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Tiempo de lectura: 2 minutos

Conocí un hombre hace poco más de un año, acepté sin ganas ese empleo y ese día le dije a mi examiga que no quería estar ahí, pero insistió en que la acompañara a esa reunión y luego hablábamos.

Allí estaba él, era el líder del grupo y aunque su apariencia luce tierna también se le nota lo ¡jodido! ¡Su sola presencia me cautivó! me senté a su lado y no sé porque bajé la vista y vi el bulto que sobresalía de su pantalón corto. Inmediatamente -algo avergonzada- enfoqué mis ojos en otra dirección.

Él se esforzaba en hablar y aunque lucía despreocupado noté que le guste. Todo transcurrió normal, pero esa imagen se quedó en mi retina. Empecé a preguntarme si él podía llegar a ser esa clásica fantasía femenina del hombre que te toma sin permiso y solo con hablarte al oído te mojas, que te pone a contra pared y te penetra sin parar, que en la ducha te besa y en solo un movimiento baja y succiona con tal perfección que toda la piel se eriza y solo te queda arquearte un poco y gemir, ese hombre que sin conocerte parece tener un mapa de tu cuerpo y sabe cómo y dónde tocar. Me excitaba de sólo verlo y me quedé a satisfacer mi curiosidad.

Algunas veces recibí unas llamadas, pero no las atendí ni retorné. Intenté limitar la conexión visual en reuniones, pero él es dominante y hacía lo necesario por enfocar mi mirada en él, una vez lo conseguía, salía esa sonrisita y le hablaba a alguien más. Ese juego empezó a gustarme y me acaricie pensando en él. Dos meses después llamé y lo invité a salir, no me importaba que pensara quería verlo al volante y de piernas abiertas. Conversamos por 6 horas, su voz me gustó, sus manos me excitaban y sin mayor esfuerzo acepte su invitación.

¡Esa noche fue fatal toda la imagen que había trazado y las mil fantasías que habíamos vivido no eran reales! pero la verga era linda y antes que regresar a mi ex preferí darnos otra oportunidad. Necesitaba que borrara de mi cabeza cualquier recuerdo, que los derritiera todos a punta de placer.

Visité su apartamento y él supo que buscaba, empezó a besarme a desvestirme hasta decirme al oído “quietica”, se hundía en mi lentamente como esperando que le rogara, sus besos no eran dulces y cada vez se fue tornando más fuerte, con cada embestida me llevaba al límite, se apropiaba de mí, hacía lo que quería y se lo permití -con esa mirada morbosa le permitiría todo- disfruto su salvajismo, disfruto su egoísmo sexual, disfruto que se de placer en mi, disfruto que me haga sentir su posesión.

Al final, sí lo era, es el hombre de mis fantasías, para él quiero ser la más puta, que me enseñe a serlo, que me devore cada semana sin compromisos, que rompa mi récord de orgasmos, que me coja en un sitio público, que lo ponga en mi boca y me haga mamar mientras conduce, que me dé un striptease, que se masturbe para mi, ser otra más en el cuerpo de ese desconocido, que me ofrezca una copa la llene y tras el primer sorbo de vino lo saque de mi boca lo lleve a mi vagina y se la coma sin pudor.

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