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Solo mirar, no tocar
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Era viernes por la tarde y el día había estado lluvioso, el frío se metía en los huesos a pesar de ir vestida como una cebolla, capa sobre capa de ropa para abrigarme y por fin después de una semana terrible llegaba a casa dispuesta a descansar durante todo el fin de semana, lo primero que iba a hacer era darme un baño caliente con sales aromáticas y relajantes mientras terminaba la apasionante novela que estaba leyendo antes de que llegara mi primo el cual venía para quedarse una semana en mi casa por motivos de trabajo.

-Mamá, no estoy para nadie, me baño y subo a la buhardilla a escuchar música y leer, cuando llegue Óscar dile que suba.

-Vale hija, pero tu padre y yo nos vamos en quince minutos y llegaremos tarde.

Lo último que dijo mi madre ni lo escuche, ya estaba enfrascada en la música con los auriculares puestos llenando la bañera, mientras lo hacía me desnudaba en mi habitación con parsimonia cantando y bailando al son de la música, cuando salí de mi habitación con el albornoz me extraño no ver a mis padres, pero no le di importancia y me metí en el baño, cerré la puerta y me fui quitando el albornoz y mis bragas despacio, metiéndome en el agua caliente, no tenía ninguna prisa.

Había pasado más de media hora y mis dedos empezaban a estar bastante arrugados, me quité los auriculares saliendo de la bañera y poniéndome una toalla sobre mi cuerpo, era curioso la puerta del baño estaba abierta y yo juraría haberla cerrado, pensé que quizás mi madre habría pasado y la habría dejado abierta, pero lo más curioso es que no había ningún ruido en la casa, solo música que venía de la buhardilla, entonces supe que Óscar había llegado, pero de mis padres ni rastro.

Me apresuré a vestirme, unas braguitas cómodas, una camiseta enorme tamaño XXL que me gustaba utilizar para estar por casa utilizándolo como camisón y unos calcetines gordos, a pesar del frio invernal que hacía en el exterior dentro de casa se estaba como si estuvieras en verano y así, de esa guisa subí a la buhardilla a ver a mi primo.

Al abrir la puerta me lo encontré recostado sobre el enorme sofá cama que tenemos justo debajo de las pequeñas ventanas, es una habitación grande forrada en dos de sus cuatro paredes por un mueble de madera oscura de arriba abajo donde descansan un montón de libros, en otra pared una puerta que llevaba a un cuarto de baño y a continuación de la puesta continuaba el mueble de madera donde presidía en el centro una enorme pantalla de televisión y delante de ella un sofá con dos sillones orejeros y una mesita de café, la última pared pegada a ella la cama donde estaba tumbado en uno de sus lados mi primo leyendo un libro.

-Que tal primo, ¿hace tiempo que llegaste?, ¿cómo estás?

-Ahora perfectamente primita, joder con el tiempo que tenéis aquí, que frio.

Me dirigí hacia él dándole dos besos en la mejilla y subiéndome a la cama justo frente en el otro extremo de la cama, Óscar dejo su libro sobre su pecho y empezó a contar su vida, hacía tiempo que no hablábamos y estaba deseoso de saber de mí, que tal en ese nuevo trabajo que me tenía absorbida casi todo el tiempo, cotilleos de amoríos tanto de mí como de mis hermanas, Óscar era genial, era un chico muy abierto, simpático y divertido con el que se podía hablar de cualquier tema sin tabú.

Después de más de dos horas sin parar de hablar de mí, de mi familia, de él, me levanté para ir al servicio, cuando entre nuevamente en la habitación estaba leyendo en silencio, solo se oía la lluvia golpear los cristales de las ventanas y el bramar del viento, mi primo estaba con la misma postura que le encontré al entrar la primera vez, con una camiseta de AC/DC y unos pantalones cortos de deporte, estaba tan embebido en su libro que no quise molestar así que me recosté otra vez enfrente de él y me puse a leer yo también.

Al poco de estar los dos en silencio, notaba como su mirada en ocasiones se dirigía a mí y estaba un rato observándome, hasta que levantaba mis ojos y le preguntaba sonriéndole con un simple ¡Que! a lo que él contestaba ¡nada, nada! y volvía a posar sus ojos en el libro.

-¿Pero qué pasa?, que miras Óscar, me pones nerviosa. –Le pregunté riendo cuando una vez más se quedaba mirándome.

-Nada prima, que no me había fijado hasta hora en lo guapa que estas. –Me contestaba guiñándome un ojo.

-Anda, anda que eres un zalamero.

-No en serio y perdona si te molesta lo que te voy a decir, pero cuando llegue estabas entrando en el baño y tu madre abrió la puerta para despedirse de ti y sin querer te vi como te quitabas el albornoz y como quedándote desnuda te metías en la bañera, solo te vi de espaldas de verdad, pero fue suficiente para que si no fueras mi prima me hubiera enamorado de ti al momento.

Me quede en blanco, sin saber que decir, estaba sonrojándome por momentos, no sé si un poco molesta pero si muy alagada.

-Y ahora al verte aquí frente a mí pues lo siento, creo que eres una mujer realmente preciosa y pienso en la suerte que tendrá aquel que caiga en tus redes.

