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¡Sorpresa! Sí, quiero probar de aquello
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Había llegado temprano como de costumbre a cualquier cita y la vi entrar al salón de belleza donde mi hermana se atiende y que por esta pandemia que todavía vivimos me veo con la necesidad de visitar, pues mi peluquero al que he visitado en los últimos 15 años parece que ha cerrado sus puertas. Esta chica a quien después conocí con el nombre de Annel vestía unos pantalones vaqueros, una blusa beige y un suéter de abotonar del mismo color y llevaba zapatos de tacón alto. Se miraba elegante a pesar de su simple vestimenta y no le pude estimar su edad, pero si pude notar un rostro de tez morena y muy bello.

Diez minutos después vi que las luces se encendían y cinco minutos antes de mi cita toco el timbre, pues las puerta principal continua con llave. Me saluda con unos buenos días y una sonrisa muy agradable y veo que solamente se encuentra ella, pero ahora viste una bata abierta como las que usan los médicos y ella a cambiando su pantalón vaquero a una falda que baja unos centímetros por sobre sus rodillas. Tiene bonitas piernas y en esa inspección veo que ahora viste zapatos tenis y ahora le calculo su edad entre 27 a 33 años. Debo decir que toda esta conversación se daba en el idioma local que es el inglés.

Iba solamente por un corte de cabello, pero ella mencionó si deseaba que me rasurara y le asistí con un “si”, pues por esta época y en las condiciones que vivimos con esta pandemia todo el mundo quiere hacer un dólar de más, pero también le dije que “si” pues mi hermana me había dicho que su amiga Tiffany, quien es la dueña del lugar me había conseguido esa cita en un domingo temprano por la mañana y en agradecimiento le daba la excusa que se ganara unos dólares de más, aunque yo ya tenía en mente en darle una buena propina por el favor. También debo mencionar que Tiffany es una bella mujer que debe estar en sus mediados cuarenta y a quien me follé unos tres años atrás en una fiesta de mi hermana, pero que no continuamos con una clandestina relación, pues ella es casada y tiene mucho que perder económicamente o al menos esa fue la impresión que tuve en el momento.

Annel me hizo pasar a un cuarto donde me lavó el cabello y después de secarlo me hizo sentar en esas sillas que rotan los 360 grados y acomodándome estaba cuando le sonó el teléfono en la cual sostuvo una breve conversación de un par de minutos y donde descubrí que esta chica pensaba que yo no hablaba español:

-Sabes… tengo al muñeco que se comió Tiffany frente a mí. -Dijo después de un saludo e identificar quien llamaba y continuó.

-No… es un hombre mayor de unos 48 años, pero se mira que se cuida… yo también me lo comería. ¡Está guapo la verdad! – Decía Annel haciendo alguna breve pausa y terminó diciendo:

-Debo dejarte… lo he dejado esperando… No me des ideas, que ando tan caliente que, si me las pide, yo también le daría las nalgas… Si, hay te cuento si me lo como, pero primero debo cortarle el cabello. -Y colgó despidiéndose.

Realmente no sabía que pensar. Podría ser que estaba mal entendiendo todo, pues no escuchaba lo que decía la otra persona o era así Annel de abierta con sus amigas, asumiendo que ella no tenía idea que yo dominaba el idioma de Cervantes. Esto me provocó una tremenda erección que se me fue difícil disimular especialmente porque vestía de esos pantalones para ejercitarse pues tenía en mente ir a correr a un parque después del corte de cabello.

No podía ver las expresiones de su rostro, pues usaba esa típica máscara que se nos ha impuesto hoy en día, pero sus ojos denotaron cierto asombro, pues me tomó un par de minutos para que la erección disminuyera y llegara de nuevo a su posición pasiva. Annel se concentró en el corte de cabello primero, haciendo una plática trivial de la situación de la pandemia y de vez en cuando podía sentir sus pechos por mis hombros y que hacían reaccionar a mi miembro y luego de unos siete minutos pasaba a afeitarme y me pidió que pasara de nuevo a donde me había lavado el cabello. Me afeitó de una manera muy delicada e inclusive a través de sus guantes pude sentir un pequeño masaje que me dio durante ese proceso. Me pidió que me quedara recostado en esa silla reclinable y me puso unas lámparas de calor mientras me volvía a secar y volvió a sonar su celular y escuché la conversación siguiente en español.

-¡Si, estoy bien…! No ha intentado en violarme todavía, pero si lo intenta te aseguro que lo dejo… Si tú lo vieras, lleva uno de esos pantalones para hacer ejercicios y se la marca una pija que me la comería como a un plátano maduro. Te dejo, debo terminar de peinarlo… si… yo sé. ¡Tiffany nos debe contar todo como pasó! Bueno te dejo, debo bajar el calor. -Y Annel se quitaba la bata y cuestionó algunas cosas diciendo:

-¿Cómo? ¡Qué crees! Ya me quité la bata para ver si le provoco. -y se reía. Se despidió y regresó hacia donde yo estaba.

