Recibí una llamada Silvia muy preocupada y arrepentida de nuestros encuentros a espaldas de su esposo. Se sentía como una hipócrita al ir a su templo, vestirse recatadamente, sonreírle a su esposo y lo peor: “Reprimir sus deseos” porque le enseñaron que eran prohibidos. Para empeorar sus dudas, la muy tonta le había contado a su psicóloga que habíamos retomado nuestra comunicación, según ella, sin ir más allá que mandarnos unos menajes subidos de tonos.
Silvia tenía la misma psicología por mas ya de 20 años, asunto que me causaba cierta suspicacia del por qué no la dejaba. Ya tanto tiempo y no podía, Silvia, superar el trauma que tenía… O es que la psicóloga le gustaba controlarla. Lo que si se, es que en nuestro primer amorío la doctora le dijo que era mejor que terminara conmigo, algo que considere muy sospechoso porque no debería estar tomando decisiones por clientes. Quizás vio en Silvia dinero fácil.
Siempre escuche historias de sus amigas, que hacían esto y el otro con su novio cuando estaba creciendo, pero nada de lo que, hacia ella, solo que tuvo muchos pretendientes, pero nada más. Silvia creció recibiendo ordenes de su madre cucufata que daba preferencia a sus hermanos y hermanastros. A pesar que siempre decía que ella era independiente y una mujer con poder de decisión, siempre la decisión recaía sobre su ex esposo, hasta lo más mínimo como bajar una aplicación para su teléfono. Silvia tenía un síndrome de inferioridad enmascarada en actos “correctos” o cuando se volvió madre, en hacer lo “mejor para sus hijos”. Sentirse inferior la llevo a depender a las órdenes directas o indirectas de otras personas.
Silvia se enamoraba de gente mayor que ella, buscando la figura paterna que no tuvo, pero a pesar que ella siempre quiso ser un “puta en la cama” sus novios o ex esposo, nunca la presionaron tanto a disfrutar su sexualidad por temor a perderla. En nuestros últimos encuentros Silvia sintió que estaba perdiendo el control de sus emociones y de sus represiones que su iglesia, familia y amigos oponían hacia su persona, pero sin saber que ella quería satisfacerme al máximo. Temía a verdaderamente saber lo que le gustaba, por esa razón se le hacía más fácil seguir ordenes, pero las ordenes que recibían no era lo que ella deseaba. Silvia quería satisfacer a un hombre, pero ninguno iba más allá del sexo regular. En nuestro reencuentro Silvia comenzó a exhibir un patrón de comportamiento sumiso, que es lo que buscaba, pero ahora tenía dudas, no de ir en esa trayectoria, pero en ponerle los cuernos a su ahora deteriorado esposo.
En la conversación telefónica escuche sus dudas repitiendo varias veces la palabra “NO SE” en la mayoría de sus oraciones.
– “Que buscas Silvia?”. – Le pregunte serenamente, como si le hablara un amigo.
– “No se… me gusta estar contigo y todo lo nuevo que hacemos”. – Dijo Silvia con sabor a nostalgia.
– “No hay necesidad de parar, si tu esposo no te da lo que quieres…”. –Replique con frialdad.
– “Quiero satisfacerte al máximo, pero mi situación como esposa de otro me incomoda”. –Susurro.
– “Lo que tú necesitas es alguien te guie a ser una puta. Tu sabes que lo quieres ser, pero te pones muchas trabas y excusas para no serlo”. –Dije con voz más alta. –“Además, no eres tan puta como piensas ser”. –Añadí algo ofuscado.
– “A caso no he hecho lo que tú me has pedido?” –Dijo después de unos segundos en silencio, un poco ofendida.
– “Te ha gustado lo que hemos hecho o no?” – Conteste rápido, exigiendo una respuesta inmediata.
– “Si.” – Afirmo rápidamente
– “Y por qué crees que te gusta?” – Pregunté ya sabiendo su repuesta.
– “Porque me gusta darte placer”- Dijo coquetamente.
– “No! ¡Te gusta porque lo que te pido rompe todas barreras que te han impuesto por casi tus 50 años! – Exclamé. – “Y ahora tienes miedo descubrir lo que verdaderamente te gusta, ser una puta”.
Silvia se quedó en silencio por casi un minuto y solo hablo al exigirle una decisión, la cual recayó sobre mi si continuar con nuestra aventura.
– “Te lo voy hacer fácil la vida Silvia. Yo ordeno y tu obedeces, pero contesta esta pregunta honestamente.” –Dije con voz tranquila, pero con decisión a cortar la llamada si se negaba.
