A veces desearía ser una santa, lo admito. Sin embargo, otras veces pienso en lo disfrutable que puede llegar a ser el placer luego de deslizar mi mano sobre mi estómago y acariciarme, follarme con los dedos, en medio de una noche solitaria.
A veces desearía que fuese la verga de alguien más en lugar de mis dedos, también debo admitir eso.
Ese deseo incontenible es capaz de nublar tu mente cuando todo lo que quieres hacer es liberarlo.
Así que aquí estoy, luego de pecar tantas veces. Aunque ¿Es un pecado desear que alguien te haga gemir, gritar y retorcerte de ilimitado y puro placer? ¿Acaso es pecado desear sentir el calor de alguien más contra ti y deslizar tu lengua sobre su piel? ¿Es un pecado sentir tanto?
Sólo sé que estoy aquí pensando en el día de ayer. Vi a mi mejor amigo, al cual conozco desde hace dos años. Hablamos de todo excepto de sexo. ¿Mi confesión? No me gustaría decirle cuánto deseo traerlo contra mí y cogerlo, me gustaría demostrárselo.
Ayer estábamos sentados en el sofá de su casa mirando una serie. Ya era de noche, de madrugada mejor dicho, y estábamos cansados. Nos acercamos más y más con el correr de los minutos y, siendo plenamente consciente de lo que estaba pasando en todo momento, pude sentir la forma en la que deslizaba su mano en mi pierna. Ni siquiera lo miré.
Sólo podía pensar en arrancarle la ropa y montarlo como nunca había montado a nadie. En sentirlo total y completamente en mí y oír cada sonido suplicante que saliese entre sus labios antes de besarlo y callarlo, tragándome cada maldito gemido.
¿Estoy loca? Quizás. Probablemente.
Pero de placer.