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Steven y sus diabluras
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Tiempo de lectura: 6 minutos

A Steven le dicen “el diablito”, quizás por su figura delgada, casi “skinny”, pero a mi él siempre me pareció alguien muy serio y muy dedicado a su trabajo, que era de asistencia al cliente en una empresa de transporte donde estuve haciendo una consultoría hace un par de meses. Sin querer aburrirlos con nimios detalles sólo diré que me tocó entrevistarlo un par de veces con respecto a su trabajo, pues estaba redactando unos hostigantes manuales, y me pareció simplemente alguien promedio. Cierta mañana tenía que trasladarme fuera del país para entrevistar a la sucursal. Steven me fue asignado para asistirme en el trabajo durante el viaje y en mi estancia en Guatemala, pues ese era mi destino.

El día del viaje llegué antes de las 5:30 am a la terminal y Steven se me acerca anunciándome que él me acompañaría. Soy muy maniático para los viajes y suelo llegar mucho antes de la hora señalada, pero en esa ocasión Steven estaba antes, con su camisa blanca pulcramente planchada, su chaqueta azul oscuro y sus zapatos brillantes. Me llamó la atención que aun cuando no era su trabajo inmediato estuvo ayudando a sus compañeros de trabajo durante la carga del equipaje y ayudando a los viajeros en el abordaje.

El viaje transcurrió sin pena ni gloria, Steven me ayudó con el check in en el hotel que la compañía usaba en la ciudad cuando llegamos a eso del mediodía. La tarde también transcurrió sin contratiempos y pude hacer mi trabajo sin ningún problema. Steven estuvo cerca de mí todo ese tiempo y empecé a prestarle más atención. Noté que era de 1.75 m de altura, no más de unas 140 lb de peso, ojos color café, su aire eficiente y pronto para el servicio, su voz tranquila pero parca. No muy guapo, pero varonil. Ya en el hotel y al final del día laboral me dice

“¿va a ir a cenar?”

“me encantaría, pero ¿qué lugar me recomendás?”

“si gusta lo llevo por acá cerca, a un lugar que no es caro pero la comida es buena, está a unas 3 calles, podremos ir caminando”

“vamos, pero por favor no me tratés de usted, no soy más viejo que vos” dije con una sonrisa

Él sólo se rio fuerte y dijo

“está bien”

Durante la frugal cena conversamos un poco más, sobre mi trabajo, de dónde venía y demás. Él a su vez me habló de su esposa y del niño que acababan de recibir, sobre las dificultades de un padre primerizo y demás. Le dije que se pondría peor a medida que el niño creciera. Ambos reímos. Y a eso de las 8 pm decidimos regresar al hotel. Mientras caminábamos de regreso extrañamente él guardaba un silencio extraño que rompió cuando cruzamos la famosa Avenida La Reforma. Fue ahí cuando a boca de jarro me preguntó si era gay.

“si ¿por qué?”

“algunos dicen que sos gay… a mi no me incomoda pero…”

“no querés que te vean con un gay ¿verdad?” le interrumpí

“no, no, no, por favor… de hecho no tengo nada contra ellos”

Me imaginé en este punto que ya había tenido sexo con otros hombres y que le gustaba.

“¿qué harás ahorita?” me preguntó

“creo que descansaré un rato y luego iré al gym del hotel a entrenar un rato. ¿Por?

“no, por nada, sólo quería saber”

En eso entramos al hotel y abordamos el ascensor que nos llevó al piso donde estaban nuestras habitaciones, al llegar a la mía vi que esperaba que se dijera algo más

“¿Querés entrar?” le dije mientras lo miraba fijamente.

“un ratito, no más”

Entramos, encendí la televisión, puse las noticias locales y me dispuse a tomar una ducha, por lo que me quedé en bóxer frente a él, a propósito obviamente. Todo esto lo hice del modo más natural, como si él no estuviera. Entré a la ducha y abrí la llave. En eso él asoma la cabeza por la puerta del baño y me dice:

“¿Puedo entrar a orinar?”

