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Solas o en compañía
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Este relato nace en unos de esos días vulnerables para mí, en mi ciudad, en mi Valencia querida, sentada en mi sofá preferido donde tantos momentos buenos he pasado, pienso con los ojos perdidos en un horizonte mirando al mar en este tiempo atrás, en los últimos meses de mi vida, en mi novio y en mi amante, en mis dos amores y en una nueva amiga, amores inesperados, relaciones imposibles y en mi estado de Telegram, estado físico actual… solo puedo decir que estoy triste.

Estábamos en el hermoso estado de Texas, Mario y yo habíamos aterrizado no hacía ni 15 minutos, aprovechando unos días de vacaciones y motivados en gran parte por la insistencia de una gran amiga que vivía aquí desde hace relativamente poco tiempo, una amiga de esas que no conocemos, ya que es fruto de las redes sociales, una amiga aproximadamente 20 años mayor que yo y de la misma edad que Mario. La verdad, quien nos iba a decir a nosotros que aquel viaje marcaría el resto de nuestra vida de una manera que todavía no éramos capaces de ver, una aventura a la que nos vimos abocados sin remedio, zambulléndonos de cabeza sin pensarlo dos veces y eso que estábamos avisados de los gustos y del tipo mujer que era nuestra amiga, aunque todo hay que decirlo, tampoco pusimos ningún reparo a que ocurriera.

Lizbeth era una mujer como de las que ya no encuentras a su edad, un torbellino de mujer con las cosas muy claras, de esas que no preguntan, si algo le gusta, si algo le hace disfrutar, no la vas a parar hasta que lo consiga, una mujer realmente guapa que pasada la cuarentena esta igual de hermosa que hace años, parecía que la edad no pasaba por ella, un cuerpo de infarto, un reclamo para la vista de cualquier hombre, curvas de una diosa griega, pechos que llaman a adorarlos y entre dos muslos bien contorneados se escondía una vulva depilada y caliente, el día que la vimos en el aeropuerto de Houston, George Bush, tanto Mario como yo nos quedamos con la boca abierta, nos imaginábamos una mujer exuberante, pero no tanto, unos zapatos de tacón preciosos un pantalón vaquero que la quedaba a las mil maravillas realzando sus piernas y delatando un culo increíble, con una camiseta blanca de Pink Floyd, donde no podías dejar de fijarte en los dos senos tan hermosos que a buen seguro escondían aquel trozo de tela. Justo a su lado su hijo, un hombre de unos 24 años, dos años menos que yo que en esos momentos contaba los 26 años.

Los primeros días pasaron entre risas y paseos, enseñándonos todo lo que podían ya que solo el estado de Texas es más grande que España, poco a poco fue cimentando una gran amistad entre los cuatro, nos íbamos abriendo cada vez más los unos a los otros, por las noches Mario y yo solíamos follar gran parte de la noche y escuchábamos los gemidos de Lizbeth como si ella también estuviera follando y nos preguntábamos con quién, aunque para ser sincera tampoco me importaba y no le dimos mayor importancia, a mí solo me importaba que Mario me hiciera temblar hasta la extenuación al meterme aquella polla tan dura que tenía, una de las cosas que más me sorprendió de él cuándo nos conocimos y nos acostamos por primera vez, aunque no fue eso realmente lo que me enamoro de él, aunque también.

Era un día caluroso cuando todo paso, cuando todo empezó, aquel fin de semana habíamos alquilado una cabaña en un pueblecito con mucho encanto donde nos comentaron que se podían degustar unas de las mejores carnes en barbacoa de Estados Unidos y por supuesto de Texas, mientras los chicos salieron a comprar los ingredientes para la barbacoa, nosotras nos dedicamos a una de nuestras pasiones… las compras, zapatos, bolsos, vestidos, lencería, maquillaje, no había nada que se resistiera a la voracidad de nuestras tarjetas, así que llegamos al apartamento cargadas de bolsas y con un calor en el cuerpo que no podíamos casi ni dar un paso más, dejamos las bolsas en el recibidor y nos dirigimos al frescor del aire acondicionado en el salón, con la mala fortuna que no encendía así que nos tuvimos que conformar con los grandes ventiladores de techo, no era lo mismo, pero por lo menos movía el aire, eso y unas limonadas que Lizbeth preparo para refrescarnos empezamos a respirar algo mejor, las dos aun con calor nos empezamos a sentir más cómodas, empezamos conversaciones de esas que no llevan a ninguna parte, salvo por un interés más sexual que otra cosa y en eso Lizbeth era una verdadera especialista, sin darte cuenta estabas desnudando tu alma, cuando no tu cuerpo, una conversación amena llena de matices sexuales y cuando te dabas cuenta ya estabas atrapada en pequeñas insinuaciones sobre nuestros cuerpos, cuerpos sudados y calientes a pesar de los ventiladores y las limonadas.

