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Sexo entre una zorra y un vicioso
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Estaba de viaje de negocios en Vigo y fui a cenar a un restaurante que me habían recomendado. No estaba mal el sitio, aunque un poco triste, ya que solo había nueve personas más comiendo, cuatro en mesas de dos y una comía en solitario. Las mesas estaban separadas las unas de las otras guardando la distancia de seguridad. Era la primera vez que iba a un restaurante desde que empezara la pandemia y me dije a mi mismo que no iba a volver, pero ya que estaba allí y tenía que comer.

Antes de sentarme enfrente de la mesa en que comía una mujer atractiva, una mujer… ¿Cómo os diría yo que era? Era como tú, sí, cómo tú que estás leyendo esto. Vi cómo me miraba de abajo arriba, me miraba y vio mis brillantes zapatos negros, mi traje gris, mi camisa blanca, mi corbata gris y después en mi cara se encontró con una mascarilla negra. Desde unos dos metros y sentándome a mi mesa, le dije:

-Hola.

Me respondió:

-Hola.

Al traerme la comida e irse el camarero quité la mascarilla. Vi cómo giraba la cabeza encima del plato, me miraba de nuevo y después seguía comiendo. Al ratito, después de haberte limpiado la boca con una servilleta me preguntó:

-¿Eres de Vigo?

Le respondí:

-No, soy gallego, pero no de Vigo. ¿Y tú?

-Yo soy de aquí y soy de allá.

Cambié de tercio.

-Dan bien de comer en este sitio.

-Y no es caro.

No le pregunté su nombre. Pensaba que si no me había dicho de donde era menos me ibas a decir cómo se llamaba, pero me lo dijo ella sin preguntárselo:

-Mi nombre es Eva Fina. ¿Tú cómo te llamas?

Era mejor que no me hubieras dicho nada. Aquel nombre olía a mentira.

-El mío es Andelecio Quito.

Se echó a reír. Tenías una risa preciosa. Luego me preguntó:

-¿Qué quitas, Andelecio?

-La Evax Fina y segura.

Puso cara de pocos amigos, y me dijo:

-¡Qué estamos comiendo, maleducado!

-Pues sigue comiendo y deja de joder con la pelota.

-Eso es de Serrat.

-Pues ya sabes, niña, no jodas con la pelota.

Tenía tablas. Sabía vacilar.

-Uy que se me enfadó el señor trajeado.

Me callé y se calló, pero cómo no hacía más que echarme miradas, le dije.

-¡¿Qué?!

Se quedó mirándome y respondió:

-¿Qué de qué?

Me mosqueé.

-¡Ay qué carallo!

-¿Qué le pasa a tu carallo?

Me estaba quitando de mis casillas.

-¡¿Estás por joderme?!

-No eres mi tipo.

Limpió la boca, bebió un trago de agua, y volvió a comer. Yo también le volví a entrar a mi comida. Una chica que estaba dos mesas más allá, le dijo a su pareja, un joven con cara de empollón:

-Esos acaban follando.

-¿Y nosotros?

-Si te decides de una puta vez, también.

Los dos oímos lo que hablaron, pero hicimos cómo que no lo oyéramos.

Tomando el café el camarero me trajo la cuenta y le dije que me cobrara también la de la mujer atractiva, que aún estaba con el postre. Ella oyó lo de su cuenta y me dijo:

-Gracias, no lo esperaba, después de las palabras que tuvimos…

Le sonreí, y le dije:

-Las palabras fueron lo de menos, lo que cuenta es que no nos aburrimos.

-Eso es cierto.

Al acabar el café me puse la mascarilla, la saludé con la cabeza y me fui.

Cruzaba la calle cuando oí su voz a mis espaldas, me preguntaba:

-¿Tienes prisa?

Me giré, la vi con su mascarilla blanca, volví a sonreír y le respondí:

-Ninguna. ¿Quieres ir a alguna parte?

-Sí, a mi casa, te invito a tomar allí una copa.

Por decir algo, le dije:

-¿Tienes brandy?

Echando a andar, dijo:

-Tengo de todo.

Poco después entraba en su piso, un piso que iba a ser un infierno de sexo lujurioso, sexo entre una zorra y un vicioso que no le tuvieron miedo al puto virus.

Voy a ir al grano. En su habitación me dio un empujón y caí boca arriba sobre la cama. Se sentó encima de mí y me quitó la corbata, me desabotonó el chaleco, luego los botones de la camisa, puso las manos sobre la almohada y me dio un morreo que me puso la polla dura, luego me lamió y me chupó los pezones y el vientre, y después me dijo:

-Siéntate.

Con ganas de jugar, le pregunté:

-¿Quién me lo pide?

-Una zorra. ¿Quién lo preguntó?

