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Sincronización perfecta
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Qué difícil es hacer un trabajo con tu compañero de clase y encima si te llama la atención. No sé en qué momento el profesor de música se le ocurrió esa idea. Estoy tan frustrada es un proyecto sencillo que no sé porque carajo tengo que trabajar en equipo. Hoy me reuniría con W. J. en mi apartamento. Trabajaríamos en la biografía de Mozart en conjunto con practicar una composición de dicho virtuoso. W.J. tocaba el violín y yo el clarinete. El día sería largo y un tanto tenso por diferentes razones. Primero no sabía cómo vestirme, así que decidí por un traje de verano hasta las rodillas y debajo la ropa interior más cómoda que tuviera.

Mi compañero de clase llegó puntual a las 10 de las mañana. Llegó con su laptop y violín. Le indiqué que se acomodará donde más les gustara a lo que buscaba mis cosas. Sin darme cuenta estaba nerviosa no entendía cómo alguien como él me cautivaba. No tengo nada en contra de los chicos callados, sencillos y mucho menos humilde, pero no era mi tipo ideal. W.J. es el sobresaliente de la clase a parte de tocar violín, toca piano, guitarra y quizás cualquier instrumento musical que le coloques en sus manos. No tan solo algún instrumento también compone música. Yo apenas tocó el clarinete y un poco de saxofón. Respire profundamente y deje salir el aire. Calme mis nervios fui a sala una vez más.

Allí estaba W.J. viendo por la ventana. Suspiré y él se volteó y me preguntó —¿Comenzamos?— asentí con un movimiento de mi cabeza y nos sentamos en el sofá cada uno en las esquinas. Trabajamos en silencio a lo que buscábamos la información y luego de dos horas en silencio. Tuvimos que hacer una pausa ya que mi querido estómago quiso romper el silencio con un ruido de lamento. Al escucharlo cubrí mi cara con la mano izquierda de vergüenza. Mire a mi lado izquierdo para ver la reacción de aquel chico y él se sonrió. «Lo que me faltaba». Le ofrecí pausar para almorzar y callar la bestia dentro de mí. Esta vez él echó una carcajada ante mi comentario. Almorzamos papas majadas con alitas de pollos. Después reposar continuamos trabajando con la información que habíamos conseguido y escuchar cuál pieza musical íbamos a utilizar. Escuchamos varias composiciones de Mozart y discutimos cada una de ellas. Luego de debatirlo llegamos que la mejor elección sería The Marriage of Figaro.

Ahora empezaba la parte difícil de la tarea la cual consistía tener el tiempo y la sincronización perfecta cuando interpretáramos la pieza musical. Pasamos horas practicando cada cual con su instrumento de pie en esquinas opuestas de la sala; hasta por lo menos tener las notas bien establecidas. Llegue al punto que me queje del estrés en cuál me estaba encontrando. Tomamos un descanso.

W.J. camino para admirar mi colección de música de cerca. Allí se encontró con un tintero y pluma. El mismo lo utilizaba para pasar las partituras que practicaba; era una manía porque mientras las escribía y las memorizaba. Mi compañero se volteó y con una mirada de fascinación me dijo

—Quiero que seas mi partitura musical.— esas palabras me tomaron por sorpresa; mi respiración se contuvo, mis latidos se volvieron errático y pude sentir como mi feminidad se contrajo. Mis palabras no fueron lo suficientemente audible así que tuve que asentir con mi cabeza.

Él se acercó a mí y con su mano derecha sujeto mi cabello en una cola y lo halo hacia él y con su boca a centímetros de mi oreja me dijo —Es para despejar la mente—. Su aliento recorrió mi cuello y provocó que mi piel se erizara. Me quito mi vestido por encima de mi cabeza y quedé expuesta frente a él. Mientras él me devoraba con su mirada de un animal hambriento. Tragaba hondo nunca antes había visto este lado de W.J. Él se pasó su lengua por los labios con una de sus manos busco mi cuello para sentir mi pulso en sus dedos. La destreza que él poseía en la música la pude apreciar al él mover sus dedos al compás de mi pulso. Acercó su cuerpo un poco más a mí y me quito mi sostén. Presa aún de su mano en mi cuello me besó con una pasión salvaje que hizo mi boca suya con aquella lengua diestra. Mientras me besaba me iba dominando a su antojo dirigiendo mi cuerpo al piso de mi sala. W.J. se encontraba encima de mí aún vestido. Detuvo aquel beso se levantó y me pidió que me colocara boca abajo.

