Sé que aun que no me lo diga, más de una lectora se va a ver identificada con este relato. Cuando acabas de hacer tus labores domésticas, tienes todo recogido y te tumbas 5 minutos en el sofá, pueden ocurrir de todo.
Hacía unos meses que se habían conocido, quizás el suficiente tiempo como para haberse dado cuenta que su relación era diferente al resto de las amistades que hasta aquel entonces habían tenido.
Raquel estaba en el salón de su casa como cada mañana después de haber hecho su casa, escuchando música, sentada, ojeando el móvil, de pronto algo le llamó la atención y le pareció muy curioso, la mayoría de los mensajes eran de María. No le dio mayor importancia.
María hacia poco tiempo que había llegado a su ciudad y todavía estaba algo confusa por el lío de la mudanza y el cambio de amistades, de clima… En el sur siempre estaba soleado, pocos días de lluvia, en cambio en Madrid el frío era tremendo, apenas conocía gente de su edad, pero tampoco lo echaba de menos porque contaba con el apoyo incondicional de su amiga Raquel.
Ambas tenían las ideas muy claras, todo lo que se decían por redes sociales se quedaba en las redes sociales. Tanto María como Raquel eran dos mujeres heterosexuales a las cuales siempre les había llamado la atención el morbo de tener alguna experiencia lésbica.
Un día decidieron quedar y se encontraban las dos amigas tomando una cerveza, charlando de banalidades, cuando María, sin saber por qué, se quedó mirando fijamente a los ojos a su compañera de velada, embobada, a lo que Raquel le respondió con una sonrisa y chasqueó los dedos para que despertase. Reaccionó de la forma más natural que pudo y le hizo saber lo bonito que eran sus ojos, tanto que se quedaba prendada mirándola mientras hablaba, Raquel se puso algo colorada y comenzaron a reír.
Pasaban los días, cualquier pretexto era suficiente para quedar y verse un rato, cuando no estaban juntas era como si les faltase algo, comenzaron a bromear con que parecían novias, pero siempre sin sospechar hasta qué punto necesitaban aquellas tardes de charlas.
Una tarde, Raquel fue a la casa de María, mientras estaban hablando surgió la conversación por la cual las dos coincidieron en su grupo favorito venía a la cuidad a dar unos conciertos, sin pensarlo dos veces fueron a por las entradas y comenzaron a planear el día del concierto. El piso de María estaba mucho más cerca de la sala del concierto, así que después de la juerga se quedarían en su piso, así, si bebían más de la cuenta Raquel no tendría problemas para llegar a casa.
Todo parecía perfecto.
Una noche, ya se había acostado Raquel, cuando le llegó un mensaje a su móvil. Le entró una especie de alegría extraña al ver que era de su amiga, y decía:
– ¿Estoy nerviosa por el concertó, tu no? ¿Y te has dado cuenta que esa noche dormirás en mi casa?
Aquel mensaje dio pie a que Raquel comenzara a fantasear con situaciones imaginarias sobre esa noche, en todo el tiempo que se conocían siempre había pensado que dormir juntas no tenía mayor importancia, puesto que era algo muy común entre amigas, pero le iba a costar mucho tenerla a su lado plácidamente dormida, con ese olor tan agradable, tan dulce, y contenerse el deseo de darle un abrazo sin que pareciera algo más.
No sabía que le ocurría con ella y tampoco si María compartía ese comedero de cabeza.
Llego el día y el concierto fue estupendo. Exultantes por el ambiente, la música y las copas hicieron que las horas rápidamente y el concierto llegó a su fin. Caminaban por la calle para llegar al piso de María, que vivía sola, el lugar no era demasiado ostentoso, tipio piso de recién mudada, pero si acogedor y agradable, el frío apretaba y el modelito que lucían no era demasiado apropiado a la temperatura reinante. Apresuraron el paso.
Raquel llevaba puesto un vestido negro ajustado, muy cortito y una chaqueta, con sus tacones y la melena de pelo negro y sedoso deslizándose por sus hombros.