-Joder primo, anda calla que me estás poniendo tierna ja, ja, ja, anda calla y dime ¿qué lees?, léeme algo como cuando éramos nanos.

Fue lo único que se me ocurrió para zanjas el tema, pero en vez de eso lo empeore aunque para mejor, parece una incongruencia pero así fue.

Óscar empezó su lectura en voz alta, me sorprendió lo que estaba leyendo, era una historia de amor entre una mujer casada y el que había sido hasta hace poco su alumno con escenas realmente tórridas y leídas en boca de mi primo más aun, ahora era yo quien le miraba fijamente y mi cuerpo reaccionaba con el relato imaginándome dentro de la historia, estaba sentada, recostada sobre la pared con mis rodillas sobre mi pecho hasta que una de mis piernas se estiró, mis pezones se empezaban a hinchar y a pesar de que la camiseta me estaba enorme Óscar, podía ver perfectamente como se clavaban contra la camiseta como queriendo salir.

Observaba le empezaba a crecer su pene por debajo de su pantalón y como paraba de vez en cuando para mirarme, mirarme de otra manera, fijándose en mis pechos y en mi sexo que con una pierna estirada sabía que posiblemente mis bragas estuvieran al alcance de su mirada, no sé que me estaba pasando, que nos estaba pasando, lo que me dijo mi primo abrió el camino y la lectura excito mi cuerpo de tal manera que yo veía al protagonista de la historia y no a mi primo, cuatro páginas más y tenía mi sexo mojado, sentía la humedad en mis bragas, mis manos recorrían mi pecho disimuladamente y mi primo había trasladado una mano a su entrepierna apretando de vez en cuando con los dedos.

-Lara, voy a parar de leer, te parece bien.

-Como quieras y que habías pensado hacer.

-Ya lo sabes.

-No, no lo sé.

-Lara sabes que no me ando por las ramas, estoy muy caliente y te veo muy excitada y había pensado…

-Que habías pensado Óscar.

-Que nos masturbáramos juntos.

Un silencio incómodo nos separó y al cabo de unos segundos que me parecieron minutos.

-No estarás enfadada verdad, no quiero molestarte, pensaba que tú…

-Me parece bien Óscar, enseñar, pero no tocar.

-Enseñar, no tocar, lo pillo.

Me incorpore, me quite los calcetines y la camiseta quedándome solo con las bragas y la verdad que no estaba dispuesta a quitármelas, él se quitó su pantalón dejando escapar aquella polla tan enorme que tenía entre las piernas y empezó a mirarme y a meneársela a la vez que yo acariciaba mi cuerpo pasando mi mano por mi vulva notando mis bragas mojadas, la excitación iba a más.

-Te gustaría verme el chochito, ver cómo me toco. –No sé porque le dije eso, la respuesta era evidente y estaba pasando una línea que no hubiera querido pasar.

-Si por favor, enséñame como te lo tocas, como tus dedos se deslizan y penetran en tu coñito.

Estire mis piernas uniéndose a las suyas, los dos en un extremo cada uno de la cama con nuestros pies tocando nuestros muslos y mis dedos apartando la tela de mis bragas mostrándole mi vulva, acariciando mis labios y apartándolos para que viera más allá de ellos, su mano seguía subiendo y bajando por su pene.

-Eres realmente preciosa prima, excitante y que me encantaría ir más a allá contigo aquí y ahora.

-Solo ver primito, solo ver. –Le contestaba a la vez que jadeaba un poco al estar con mis dedos sobre mi clítoris.

Pero una vez más, fui yo la que rompió el frágil techo que nos habíamos impuesto, al acercarme más a él y rozar con mi planta del pie su pene sin querer, en ese momento nos miramos y de nuestros ojos salían chispas de deseo, sus manos se apartaron cuando mis dos pies se posaron en su pene, acariciándolo con suavidad, intentándolo agarrar arqueando las plantas de los pies y mis dedos, arriba y abajo mis pies se deslizaban por su tronco fálico, mi primo hacía tiempo que se había quitado la camiseta y mi pie izquierdo le recorrí su pecho, acariciándolo hasta que me lo cogió y se lo llevo a su boca chupando mis dedos, en ese momento cerraba los ojos y mis manos apretaban mis pechos, suspirando y sintiendo como algo me recorría todo el cuerpo, sabía que había roto todas las barreras y sabía que lo que iba a ocurrir, lo sabía, lo esperaba y lo deseaba.

Me incorpore, me puse de rodillas sobre la cama y gatee como una gatita en celo hacia él, acercándome hasta estar casi piel con piel, mis labios muy cerca de los suyos a escasos centímetros.

-Solo mirar, no tocar Lara.

-Calla tonto y bésame.

La lluvia y el viento arreciaban fuera y dentro de casa subía la temperatura en el momento que nuestros labios se unieron por primera vez, pequeños mordiscos con nuestros labios, roces suaves con las puntas de la lengua, cada vez más profundos, cada vez más apasionados, despacio me iba despidiendo de su boca, de sus labios y empezaba a recorrer su cuello, acariciando con mis manos sus brazos fibrosos, mis labios besaban sus pectorales a la vez que las yemas de mis dedos se deslizaban por su cuerpo dibujando sus abdominales.

