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¡Sin palabras! Un orgasmo en sus ojos esmeraldas
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Tiempo de lectura: 8 minutos

No recuerdo exactamente cómo se dieron las circunstancias o cómo llegué a esta recepción de una boda, pero recuerdo que me encontré con muchos trabajadores de la compañía y sus respectivas esposas. Cerca de la mesa que ocupábamos estaba un grupo de chicas… mujeres que en el recuerdo podría estimar entre la edad de unos veinte a treinta años. Era imposible no establecer un parentesco sanguíneo entre ellas, pues tenían un enorme parecido y luego después confirmábamos que cinco de ellas eran hermanas. Eran cinco bellas mujeres que a esa edad era difícil establecer quien era la menor o la mayor.

Recuerdo muy bien esta experiencia, aunque cierto grado de culpabilidad me obligaba a bloquearla o a omitirla. Y es que esta convicción que ya tenía de no volverme a casar o tener una relación seria, sé que en más de una ocasión he lastimado los sentimientos de algunas chicas que con seguridad puedo decir esperaban algo más que una experiencia conmigo en la cama. Siempre intento dar esas señales a todas las mujeres y evitar mal entendidos o dar explicaciones, pero mi experiencia con Rocío fue una que me marcó por lo especial y única de esta experiencia. Como les dije y en forma general me referí a estas mujeres como chicas muy bellas y la verdad todas ellas lo eran: Rubias, ojos verdes, tez clara y todas de un cuerpo petit y escultural. Lo único que las diferenciaba en esa noche fueron los estilos y colores de sus vestidos, pero luego también descubrí que había otra diferencia entre dos de ellas: eran sordomudos y entre las dos, estaba la hermosa Rocío.

Uno de los trabajadores me las presentó como sus primas hermanas y desde ese punto me concentré en ellas y noté que se comunicaban por señas. El baile comenzó y es como me acerqué a la bella Rocío, quienes bailábamos en forma de grupo. Intuí que le había caído bien pues noté de sobremanera que intentaba acercarse a mí. Luego me hizo una señal la cual pensé era lo lógico por el descomunal sonido de la música, pero luego su hermana se acercó y me dijo al oído: – Dice mi hermana si deseas tomar algo. – Y fue ahí que descubría que la bella Rocío era esta chica especial. De alguna manera intenté acercarme sin la intensión del promiscuo que soy y terminamos ambos sentados departiendo una cerveza mientras su hermana quien era mayor que Rocío me traducía lo que ella decía. Es como me doy cuenta de que es contadora y se especializa en trámites fiscales. Terminamos la noche bailando y tomándonos una última cerveza no sin antes intercambiar teléfonos, dado que ya teníamos esa comunicación de textos por ese entonces.

Con los días… quizá una semana; recibo su primer mensaje los cuales eran simples, triviales como: ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Qué haces? – Un día me invitó a comer y casi siempre tenía una excusa para evitarla, pero un día para que no pensara que la estaba evitando, fui yo quien le hice la invitación. Nos reunimos en un restaurante y ella llegó muy elegante y lo que no entendía por señas, lo escribía en un cuaderno que llevaba. Entenderme a mí era fácil para ella, pues podía leerme los labios a como posteriormente me di cuenta. Pasamos un buen momento, nos despedimos con un beso y Rocío volvía con los días a comunicarse a través de textos. Un fin de semana me sorprendió con la siguiente conversación:

– Tony, quiero ser sincera contigo. Quiero que sepas que me gustas y sé por la manera que eres que no buscas una relación, pero a mí me bastaría sentirte mío, aunque sea por solo una noche.

– Rocío, tú eres una mujer muy bella y cualquier hombre se sentiría completo con una relación contigo. Tu me gustas mucho, pero no deseo que nadie salga lastimado.

– Es un riesgo que me gustaría tomar, si ese riesgo me permite sentirte como hombre.

– A mí también me gustaría sentirte como mujer, pero no te prometo más que eso.

– ¡Ya te dije que no me importa el riesgo! ¿Podrías venir a mi apartamento esta noche?

– Si… sí puedo. Rocío, ¿has tomado hoy?

– Solo un par de tragos… lo suficiente para poder escribir las locuras que siento.

Eran como las nueve de la noche cuando me envió su domicilio. Me di un regaderazo apresurado y en quince minutos estaba a la puerta de su apartamento. Toqué el timbre, lo cual para Rocío es una luz que se enciende. Me hizo pasar a su sala y ahí me encontraba con la bella Rocío vistiendo un vestido sencillo de un color celeste que le cubría en algo sus rodillas, se había maquillado y verdaderamente se miraba lindísima. Todo lo tomamos con calma y disfrutamos de un trago y nos comunicábamos por la computadora portátil y algunas señales corporales. Recuerdo que le hice la siguiente pregunta:

– ¿Realmente estás segura de esto?

– Si… nunca había estado tan segura de algo…

– ¿Debemos ir a traer algo para protegernos… evitar un embarazo?

