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Sola, en la tarde, imaginaba que él me tocaba
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Ahí estaba yo otra vez, mi mano inquieta, deseosa de sentir mi vulva… Y mi cuerpo, ya se preparaba para los placenteros espasmos. Inhalé, exhalé y cerré los ojos, me puse boca abajo y mis dedos recorrieron el medio de mis pechos y alrededor sobre el ajustado vestido de rayas.

Mis piernas comenzaban la fricción, podía sentir cómo mi centro frotaba contra el sillón, mi temperatura se iba elevando. De repente tenía recuerdos, flashbacks de todas las manos que alguna vez me habían tocado con lujuria. Mi imaginación también hacía lo suyo y creaba escenarios con personas que me hubiera gustado que estuvieran allí.

Mi mano derecha encima del vestido ya enloquecía a mi clítoris con movimientos circulares, mi mente se concentró en un solo pensamiento. Imaginaba que C estaba atrás mío acariciando mi espalda, mientras era él quien me pedía que me tocara, me corría el pelo y pronunciaba mi nombre, "no dejes de tocarte" me decía, y yo entre tímida pero deseosa de cumplir, lo seguía haciendo.

Él me levantaba el vestido para agarrarme la colita, darme una nalgada y felicitarme: "Bien, María, ¿ves cómo te gusta sentirte doblegada?" ¡Cuánta razón!, me excitaba sobremanera sentirme en su poder, indefensa. En ese momento mi cuerpo comenzó a tomar ritmo, me levanté el vestido hasta mis pechos y me entangué bien la ropa interior. Solo podía pensar en C, con su ropa puesta mirándome, y yo, semidesnuda, tocándome por y para él, un sentimiento de humillación me invadió y me calentó todavía más. "Libérate, María", me decía.

Comencé a imaginar que sus dedos empezaban a entrar en mi vagina, mientras los míos seguían ocupados con mi clítoris. Primero uno de sus dedos, luego otro y otro, entraban y salían de mí y eso me volvía loca. "¿Te gusta, María? por lo mojada diría que sí". Me pedía que abra las piernas un poco y bajaba la intensidad de la penetración, pero el estar así de abierta para él me mantenía caliente, y me hacía sentir una puta, su puta.

Como si me hubiera leído la mente me diría: "sos muy puta, María, muy puta". El solo pensarlo hizo que explotara de placer. De repente me encontré diciendo en voz alta: "sí, C, soy muy puta, cógeme por favor". Apreté mis ojos y me lo imaginaba dedeándome otra vez fuertemente "¿así?" me preguntaba, la sensación fue tan real que jadeante terminé por retorcerme y hundirme en ese extasioso orgasmo que estaba buscando…

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