Hola, mi nombre es Ishtar tengo 50 años, soy alta, delgada, vientre plano, buenas piernas (es lo que me dicen que más les gusta de mi), lindos glúteos, cabello largo, soy bonita (adjunto mi foto). Nací en Guatemala, aunque vivo en México. Sin embargo, por la pandemia, estuve de regreso en Guatemala, cerca de la universidad San Carlos. Normalmente uso mini vestidos, muy pegados, con unas medias de color carne o negras, buenos escotes, dichos vestidos, hacen resaltar mi vientre plano, mis largas piernas, mi culo formado, y mis senos, voy poco maquillada no necesito mucho ya que soy bonita, a mis 50 años me gusta vestirme provocativa, toda mi vida me ha gustado despertar el deseo en hombres y porque no decirlo también en mujeres.
Algunas ocasiones en que salía por las mañanas a tomar mi transporte, muchas veces coincidía con un joven que salía, para llegar a la escuela, dicho joven era alto aproximadamente 1, 80 cm, delgado algo marcado y un poco agraciado. En una ocasión me saludó, muy sonriente; tan sólo me dijo: -¡ya se me hizo muy tarde! y yo le conteste, con una sonrisa.
Al otro día, lo vi parado en una tienda de la esquina de mi unidad habitacional. Me saludó desde lejos y yo le contesté con una sonrisa. Eso lo tomo como una señal por lo que de inmediato se me acercó y se presentó:
-yo soy Eduardo, vivo aquí, en la misma unidad que usted, tengo 20 años, y tengo mi cuarto, para mí solo, me dijo, con un cierto orgullo. ¿Usted cómo se llama?
Por un momento me quedé en silencio, una señora ya madura, con dos hijas de la edad de ese joven. A mis 50 años, más que doblarle la edad, le llevaba 30 años a ese joven. Sin embargo, ¡me sentí como colegiala, como una joven de 18 años, jugando a “ligar”, a conseguirse un muchacho, un novio ¡me emocioné! y mi lujuria se iba despertando.
-Me llamo Ishtar 50 años, casada, con dos hijas. Vivo en esta unidad.
-¡sí, en el edificio 7! -Me dijo, con mucha seguridad.
Sorprendida, respondí, -ah, ¡sí!; ¿cómo sabes?
-porque yo vivo en el 9, y la veo desde ahí. tiene usted dos hijas, ¿verdad? Respondí; sí, le dije, un tanto seria, y luego le pregunté: ¿también a ellas las ves? Sonrojado respondió; Sí, pero no tanto como a usted. Porque, usted. ¡Me gusta mucho! Me encanta, es una diosa.
Me gusto su franqueza, y el que me estuviera venerando, me emocioné. Inmediatamente, me dijo; me dejaría pasar a buscarla, mañana viernes en la tarde podemos irnos al cine, o a tomar un café ¡me gustaría mucho poder platicar con usted! Me dejó pensativa, aunque muy emocionada, sin embargo, había muchos contras: la edad, el que éramos vecinos, la gente, sus compañeros, etc. ¡Pero la lujuria me domino, a las cinco! En el parque de Alameda, ¿Puedes? ¡Se le iluminó su carita! De inmediato me dijo que sí: la busco mañana.
Al otro día, me bañé y me masturbaba imaginando lo que iba a suceder, inmediatamente elegí un atuendo erótico, coqueto, me puse un mini vestido de color azul fuerte, pegado a mi cuerpo, que resaltaba mi figura, mi vientre plano, mis largas piernas, cubiertas con unas medias color piel, que le daban un toque exquisito acompañada con unos tacones de color dorado, mi culo bien formado, mi brazo derecho iba cubierto y el izquierdo descubierto, mi cabello iba suelto. ¡Eran ya casi las 5:15! ¡El muchacho me estaba esperando! ¡Me llevaba un ramo de rosas! ¡Lo vi, y me sentí emocionada! ¡Hola señora!, Me dijo, queriéndome dar un beso en la mejilla, al que yo contesté, poniéndole mi mejilla. ¡qué guapa!, me dijo y le contesté, preguntando: ¿tú crees? ¡claro, ya se lo había yo dicho me gusta usted mucho!, mirándome de arriba hacia abajo, recorriendo mi cuerpo con su mirada, por lo que le pregunté, con un poco de ironía: ¿paso el examen?, Y él, sin perder su seguridad, me dijo: por supuesto, se ve muy hermosa con ese vestido, ¡se le ven sus piernotas! ¡igual de hermosas que usted! El seguía halagándome, estas super buena, eres un mango, una diosa, mientras yo observaba un bulto que se marcaba en su pantalón.