– Si… no creo estar preparada para ser madre todavía.

Salimos por unos minutos a una tienda y me compré un paquete de 12 profilácticos. Me tomaba de la mano como si fuéramos novios y verdaderamente esta chica era muy cariñosa y tenía una vibra de serenidad que realmente me hacía sentir muy bien. Desde que entramos a su apartamento de nuevo nos comenzamos a comer a besos. Era una sensación extraña, pues inclusive sus gemidos eran diferentes a los muchos que he escuchado en mi vida. Miraba ese rostro divino con una sonrisa en los labios pero que no podía emitir ninguna palabra. Estuvimos en ese preámbulo por varios minutos y le encantaba que le besara el cuello y podía sentir y ver como sus vellos en esa piel clara se le erizaban. Desabotoné su vestido y creo que se dio cuenta porque sintió que le quería despojar de su brasier y ella me hizo una señal, que el brasier se removía desde el frente. Me tomó de la mano y me encaminó hacia su habitación donde podía ver las velas tímidas que alumbraban una habitación de buen tamaño, la cama se miraba inmaculada y muy cómoda, tenía una botella de vino en un contenedor con hielo en una mesita adyacente y se podía oler una esencia dulce que emanaban las candelas.

Bajé su vestido cuidadosamente y la pude ver todavía con ese brasier y un calzoncito diminuto de color blanco que se le hundía en su conchita y se divisaba húmeda pues Rocío ya estaba bien excitada con el preámbulo bastante prolongado. Le removí el brasier y me quedaban unas pequeñas tetas redondas de un tamaño exquisito y un pezón erecto, más grande que el típico pezón en este estilo de pechos, y se me antojó mamarlos de inmediato. Rocío solo gemía de una forma única… quizá era que quería expresar algo, y me comí sus dos tetas que se sentían sólidas y verdaderamente tenían una simetría de antojos… realmente me gustaron mucho. Cuando le quité su calzoncito, este estaba mojado completamente, toqué esa miel caliente y sentía ese olor de su sexo que me atraía. Ella comenzó a removerme la camisa y luego me asistió a removerme el pantalón y mi paquete le quedaba en su rostro pues ella estaba sentada a la orilla de la cama y sin removerme mi calzoncillo, comenzó a chuparlo por sobre la tela. Se tomó su tiempo para sacarlo y tenerlo libre para mamarlo a su antojo, pues Rocío me sorprendía en una forma de mamar tan exquisita pues ella además tiene un rostro que se mira delicioso cuando te está mamando el falo. Quizá me la mamó por unos diez minutos.

Le indiqué que se acostara y ella me dirigió por sobre ella en posición del misionero y evitó en ese momento que le correspondiera con sexo oral. Olvidábamos el condón y ella lo había tomado del buró que teníamos a la par de la cama y me incorporé de nuevo para ponerme el profiláctico. Asumí la posición del misionero nuevamente y comencé a introducirle mi pene hasta que mis testículos chocaban en el área de su perineo. Rocío respiraba profusamente, me tomaba con sus brazos y acercaba su lindo rostro al mío. Con esa mirada me pedía que la besara mientras sentía como le hundía mi falo en un mete y saca que comenzó a hacer ese ruido en ese friccionar a su vagina. A pesar de estar usando un condón, sentía como su vagina se contraía, podía sentir un calor intenso en su vientre y con los minutos sentí como me apretó mi verga y vi en sus ojos su excitación y me tomó, me abrazó, me besaba con una ansiedad que nunca había visto en mujer alguna y supe que se estaba corriendo pues vi como sus ojos se le aclararon por lo fuerte de su orgasmo que de pronto hizo que me afligiera, pues sus sonidos emanados no eran los usuales, y no sabía si estaba bien. Recuperó ese respirar normal y volví lentamente a ese vaivén que a los cinco minutos me hizo acabar y a rebalsar ese condón con mi primera corrida.

Rocío se fue al baño a asearse y yo hice lo mío también. Me gustaba ver a esta mujer desnuda caminando en la habitación. Tiene unas bonitas curvas y ese caminar tiene un vaivén delicioso de sus caderas que me volvieron a encender. Regresamos a la cama y ella me comenzó a mordisquear las tetillas mientras me tomaba del falo y con los minutos era yo quien le volvía a besar el cuello por la espalda pues estábamos acostados de lado y ella estaba frente a mí. Es de esa manera que Rocío siente mi falo entre sus nalgas y ella lo recibe y se acomoda para sentir mi verga entre ellas. No pasó mucho tiempo para que mi verga produjera suficiente lubricación y ya se escuchaba ese chasquido cuando le rozaba sus nalgas con un ritmo como si se las estuviese penetrando. Con su mano derecha me empujaba en contra de ella y se me ocurrió pensar que ella me estaba dando la aprobación para que la sodomizara. Con los minutos puso su pierna derecha por sobre mi rodilla derecha y con esa elevación su rico culo me quedaba disponible para ser penetrado. Me tomé el tiempo y de tanto intentarlo, su anillo de ese ojete cedió y me atrapó el glande y Rocío había dado un gemido. No se alejó de mí o de la intensión que teníamos y correspondió para acomodarse de nuevo. Mi glande se le salía de su precioso culo y lo volvíamos a intentar y así lo hicimos por varios minutos hasta que se lo empujé con la intensión de avanzar y media verga yacía adentro de su rico culo.