– “Que cosa baby?” – Dijo con voz dudosa.
– “Quieres ser una puta y descubrir lo que verdaderamente te gusta?” –Pregunte como su papá
– “Si”. –Dijo Silvia con entusiasmo.
“Me vas a obedecer en todo”. – Quise ser claro con ella.
“Si”. –Contesto la vieja.
“Bien! Quiero verte llegar a tu apartamento en 2 horas. No vistas sostén.”- Ordené
“Ahhh… No…-“Escuche a Silvia dudar.
Corté la llamada al instante cuando la vieja no obedeció las órdenes. Silvia llamó varias veces de vuelta, pero no levante el teléfono. Solo le mande un texto diciendo: “Dos horas, sin sostén. Me avisas antes de salir de tu carro”. Llegué a su apartamento 15 minutos antes que se cumplan las dos horas, Silvia llego 5 minutos después. Pude observar el momento que estacionaba su auto, sacaba su teléfono para textearme y esperar mi respuesta. Silvia tímidamente se sacó el sostén en su carro para ponerlo en su cartera y luego salir de su carro.
Silvia estaba vestida con jean un poco suelto y un polo blusa de color negro que mostraba sus tetas moverse alocadamente cuando caminaba toda nerviosa desde el estacionamiento hasta la puerta principal de su edificio. La vieja se detuvo un momento al verme salir de mi auto y no supo que hacer más que acelerar su caminar para llegar primero a su apartamento. Me gustaba ponerla nerviosa y avergonzada sin saber cómo actuar en público conmigo.
En la cocina, Silvia estaba parada con los brazos cruzados, nerviosa y con ansias de conversar sobre nuestra relación.
– “Si esperas una conversación acerca de lo nuestro, estas equivocada” –Le dije al ver como amasaba sus manos.
– “No sabía si todavía querías verme”. –Ella contesto.
– “Por supuesto que sí, pero solo si prometes obedecerme como te dije por teléfono”. – Dije serenamente.
– “Lo prometo”. – Contesto levantando la mano derecha con una sonrisa coqueta.
– “Bien. Hoy comienza oficialmente esta nueva etapa de nuestra relación. A partir de ahora, me llamaras Daddy”. –Dije seriamente mientras caminábamos a la sala.
Silvia recibió instrucciones que tiene que usar palabras vulgares para referirse a las partes de su cuerpo, como tetas, concha, culo, etc. También aceptó que cualquier desobediencia a su “Daddy” iba a recibir un castigo y que comience una dieta para bajar esos kilitos de más que tenía. Su culo había agrandado pero lucia mejor cuando estaba con menos grasa en el abdomen. Tenía que hacer al menos 50 sentadillas diarias para endurecer su culo blanco y estar a mi disposición cuándo necesite verla. Lo último no iba a ser difícil ya que ambos estábamos ocupados en el trabajo a la misma hora.
– “Si Daddy. Estoy muy segura.” –Contestó Silvia a la pregunta si aceptaba todas esas condiciones y a la advertencia de lo que iba a venir.
La lleve al dormitorio donde todavía estaba la cama donde su ex compartieron, baje su blusa hasta su cintura revelando sus tetitas respingadas y duras.
– “Te dije que vinieras sin sostén no? –Le pregunte poniendo mis manos en sus senos.
– “Estoy sin sostén”. –Afirmo Silvia.
– “Ni un minuto después de tu juramento y ya estas mintiendo ni obedeciendo mis órdenes!”. –Reclame serenamente.
Silvia se quedó fría al darse cuenta que la vi cuando se quitaba el sostén dentro del carro.
– “Repite esto y que te quede bien claro: no más mentiras”. – Dije agarrándole ambos pezones con mis dedos.
– “Castígame Dado por haberte mentido y no venir con las tetas sueltas”. –Repitió Silvia.
Silvia se retorcía de dolor cuando sus pezones eran exprimidos por mis dedos índices y pulgares. Ella puso las manos sobre las mías, pero las retiro cuando recibió la orden de quitárselas. Su tetita derecha soltó un poco de lechita como siempre lo hizo cuando me la comía. La vieja gimió de dolor y placer que hacían doblar sus rodillas y buscar reposo de su culo sobre la cama.
Una vez terminado su castigo, con los ojos brillosos Silvia comenzó a quitarse la ropa lentamente mientras la miraba desde la silla situada a la otra esquina del dormitorio. Felizmente no estaba con su periodo y su vagina estaba limpia. Ella siempre ha tenido un olor agradable, algo que indicaba que, a pesar de sentirse inferior, cuidaba su imagen lo más que podía.
