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Sólo fue un sueño
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Todos, a lo largo de nuestra vida, nos hemos obsesionado con alguien… a veces de una manera platónica; otras, de una manera pasional e irracional. A veces nos hemos creído enamorados, y otras sólo desearíamos tener sexo de forma brutal.

No sabemos por qué nuestra mente, o nuestro corazón, actúa de esa manera, pero esos pensamientos y sentimientos son algo que no se pueden controlar.

Soy profesor de Secundaria y, a lo largo de mis años de trabajo, ha habido alumnas que, de alguna manera, me han obsesionado. Lógicamente muchas me han atraído a nivel físico, porque sería bastante hipócrita no admitir que un cuerpo femenino joven nos atrae a la mayoría. Esa atracción física se quedaba sólo en fantasías, en sueños que, de ninguna manera, se iban a realizar.

En otros casos lo que he sentido por alguna alumna iba mucho más allá de lo físico: había como una unión más “espiritual”, palabra que, en este contexto, sea difícil de explicar.

En este curso que termina me he encontrado con una de esas chicas…. Vamos a llamarla Paula, aunque ése no es su auténtico nombre; el suyo real no es muy corriente, al menos aquí en España, y no quisiera que si, por casualidad, alguien conocido suyo leyera esto, pudiera identificarla.

Paula tiene una preciosa melena morena y ondulada, que le llega a mitad de la espalda; unos ojos marrones intensos; usa gafas de pasta, de las que se llevan ahora mucho. Es alta y aunque al principio de curso estaba más redondita, a lo largo del año se ha ido estlizando hasta llegar a convertirse en una chica esbelta, de piernas finas, y con una clase que, creo, pocos chicos de su edad podrían apreciar.

Por alguna razón que desconozco, desde el principio de curso Paula se acercó a mí, sobre todo para que le solucionara las dudas que le surgían en la asignatura que imparto. Poco a poco, esa confianza la llevó a contarme cosas de ella y de su vida que le preocupaban…; asuntos familiares, de amistades, de dudas ante la vida…, y descubrí a una chica con problemas de autoestima, a la que yo, desde mi experiencia, intentaba dar soluciones.

Sé que pude confundir mis sentimientos, pero entendedme… Cuando a alguien maduro como yo se le acerca una joven de 18 años que le cuenta con confianza sus dudas, sus miedos, sus preocupaciones…, entonces el maduro piensa que esa chica se está enamorando de él. Por supuesto que no es la realidad, sólo es un deseo, algo que tienes en la cabeza y que realmente te gustaría que sucediera.

Y así fue como al cabo de un primer trimestre, me empecé a obsesionar con Paula; ansiaba los momentos en que se acercaba a hablar conmigo, y echaba de menos los días en que no tenía clase con ella…

Sí, ya sé que esto es una página de relatos de sexo, y no ha habido sexo hasta ahora. Tampoco esperéis encontrar mucho en lo que queda de relato, pero yo he tenido la necesidad de confesar y dejar por escrito todo lo que me ha pasado durante este año. Escribir me ayuda.

Pero algo de sexo hay, no podía ser de otra forma. Pero ese episodio sexual apareció en un sueño que tuve una noche. Pocas veces se recuerda lo que se sueña, pero yo me desperté con un recuerdo tan intenso de lo que soñé que lo escribí para que no se me olvidara. Ese es el relato erótico y, aunque lo he adornado levemente, la mayoría es lo que dejé escrito ese día.

Perdonadme toda esta introducción, pero creí necesaria narrarla para poneros en situación. Sobre el sueño que viene a continuación, probablemente la mayoría lo encontrará muy suave en comparación con lo que se lee por aquí, pero, para mí, es lo más sexual que me había pasado en mucho tiempo.

Esa tarde había estado pensando en ella, como tantas otras veces. Fui realista, sabía que todas mis fantasías o deseos con ella jamás se cumplirían y, por ello, me sentía abatido… nuevamente.

Pero soñé con ella. En mi sueño, estábamos en una casa, supongo que reunidos con más gente, como si fueran unas convivencias o algo parecido. Paula estaba en la cama de mi habitación tapada con las sábanas. Estaba boca arriba, y pude apreciar cómo, debajo de las sábanas blancas, se marcaban sus pezones. Tenían que estar duros, y me preguntaba por qué. Siempre me había preguntado cómo serían: si con areolas grande o pequeñas; si serían más oscuros o más claros.

Estuvimos hablando un rato de temas que no recuerdo, pero, al final, me sorprende cuando me dice: “Si quieres, me quedo aquí contigo”. Yo estaba de pie, mirándola embobado, y en cuanto oí esas palabras, acepté y me metí en la cama. Sé que ella estaba en bragas porque, al levantar la sábana para meterme dentro se las vi. Eran bragas blancas, de algodón, y en ese breve vistazo vi que se le ajustaban mucho al sexo, de manera que sus labios se le marcaban tremendamente. Sé que me acurruqué junto a ella; la abracé y le di besos en la mejilla; le acaricié el pelo. La tenía junto a mí: yo estaba desnudo y notaba su piel contra la mía; notaba sus muslos en mis muslos, y sus tetas contra mi pecho. Me sentía en otro mundo.

En la siguiente escena del sueño recuerdo que ella estaba a horcajadas sobre mí. Tengo una vaga sensación de que estaba desnuda de cintura para abajo; sí, me doy cuenta de que ya no tenía las bragas puestas. En esa postura me dijo: “Follar no es lo más importante”, y yo asentí.

Yo estaba empalmado y mi polla estaba mojada, no sé si por los flujos que emanaban de ella o por mi propio semen; sé que ella se movía y gemía, y que yo le estaba tocando las tetas… unas tetas jóvenes y duras. Las apretaba con fuerza mientras notaba cómo la polla sonaba dentro de su coño; mientras entraba y salía, chapoteba en sus jugos, y yo lo escuchaba.

Por desgracia, ahí se interrumpió esa parte. En la siguiente escena Paula ya no estaba en la habitación. Yo estaba cerca de un río, creo, buscándola porque no aparecía, y temiendo que se hubiera suicidado por haberla dejado embarazada.

Y ahí me desperté. Un sueño, extraño, como muchos sueños, pero tan real que durante el mismo llegué a correrme. Y, mojado con mi semen, me levanté.

Podéis imaginar cómo me sentí al ver a Paula ese mismo día, y lo que pude desear. Pero, quizá, todo eso y lo que sucedió después, lo deje para otro momento.

********************

Siento haber decepcionado a los que esperasen otro tipo de relato, pero, aparte de que uno también escribe para sí mismo, al confesar esto espero que muchos de los que lo hayáis leído, os sintáis identificados con algo tan real.

Para comentarios y enfados, podéis escribirme aquí: [email protected].

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