Todo aquello le excitaba a Rocío, pues su conchita estaba escurriendo como si se hubiese corrido y seguía emanando jugos vaginales como si de una fuente se tratara. Lo extraño e incómodo para mi era que no había esa comunicación verbal y yo no podía evitar en preguntarle si estaba todo bien. Cuando le hundí toda la verga dio un jadeo de dolor que pensé sacársela del todo, pero ella me había tomado con su mano mis nalgas y me las empujaba contra ella. Eso me dio la señal que ella quería que continuara y así lo hice. Comencé con un vaivén semi lento abriéndole bien el culo mientras con mi mano izquierda le apretaba uno de sus pezones y con la mano derecha me dediqué a sobarle su inflamado clítoris. La conchita de Rocío es la típica conchita pequeña de una chica petit, lo que significa que se puede sentir de cómo aprieta, la tiene estéticamente depilada y es de labios pequeños y parece que es solo una pequeña raya en su cuerpo, pero su clítoris ya inflamado de la excitación se le sale y me dediqué a masajearlo mientras la sodomizaba. Con los minutos comenzó a jadear de nuevo, un jadeo que al principio me desconcentraba pues no sé si tendría que ver las cuerdas vocales y esta era y fue la única experiencia que he tenido con una chica sordomudo. Dio un quejido lo más cercano a un grito y comenzó a mover su pelvis en contra del mío y le pompeé el culo con un ajetreo descomunal que me hizo acabar en tres minutos. Podía sentir como su culo se contraía y mi verga se salió por si sola cuando perdió ese grosor al haber eyaculado. Vi que le había sangrado el culo a Rocío y tomamos toallas con agua caliente para ayudar a limpiarla.

Nos fuimos a bañar y ya en el baño le comí su conchita junto con el culo. Tuvo un orgasmo tan potente que sus piernas le temblaban pues ella estaba parada contra la pared del baño y yo hincado comiéndole ambos orificios. De esta manera se corrió una segunda vez cinco minutos después de la primera. Luego pasé a cogérmela de perrito y era una delicia ver a esta chica con el culo parado viendo mi verga entrar y salir de su conchita mientras le masajeaba el culo. Se corrió de nuevo en esa posición y pensé que eso de cogerle el culo ya no podría ser porque se lo había sangrado anteriormente, pero después de comérmelo de nuevo me lo volvió a dar y esta vez también de perrito. Cogimos como locos toda esa noche y esa primera vez le metí seis palos y creo que ella se corrió unas ocho o nueve veces. El siguiente fin de semana lo repetimos de nuevo y creo que con Rocío ha sido una con las que he rotó las reglas de tres veces y ya no más. Sé que se estaba encariñando y un día dejé de ir y le daba muchas vueltas para otro encuentro. Un buen día ella me escribió lo siguiente:

– Tony, sé que me estás evitando y yo eso me lo esperaba. Quiero que sepas que siempre me has gustado y que me he encariñado contigo, pero también sé que nunca te pondré un compromiso. Cuando tú quieras las puertas de mi casa están abiertas, pero si decides nunca regresar, lo entiendo y solo me conformaré con recordar esos bonitos momentos.

Nunca la volví a contactar y no porque fuera sordomuda, sino que la miré como he mirado a muchas lindas mujeres en la vida… chicas con las que hay que vivir un momento, pero sin llegar a sentir ningún compromiso, pues ya estaba decidido a morir soltero en esas instancias de mi vida. Luego supe que se había casado, había formado un hogar y que era feliz con su familia. De vez en cuando me meto a ver su perfil donde aparece con dos lindas chicas que se parecen a su bella madre y quizá esta experiencia es una que me incomoda y me hace sentir culpable… algo que no entiendo en realidad. Sé que Rocío era una linda chica, una deliciosa amante, pero también una gran mujer. Nunca escuché de sus labios decir: ¡Te amo! – No… nunca lo dijo, pero lo sentí. Era delicioso verla en ropa interior pues tiene un cuerpo pequeño y curvilíneo y siempre me gustaba como vestía y como olía su piel. En la cama era una fiera a pesar de lo tímida, recatada e inocente de su linda mirada, pues Rocío es de esas chicas que a esa edad de sus 25 años te ponían a prueba tu resistencia en los deportes de la cama. Rocío a esta edad no era la chica de un par de polvos en una noche, lo de ella era un maratón de sexo hasta quedar totalmente rendido. Me gustaba que me montara a la inversa pues tenía un movimiento sensual de sus caderas y me gustaba correrme en ella en esta posición todo el tiempo. Fueron doce noches de maratón sexual y aún recuerdo su manera única cuando se corría.

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