María llevaba un vestido igual pero blanco, era su opuesto, también con una chaqueta y tacones blancos a juego, preciosa, pelo castaño largo, parecía un ángel…
Iban muy conjuntadas y muy monas, y con aquellos modelitos ajustados a sus curvas, los hombres las miraban con deseo y las mujeres con envidia. Estuvieron andando unos diez minutos y por fin llegaron al piso. Se dirigieron a la habitación, pusieron la calefacción a tope y se desvistieron. Era la primera vez que se veían en ropa interior y ambas se sonrojaron un poco. Se sumergieron bajo el edredón de plumas. Estaban un poco tensas, y a María le pareció una buena manera de romper la tensión el comenzar a hacerle cosquillas a Raquel.
Entre risas y carcajadas, por algún motivo pararon radicalmente y se quedaron mirándose fijamente. Los ojos color verdes de Raquel se perdían en el azul eléctrico de los ojos de María, sus rostros estaban a pocos centímetros y un segundo después sus labios se rozaron por primera vez, fue un beso fugaz, un piquito, suave y delicado a la par que tímido. Ninguna de las dos sabía cómo iba a reaccionar la otra. Sentían que sus corazones iban a reventar de un momento a otro por el torrente de emociones que las embarga. Lejos de arrepentirse de lo que acababa de suceder, las dos amigas se sintieron más unidas y se abrazaron como si lo necesitaran para seguir vivas. El roce de sus pieles les producía miles de sensaciones nuevas y continuaron besándose. María paseaba su lengua tímidamente por los labios de Raquel, se fundieron sus bocas en un caos de tensión contenida que desembocaba en pasión sin medida distribuida por sus besos.
María paseaba sus manos lentamente por la espalda de su amiga, memorizando cada centímetro, acariciándola con delicadeza extrema, saboreando el tacto de su piel de melocotón mientras seguían besándose. Bajo aquel edredón, la temperatura subía y subía cade vez más.
Disimuladamente María le desabrochó el sujetador y liberó sus pechos, equilibradamente compuestos, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños, Raquel tenía un cuerpo divino, morena, labios carnosos, de expresión intensa, y en aquellos momentos se encontraba a total disposición de María que en aquellos pezones erectos de sus amiga empezó a rozar con sus dedos, la cual se mostraba receptiva y entregada a la impulsividad de su compañera, que tomando el control, se colocó sobre ella y con sus labios comenzó a sembrar de besos el pecho de Raquel; la recorrió con sus manos, hasta que se decidió a rozar levemente la entrepierna y temblorosa continuó, percatándose del grado de excitación al que había llegado gracias a las caricias de María.
Sus miradas se cruzaron una vez más, como si buscara el consentimiento en los ojos de Raquel. Decidida fue bajando entre besos y caricias por aquel maravilloso cuerpo.
Raquel sentía el calor de las mejillas de María entre sus piernas, sentía como respiraba, sus labios aproximándose a su sexo. Lentamente aumentaba la presión que estaba ejerciendo con la punta de su lengua sobre el clítoris de ella, y con movimientos varios se hundía más y más, percibiendo el goce de aquella escultural mujer que se agitaba, sintiendo cómo se contorsionaba y cómo pedía más, disfrutando cada lametón que le daba, y la sentía bajo su voluntad, bajo su orden, el ritmo era frenético, la pasión inundaba el ambiente, el silencio de la habitación se veía interrumpido por los jadeos y gemidos de Raquel, quien finalmente alcanzó un éxtasis en el que todo su cuerpo vibro, estallando en una felicidad indescriptible. Temblaba de emoción.
María se sintió orgullosa al recibir un abrazo con las piernas de Raquel, lleno de gratitud y complicidad.
En ese momento, Raquel vio interrumpido su sueño tan pícaro con una llamada de teléfono, algo confusa se levantó del sofá, se había quedado dormida sin darse cuenta, todo había sido un sueño, ¡y vaya sueño! Pensó. Agarro el móvil, vio quien la llamaba….
Era María…
Espero que os haya gustado y si te identificas, me alegro.