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Perdí mi esposa ya hace 2 años, pero por trabajo e hija, la vida social pasó a ultimo termino.  Salía, sí, pero con nulas intenciones de conocer gente o volver “al juego”; por eso, fue fortuito cuando llegué a ese bar un jueves por la noche y me encontré con Rebeca.

Desde que salí de la oficina, donde nos conocimos, no la había vuelto a ver. Estaba en mis redes sociales, pero no hacíamos ningún intercambio digno a mencionar.

Esa noche, se veía muy guapa. Llevaba un vestido coctel purpura con estampado de flores, un escote amplio que presumía sus grandes senos y tan corto y pegado que le dejaba ver sus bien trabajadas piernas, porque, de acuerdo con su perfil en FB, seguía entrenando en el gym aun después de haberse separado de su anterior esposo, quien lo había conocido ahí mismo. También, por ese medio, me había enterado que ahora vivía con otro muchacho.

Me acerqué a su mesa sin intención de nada mas que solo saludar por cortesía. Ella estaba con su mamá y 2 chicas más. Me presentó como un “antiguo jefe” y yo solo asentí. Regresé a la barra del bar y seguí viendo un juego de hockey, aunque nunca he sido fanático de ese deporte.

Habrían pasado 40 minutos cuando Rebeca se sentó a mi lado y me preguntó si quería acompañarlas a bailar a un nightclub cerca de ahí. Francamente me sorprendió siquiera el que se me hubiera acercado. No teníamos mucho tema de platica, nada en común, ni siquiera había mostrado interés en mas interacción que el “buenas noches – ¿cómo estás? – bien gracias” de rigor de estos encuentros. Sin embargo, pensando que mi hija pasaría la noche en casa de su abuela, sentí un poco de curiosidad en saber hasta donde podría llevar esto y nos fuimos todos a bailar.

Mientras nos dirigíamos al nuevo lugar, hablábamos de trivialidades de la oficina, de mi nuevo empleo, de mi situación de viudo, de su matrimonio fallido y de su nuevo novio, me enteré que ya le había pedido matrimonio, pero sin profundizar en temas personales porque ambos sabíamos que era innecesario llegar a ese punto, no éramos grandes amigos.

Bailamos un poco, bebimos un poco más y llegó el momento de despedirnos. Su mamá, ya muy alcoholizada, insistía en quedarse un poco más. Rebeca y sus compañeras terminaron por convencerla y finalmente accedió.

Me ofrecí en llevarlas en mi carro para que no pidieran taxi, pero sus amigas dijeron que compartirían uno. Rebeca y yo seguimos caminando y llegamos a mi carro. Mi corazón empezó a palpitar y empecé a sudar. Me di cuenta que esa era la primera vez en dos años desde que una mujer me acompañaba solo. “¿Va pasar lo que dentro de mi quiero que pase?” pensaba. “Qué diablos, que así sea”.

En efecto, ya dentro del auto empezó el foreplaying. Nos besamos mientras mi mano se metía debajo de su vestido hasta tocar su pequeño calzón, aparté un poco y pude sentir sus labios vaginales que iban poco a poco mojándose. Sentí su respiración aumentar y sentí como su mano jugaba con mi bragueta torpemente.

“aquí no, espera” – Dije y manejé a un motel en las afueras de la ciudad.

Al pasar por el lobby, compramos un par de cervezas, un poco de agua embotellada y después subimos a nuestra habitación. No había ninguna novedad o cambio en los últimos 20 años que habían pasado desde que había entrado a una habitación de motel con mi esposa, salvo el baño que además de la regadera, tenía una tina de agua que no usaríamos en este encuentro.

Tomamos turno para entrar a bañarnos, pero ella no quiso prender las luces. Nos secamos mutuamente y nos sentamos en la cama, abrimos las cervezas bebimos unos tragos. Platicamos un poco y mientras estábamos parados frente la cama, ella me dio la espalda, empecé a besarle el cuello. Noté que había un espejo que estaba estratégicamente colocado en un rincón de la habitación que me permitía observar sus pechos. Bajé mi lengua por su columna y ella empezó a temblar, diciendo que tenía cosquillas. La voltee y empezamos a besarnos con más pasión y una de mis manos le sostenía desde la nuca mientras la otra le acariciaba bajando hasta llegar a sus nalgas. Las apreté contra mi y ella soltó un leve gemido al sentir como mi mano pasó de sus nalgas a jugar con su clítoris y pude sentir que estaba ya bastante mojado por sus jugos vaginales. La recosté en la cama y pedí que se volteara. Seguí con besos, subiendo por sus piernas hasta que mi cara estuvo frente a su trasero. Sus nalgas eran grandes y se antojaban. Me entretuve un momento dando pequeñas mordidas hasta que con ambas manos las separé y pasé mi lengua de arriba abajo, entre sus nalgas hasta llegar a su ano. No sé en qué momento pasó, pero me di cuenta que ella estaba en cuatro, ofreciendo su culo, el culo que de seguro su novio disfrutaba por las noches, a mí, quien hace apenas unas horas nos habíamos encontrado.