Recostado en esa silla, mi verga se miraba como un mástil sosteniendo la carpa de un circo… era obvia y no lo podía evitar. La verdad que no sabía cómo reaccionar y a pesar de que he tenido muchísimas experiencias con diferentes tipos de mujeres, siempre estas situaciones me ponen nervioso, pero una vez tomo el primer paso, con los segundos encuentro la confianza. Me peinó y no sabía que decir y luego llegó como algo providencial, sí es que esa es la palabra adecuada; una llamada de José, con quien he quedado de reunirme en el parque para ir a correr. Y contesto en español: ¡Hola José! Me has leído la mente, en unos segundos te iba a llamar pues no creo que vaya a ir a correr el día de hoy, me ha salido un imprevisto. -dije.

Annel perdió el color de su tez morena y pude ver que una gota de sudor de repente bajó apresurada de su sien. Creo que estaba impactada al escucharme hablar español. Y no sé, pues yo me creo y me miro tan hispano, pero esta es la tercera chica que sorprendo en una situación así. Creo que mucha gente que conoce a mi hermana Kashira, quien es iraní, piensa que yo también lo soy y la verdad que Kashira es mi cuñada y no mi hermana, pero tenemos 30 años de presentarnos como hermanos, y para hacer más compleja la confusión, mi hijo llama a mi supuesta hermana, madre, pues ella lo crio desde que desapareció mi esposa hace 20 años. Termino con mi plática con José y me dirijo a Annel diciendo en el idioma del quijote:

-¿Cuánto te debo?

-¡Qué pena! ¡Quisiera que me enterraran viva! –me dijo esquivando la mirada.

-No te apenes Annel… entiendo que es cuestión de cómo bromeamos con nuestros amigos algunas veces. Siendo honesto, me gustó y… no sé si tú lo notaste, pero me excitaste. -le respondí ya con más confianza.

-¡Qué pena! ¿Qué va pensar usted de mí?

-Nada… mira, para que no te sientas tan mal; tú ni te imaginas lo que me pasó por la cabeza cuando te vi bajar de tu coche. Todos los seres humanos somos así.

-Quizá… pero no todos somos mal hablados o abrimos la boca cuando no se debe.

-¡No te afanes Annel! Solo dime una cosa: ¿Te la comerías como a un plátano maduro? -le dije sonriendo.

-¡Uh… qué pena! Pero… quizá así con pena me gustaría probarla.

-¿Quieres probarla?

-¿Usted quiere? -me decía todavía como vacilante.

-Ven para acá… quiero ver cómo te la comes.

Podía ver que tenía cierto nerviosismo en su rostro, pero aun así se acercó a mí y mirándome al rostro como si pidiera permiso me bajó el pantalón deportivo y prosiguió a hacer lo mismo con mis calzoncillos dejándomelos al nivel de la rodilla. Por la tensión del momento mi verga no estaba totalmente erecta, pero tan solo Annel la tomó en sus manos y se la puso en la boca, esta tomó todo el volumen de una potente erección. Me pidió que me mantuviera viendo hacia el estacionamiento, pues desde ese cuarto se puede ver los vehículos que entran o salen y este domingo en la mañana solo está el coche de Annel y el mío. Son las 9:30 de la mañana y Annel me dice que la siguiente cita la tiene a las 10:00, así que esto suena a que va ser una aventura breve.

Al principio se puso a mamar hincada y luego le pedí que nos fuéramos a la silla reclinable y en donde aproveché en bajarle sus calzones estilo bikini de un color purpura o violeta. Pensé que se me haría dificultoso pues llevaba medias que tonificaban el color y la belleza de sus dos hermosas piernas y pensé que eran pantimedias. Me puse sus bragas en el bolsillo del pantalón para no dejarlas en el piso y Annel volvía a tomar posición para seguir con una felación que al igual la había puesto a ella super excitada. En esa posición tenía acceso a manosear su conchita la cual se sentía afeitada y de labios grandes. Mientras ella mamaba agachada, yo le penetraba con mis dedos y le daba masajes a su clítoris. Annel estaba sobre mojada y con mis dedos se podían escuchar ese chasquido de un entrar y sacar constante.

En este cuarto hay un reloj grande y podía ver cada minuto que pasaba y sentía esa lengua juguetona que tiene Annel. Ella tiene una melena larga rizada, ojos almendrados de color verde, un diamante en su ala derecha de la nariz y usa un perfume dulce embriagante y desde mi ángulo, puedo ver esos tremendos glúteos que se sienten firmes y que me temo no me podré follar por el tiempo limitado. Annel quizá medirá un metro con setenta, se mira más grande que el promedio y pesará unas 150 libras bien proporcionadas y realmente tiene una bonita y gran cola, como unos pechos asimétricos a su cuerpo. Le pido que se ponga en cuatro en la misma silla reclinable y me deja expuesta esa conchita que se mira brillosa de sus jugos vaginales. Me hinco unos segundos y le dejo ir mi lengua a ese canal en busca de su clítoris. Y es cuando exclama: -¡Que rico carajo, pero quiero sentir, aunque sea un segundo esa tremenda pija que tienes! ¡Dámela!

