaba de lo excitaba que estaba. Yo quería que me arrancara el pantalón, que me arrancara los calzones y que me clavara durísimo como siempre lo hace cuando estamos en nuestro cuarto de juegos, pero todo hacia parte de nuestro juego, que los dos disfrutamos locamente.

Finalmente logró quitarme el pantalón y los calzones, trataba de penetrarme mientras yo muy excitada seguía el juego y trataba de soltarme, hasta que lo conseguí (porque él me lo permitió). Salí corriendo y llegué al baño de mi habitación, me persiguió hasta allí. Cuando salí del baño, seguía dispuesta a jugar, me le acerqué y me senté nuevamente sobre él, esta vez con mi cuquita al aire y notablemente excitada (muy mojada).

Seguimos besándonos desenfrenadamente y de repente me dijo una frase que aunque estaba muy alejada del juego desenfrenado que veníamos llevando, me arrechó muchísimo, dijo: “ya me arrepentí, ahora solo quiero quererte”.

Después de eso empezamos a besarnos desenfrenadamente con pasión, mucha pasión. Hicimos el amor como unos desesperados, cuando por fin me penetró, después de tanto juego y antelación, sentí mucho calor, estaba enloquecida y disfrutaba cada embestida. Le pedía más y más, y él complacido me clavaba con todas sus fuerzas mientras nos mirábamos a los ojos y dejábamos entrever las ganas locas que nos teníamos. Me dejé llevar por él y me hizo venir delicioso, como siempre, clavándome con su rica verga. A pesar de que ya me había venido siguió clavándome durísimo y sin tregua, y yo muy arrecha nuevamente por las delicias que me hace sentir su verga cuando la tengo adentro. Me siguió dando así, en misionero, viéndonos a los ojos hasta que los dos llegamos nuevamente y quedamos rendidos y felices.

Cuando eso pasa siento que todo se detiene y solo quisiera quedarme ahí por siempre, él siempre sabe cómo lograrlo, sabe cómo calcular la intensidad y los movimientos, por eso me vuelve loca, siempre tengo ganas de más.

Su castigo quedó ahí, aunque él siempre supo que si no hubiéramos hecho el amor, el castigo habría sido para mí.

I.S.

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