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Tiempo de lectura: 5 minutos

Convivo con mi pareja, Elida, desde hace más o menos un año en su casa, junto con su hija Victoria y su hijo Gerónimo.

Con mi pareja nos conocimos hace cuatro años en un bar cuando nos encontramos con amigos en común. Desde esa noche salimos hasta que convinimos en convivir. Eli, como la llamo, es una mujer muy interesante, vive en sexo con intensidad, es una mujer muy caliente, tiene un cierto grado de exhibicionismo, ya que me ha insinuado tener relaciones sexuales en parques y lugares públicos, a lo cual accedí sin dudarlo, a mí también me gusta la exhibición, aunque debo reconocer que me pone un poco nervioso y tardo en tener erecciones, hasta que me habitúo al entorno.

Eli trabaja de 16:00 a 22 horas en un restaurante cerca de casa, en la concina. Tiene turnos rotativos, por lo general hay dos semanas que le toca el horario nocturno.

Entrado el mes de octubre, una tarde cerca de las 17:30 horas, Eli viene me da un beso y se despide hasta la noche.

Ya había caído el sol y su hija Victoria me llama:

-Dani,

-Qué, respondo.

-Vení a la pieza que quiero mostrarte algo que me he comprado y necesito que me digas que tal me queda.

-Bueno, le dije, ya voy.

Llegué a la habitación, golpeé la puerta, me dijo:

-Pasá.

Ingresé al cuarto y la vi a Vicky en una muy linda bikini.

Me preguntó:

-¿Te gusta cómo me queda?

– Si, le dije, te queda bien, pero déjame decirte algo… puedo…

-Sí, claro, me dijo.

– Mirá, Vicky, le dije, me parece que vos tenés que comprarte un modelo un poco más pequeño, tenés un cuerpo hermoso, estás sola, tenés que ser un poco menos prudente, ¿me explico?

-Si, por supuesto, pero tené presente que soy madre, me dijo.

-Escuchame, Vicky, le dije, Gerónimo acaba de cumplir 18 años, ya está grande, cuando te vas a fijar un poco en vos.

-Está bien, me dijo, vi en la tienda que está frente a la plaza San Julián, unos modelos muy lindos, pero me parecieron un poco audaces, pero si vos me decís que debo ser más audaz, voy a cambiar esta malla.

-Sí, le dije, me parece que tener que ser un poco más atrevida.

-Vos me acompañás a la tienda la semana que viene.

-Sí, le dije, no hay problema.

Pasaron unos días y Vicky me dijo:

-¿Me acompañás hoy por la tarde a cambiar a bikini?

-Si por supuesto, le contesté.

Le dije a Eli que me iba con su hija hasta la tienda de enfrente de la plaza a cambiar una malla y ella quería que me fijara si le quedaba bien. Me dio un beso y me dijo que tratara de volver antes que ella se vaya a trabajar.

Fuimos con Vicky, llegamos al local, yo me quedé un tanto separado de ella y la vendedora, comenzaron a charlar y trajo dos modelos de mallas en su mano.

Me dijo:

-Acompañame al probador.

Asentí con la cabeza.

Ella ingresó, corrió la cortina, y uno minutos más tarde la descorrió y me dijo:

-¿Qué te parce esta? ¿Cómo me queda?

La verdad es que le quedaba muy linda, era más pequeña, el brassier dejaba los costados de sus hermosas y grandes tetas al descubierto, el color era un rojo intenso, casi bermellón, la parte de abajo era más chica que la anterior, adelante le quedaba apenas arriba del bello pubiano, si es que no lo tenía rasurado, cosa que en ese momento me intrigó, pero me quedé callado, observando, sin preguntar nada.

Le dije:

-Date vuelta así te veo cómo te queda por la espalda.

Se dio vuelta lentamente y me dio la espalda, la parte posterior le llegaba apenas arriba de la raya de su hermoso culo. Le quedaba hermosa. A pesar de ello, le dije que se probara el otro modelo. Cerró la cortina y me dijo que esperara a que se cambiara.

Unos instantes después abrió la cortina y me hizo ver cómo le quedaba el otro modelo, no me gustó, se lo dije y le insistí en que comprara la malla roja. Se dio vuelta mirando al espejo, de espaldas a mí y me pidió con una leve sonrisa que le desatara el nudo del sostén, por supuesto que asentí, ella cruzó su brazo izquierdo sobre sus tetas y me dijo que le aflojara el que tenía sobre la nuca, así hice. Ella dejó caer el brassier y pude ver en el espejo sus bellas tetas con sus magníficos pezones, mientras ella sonrió levemente, casi imperceptible.

Vicky compró la malla roja, y cuando volvíamos para casa, le dije:

-Sin que te ofendas puedo decirte algo…

-Sí, me dijo, por supuesto.

-Tenés unas hermosas tetas, me encantaron, tus pezones son maravillosos. Son enormes.

Se sonrió y me dijo:

-¿Te gustaron?

-Sí, mucho.

.Y eso que todavía no viste el resto, me dijo con un tono de vos suave y una sonrisa pícara.

-¿Y cuándo me lo vas a mostrar a ese resto? Le pregunté ansioso.