Efectivamente faltaban quince para las diez y calculaba darle verga por lo menos cinco o siete minutos y ver si lograba hacerla acabar. Me puse de pie, le apunté a ese rico agujero y vi desaparecer mi glande y mi pelvis rebotaba en su rico y hermoso trasero. Le puse saliva a mi pulgar y mientras le pompeaba la conchita mi pulgar se deslizaba en su apretado ano. Hubo un par de minutos sin decir nada y solo se oía el eco en ese cuarto del golpeteo de un vaivén bien sincronizado para llegar al placer. Solo escuché un gemido profundo y vi como los vellos de su espalda se erizaron y por un momento pensé que lloraba, pero luego me dijo: ¡No pares! Dame, dame… que rica corrida me has sacado.

Ella aún con los signos evidentes de una respiración profusa me decía: Córrase… no tenemos mucho tiempo. – Y fue cuando se lo pregunté y se lo pedí: ¿Me puedo correr en tu culo? – y solo escuché que me contestó: -Hágalo, pero ya, que en cualquier momento puede venir alguien.

Mi verga estaba más que lubricada y el culo de Annel le había dilatado el ojete un poco. Solo se lo asomé y le dejé ir mis 22 centímetros hasta que volvieron a chocar sus nalgas con mi pelvis. Ella solo exclamó: ¡Carajo… no así! Acabe rápido pues. – Le estuve pompeando el culo a Annel hasta que sentí que mis testículos se fruncieron y le expulsé una buena corrida. Eran cinco para las diez cuando se la saqué y vi como mi esperma le salía. Nos limpiamos lo más rápido que pudimos, Annel echó un rociador aromático para matar las feromonas del sexo que inundaban el cuarto y a las diez y cinco sonó el timbre y me dijo: -Espere aquí, la voy a hacer pasar al otro cuarto.

Sé que no llevaba bragas pues yo las tenía en mi pantalón y miré que las buscaba y yo me había quedado callado. Le pedí la cuenta y ella se salía del túnel mental y solo me contestó: -Son $45.00 en total. -me dijo. Solo pensé que había sido el palo más barato porque no lo asocié al corte de cabello y a una afeitada. Se los pagué con una tarjeta y le dejé un billete de a $50.00 en un cobre que tenía un pequeño rótulo que decía: Propinas. Pensaba en retirarme y me preguntó: ¿Me puedes esperar unos diez minutos? Ella viene a un tratamiento y solo le pongo el bronceador y ella se asará por unos 20 minutos. -me dijo.

Cuando regresó pensé que iba a haber más, pero su compañera se había unido y solo quería invitarme a otra jornada de sexo para más tarde y yo aproveché para averiguar eso que ella había hablado de la dueña del lugar de nombre Tiffany.

-¿Podrías venir después de las cinco? ¡Si es que puedes y quieres!

-¿Te he dejado con ganas?

-La verdad que estuvo rico, aunque muy rápido todo. La verdad que me gustaría chupar esa tremenda pija con más calma.

-También a mi gustaría cogerme ese rico trasero con más calma.

-Entonces vengase para las cinco si puede.

-¡Aquí estaré! Y dime… ¿Qué es lo que le ha contado la señora Tiffany? – Y Annel sonreía.

-Bueno… nos contó lo que pasó con usted. Que después de unos tragos terminó cogiendo con usted y que inclusive le había dado el trasero, cosa que ni a su marido le había dado. -y se echó a reír.

-¿Tú me lo quieres dar?

-¡Ya se lo di! En media hora usted me ha cogido como usted ha querido.

-¿Quieres más?

-¡La verdad que sí!

Bueno la verdad que fue una breve pero rica experiencia. Tomé mi coche y me fui para el restaurante de mi hermana para llevarme unas botellas de whisky a mi casa y para poner el ejemplo, pues todos los que trabajan ahí deben llevar puesta su máscara, yo me busqué la mía en el pantalón y saqué sin recordar el bikini violeta de Annel en frente de algunos trabajadores. Lo gracioso del caso es que lo extendí y los muchachos se pusieron a reír. Creo que pensaron lo hacía en forma de broma y es cuando Annel me llama al celular y la pongo en la bocina:

-Sr. Zena disculpe, estoy como loca buscando en el cuarto mi calzón. ¿Usted se recuerda donde lo habré dejado?

-No te preocupes Annel, yo acabo de descubrir que lo traía en mis pantalones y lo he sacado pensando que era mi máscara.

-¡Qué pena! Espero no lo haya visto nadie.

-No… solo unos muchachos que piensan lo he hecho de broma.

-¡Dios mío! ¡Qué pena con usted!

-Para nada Annel… hoy a las cinco te los llevo… porque quieres más de aquello ¿verdad?

-Tony, ¿me están escuchando?

-Si… pero no te preocupes. Aquí nadie te conoce Annel.

-¡No diga mi nombre por favor! Pero tiene razón… que importa. Lo espero a las cinco… y la verdad, quiero más de aquello.

Cogimos como locos después de las cinco de la tarde. Annel goza el sexo igual que yo y esa tarde descubrí que Annel estaba en trámites de divorcio y que tenía alrededor de seis meses sin probar como ella decía: sin probar pija.

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