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Tiempo de lectura: 7 minutos

Mi amiga Diana siempre me ha sorprendido, pero ayer me dio una enorme sorpresa que todavía un día después no he dejado de pensar en ello. Como les he contado en relatos anteriores, con Diana llevo una relación clandestina por varios años y debido a esta pandemia en el último año solamente nos hemos visto una vez pues su marido ahora trabaja desde su casa. Al igual, ella me ha contactado con otras chicas, e incluso el año pasado me contactó con su sobrina de 27 años con la que tuve una rica experiencia y no sé sí lo hace por simpatía hacia mí o porque ella se identifica con las frustraciones de sus amigas. La verdad que Diana es una mujer de 42 y es de mente muy abierta y, hace dos noches me llamó y de esta manera me dijo que me tenía una sorpresa:

-Tony, ¿qué haces mañana?

-¿Qué? ¿Te le vas a escapar a tu marido?

-¡Quisiera! Es otra cosa… te tengo una sorpresa.

-¿Qué clase de sorpresa?

-De las que a ti te gustan, las que llevan zapatos de tacón y faldas. ¿Te interesa?

-¿De quién se trata?

-Entonces no sería una sorpresa. Lo que te puedo decir es que estoy segura de que te va a gustar. Está aquí de paso y hablando con ella se me ocurrió proponérselo y dijo que estaba dispuesta a una cita a ciegas y puede estar ahí temprano en la mañana.

-Bueno, está bien… solo espero no te pongas celosa.

-¡Chistoso! Sé lo que es mío y solo me gusta compartirlo de vez en cuando.

Quedamos que esta mujer de quien no me dio menor detalle llegaría a mi casa a las nueve de la mañana. Comencé con esa ansiedad de saber quién era o cómo era, pero hasta el momento de las cuatro chicas que me había contactado Diana, de ninguna tengo alguna queja y todas, aunque muy diferentes han sido mujeres muy hermosas. El guardia de seguridad de la colonia me hace saber que me busca Adriana y la hago pasar… es lo único que sé de esta mujer, su nombre.

Estoy en el segundo nivel de donde veo la entrada de mi casa y veo que llega en lo que ha de ser un servicio de Uber. Veo a una mujer rubia que aparenta unos veinte años y que viste de una manera semi profesional un atuendo sino muy provocativo, pero que llama la atención. Un vestido color verde olivo, zapatos color café que la elevan quizá al metro setenta o más, de buena presencia y desde la distancia su rostro se mira juvenil y muy atractivo. Me gusta su sonrisa y la manera de cómo camina, pues lleva ese vaivén del paso de esas modelos de pasarela. A priori, realmente me gustó lo que miraba. Sonó el timbre y bajo a recibirla.

-¿Tu eres Tony? Su amiga Diana me habló de usted. –me dijo un tanto nerviosa.

-Si… pasa. ¡Mucho gusto en conocerte Adriana!

Ya de cerca pude ver como su vestido se le entallaba muy bien en un cuerpo de curvas alargadas típica de las mujeres esbeltas. Tiene sus ojos color verde, de piernas alargadas las cuales se le miraban hermosas con esas pantimedias oscuras que contrastaban con su piel. Hicimos algo de plática trivial para aminorar los nervios, pues al igual que ella, aunque no al mismo nivel siempre hay cierta tensión o nerviosismo. Solo me aceptó un vaso de agua y en el proceso de la plática iba descubriendo que era una mujer que se había divorciado solo un año atrás, pero su separación había ocurrido todavía más antes. Cuando me dijo que era abogada en Argentina me llamó mucho la atención, pues parecía ser muy joven que le he dicho:

-¡Te miras muy joven para ser abogada!

-Llevo ya casi dos décadas en la práctica. -me contestó.

-¡Cómo! ¿Te graduaste a los cinco años de la escuela de leyes?

-Verdad que eres chistoso y gracias por el piropo. -me volvía a contestar.

Para no alargar mucho el relato, sorprendentemente me decía que tenía 48 años, que solo había parido a una nena que ahora tenía 18 y que verdaderamente me dejaba anonadado; realmente no lo podía creer. Honestamente le calculaba 22 años, pues su cuerpo y rostro bien cuidado corresponden a una mujer de esa edad. Pasando al tema de la sexualidad me hablaba de que en el último año por esta pandemia había sido difícil buscar alguna relación y que el trabajo se había atrasado y que por eso se había tomado esas vacaciones y salir de ese estrés que venía viviendo. Ella misma me dijo que tenía más de un año de no follar y que se debía de conformar con la autosatisfacción. Y debido al tono de confianza con que manejaba esta conversación me atreví a preguntarle:

-¿Qué te parece el sexo griego?