– “Nunca más quiero ver tu chucha peluda, siempre va estar suave y lisa”. –Le dije acercándome.
– “Ok”. –Contesto
– “Ok… ¿Qué? –Dije con voz alta.
– “Ok, DADDY”. – Contesto sorprendida y con su sonrisa coqueta, típica de ella.
– “Sabes cuantas veces te has olvidado decir DADDY?’ – Le pregunte molesto. – “Dos veces… Pídeme que te castigue”. – Le susurre en el oído.
“Castígame DADDY por no haberte llamado por tu nombre…” –Dijo Silvia sin saber completar la oración.
Subí a Silvia en la cama y ella automáticamente se puso en cuatro patas, le indique que no repose sus manos en la cama sino su cara, dejando su culo arriba. Me quite el cinturón de mi pantalón para doblarlo a la mitad y tener mejor control. Me acerque a su rostro para que vea cinturón en mano:
– “Ultima chance para retroceder”. – Le dije haciéndola oler el cuero.
– “Castígame DADDY’. – Dijo débilmente Silvia.
– “Dímelo más alto, puta”. – Dije con dulzura.
– “Dame duro en mi culo DADDY, me he portado mal”. –Exclamó suavemente con temor a que alguien escuche, pensando que era solo un juego.
Eran casi las 8 pm, prendí la radio, subí el volumen para que la vieja no sienta que tiene que callarse toda como lo hace cuando tiene sexo. Esto es un entrenamiento para que se sienta libre de expresar su placer y deseos, librándola de todas las represiones impuestas por su madre y psicóloga. El primer correazo causo un grito inesperado tanto para ella que para mí. Silvia gritó con la garganta de una jovencita y no una mujer de casi 50 años. Su aullido de dolor agudo, intenso y pasional causándome una erección casi instantánea.
Silvia comenzó a llorar después del segundo golpe, agarrando las sabanas con los puños y tratando de no gritar mucho. Mi esclava susurro algo…
– “Dijiste algo?”. –Pregunte tocándole las nalgas que estaban ardiendo.
– “Casti… Castígame DA… DDY… por haberme portado… mal”. – Dijo Silvia entre lágrimas.
Silvia enterró la cabeza en las sabanas para gritar los 3 siguientes azotes. Su culazo blanco ahora esta rojo con marcas horizontales rosaditas. Metí mi mano entre su entrepierna para sentir que estaba mojada, la dominación la excitaba. Con las nalgas ahora al rojo vivo, estimule su clítoris erecto dándole pequeñas palmadas que la volvían loca, ocasionando gemidos que nunca le había escuchado. Silvia gemía descontrolada apretando las sabanas y mordiendo la cama. Su orgasmo estallo en un solo grito: “OH DADDY!!!”.
Mi mano termino mojada con sus jugos y Silvia rendida en la cama con su culo adolorido. Me recosté a su lado para besarla dulcemente y decirle que su orgasmo fue su premio por mostrar su valentía. Después de unos minutos, se le hacía tarde y ayude a vestirla.
– “Cada día que nos veamos me vas a dedicar mínimo 3 horas para mí”. – Dije agarrándole de la cara dulcemente.
– “Si Daddy”. – Contestó como buena alumna.
– “Tu boca es un aparato para mi satisfacción, cuando haga chistar mis dedos, dejaras todo y vendrás a chuparme la verga. ¿Entendido?”. – Dije acariciando sus labios con mis dedos.
– “Si Daddy”. – Replico sin pensarlo.
– “Eres mía, no vas a tener sexo con el viejo de tu marido”. – Le dije apretando su garganta con mi mano.
– “Si Daddy, yo soy solo tuya”. – Dijo faltándole el aire.
Le di permiso para ponerse su sostén que saco de la cartera. Sus tetitas eran pequeñas pero muy apetecibles, casi siempre en punta. El apartamento no tenía que limpiarse enseguida porque solo Silvia podía entrar. Antes de irme pedí una copia para la próxima vez que la vea y Salí primero no sin antes decirle que espere mi llamada para que ella pueda abandonar el edificio. Al salir, Silvia caminaba como si estuviese con tacos altos, se le iban las piernas por lo tierno que estaba su culo y por el nerviosismo de que los vecinos reconozcan que los gritos vinieron de ella.
Ya dentro de su auto Silvia recibió mi texto: “Esto solo es el comienzo”.
Silvia contesto con un emoji de cara avergonzada.