Acto seguido, tomándome de mi brazo derecho, me preguntó: ¿vamos al cine o a tomar un café? Soy una cougar ardiente, ya estaba muy excitada por lo que le dije, que nos fuéramos directo al motel. Entramos al cuarto y Eduardo se lanzó sobre mí. Me abrazó y comenzó a besarme en la boca. De repente, sin dejar de besarnos, sentí que su mano comenzaba a acariciarme mi concha. Estuvo acariciándome, despacio, comenzó a darme dedo, a acariciarme mi vagina, a todo lo largo, desde arriba hasta abajo, ¡estás muy mojada, ¡así me tienes, muchacho, estoy deseando que me hagas tuya. Posteriormente, sentí que me bajaba su mano a lo largo de mi espalda, llegando a mi cintura, mis pompas, pasándola por debajo de ellas, por mis muslos y, en ese momento, flexionándose un poco, me cargó entre sus brazos, me levantó. Yo estaba colgada de su cuello y no dejaba de besarlo en la boca, entrelazándole mis piernas alrededor de su cintura, para atraerlo hacia a mí, sin soltarlo de su cuello, ni dejar de besarlo en la boca. Él se giró hacia la cama, cargándome. Dio unos cuantos pasos y me depositó sobre de aquella cama de motel.
Eres una puta tremenda, mira como vienes traes una tanga de hilo dental, vienes decidida a coger, ¿verdad mi putona? Me dijo, mientras, me quitaba mi tanga, para olerla y besarla, como deseando que mi aroma, fuera parte de él. Inmediatamente, miro mi vagina ¡Tienes un bizcochito sabroso! ¡Listo para darle de besos!, Me dijo, al mismo instante que se lanzaba sobre de él, a llenarlo de besos, a separarme los vellos de mi vagina, a descubrirme mi clítoris, a darle besitos, a morderlo con sus labios, a estimularlo, a lengüetearlo todito, haciendo que me revolcara de aquel placer: aaghh, aaahhh, gemía, de placer. Sus manos estaban sobre de mi cintura y su boca se presionaba con fuerza sobre de mi monte de Venus. Hacía unos movimientos entre horizontales y giratorios con la lengua, que me estimulaban locamente.
Posteriormente, me puse de rodillas, bajé su pantalón, y Dios Mio, era un miembro bien dotado, unos 17 cm, más que el promedio, con ligera curva y cabezón, lleno de venas, se me hizo agua la boca y empecé a pegarle una buena mamada, mi boca intentaba comerse por completo todo aquel miembro, pero era muy difícil sumado a que poco a poco se endurecía más y más. Con mis dientes, agarre su prepucio e intentaba hacerlo para atrás, lo que hizo que gritara de dolor y placer. Soy una diosa en el sexo, y con mi experiencia, de una sola mamada, me lo metí por completo en mi boca, sentía que me ahogaba, mientras Eduardo, me peinaba de una manera dulce, que hacía más delicioso el sexo oral, por un momento sentí desesperación pues me faltaba el aire, y él, aprovecho y me tapo la nariz, por lo que el aire no me entraba por ninguna manera, es un placer único, ahogarse en un pene grande, pero con la fuerza de mi boca, alcance a morderlo, por lo que retiro su pene de mi boca. Y volvimos a repetir el acto oral, Eduardo no cabía de gusto al ver como su verga desaprecia en mi boca, se retorcía, incluso trato de aventarme ya que el placer era demasiado, pero yo se lo impedí devorándole con todo su dura verga.
