El sudor me moja la frente, fruto del calor que desprenden mi cuerpo y las sabanas que apenas lo cubren. Una gota resbala por mi cuello y se pierde entre los mechones de cabello castaño que se han quedado adheridos a mi piel por la humedad.
Mis senos erectos claman por tus manos, tu boca, tu piel. Mi sexo se estremece al más simple roce, la humedad que surge de mi interior empapa mis muslos desnudos y me hace desear con mayor intensidad tu presencia dentro de mi. Tu miembro penetrando firme y rápido, llenando cada espacio de mi mojada cavidad mientras me dices al oído las mil y un perversiones que te gustaría hacerme.
Mis gemidos junto con el sonido de nuestros sudorosos cuerpos chocando forman la dulce melodía que acompaña la maravillosa follada que me estás dando, tu aroma impregnando mis fosas nasales, mi cuerpo y mi cama.
Tu mirada salvaje, cargada de erotismo y deseo aun no satisfecho fija sobre mis labios semiabiertos mientras tus caderas siguen con el vaivén y tus grandes manos recorren mis costado, mi abdomen y finalmente se instalan en mis pechos, abarcándolos en su totalidad y presionándolos a tu gusto.
Siempre es así, a tu manera, a tu ritmo, a tu gusto pues esa fue la forma en que lo hicimos aquella ultima vez, antes de que te fueras, antes de que los recuerdos fueran mi única compañía en las noches solitarias y nuestros encuentros se convirtieran tan solo en mis sueños de medianoche.