Yo estaba temblando. Estaba completamente empapada, de pies a cabeza. Y me sentía muy nerviosa, entre el frío y la ansiedad no podía hacer más que titubear. "Vamos Angie, no quiero que te enfermes, menos ahora que por fin te encontré." me dijo con su profunda voz. Sentí como pasó su enorme mano de mi hombro a mi cintura. Se sentía caliente, gruesa y muy fuerte. Sentí como me apretó la cintura un poco y me jaló para que me pegara a su cuerpo, de esa forma su paraguas alcanzaría a cubrirnos a los dos. De esa manera caminamos juntos hasta su camioneta, yo con los brazos cruzados, muerta de nervios y muerta de frío, pegada a él. Él tomando mi cintura fuertemente, como si quisiera evitar que me fuera corriendo y con la otra mano sujetando su paraguas.
Yo seguía temblando. Poco a poco entre la lluvia vi como nos acercábamos a una camioneta detenida a un costado de la avenida. Era blanca, algo grande, como las que usan para hacer envíos, no tenía cristales en la parte de atrás. Me abrió la puerta para que entrara, me sente en el asiento del copiloto y él se quedó de pie, al lado mío, me dijo "estas toda mojada, seguro solo piensas en quitarte esa ropa. Dame tu blusa, no quiero que enfermes". No sabía que hacer, me le quedé viendo a los ojos. Ahora que lo pienso, desde ese momento dejé de tomar decisiones serias en mi vida. A partir de ahí mi cerebro se apagó, me sentía como un animalito que acaban de recoger de una tormenta. Aliviada por escapar de la lluvia y el peligro de estar ahí sola pero al mismo tiempo asustada por no saber a donde me llevarían.
Como no le respondía ni hacía nada. Dejó a un lado su paraguas y se inclinó hacia mí. Acercó sus manos a mi pecho y desabrochó el botón del cuello (lo tenía abotonado por el frío aunque me apretaba un poco). Luego continuó con el siguiente botón, un poco más abajo. Justo donde se encuentran las clavículas. Lo desabrochó con gran facilidad. Luego cuando estaba a punto de desabrochar el siguiente, lo detuve con mis manos. Yo no era capaz de hablar sin titubear aún. "Tranquila, llevar esa blusa empapada seguro te provocará una neumonía, atrás tengo muchas sábanas, te daré una para que te cubras" sus palabras me relajaron, su tono de voz era idéntico al que mi papá usaba conmigo. El siguiente botón cubrirá el inicio de mis senos, la parte que forma una "Y" cuando usas brasserie.
Sentí como sus dedos rozaron la parte superior de mis senos, y luego, no me di cuenta como, ya había desabrochado tres botones más. Pronto sus manos estaban en mi vientre desabrochando los últimos botones. Separó ambas partes de mi blusa y mi brassiere quedó completamente al descubierto. Era de satín morado, con algo de encaje. En ese entonces sólo usaba brassieres de copa completa, por lo que no se veía mucho de mi escote. Sin embargo, al parecer le fascinó a mi abuelo. Un buen rato se quedó perdido, casi boquiabierto, mirando mis pechos y mi brassiere morado. Yo sólo lo miraba a los ojos, sin poder hacer mucho, nunca antes me habían mirado con tal descaro en plena calle. “Estas bien crecidita, ya te ves como toda una… señorita” me dijo mientras me cubría con la sábana que sacó de la parte de atrás. Después de cubrirme me besó la frente y cerró la puerta, cerró la parte de atrás de la camioneta, entró al lugar del conductor y la encendió.
Dentro de la camioneta, en la parte de atrás, tenía un colchón muy grande, cubierto por sábanas rojas de porcelana, muchos cojines y lo que aparentaba ser un frigobar, entre otras cosas extrañas y luces neón. En ese momento no pude terminar de fijarme porque mi abuelo cerró la pequeña ventanita con la que se podía observar la parte de atrás de la. Camioneta desde el lugar del conductor y el copiloto. "No te preocupes, es para los clientes. Yo jamás lo he usado. Aunque tu lo usarás bastante seguido…" me dijo mi abuelo. No supe a qué se refería. En ese momento no me lo podía imaginar. Pensaba que había comprado ese colchón para acomodarme un cuarto en su departamento, no tenía idea de la realidad.
El camino fue muy corto. No más de 15 minutos, sin embargo se hizo eterno y bastante incómodo. No podía quitarme de la mente sus ojos clavados en mis pechos. Llegamos a una unidad habitacional con muchos edificios altos, todos de tabique, cerca de unas pirámides antiguas. Había en la entrada una caseta de vigilancia con varios guardias de seguridad privada, saludaron a mi abuelo y algunos se me quedaron viendo. Entró a la unidad la camioneta y condujo hasta el estacionamiento, apagó el motor. “Aquí he vivido los últimos 10 años, si tu quieres también es tu casa, vamos a que te la muestre, seguro te encantará…” me dijo y bajó de la camioneta.