Mis besos llegaron hasta encontrarme con su pene, fue cuando mi boca se abría mordiéndole con mis labios, buscando y lamiendo su glande, despacio se iba metiendo en mi boca y con mi mano derecha subiendo y bajando su pene llevándomelo hasta el fondo de mi garganta.

Un pequeño baile empezaba en mi boca, de rodillas entre sus piernas mi cabeza subía y bajaba y los gemidos de Óscar empezaban a inundar la buhardilla, no paraba de lamer su polla y cogiendo un mando a distancia bajé la intensidad de la luz prácticamente apagándola y encendía el televisor sin sonido, creando un ambiente más íntimo.

-Ven Lara, sube y bésame.

Mi primo se sentó apoyando su espalda sobre la pared e hizo que me sentara sobre él a horcajadas, quitándome las bragas me senté con las rodillas sobre la cama y nos empezamos a besar, me acariciaba y apretaba mis pechos dibujando con su lengua mis areolas grandes y morenas mordisqueando y lamiendo mis pezones tremendamente excitados y puntiagudos, metiéndoselos en la boca succionándolos.

Mi cadera se movía apartándose y acercándose a él, rozando nuestros sexos, mis labios vaginales mojando su pene aun con sabor a mi saliva, con las manos levanto un poco mis nalgas y cogiendo su pene lo inclino hacia mí buscando mi vagina, frotando su glande sobre mis labios, recorriéndolos de arriba abajo y metiendo solo el principio de su pene en mi vagina, sacándolo y volviendo a recorrer mi vulva, yo estaba como loca por tenerla dentro, deseaba tenerla dentro, deseaba sentirla atravesando mi vagina, navegando dentro de un mar de deseo y flujos, deslizándose suavemente dentro de ella, dilatándola a su paso y llenándome.

Su lengua dentro de mi boca jugando con la mía, parecían dos lombrices enrollándose y haciendo el amor hasta que quede paralizadas, su polla ya se deslizaba despacio y suavemente dentro de mi vagina, sintiendo los destellos de la televisión, mi cabeza se levantó mirando al techo con los ojos cerrados, mi boca se abría lanzando un grito sordo, mis caderas subían y bajaban llenándome de su pene, saliendo de mi vagina una sustancia blanquecina y cremosa de mi flujo.

Los gemidos de los dos ocultaban la tempestad del exterior, me sentía cabalgando hacia un mar de placer, recibía su polla dentro de mí con pequeños gritos al igual que los suyos, sus manos no paraban de acariciar mis pechos, de besarlos, de bajar por mis caderas y apretar mis glúteos, le sentía cada vez más dentro, cada vez más excitado, cabalgaba sobre su polla cada vez más rápido y fuerte, metiéndola muy dentro de mi vagina y sin previo aviso mi primo me tumbo poniéndose encima de mí, besándome y penetrándome con su pene, movimientos rápidos, profundos y nuestros gemidos se unieron resonando por toda la casa cada vez más altos.

Me la estaba metiendo tan profundamente que arqueando mi espalda y gritando como una loba empezaba a experimentar un delicioso orgasmo, mi primo con un empujón fuerte y profundo dejo su polla alojada allí dentro de mi vagina hasta que estallo, explotando como un volcán y lanzando su semen a mi interior, notaba su leche caliente sobre mí, notaba como me golpeaba tan profundo que traspasaría las paredes de mi vagina, los dos sudorosos caímos rendidos y su pene se iba retirando de mi interior.

Al poco oímos llegar a mis padres, nerviosa recogiendo mi ropa entré en el baño para limpiarme, el silencio se hizo de nuevo, salí del baño todavía desnuda con mi ropa entre mis brazos, abrí la puerta de la buhardilla y mirando a mi primo la cerré.

No sabía muy bien el significado de todo aquello, mi primo y yo siempre nos habíamos llevado muy bien, pero ahora era algo más que llevarse bien, era algo más que una simple amistad entre primos, sentía que le amaba, estaba loca si pensaba que mi primo podría pensar y sentir lo mismo que yo, pero tenía que averiguarlo, nunca llegue a salir de la buhardilla así que me di la vuelta y dejando caer la ropa en el suelo me dirigí desnuda hacia él, sin decir nada, ni una palabra nos mirábamos y tumbe en la cama boca arriba abriendo mis piernas, mi primo me cubrió con su cuerpo metiendo nuevamente su pene en mi vagina.

-No me hagas daño Óscar, te quiero, pero no me hagas daño.

Fue el momento perfecto, ese momento en que mi primo pronuncio te amo mi cuerpo recibía su pene dentro de mí haciéndome gemir nuevamente de placer y de amor.

Son ocho años los que llevamos juntos tenemos 33 años y estamos esperando a nuestro primer hijo, me siento gorda hinchada, pero muy amada, ocho años de amor contra todo pronóstico, ocho desde que nuestras familias nos dieran de lado y quizás este niño nos unas de nuevo.

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