“claro”

Se acercó al inodoro, se abrió el pantalón y se sacó su pene que aún estando medio flácido era largo y grueso. Orinó rápidamente. Me dio una furtiva mirada como avergonzado.

“¿no querés darte una ducha?” le dije

“vaya” dijo después de dudar un poco.

Y se dispuso a desnudarse. Se quitó la chaqueta, que puso con cuidado sobre la mesada del lavabo, la corbata, se desabotonó la camisa blanca. Pude ver su torso escuálido y lampiño, su pecho y abdomen planos, sus pezones redonditos de color rosa, al quitarse la camisa vi que tenía una axilas muy velludas, de pelo largo y grueso color castaño, contrastando con lo lampiño de su piel. Luego se quitó los zapatos y los calcetines negros y luego el pantalón, quedando sólo en unos calzoncillos blancos estilo Bob Esponja, que por cierto le quedaban flojos. En este punto dudó un momento. La ducha estaba separada del resto del cuarto de baño por una mampara de vidrio con su puerta. Como para animarlo le abrí la puerta. Me vio de pies a cabeza desnudo, peludo y mojado.

“¿te vas a duchar con eso puesto?” le dije sonriendo, como para quitar tensión.

Se puso a reír y me dijo que no. Se agachó para quitarse el calzoncillo y vi su pequeño pubis muy velludo coronando su pene largo que comenzaba a dejar de estar flácido. Sus pequeños testículos colgaban uno más que el otro. Y entró.

Estábamos uno frente al otro.

“no hago esto seguido… estoy casado y… y…” comenzó balbuceando

“tranquilo, no pasará nada que vos no querrás” dije mientras lo imaginaba acostado en la cama con las piernas al aire mientras le chupaba el culo.

“tal vez no tenga su cuerpo, pero tengo lo mío… con que defenderme” dijo con su pene en sus manos y entre susurros mientras la ducha nos mojaba a ambos.

“tenés muchas otras cosas que ofrecer aparte de un pene largo” le dije, tratando de ser galante.

“¿cómo qué?” preguntó quedamente

A modo de respuesta lo besé suavemente, no rechazó mi beso. Lo volví a besar y le agarré su pene que hoy estaba caído pero duro. Sólo se dejaba ir, lo acariciaba con las manos mientras le acariciaba la boca con mi lengua. Steven tocó mis glúteos, los apretó varias veces y le dio varias palmadas. Quiso meter un dedo en mi ano, pero le retiré la mano. Lo puse de espaldas contra la pared y procedí a mamarle ese enorme pene grueso. Él sólo gemía de placer. Yo trataba de meterlo todo en mi boca pero no podía, era demasiado grande y grueso. Luego le mamé sus huevos lampiños y percibí su suave olor del culo. Agachado como yo estaba le di vuelta y sus pequeños glúteos aparecieron ante mi. Puse una mano en cada nalga y las aparté. Su hoyito rosado apareció mojado, palpitante. No esperé más y lo mamé. Steven estaba en el cielo. Había puesto una mejilla contra la pared y con ambas manos se sostenía en ella mientras arqueaba la espalda y paraba más el culito que comenzaba a dilatarse con mi lengua.

Me incorporé y le di vuelta. Lo volví a besar. Con mis manos agarré sus manos y las elevé por encima de su cabeza apoyándolas contra la pared. Sus axilas peludas quedaron expuestas, su pelo grueso estaba mojado. Pasé mi lengua sobre cada axila saboreando ese pelaje. Steven sentía cosquillas y quería bajar los brazos. No lo dejé. Seguía probando cada axila y mi erección estaba a tope al dominar sus brazos con los míos. Al cabo de un rato de mamadas axilares lo solté

“¿Vamos a la cama?” le dije

“¿Así mojados?”

“¡jajaja! ¡no! nos secamos primero” dije. Ambos nos reímos

Nos secamos rápido y desnudos nos fuimos a mi cama, pero antes de llegar hice que se arrodillara y me mamara mi pene

“dale, sin miedo… yo se que querés tenerlo en tu boca”

“nunca lo he hecho…” dijo como excusándose mientras se agachaba.