Aún estaba fuerte la tormenta, me abrazó y bajó, caminamos juntos unos minutos hasta su edificio. Me dijo que su departamento estaba en el primer piso y señaló una ventana grande. Subimos usando las escalera aunque había elevador, fue solo un piso como dijo. Entramos en su departamento. No era para nada como esperaba. Estaba muy limpio y adornado, con muebles bonitos, cuadros y detalles dorados por doquier. La pared estaba recubierta de una piedra blanca que era muy similar a la cubierta de la mesa del comedor. “No vayas a ensuciar, puedes entrar a bañarte pero deja aquí tus zapatos y tu pantalón, cuando salgas cenaremos.” Me quitó la sábana y de nuevo me quedé con el torso semidesnudo, me comencé a desabrochar el pantalón antes que él interviniera como pasó con mi blusa. Estaba súper mojado, y lo tenía todo pegado al cuerpo, me costó mucho trabajo bajarlo. Normalmente tengo dificultad para ponerme y quitarme los pantalones ajustados por el volumen de mis glúteos y muslos, así mojados me costó mucho más trabajo.
Obviamente mi abuelo lo observó todo. Vio como poco a poco me bajé el pantalón y se iba descubriendo mi calzón que hacía juego con mi brassiere, morado con algo de encaje. De repente lo volteaba a ver, el muy descarado no dejaba de ver mi trasero. En parte sentía que me estaba desnudando para él, todavía me tenía que terminar de quitar el pantalón y caminar hasta el baño. Sabía que no me dejaría de observar, pero en parte yo quería que me viera. Me emocionaba conocer a mi abuelo y que viera que ya era una mujer adulta. “El baño está a mitad del pasillo del lado izquierdo, ahí encuentras todo nenita” me dijo cuando vio que me quité los zapatos. En ese momento sentí que él y yo estábamos jugando, en parte nos estábamos vengando de papá por haberlo alejado de la familia. Aunque en mi mente aún tenía la duda de sus razones, sentía que había sido injusto. Por seguir en el plan de juego, al caminar al baño, me fui contoneando mis caderas, al llegar al final me di cuenta que tenía aún la vista en mis pompas, me sonreí y entré al baño.
El baño era muy grande, tenía una gran tina y una banca acojinada, al final el wc y la regadera. Me quité mi ropa interior y entré a la regadera. Se sintió super bien después de haber estado bajo la lluvia y el frío. Decidí salir en toalla, toda mi ropa incluso la interior estaba mojada aún. Al salir escuché a mi abuelo desde otro cuarto, me gritó que me había dejado la cena en la mesa, que después me podía ir a dormir al cuarto del fondo. Tomé café con leche que ya estaba servido y un pan con jamón. Todas mis cosas de la universidad se quedaron al lado de mi coche, seguro ya estaban arruinadas, decidí ir a dormir. Mañana sería otro día. Al entrar al cuarto traté de buscar el interruptor de la luz, no pude encontrarlo. Todo estaba muy obscuro. A tientas encontré la cama, me quité la toalla y me metí entre las sábanas. Caí pronto en un profundo sueño.
Desperté sintiendo un intenso espasmo, no había duda, era un orgasmo. Yo estaba acostada boca arriba, aún con la sábana encima pero con uno de mis pechos afuera. Al lado mío estaba acostado de lado mi abuelo. Todo sobre esos momentos es muy borroso. Por unos 15 minutos no me podía mover, me sentía en extremo relajada. Recuerdo que mi abuelo decía algo pero podía distinguir que era. Mi mirada estaba fija en el techo, sentía su enorme mano entre mi entrepierna, me estaba masajeando, él me había provocado el orgasmo. El cuarto, antes obscuro, tenía ahora una extraña luz rojiza.
De repente sentí como se levantó y me quitó por completo la sábana, separó mis piernas y empezó a meter sus dedos en mi vagina. Yo seguía sin poderme mover. Sentía como si estuviera buscando algo dentro de mí, de repente un dedo, a veces dos. Entre más tiempo pasaba, mejor se sentía. Hasta que de repente de nuevo lo sentí, ahora un poco más intenso. Sentía como electricidad que partía de mi entrepierna al resto de mi cuerpo. Pasando por mis brazos, piernas, hasta llegar a mi cabeza. Era la primera vez que sentía dos orgasmos casi seguidos. En ese momento sentí un tremendo éxtasis. Recuperé por un momento los sentidos y me pude mover. El cuarto estaba a media luz. En el techo había un enorme espejo instalado. La luz provenía de unas lámparas neón colocadas alrededor del cuarto. Me puse de rodillas y me alejé lo más posible de mi abuelo.
