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Sometido en el vestuario del gimnasio
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Yo me estaba duchando en los vestuarios del gimnasio después de un entrenamiento durísimo, estaba solo. De repente entra ella, no sé cómo llego allí, trabo la puerta, y me dice con vos dura:

– Así que vos sos el que está poniendo en ese grupito de wasap que compartís con tus amigos pajeros que me querés coger.

Nos habíamos conocidos en la adolescencia y a mí siempre me quedaron las ganas de tenerla en mis brazos y amarla, mis amigos también la conocían y conocían a su marido, por eso yo bromeaba en el grupo que en mis sueños ella era mía apasionadamente, 20 años después de conocernos.

Llevaba puesto solo con una tanga con volados, una remera blanca que solo le cubría un hombro y tenía puesto medias blancas y borceguíes, lo que no es extraño porque es policía.

– A ver de lo que sos capaz. Me dijo y metiéndose bajo la ducha junto a mí me llevo contra la pared me obligo a levantar los brazos y me sostuve así.

Sentí su lengua entrar en mi boca con una furia y movilidad increíble. Estaba sometido.

Siguió con pasión besándome por todo mi pecho, luego mi vientre, cada tanto un suave mordisco, hasta que llego a mi pene y con decisión lo tomo con su mano derecha, lo introdujo en su boca y empezó a lamerme la punta sin suavidad, lo chupaba como si estuviera apurada, ansiosa.

Yo estaba que reventaba y ella se dio cuenta. Me tomo los testículos con fuerza y me dijo:

– Si acabás antes de que yo te diga te los corto. ¿Me entendés?

Entre dientes y casi susurrando, totalmente sorprendido, le dije que sí.

Estuvo usado su boca y su lengua como 5 minutos, gloriosos.

Un banco de madera fue el lugar que uso para acostarse boca arriba y llevarme a que mi boca se dedicara a su vagina, corrí esa tanga tan femenina y comencé a deleitarme con su olor y sabor tan propio de una hembra hecha y derecha para gozar de la vida.

Yo estaba todo mojado, al igual que ella, yo todo desnudo, su remera blanca empapada dejaba notar unos pezones divinos. El vapor de la ducha creaba un ambiente incomparable casi mágico.

De repente veo que rompe su remera deja sus magníficos pechos al aire y me pide que la penetre. Me endulce con sus pezones de pechos duros, erguidos, mientras me movía dulcemente para lograr que la penetración le diera el placer que estaba buscando, tuvo su primer orgasmo allí, sus gemidos fueron fuertes y me pidió que no parara.

Luego ella adopto la posición de cuatro patas apoyando sus manos en el banco, sus piernas bien rectas y su culo magnifico bien parado, no podía yo creerlo, tan mujer.

Nuevamente la penetre y cuando estaba llegando a su segundo orgasmo, me dijo:

– Termina, quiero que lleguemos juntos.

Y así fue, tremenda eyaculación, sus gemidos, su vagina contrayéndose, su culo que iba y venía. Un paraíso que yo deseaba que no terminara nunca.

Se tomó unos minutos recostada sobre el banco para recuperar el aliento, y allí pude apreciarla, su pelo corto, sus rasgos tan femeninos (a pesar de pertenecer a una fuerza de seguridad y por ejemplo andar armada), su cintura tan pequeña, sus hermosos pechos, su vientre plano. Que magnifica criatura que son las mujeres, todas.

Se levantó, se envolvió en mi toalla, me tomo del mentón, me beso apasionadamente y sin decirme nada se fue.

¿Y ahora con que me seco?

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