Abrió su boca y cerrando los ojos se lo metió. No todo naturalmente. Daba mamadas torpes pero ricas. Mi pene no es tan largo pero si cabezón, él descubrió lo carnoso de mi glande y más que todo mamaba eso. Lo levanté y lo empujé a la cama. Él se puso sobre su espalda, le abrí las piernas y le volví a mamar el culo. Él ya se había relajado por lo que su ano estaba un poco abierto. Rápidamente saqué el lubricante de mi mochila y le puse un poco en su hoyo. Él adivinó mi intención y pensé se iba a echar para atrás. Para mi sorpresa abrió sus piernas aún más.

“Hágamelo suave, por favor” suplicó

Me embadurne el pene con lubricante y apoyé el glande sobre su ano y comencé a empujar. Él cerró sus ojos como tratando de relajarse

“Relajate” le dije en voz muy suave.

“¿Qué?” dijo

En ese momento él relajó el esfínter y yo presioné más y mi pene entró todo finalmente. Sólo gimió profundamente

Me estuve quieto unos segundos, pude ver su cuerpo delgado, sus piernas abiertas, su abdomen plano y sobre él su pene que había perdido algo de la erección pero que aún era grande.

Empecé a moverme poco a poco, muy despacio, él cerraba los ojos y apenas alcanzaba a exclamar

“ufff” decía quedamente.

Poco a poco su pene recobró dureza, mientras el mío estaba a tope dentro de su ano que estaba muy ajustado. Definitivamente ya había tenido sexo con hombres y ese culo ya había sido inaugurado, lo que me excitó más pues afuera no se le notaba nada de gustarle los penes. Descubrir un hombre varonil, que todos creen hétero pero que en realidad le gustan también los hombres, me puso a mil. Comencé a darle más fuerte, mi pubis peludo golpeada su perineo lampiño. Él gemía cada vez más pesado. Finalmente él se movió y se salió mi pene. Con ambas manos él se agarró su pene y aún quedaba el glande a la vista, como presumiendo su herramienta.

“sentate en ella” me dijo

Agarré el lubricante, me eché una generosa cantidad en mi culo y luego le puse bastante en el pene de él y me senté sobre el. Yo estaba tan excitado que sólo acomodé mi pelvis y su pene entró suavemente, sin ninguna dificultad. Yo pensé que me iba a doler pero creo que la excitación le ganó a mis miedos. Steven al sentir su pene dentro comenzó a darme fuerte. Ese bodoque me partía la entrañas, sentía que me golpeaba el diafragma en cada embestida, cosa que me daba un gran placer. Luego sentí una incomodidad y decidí que era suficiente de cabalgar. Steven sólo abrió las piernas y lo penetré de nuevo, pero hoy mientras se lo hacía, él se masturbaba con ambas manos mientras me miraba con lujuria. Nos venimos casi al mismo tiempo. Él primero sacó una ingente cantidad de leche espesa que cayó sobre su abdomen tenso. Al poco rato mi leche llenaba su recto, pero seguí dándole pero cada vez más despacio.

“sáquela… me duele” dijo al fin.

Obedecí en silencio. Lo vi y él estaba jadeando de cansancio, igual yo.

Nos besamos un buen rato. Luego él se levantó

“ya me voy, mi esposa me va a llamar en un rato” dijo mientras se vestía apuradamente. Luego se fue. Ni siquiera se despidió

Eran como las 10 pm cuando me duché con mi ano abierto y luego me fui a dormir. Ya con las luces apagadas y casi por quedarme dormido, oigo que tocan a mi puerta. Me levanté extrañado y cubriéndome sólo con la toalla y por la mirilla veo que era Steven ya bañado. Le abro y me dice:

“¿No quiere un mañanero?”

“Creo que los mañaneros son en la mañana” le dije parpadeando los ojos de sueño.

“Claro, me quedo acá con usted y le hago un mañanero a primera hora” dijo con una sonrisa

“Pásale” le dije inmediatamente.

Entró y cerré la puerta. Dormimos abrazados. Luego les cuento el mañanero.

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