-Tiempo al tiempo, me dijo.

Y volvimos a casa en silencio. Una semana más tarde, jueves creo que era, Vicky me dijo que cuando se fuera su madre íbamos a hablar. A eso de la siete de la tarde ya estábamos solos cuando le dije de qué teníamos que hablar, y me dijo, te voy a mostrar lo que falta.

-¿Y tu hijo dónde está?, le pregunté.

-En la casa de un compañero y viene a la noche. Quedate tranquilo. Estamos solos.

-Bueno, le dije.

Se dirigió a su pieza, la seguí, ingresé a la habitación, me senté en su cama, ella se paró delante de mí y comenzó a sacarse la ropa, me mostró sus hermosas tetas grandes, comencé a acariciarlas, y luego a chupar sus pezones, se sacó los pantalones y tenía un bombacha blanca, se la saqué, su vulva era carnosa y bella, con labios gruesos y pulposos, metí mis dedos en su agujero, gimió, y enseguida se mojó entera.

La di vuelta, abrí sus cantos y comencé a lamer el agujero de su culo, a medida que esto iba sucediendo me fui sacando la ropa, ya estaba en bolas y con la verga muy parada, la tiré sobre la cama y comencé a lamerle su concha, al rato nomás, no aguanté más y se le metí en esa concha caliente, sabrosa y querendona.

Luego la puse en cuatro patas y comencé a darle verga por detrás, en un momento determinado, saqué mi pija de su concha, y apoyé la cabeza en su culo, le dije:

-¿Te la meto en el culo Vicky?

-Sí, me dijo, le puse un poco de una crema que había sobre la mesa de luz y se le metí hasta el fondo, la cosa duró como unos cuarenta y cinco minutos, entre juegos, mimos y sexo ardiente, le pregunté donde quería que le acabara y me dijo en el culo, porque no se cuidada y no tenía intenciones de tener un hijo con la pareja de su madre.

-Bueno, pero si querés, te hago uno y después inventás un amante ocasional, le dijo con una sonrisa.

-Puede ser, no es mala idea, pero eso cuando tenga ganas de tener otro hijo, me dijo con una sonrisa entre picara y atrevida.

El rato que había pasado con Vicky fue realmente muy impactante y caliente. Pero de todos modos la vida transcurrió como de costumbre, mi relación con Eli, siempre fue muy intensa y así continuó. Promediaba la primavera, se acercaba el verano, y seguro íbamos a ir a veranear a algún lado. No sabíamos a dónde todavía. Tenía que comprar una malla. La que tenía estaba como un poco pasada de moda. Decidí comprarme una sunga negra.

Fui hasta la tienda que está cerca del hipódromo, me la medí y la compre. Llegué a casa, era una de las tantas semanas que mi pareja se va a trabajar por la tarde. Ya se había ido. Vicky, no estaba. Solamente estábamos Gerónimo y yo.

Le conté que había ido hasta la tienda del centro a comprar una malla.

– ¿Me la mostrás?, me dijo.

-Sí, claro, respondí.

Fui hasta la habitación, abrí el ropero, y saque la malla de un cajón para mostrársela.

¿Por qué no te la ponés?, me dijo.

Aguardé unos instantes para ver su reacción, esperaba que se fuera y me dejara solo para cambiarme, en vista que no lo hizo, y como no tengo problemas en estar desnudo delante de nadie, me saqué la ropa y me puse la malla.

-¿Cómo me queda?, pregunté.

-Bien, me respondió

-¿De qué tela es?, me preguntó.

-Ni la menor idea, le dije.

-Vení, tocala, le incité.

Se acercó y comenzó a tocar la tela de la malla hasta que acarició mi pija, en ese momento sentí un leve cosquilleo en las bolas y le dije que siguiera tocando, saqué la verga ya casi erecta y le pedí que me la chupara, le dije que después le ponía una crema que yo usaba para hacerle el culo a su abuela y le daba pija a él.

-¿No estamos haciendo las cosas mal?, me preguntó.

-No, le dije, estamos jugando un poco. No pasa nada, dame un beso Gero.

Nos besamos, él ya estaba en bolas, también tenía la pija parada, se la toqué, se la masajeé y luego comencé a chupársela, se puso aún más dura.

Le chupé los pezones y el hizo lo mismo conmigo, lo tiré sobre la cama, le puse crema en el culo y se la metí bien adentro, me lo cogí durante un rato largo hasta que llené el culo de leche.

Luego, Gero hizo lo mismo conmigo, me introdujo se verga en mi culo, me gustó, y vació dentro de mi todo su esperma. No era la primera vez que tenía relaciones con un hombre, pero debo admitir que lo hice muy de cuando en cuando y en escasas dos veces, esta era la tercera.

Debo reconocer que el chico respondió a las mil maravillas. Tenía bastante en claro qué quería del sexo. La verdad que me gustaban los dos: la madre y el hijo. Esa noche cuando regresó Eli del trabajo le hice el amor con muchas ganas. Había pasado una tarde excitante con ese joven. Me sentí regocijado que las tres personas con las cuales compartía mi vida, en algún momento tuvieron sexo conmigo.

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