-¿Qué?

-El sexo anal… por estos lados así también le llaman.

-Ah… la verdad no te lo voy a negar, pero a mí me encanta. –me dijo.

El ambiente se iba tornando caliente y verdaderamente esta mujer argentina que si lo es… es caliente. Habíamos charlado de esa manera por más de una hora y creo que era ella la más ansiosa a tomar ese paso para la acción, pues estoy seguro de que pasar más de un año sin follar y tener esa posibilidad entre tus manos quizá no sería para culparla. Se me acercó sentándose en el mismo sillón y me lo preguntó:

-Tony, ¿te gusto?

-Eres una mujer muy hermosa. -le contesté.

-¿Hermosa lo suficiente para desearme en tu cama? – me preguntó.

-¡No lo dudaría en ningún momento!

-Entonces… ¿Por qué no me haces pasar a tu cama?

No le contesté, tan solo me paré y le di la mano para asistirla a levantarse y la dirigí por las escaleras hacia mi habitación. Ella iba por delante y podía ver ese movimiento de sus caderas con un efecto tan femenino que poco a poco me iban hipnotizando. Su aroma era el de una piel de un perfume dulce, sus labios rojos brillaban con una sensación de rocío exquisito y sus manos alargadas eran suaves, aunque creo que por sus nervios algo frías. Le sorprendió la dimensión y el paisaje que se miraba de mi cuarto, admiró mi pequeña cantina y el yacusi cuya agua estaba ya caliente lista para zambullirse, e incluso entró al closet de mi cuarto y divisó todos esos trajes colgados con una colección de varias corbatas. Seguíamos aun tomados de la mano cuando de repente ella me dijo: -Eres un hombre muy guapo que a cualquier mujer haces fantasear… ¿cuántas mujeres desearían pasar por esa cama?

Quedó frente de mí y nos comenzamos a besar. Pude sentir su cuerpo esbelto y sentir sus pechos pequeños y en esos besos prolongados también aproveché para sentir sus nalgas. Su vestido verde olivo se desabrochaba desde su espalda y bajé el cierre y pude ver ese cuerpo de tez blanca y cuyo cabello rubio lo cubría a media espalda. Desabroché su sostén y sus dos pequeños y redondo pechos se liberaron y yacían desnudos para ser disfrutados por mi boca. Llevaba esas pantimedias oscuras y podía ver un diminuto bikini sin percibir su color, pero al bajar las pantimedias era de un color verde más claro y que se le miraba espectacular contrastando con esa piel clara y rojiza. No se lo removí en ese momento, pues me parecía tan sensual y seductor de cómo se miraba con ellos. En ese momento solo le removí sus zapatos y quedaba en mi cama con solo ese diminuto bikini verde claro, de esos que, si no son tangas, son los suficientemente diminutos que incluso buena parte se le metían entre sus nalgas.

Realmente quedaba sorprendido que esta mujer tuviera 48 años. Al principio pensé que era parte de la sorpresa y que me mentía al confesar su edad, pues creo que muchas mujeres jóvenes envidiarían ese abdomen plano que Adriana tiene, unos pechos sino eran los más sólidos, eran naturales y con una simetría propicia a su esbelto cuerpo… bien podría decir que esta mujer a sus 48 podría ser modelo de pasarela. No encontré celulitis alguna o estrías en su cuerpo… tenía una piel tierna y sedosa y sus piernas alargadas le daban esa misma contextura de las muñecas Barbies. Descubrí en su ombligo un arete que colgaba con unas piedras esmeraldas igual a sus bonitos y almendrados ojos y me abalancé hacia sus dos pequeños pechos de textura suave y comencé a mamarlos delicadamente y le pregunté:

-¿Te gusta que te mamen los pechos?

-No me gusta… me encanta y así, como vos los haces me estás haciendo derretir mi conchita.

-¿Te gusta que te mordisquee el pezón?

-Si… pero me gusta que me muerdas más el pezón derecho… no sé por qué, ni me lo preguntes.

Le mamé sus pequeños y redondos pechos a morir y me bajé a su abdomen a meter mi lengua a su ombligo y realmente quedé admirado de ver esa anatomía que bien parecía el de una chica mozuela. Se acomodó y subió las nalgas para que le quitara su diminuto bikini y obviamente estaba húmedo y se podían ver sus jugos vaginales pegados como miel en esa zona donde su conchita queda envuelta. Su sexo tenía un olor dulce y cuando besé sus labios estos parecían tener el mismo sabor dulce. Su zona del monte Venus estaba sin ningún vello y su piel parecía tan tersa con la de un infante e incluso su concha parecía que nunca hubiese existido un vello en ella y me dediqué a comérmela, saborearla hundiendo mi lengua en ese hueco mientras mis oídos se alegraban al escuchar sus gemidos de placer y mi verga escurría de las ganas de penetrarla. Ella de repente me dijo: -¡Tenía tiempo de no sentir una mamada así y vos sí que sabes cómo mamar cariño!