Era toda una artista y cuando supo que estaba más que receptiva, Lizbeth, se quitó la camisa y el pantalón que llevaba para estar más cómoda, la verdad que a mí al principio me incomodo un poco más cuando pasaba sus manos por su tripa, por encima de sus senos levantando un poco el sostén para aliviar el calor.

“Lara, no seas tonta, estás asada de calor, quilate el vestido y verás que cómoda te encuentras”

“Ya, pero y si llegan los chicos en estos momentos, mira que tu hijo”

“Pero no seas tonta, por lo que oigo todas las noches, Mario ya te ha visto incluso sin las bragas y en cuanto a mi hijo… Mi hijo a mí, también y tú realmente tienes lo mismo que yo entre las piernas, ja, ja, ja, así que no se va a asustar”

“no, no, no es que se asuste él es más que nada por…”

“Anda tonta, ven, acércate”

Me acerqué un poco a Lizbeth, cogiéndonos un momento de las manos y mirándonos a los ojos nos quedamos en silencio, sus ojos me tenían atrapada, sus manos suaves acariciaban las mías con ternura como las de una madre a su hija cuando está preocupada, era como si me quisiera tranquilizar por algo, pero no comprendía que realmente el problema era ella, me sentía abrumada, me sentía muy unida a ella, notaba como todo mi cuerpo gritaba, como las órdenes de mi cerebro eran claras, que me echara encima de ella y la besara, la acariciara, era una sensación tan extraña, algo que deseaba y no comprendía.

“Te encuentro nerviosa Lara”

“Yo, no, no estoy… Es solo que…” No conseguía terminar ninguna de las frases que empezaba.

“Lara, no lo estés mi amor, mira, ponte más cómoda, hace mucho calor, déjame que te ayude, pero no estés nerviosa, en el momento que quieras parar dímelo”

Sus manos se dirigieron a los botones frontales de mi vestido que desabrochaba de uno en uno, sin dejar de mirarme y de sonreírme cuando nuestros ojos se cruzaban, yo la dejaba hacer, no sabía por qué, pero quería participar de alguna manera en aquella escena, mi respiración se aceleró cuando empujo los tirantes de mi vestido fuera de mis hombros, cayendo hasta la cintura, Lizbeth se acercó más a mí chocando con sus muslos los míos, con una mano me recogía el pelo de la cara y con el anverso de la otra pasaba lentamente por mi brazo, veía como sus labios rojos se iban acercando más a los míos, era el momento de parar, pero no podía, estaba hipnotizada por ella, por su belleza, su melena rubia caía por encima de sus hombros tapando sus pechos, echó las manos atrás para desabrocharse el sostén, se recogió el pelo con sus manos por encima de la cabeza haciéndose un pequeño moño, dejándome ver dos hermosos senos frente a mí, sus pezones hinchados en el centro de dos enormes areolas de color marrón claro que me atreví a recorrer con mis dedos. Al final nuestros labios se unían en un vano intento de refrescarnos, no obstante fue todo lo contrario, mi cuerpo empezaba a sudar por fuera y por dentro, su lengua recorría la mía a la vez que mis manos buscaban el cierre de mi sujetador y una vez hecho nuestra piel se unía aplastando sus pechos a los míos.

Las dos nos besábamos y acariciábamos sudorosas nuestros cuerpos, el sabor salado de su piel, el sabor de sus pezones, nuestros jadeos y gemidos, fueron previos a que nos levantásemos del sofá donde estábamos sentadas, mi vestido enseguida cayó al suelo y con dos pataditas los saque de mis pies, en el ventanal nos veíamos reflejadas las dos besándonos, metiendo su mano en mi braga y la mía en la suya, su vagina tremendamente mojada, tanto o más que la mía, notaba como sus bragas estaban tan húmedas como las mías, los primeros gemidos en nuestra boca eran el resultado de que las dos estábamos realizando sendos masajes circulares a nuestros clítoris, esa imagen que de seguro que Mario y su hijo Erick no olvidaran en la vida, dos mujeres una con bragas rojas y la con ella blancas se besaban sin frenesí, con sus lenguas bailando fuera y dentro de ellas, dos mujeres dándose mutuo placer con sus manos por debajo de las bragas, jadeantes, dos mujeres todavía con los zapatos de tacón puestos en medio de aquel salón caluroso.