-Te gusta así? – Pregunté.

-Sí… así… – Solo escuchaba.

-tienes una cola preciosa, lo sabes? ¿Qué pensaría tu novio si vieras que me la estas ofreciendo de esta forma?

-que soy una puta…

-Si, que buena puta eres y tienes un sabroso culo. ¿Tu novio te come así?

-no, a él no le gustaaa… cada intercambio terminaba con éxtasis, alargando las “aaah” y los “oooh” en cada palabra.

-No sabe lo que se pierde…. Yo podría seguir así toda la noche. Comiéndote.

-sigue así… ricooo.

-Ven – le dije. Me acosté sobre la cama y ella se dirigió a mi verga, que ya estaba bastante hinchada. “No, espera. Todavía no termino…” le dije y bajé a su clítoris. Desde el espejo podía vernos, la senté sobre mi cara mientras yo comía su rica pepita, mis manos ocupadas acariciando sus pechos y su rostro, hasta que ya no pudo más y sentí como su cuerpo empezó a temblar por un largo orgasmo en mi cara. Mis brazos la sujetaron por la cintura y la obligué a seguir en esa posición hasta que terminó de venirse y una vez mas empecé a jugar con lengua su clítoris, también pasando por su ano.

-ya te puedo chupar? – preguntó, pidiendo permiso.

-quieres comer? Hazlo.

No pienso presumir un miembro imponente. Es francamente mediano, de 12 cm o 5 pulgadas cuando está totalmente erecto y con un grosor normal. Me levanté y ella, arqueada en cuatro, se metió mi verga poco a poco en su boca, primero saboreando la punta y después introduciéndola totalmente a su boca. Yo la sacaba y la metía. Sentí sus dientes rozando mi glande, pero la estaba disfrutando tanto.

-¿por qué estás aquí conmigo? -pregunté.

-No se. Me gustabas desde antes, pero nunca te lo dije. – era divertido escucharla tratar de hablar mientras tenía mi miembro en su boca.

-haces esto muy seguido? ¿Ponerle los cuernos a tu novio?

-El me gusta y tenemos buen sexo, pero a veces es muy simple. – seguía metiendo mi verga en su boca y a veces la sacaba y la tomaba en su mano para masturbarme mientras hablaba. Luego volvía a introducirla en su boca, como una paleta.

-me gustaría seguir viéndote – Le dije. ¿Crees que podamos hacerlo?

-Ser amantes? – Sonrió con mi verga en su boca y continuó – Me gustaría, pero casi no podríamos vernos. Él es muy celoso y podría encontrarnos.

-y no le gustaría ver a su mujercita ser cogida por alguien? – bromee mientras la separaba y la acostaba frente a mi -puede que aprenda algo nuevo.

-jaja. Yo creo.

Levanté sus piernas en V y las flexioné sobre mis hombros. Coloqué mi miembro en su mojada pepita y la fui penetrando poco a poco. Estuve empujando así un momento y después la volteé para volver a comer su culo en cuatro. Dios, como me gustaba pasar mi lengua entre sus nalgas. Puse mi verga en su pepita y volví a empujar y empujar. Mi pulgar empezó a jugar con su ano aprovechando todos los jugos vaginales que tenía derramada en su cola.

-Tu novio te ha dado por aquí? – pregunté.

-Una vez lo intentó, pero dolió mucho y ya no volvimos a hacerlo.

-ya ves, si nos ve, puede aprender una o dos cosas – Repetí, jugando.

-quieres hacerlo? – preguntó.

-claro. Este culo ya es mío. “culo comido, culo perdido” -dije estúpidamente.

-despacio para que no me duela.

-Claro – nos acostamos de y ella me dio la espalda. Levanté su pierna, ella tomó mi pene y lo puso en la entrada de su ano.

-despacio… – dijo y despacio fui metiendo mi verga. Se quedó quieta y por el espejo podía ver su rostro cambiando su mueca de dolor a una cara de éxtasis mientras yo empujaba y empujaba. Mis brazos la apretaron mientras ella gemía y hablaba palabras que no alcanzaba a entender. Terminé bombeando chorros de semen dentro de su culo. Nos quedamos tirados, abrazados por unos momentos y nos fuimos a bañar.

-que le dirás a tu novio? ¿En dónde estabas?

-que me fui de puta – bromeó – No sé, ya se me ocurrirá algo.

Nos vestimos, tomamos un poco de agua y la llevé a su casa.

-me puedes dejar unos metros atrás? Para que él no vea quien me deja.

-no crees que será mas sospechoso así? Mejor pasa a la parte de atrás y fingimos que soy tu chofer de Uber.

Así lo hicimos. Nos intercambiamos teléfonos y antes de bajarse, volteó y se despidió.

-No olvides que esta colita ya es tuya. – se dio una palmada en el trasero – Márcame y planeamos como podemos vernos de nuevo.

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