Él estaba al pie de la cama, vestido, con una enorme erección. Le pregunté con nerviosismo que hacía, que pretendía con todo esto. Él se acercó a mí y me dijo que me dejara llevar. Me tomó la cabeza con una mano y me comenzó a besar. Yo estaba de nuevo empapada pero esta vez por mi propio sudor y no por la lluvia. Sus besos eran muy tiernos, de repente mordía mis labios, cada que lo hacía al mismo tiempo me daba un pequeño pellizco en mi pezón derecho, eso me hacía sentir bonito abajo. Me estuvo haciendo lo mismo un largo rato, yo era incapaz de pensar en cualquier cosa, jamás me la había pasado tan bien con algún hombre, el hecho de que fuera mi abuelo se sentía como una aventura. Me tomó por las manos y me jaló un poco, de forma que quedé a gatas, sobre mis manos y rodillas arriba de la cama. Él acarició mi espalda y se colocó detrás de mí. Yo ya sabía lo que iba a pasar, una parte de mi sabía que estaba terriblemente mal, pero la mayor parte de mi lo deseaba, estaba súper caliente.
Escuché como se desabrochó el pantalón y cinturón, sentí unas amables caricias en mis pompis. Ahí fue cuando sentí su miembro en la entrada de mi cuerpo. Era como si mi vagina lo estuviera besando aunque yo no estaba haciendo nada. Después de un rato él rompió el silencio: “Sacude la colita si quieres que te la meta” no pasó ni un minuto y yo ya me estaba contoneando. “Que buena nenita” me dijo y sentí como poco a poco entraba. “Estás más sabrosa que tu madre” me dijo mientras la metía y la sacaba muy despacio. “Y de seguro hasta eres más puta que ella”, me la metió hasta dentro. Yo no era virgen antes de eso, ya había tenido algunas experiencias con amigos y noviecitos, incluso con un primo. Pero sí puedo decir que esa fue la primera vez que me cogieron de verdad. Me la estuvo metiendo y sacando por un ratote, sentía como la punta de su miembro tocaba mi mero fondo de mi vagina. Cada que lo tocaba sentía maravillas, sólo podía pensar en que lo siguiera haciendo, no me di cuenta y estaba jadeando. “Buena putita hija de tu puta madre” me dijo antes de comenzar a metérmela con más energía todavía. Unos minutos y de nuevo lo sentí, mi tercer orgasmo en una noche, pero este fue lo máximo… Toda mi piel se estremeció, sentí que mi cuerpo se derretía, al final caí sobre la cama, de nuevo me relajé al grado de apenas poder moverme. Me quedé dormida.
Desperté de nuevo pero ya era de día. Las sábanas eran blancas y estaban secas. Yo estaba desnuda, era normal así me dormí. En el techo sí había un enorme espejo. Sobre un pequeño buró estaba mi ropa de ayer, completamente seca y limpia. Incluyendo mi ropa interior. Yo me sentía muy feliz, como cuando despiertas de un buen sueño. Pero en el fondo sabía que aquello no había sido un sueño. Me vestí y salí al comedor, mi abuelo estaba sentado, leyendo el periódico. Me dijo que me sentara. Me sirvió el desayuno. “No te acostumbres a que te trate como princesa, si te vienes conmigo, vas a tener que trabajar, quedas avisada.” No le respondí nada. “Mi departamento es completamente tuyo mientras no esté aquí. Salgo mucho, soy transportista. Pero mientras yo esté aquí obedecerás y me dirás “si señor”, ¿Te quedó claro?” No le respondí nada. “Ya aprenderás a obedecer” Le respondí con una pregunta:
Yo: ¿Por qué mis papás te alejaron, que hiciste?
Abuelo: ¿No te lo imaginas?
Yo: ¿Te cogiste a mi mama?
Abuelo: No, bueno si, pero tu papá no lo sabe. Me alejaron por otra razón, ya lo descubrirás. Toma para tu taxi, y toma esto otro para que te queden ganas de volver.
Se desabrochó el pantalón y se sacó su enorme miembro erecto, grueso y lleno de pelos. De inmediato mi mente se transportó a la noche anterior, me puse muy muy nerviosa pero al final perdí la conciencia. Me quité el pantalón y los calzones y me acerqué a él. Todo en lo que podía pensar era en sentir de nuevo uno de esos orgasmos tan intensos. “Ven putita, acércate” Caminé hacia él. “¿Quieres que te coja putita?” No le respondí nada. “Que niña tan necia, te enseñaré a decir sí señor. Pon tus manos sobre la mesa” Le hice caso, de forma que quedé con las pompis desnudas empinadas. “Tremendos cachetones que te cargas Angie, ni tu madre estaba tan buena, aprenderás para que los tienes”. Me soltó una tremenda nalgada, sentí como todo mi trasero se sacudía. Escuché como se reía “Angie que enormes nalgas tienes, seguro todos los hombres que conoces sueñan con agarrarte a nalgadas. Cada que te de una dirás “Si señor quiero otra” entendido putita?”
“Si señor”, le respondí.