Mi primera acción fue la de parar, miraba a Mario y no distinguía un enfado aparente, tampoco otro sentimiento, muy al contrario que Erick que dejaba las bolsas en el suelo y se quitaba la camisa, después con la mano derecha se apretaba el bulto que tenía entre las piernas, Mario nos miraba de arriba abajo, no perdía ninguna de las acciones que Lizbeth seguía haciendo en mi cuerpo, besándome los hombros, el cuello, metiendo toda su mano por debajo de mis bragas, haciendo que tuvieran vida propia, como se abultaban una y otra vez sobre mi vulva cuando metía y sacaba los dedos de mi vagina, me miraba a la cara y veía las expresiones de placer en mi rostro tal y como las veía cada noche, mis ojos le llamaban a que participara con nosotros en lo que fuera aquello, ya Erick se había desnudado por completo y abrazaba a su madre por detrás, besándola, acariciándome también a mí y separando las bragas de su madre por detrás para poder meterle la polla, Erick se había puesto tan caliente, tan excitado en ese momento empecé a notar su polla en mano por debajo de las bragas de su madre, quería entrar como fuera en la rajita húmeda de Lizbeht, mis dedos se apartaron del interior de la vagina de mi amiga para cogerle la polla con mi mano y tras unos masajes de arriba abajo rozando los labios de Liz, la situé en la dirección apropiada para que la pudiera penetrar, ahora solo faltabas tú y no sabía que ibas a hacer, hasta que me sonreíste, dejaste las bolsas en el suelo y te desnudaste.

La imagen del ventanal era la de dos mujeres en pie abrazadas, dos hombres desnudos a sus espaldas, el olor a nuestros sexos se empezaba a notar en el salón, las dos estábamos tremendamente excitadas y mojadas, las dos con las pollas de nuestros amantes entre las manos, la de Erick en la mía y la de Mario en la de Liz, ambas pollas apartando la tela de nuestras bragas por detrás, ambas pollas en compañía de nuestras manos penetrando en nuestras vaginas, notaba los besos de Mario en mi cuello, notaba los labios de Liz en mis labios, la mano de Erick apretándome un pecho, realmente estaba fuera de mí, realmente estaba haciendo lo que más me gustaba en el mundo y era disfrutar de mi cuerpo con mis amigos, sentirme amada, sentirme follada.

Mario y Erick tiraron de nosotras para despegarnos, querían estar con nosotras, pero a solas, sentía ahora la espalda húmeda de sudor de Lizbeth sobre la mía, sus glúteos apretados a los míos cuando sentí como Erick le quitaba las bragas, Mario me apretaba contra él me besaba como nunca me había besado, nos separábamos de ellos y ya estaba casi tumbada en el sofá, las manos de Mario en mis bragas bajando por mis rodillas, cuando veo que Lizbeth se acercó a nosotros y le dice algo al oído a Mario, este me mira y termina de quitarme las bragas para decirme.

“Disfruta Lara”

No sabía que me quería decir hasta que no tuve a Erick casi encima de mí, mis piernas abiertas recibían su cuerpo con una enorme erección en su polla buscando la entrada de mi vagina, sus labios se unieron a los míos y de reojo veía a Liz con una rodilla apoyada en el reposa codos del sillón dándole la espalda a Mario y este con su polla en la mano buscando la entrada de la vagina de Liz, hasta que por fin la encontró metiéndola despacio hasta que desapareció por completo dentro de ella a la vez que un grito salía de la boca de Liz, sus ojos me miraron para después cerrarse y con la cara descompuesta de placer recibía una y otra vez la polla de mi chico. Erick me hacía desearlo cada vez más, mientras que Mario y su madre follaban a buen ritmo, los dos fundiendo su deseo, con la polla de Mario saliendo prácticamente blanquecina por el flujo de Liz, Erick metía el capullo en mi vagina para luego sacarlo, golpearme con él, mi clítoris y meterlos entre mis labios húmedos, para terminar metiéndomela de golpe con un fuerte empujón que movía todo mi cuerpo hacia arriba y me hacía gritar bien alto cada vez que me penetraba, luego la sacaba otra vez y volvía a la casilla inicial del juego, estaba como loca porque terminará, estaba loca porque me la metiera y ya no la sacara, entonces Erick metió su lengua en mi boca y con sus fuertes brazos me levanto, con las manos me sujetaba de las nalgas y uno, dos pasos me apretó contra la pared, cogió mis piernas para que las entrelazara sobre su cuerpo con mis zapatos de tacón todavía puestos, con una mano busco su polla la puso sobre la raja de mi vagina que rezumaba flujo y con un gran empujón me la metió tan dentro que levanto mi cuerpo varios centímetros por la pared.