No vi lo que hacía, pero el silencio en la habitación me dejó saber que se estaba desvistiendo al escuchar como la hebilla de su correa cayó en el suelo. Escuché sus pasos supuse que buscó el tintero junto con la pluma y luego el calor de su cuerpo delató su acercamiento a mí cuerpo, acomodo mi cabello hacia un lado de mi cuello y con las yemas de sus dedos trazó mi espalda. Mi cuerpo respondió a ese gesto de una manera espontánea mi piel se erizó, mis piernas temblaron un poco y mis pezones se pusieron duros y erectos. La respiración se me aceleró ante aquella reacción tan sublime de mi cuerpo. Antes que comenzará le pedí que fuera a mi cuarto y buscará un espejo que tenía colgado en la pared. Lo observé caminar hacia mi cuarto y note que solo traía puesto un bóxer. Regreso y colocó frente a mí así él me vería a mí y yo a él. Algo dentro de mí sabía que no era la primera vez que W.J. hacía esto, no por eso me perdería de una noche excitante.

Comenzó trazando lo que para mí eran líneas rectas en mi espalda. Luego con una delicadeza dibujo unas notas musicales. En eso sentí las yemas de sus dedos tocar mi cuello como si fuera un piano nuevamente, pero con más sutileza. Lo observaba en el espejo como cerraba sus ojos y disfrutaba de la melodía en su mente. No sé cómo aquel acto incendio mi piel y mi pulso reaccionó al son de la música que producía sus dedos en mi cuello. Nunca antes había sentido tanto con tan solo una caricia sencilla. Entre dibujar las notas musicales y trazar tres líneas más, empezó soplar mi espalda para que la tinta se secara. Ahora sus dedos estaban en mi costado izquierdo simulando tocar las cuerdas de una guitarra abandonada en suelo. Las sensaciones que provocó en mí las sentí todas viajar a través de mi cuerpo para ser recibidas en mi feminidad. En un instante me había humedecido.

Mi mente me gritaba control, pero mi cuerpo respondía a él con la fuerza de un tornado. No sé si él se estaba dando cuenta cada vez que mi piel se erizaba. Hasta que al fin lo escuché decirme

—La reacción de tu cuerpo me fascina hasta excitarme.

Ya no tenía que aguantar mis gemidos y los dejé libre del interior de mi garganta. Él al escucharlo apretó mi cuello fuerte y me dijo —Eres una delicia vuelve y gime para mí—. Volví a gemir y sentí como su mano apretó mi cuello para que la invasora pudiera atraparlo. Eso me excito a otro nivel al igual que a él ya que se acomodó con su masculinidad en mi trasero. Sentí como su miembro estaba duro y hasta algo inquieto dentro de su ropa interior. Siguió escribiendo notas musicales, pero esta vez iba acompañadas de embestida sutiles, las cuales estaba gustosa de recibirlas.

En el éxtasis que nos encontrábamos nos hizo buscar nuestras miradas en el espejo y leernos en un instante. W.J. se quitó el boxer y luego me bajo mi ropa interior. Así quedé expuesta para él. Tocó la entrada de mi feminidad con dos dedos y me los dió para probarme. Luego repitió aquella acción, pero era para su deleite. Una vez satisfecho no dudo de penetrarme de una. Grite de dolor y placer. Cuando empezó a embestirme con gusto deje que él marcara el ritmo para yo después encontrar cada una de las embestidas con mis movimientos. Creando una fricción deliciosa en mi interior las cuales el virtuoso disfrutaba. Ambos gemíamos de pura lujuria. Éramos dos animales dejándose llevar por el instinto de satisfacción. No sé qué en momento llegamos al orgasmo. Solo sé que él se desplomó en mi espalda jadeando de gusto al igual que yo. Así como estaba lamió, mordió y beso mi cuello yo gemía dulcemente. Aquello provocó que el segundo encuentro se anticipara.

Esta vez él quedó boca arriba y yo me acomode encima de su miembro para introducirlo dentro de mí poco a poco. Cada centímetro que entraba en mí me hacía jadear. Él colocó sus manos en mi cintura me ayudaba a bajar hasta que su masculinidad estaba toda en mi interior. Me quedé un tiempo sin moverme quería recordar como su miembro me llenaba. Lista para disfrutar comencé a moverme hacia adelante y atrás sin sacarlo de mi interior. Sus manos jugaban con mis senos y de vez cuando apretaba mis pezones eso me hacía gritar. Mis manos estaban en su pecho para tener balance. En una fui sorprendía por su boca mientras azotó mi glúteo y grite en su boca. Ese hombre había atrapado mi grito en su boca. Me excité que mis movimientos cambiaron drásticamente a dejar mi interior libre por unos segundos y volverlo llenar por unos pocos más. Ya no era yo quién tenía el control del ritmo una vez su miembro salía de mi y iba en busca de su refugio favorito W.J. me encontraba a mitad de camino. Era exquisito cada vez que nuestros movimientos se encontraba era la sincronización perfecta. Así estuvimos unos minutos más que nos dejamos conquistar por clímax de aquella pasión animal que habíamos despertado. Caí rendida en su pecho acarició mi cabello y sin darnos cuenta nos quedamos dormidos satisfecho de aquel acto perfecto.

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