Me dediqué a darle placer oral por unos minutos, pero Adriana estaba tan necesitada de sexo que en cinco minutos constantes de chuparla la conchita y concentrándome en su hinchado clítoris, me anunció con un temblor de sus alargadas piernas que vivía el primer orgasmo conmigo: -Así cariño, dame más… que rico… así, oh, Dios, que rico… -Su abdomen se erizó y pude ver esos microscópicos vellos rubios levantarse. Era impresionante ver su fluido vaginal descargarse, y si no era el típico “squirt”, era una impresionante corrida que dejó una mancha evidente en mi cama. Me besó y saboreó sus propios fluidos y con su lengua Adriana me quitó toda esa miel de su conchita y ella comenzó poco a poco a desvestirme. Llegó al punto de solo en quedarme con mis bóxer levantados por mi erección y ella los bajó y me dijo de esta manera: -¡Que hermosa pija tienes! Diana tenía razón… No es cualquier pija, es una barita mágica la que tienes.

Se metió lo que pudo en su boca y me hizo un oral que Adriana lo bautizó como el oral de las Pampas. Se comió mis huevos, me invadió con un rico “Rimming” el ano y me hizo acabar con ese chasqueo de su lengua en mi culo, mientras ella me chaqueteaba la verga y mi corrida creo que chocó con el techo y parte cayó en mi pecho y abdomen. Me limpió con su lengua esas gotas y me lo dijo de esta manera: -Vamos a bañarnos y quiero sentir esa hermosa pija adentro de mi culo.

Pasamos en la ducha con agua caliente dándonos masajes y ahí mismo Adriana me la volvió a parar con una rica mamada. Ella me expuso su rico culo mientras se apoyaba en la pared del baño y me dijo de esta manera: -Tony, rómpeme el culo como tú quieras… quiero sentir tu pija que me llegue al estómago. – Y realmente no hubo protocolos y apoyándose contra la pared de la ducha me expuso su rico culo, el cual parecía el de cualquier chica de 18 años. Sólido y tierno y vi su ojete que se contraía quizá esperando ser invadido. Le eche saliva a mi pija (como ella le llamaba) y sin mucho esperar, ella la recibió como nadie antes la había recibido de un solo golpe: ¡AY… que rica pija tienes cariño… me gusta… sácame los ojos… mátame con esa pija mi amor! -Sus expresiones eran salvajes, sus movimientos eran violentos y le hundía mi verga donde podía ver mi glande entrando y mis huevos chocando en sus nalgas. Era increíble la euforia de sus gritos que chocaban en las paredes de mi cuarto y como ya no se escuchaba el agua caer de la regadera y todo eran sus gemidos y ese golpeteo de mi pelvis en sus nalgas y se corrió con un grito: ¡Eres un salvaje Tony… cómo me has partido el culo con esa rica pija! -Cerré mis ojos y esta mujer con sus gritos, sus gemidos de excitación me llevaron a experimentar la segunda corrida de este día. A pesar de mi edad y de haber follado a una chica dos días antes, le rebalse el culo a Adriana y mi esperma salió expulsado de su rico ano y solo me dijo: ¡Que rica pija tienes!

Ayer le eche cinco polvos y, creo que Adriana se corrió ocho veces también… eso es lo que conté con sus profusos gemidos. Solo le invadí su vagina una sola vez, pues creo que al igual que mi amiga Diana, ella disfruta el sexo anal más que el básico como ella lo denominaba. Me dijo que le gustaban mis 22 centímetros, pero que también la haría acabar con solo recordar mi rostro. Quedamos en volvernos a ver este próximo viernes 26 de marzo. Adriana dice tener 48 años… coge como una adolescente… yo creo tener todavía dudas a pesar de haber visto sus credenciales en su pasaporte: -¡Que rico coge esta argentina!

Todavía no lo puedo creer que Adriana tenga 48 años y, me acaba de llamar que vendrá mañana y dice que se quiere comer mi pija otra vez y que le llene su culo con mis 22 centímetros. Así que mañana cuando vosotros lean este relato que espero esté publicado, yo me estaré follando por el culo a esta argentina otra vez.

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