El grito que lance al ser ensartada por aquella polla hizo que Liz y Mario nos miraran, Mario seguía fallándose a Lizbeth y está entre gemidos y gritos me miraba y sonreía devolviéndole yo el gesto, estaba viendo en mí su rostro el placer cada vez que su hijo la follaba y yo en ella el placer que Mario me daba cada día, nuestros cuerpos se movían al unísono cada vez que nos penetraba, cada empujón subía y bajaba nuestros pechos que bailaban sobre nuestros cuerpos, yo subía y bajaba por la pared sintiendo como la polla de Erick entraba y salía de mí, sin poder hacer nada más que recibirla, le besaba y mordía el cuello, le arañaba con mis uñas la espalda cada vez que la sentía tan dentro de mí, los gemidos de los cuatro se fueron haciendo más intensos, los gritos de Liz y míos más altos, casi como si lloráramos, el sonido de sus penes al entrar en nuestras vaginas cada vez más y más rápidos, hasta que uno a uno fuimos estallando en varios orgasmos, yo conocía bien los gemidos de Mario, veía la cara de Liz descompuesta cuando empezó a temblar poco antes que yo, cuando Erick dejando que apoyara una pierna en el suelo y cogiéndome la otra por el muslo me empezó a penetrar tan profundo y tan fuerte que notaba su polla casi atravesándome el útero, un minuto después de que mi cuerpo sintiera un orgasmo tras otro sentí como descargaba dentro de mí su cargamento caliente de semen, tanto que enseguida empezó a resbalar por mis muslos a la vez que Erick me gemía al oído metiéndose mi lóbulo en su boca.

Los cuatro terminamos sudando y jadeando, la respiración acelerada y un olor a semen y flujo vaginal envolvía el salón, mientras los chicos se sentaban en el sofá Liz y yo nos pusimos de pie, con los muslos regados de semen nos dimos de la mano y nos besamos, nos miramos a los ojos y como si supiéramos que íbamos a decir nos dirigimos a la planta de arriba, al dormitorio dejándoles un recado a los dos.

“El primero que suba nos tendrá solo para él, sí quiere, también nos puede compartir, si quiere”

Dicho esto subimos las escaleras riendo como dos niñas tontas y nos tumbamos en la cama una enfrente de otra acariciando nuestros pechos y preguntándonos que tal nos habían follado, tanto Mario como Erick, realmente yo no podía decir nada malo, había sido realmente impresionante, desde que empezó hasta el final había sido un ir y no parar de sensaciones increíbles, así como Mario con ella, digamos que nuestros chicos habían cumplido y les dábamos más que notable alto a los dos y el sobresaliente estaba por venir. En eso estábamos las dos entre risas y besos cuando los dos y de forma casi militar entraban por la puerta, nos miraban recelosos de lo que estábamos hablando y mientras se arrodillaban en la cama cociéndonos de los tobillos y tirando hacia ellos a la vez que nos abrían las piernas nos interrogaban a las dos a la vez.

“Tenéis ganas de jugar, verdad”

“Mira que sois putillas las dos”

“Nosotros os vamos a dar más rabo, por eso no os preocupéis de que hay para las dos”

“Vais a gritar como locas ahora, mañana os va a doler hasta el coño de los zorritas que estáis”

“A ver quien lo tiene más mojado, a ver quien es la primera”

De la palabra, pasaron a la acción, nuevamente con parejas cambiadas, nuevamente sentía la polla de Erick entrar dentro de mí, pero esta vez los dos parecían haber hablado abajo, porque si uno nos la metía con muestras piernas en sus hombros, el otro igual, cuando uno nos ponía en plan perrita, el otro también, lo hacíamos todo simétricamente, tanto es así que Liz y yo nos corrimos a la vez dos veces, la última mientras nos penetraban por detrás con nuestro culo en pompa, nuestras manos unidas apretándose con fuerza mientras nuestros labios se dejaban de besar para gemirnos y gritarnos echándonos el aliento de uno de los orgasmos más deliciosos que yo particularmente he tenido y que Erick me estaba regalando y una vez más nuestros coños rebosantes de semen al correrse los dos tan dentro de nosotras que realmente sentimos esas descargas tan abundantes, a tanta velocidad que atravesaron nuestros úteros.

¿Barbacoa?, la barbacoa podía esperar al día siguiente aun con las bolsas de la carne en el pasillo sin que ninguno se acordara de ellas. Terminamos la sesión a no menos de las cinco de la mañana, que decir que el resto del viaje seguimos follados los cuatro, que decir que tanto Mario como Erick entraba y salían de nosotras a discreción, tanto con una como con otra, el viaje tocaba a su fin, Lizbeth y yo nos hicimos casi inseparables, aún seguimos hablando y escribiéndonos a diario, contándonos nuestra vida tanto mundana como sexual, me comento que tenía un amante 15 años mayor, yo le confesé que Mario no era mi novio sino mi amante con el que había decidido irme de vacaciones en vez de con mi novio que se había quedado trabajo, pero había una cosa que en un principio ni ella ni yo nos atrevimos a contarnos, llevábamos las dos tres meses de falta, aquellos días de locura tuvieron consecuencias en nuestra vida, estábamos de casi tres meses cuando nos sinceramos la una con la otra y lo que era peor no sabía si los niños iban a ser de Mario o de Eric, lo único que sabía de seguro es que no eran de mi novio.

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