Como la puta que soy le dije: ¡Ya cógeme Eduardo, ya dámela, por favor, méteme tu vergota! Y Eduardo, apiadándose de mi condición, suplicante y desesperada, me recostó en la cama en la clásica posición de misionero, tome su pene con mi mano y yo misma lo coloque entre los labios exteriores de mi vagina, para que Eduardo, con fuerza, empujara hasta el fondo y me la metiera por fin, comenzó a embestirme con fuerza, yo exclamaba, ¡Aaagggh… Eduardo… así! La sentí, hasta el fondo.
Estábamos ¡dándole duro a la fornicación!, mientras yo me le colgaba de su cuello, besándolo con pasión, sintiendo como sus golpes penetraban y penetraban en lo más íntimo de mi ser, ¡hasta el fondo de mi vagina! Eduardo se echaba sobre de mí; me dejaba caer todo el peso de su cuerpo, y empujaba para metérmela más, para partirme en pedazos: ¡lo sentía delicioso! Me levantaba las piernas, me las separaba, con fuerza, hasta causarme dolor, ¡delicioso!, y luego se acomodaba y me la dejaba ir, hasta el fondo, con fuerza, con saña, con mucho ardor y placer. Me sacaba su verga; la frotaba contra de mi clítoris, me la paseaba por encima de mis labios, los recorría sin meterla y luego, de repente, ¡me la clavaba de nuevo! ¡Qué verga!, ¡que rica manera de coger! ¡Lo disfrutaba, de a mares!
Enseguida, como la meretriz que soy tome el control, le dije acuéstate en la cama, y pase a colocarme en la legendaria posición troyana, es decir; Andrómaca. En consecuencia, me puse encima de Eduardo y frente a él. A la primera montada me ensarte todo su miembro, ¡Aaaa… mi amor! Esta posición me otorgo el control del acto y favoreció el frote de mi clítoris con el pubis del Eduardo, mientras él me besaba ardientemente y lo alternaba con besar y morder mis senos. Posteriormente, me puse en cuclillas y mis zapatillas, le dieron una altura perfecta, para darme unos ricos y deliciosos sentones, pero esta vez en mi ano, mientras Eduardo estimulaba mi clítoris y los senos con las manos ¡Aaaa… Eduardo, mi amor que rica verga! Mientras él me decía, gracias diosa, por esta cogida maravillosa, es mejor de lo que había soñado cuando me masturbaba pensando en ti y en tus hijas. -Cuando el desgraciado dijo esto, lo cabalgue con más fuerza, pero yo también sufría y gozaba era un frenesí diabólico. Así como la legendaria, Andrómaca, mujer de Héctor, el gran héroe de Troya, disfrutaba cabalgando encima de su esposo. Yo disfrutaba cabalgando a mi semental.
Era una leona en celo insaciable que pedía más verga y placer, para mi fortuna Eduardo, tenía todo lo que pedía gran miembro y excelente condición física, me acostó y coloco una almohada detrás de mi cabeza y él se puso hincado y me metió ese gran pene en mi boca, me ahogaba con esa enorme libélula, Eduardo tenía el mando y yo pasaba de ser una leona a ser su esclava fueron varios minutos, pero intensos, sentía ahogarme. Posteriormente se colocó en una silla, y me pidió que lo montara, inmediatamente camine hacia él, le di la espalda y me senté en ese miembro, el arqueo la espalda y presionando mis nalgas contra su ingle, hacia que salieran gemidos de mi boca, mientras me mordía y chupaba mi espalda, continuamos un tiempo así, yo me sentía la conductora de esa silla caliente.
-¡Ponte de a perrito!, me dijo, y sin pensarlo dos veces, yo me acomodé, levantando mis caderas, invitándolo a que me montara, cosa que realizó de inmediato: me tomó de las caderas, y me acomodó su pene en mi culo. Lo empujó y… ¡me la metió muy al fondo, en el primer empujón! ¡Eduardo… qué verga…! Me la metía muy al fondo, hasta lo más profundo de mi intimidad, haciéndome gritar y gemir, suplicar: Eduardo síguele muchacho, no pares… síguele así… ¡por favor…! Su pene en mi ano, parecía adherirse a mi como si fuera un cajón que esta atorado en el ropero y no quiere salir, mientras me castigaba con sus manos, soy tu perra, tú eres mi amo, y yo me someto a ti, aaahh, gemía como la puta que soy. Continuó penetrando mi ano. Lo sacaba y lo metía, una y otra vez, yo me retorcía, estaba excitada y quería estarlo más así que me llevé una mano a mi vagina, él también llevó su mano y metió su mano y estimulaba mi clítoris. Yo gemía de placer, mientras él jugaba con mis dos agujeros.
Posteriormente, me mordí los labios evitando gritar, llorar. Quiso levantarme y me afianzo con fuerza, abrí mis ojos y sin decir palabra le hice señas inclinando mi cabeza de que me dolía que me estaba lastimando –dame unos segundos le dije. Eduardo, me dio unos segundos me deje caer sobre el colchón respirando con dificultad, me coloque apoyada sobre la cama boca abajo con los pies en el piso completamente doblada en cuatro patas con los senos y mi cara boca abajo, él se acercó separando mis nalgas y le dije -hazlo mi amor, no importa que me lastimes solo hazlo. Eduardo, comenzó a meterme su pene, me doble por completo, intente levantarme para evitar que me siguiera penetrando sin conseguirlo, me mantuvo firme pegada a su miembro. Se mantuvo quieto, dentro de mi cola no dándome oportunidad de moverme. Comenzó despacio a moverse, a penetrarme poco a poco comencé a gemir, a rotar las caderas, a menear mi cola al encuentro de su verga, lo hacía suavemente, fue el momento que el aprovecho para penetrarme por completo.
Grite y mordí las sábanas se me rompió una uña por el esfuerzo de sujetar la sabana con fuerza al sentirme completamente penetrada, me doblegue por completo, comencé a decirle -ya salte, termina me estas lastimando, por favor salte, era muy doloroso, pero debo ser franca no quería que me la sacara, Eduardo, comenzó con su vaivén de entrar y salir con fuerza, afianzado a mis caderas, cada vez que me penetraba me empujaba contra el colchón. Lo sentía hasta lo más hondo de mis intestinos, me saco sangre, pero no le importo se limpió con la sabana y siguió penetrándome.
Posteriormente, estábamos parados a un lado de la cama del hotel, con el pene metido por detrás, dentro de mi ano. Lo sentía muy adentro, lo sentía vivo, moviéndose en mi interior, haciéndome sentir maravillas.
-ya voy a venirme mamita… te los quiero echar en tu cara… ¿los quieres…?
-¡Si mi Eduardo… dámelos donde quieras…!
Y sacando su pene, tremendamente parado, de mi ano, comenzó a venirse en mi boca, ese semen amargo pero delicioso me lo bebi. Le tomé su pene y con mi mamo lo exprimí para no dejarle ninguna gota, el demás semen caía sobre mi cara: lo miré y, ¡estaba contento, se le miraba feliz!, y yo me sentía satisfecha.
Mientras me mordía mis labios en señal de agradecimiento, a la vez que pasaba mis dedos por mis labios vaginales, los cuales aún seguían ardiendo de deseo, mientras el semen gelatinoso y pegajoso de mi cara se secaba, que cogida me dieron, mi puta interna y externa estaban satisfechas y agradecidas, lo digo con orgullo soy una milf esclava de un joven.
Magnífico y excitante tu relato amiga, ojalá pudiéramos platicar vía correo **no se permiten correos en los comentarios** ( todo en minúsculas) para contarte las vivencias que mi esposa ja tenido estando yo presente.
Saludos
Manolo