-Un vicioso.

Me levanté y me quitó la chaqueta, el chaleco y la camisa. Me volvió a empujar hacia atrás, luego se sentó encima de mis piernas, me quitó el cinturón, el pantalón, los zapatos y los calcetines. Cuando me quitó el calzoncillo la polla quedó tiesa mirando al techo. Hizo que me diera la vuelta, me ató las manos a la espalda con la corbata y después me volvió a dar la vuelta. Salió de la cama y se desnudó. Supe por qué me había atado las manos, me las atara porque si tuviera las manos libres cogería sus deliciosas tetas, se las amasaría y se las devoraría, luego viendo sus tetas y su coño mi polla comenzó con su particular baile de San Víctor. Volvió a la cama. Se sentó encima de mí y aplastó mi polla con el coño. Su tono de voz cambió, ahora era tremendamente sensual cuando me preguntó:

-¿Te gustan mis tetas?

-Son preciosas.

Me pasó el pezón izquierdo entre los labios, se lo lamí y me lo quitó. Sonriendo, me preguntó:

-¿Quieres chupar el pezón derecho?

-Cabrona, si no me lo dejaste chupar el izquierdo.

Sin llegar a ponerse seria, me reprendió.

-Compórtate.

Me puso el pezón derecho entre los labios, se lo lamí y me lo volvió a quitar.

-Falsa.

-Zorra, soy una zorra.

-Ya veo, ya.

Levantó el culo, me cogió la polla y la colocó para frotar la raja de su culo con ella. Un pequeño gemido salió de su garganta al sentir la cabeza húmeda de la polla rozar tu ojete. Cogió las dos tetas con las manos, las apretó y me dio a chupar tetas y pezones, chupándolas levantó el culo, puso el ojete encima de mi polla y bajando el culo metió la puntita de la cabeza. Quise clavársela entera, pero sacó la puntita de la cabeza del culo y la metió en el coño, un coño estrechito. De nuevo cuando empujé para meterla la sacó, le dije:

-Me estás volviendo loco.

Me puso un dedo en los labios, me dio un pico, y me dijo:

-¡Chist!

Su coño húmedo se arrastró por mi vientre, pasó por mi barbilla y se posó en mi boca, le metí la lengua dentro y después se lo lamí. Se quedó quieta apoyada con las dos manos en la cabecera de la cama mientras mi lengua entraba y salía de su coño y lamía labios y clítoris. Al rato paré y le dije:

-El culo.

-¿Qué?

-Quiero que me pongas el culo en la boca.

Me puso su majestuoso culo en la boca y con la lengua, delicadamente, le lamí y follé el ojete. Entre gemidos, me dijo:

-Realmente eres un vicioso.

-Y un guarro.

-¿Muy guarro?

-No te puedes imaginar cuánto.

Poco después comenzó a gemir sin parar. Me puso el coño en la boca y movió el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás cada vez más aprisa… De repente se quedó quieta. Comenzaron los espasmos y apretando su coño contra mi lengua se corrió en mi boca.

Al acabar de correrse su coño bajó cómo había subido, pero esta vez dejando atrás un reguero de babas. Luego puso la vagina sobre la polla, bajó el culo y la clavó hasta el fondo. Mirándome a los ojos y bajando y subiendo el culo me fue dando caña… Cuando sintió que me iba a correr, me besó con lengua, después me volvió a mira a los ojos y me dijo:

-Dámela.

Subió el culo, lo bajó moviéndolo, como si estuvieras enroscando un tornillo. Cuando llegó al fondo vio cómo se me cerraban los ojos y me dijo:

-Dímelo.

-¿Qué quieres oír?

-Quiero oír cómo me dices que te corres

-¡Me corro!

Me corrí cómo un burro, y le anegué el coño de leche. Al acabar, besándome y follándome muy despacito, me dijo:

-Me gusta sentir cómo la polla se pone blanda dentro del coño después de correrse y cómo poco a poco se va endureciendo.

Su voz me envolvía. Su boca me devoraba, y mi polla deslizándose por su coño engrasado en nada se puso dura. Apoyó las manos en mi pecho y comenzó a cabalgarme a toda pastilla, lento, un poco más rápido, lento, a toda pastilla… Me folló a su aire hasta que no pudo más y derrumbándose sobre mí, exclamó:

-¡Me corro!

Sentí cómo su coño apretaba y soltaba mi polla y cómo la bañaba de jugos. La sentí temblar sobre mí, y jadear cerca de mi oído. Se corrió cómo una bendita.

Al acabar, aun respirando con dificultad, me susurró al oído:

-¿Te falta mucho?

-Sí. ¿Por qué no me la mamas un poquito?

Me puso un lado del cuello en la boca. Se lo besé, y se lo chupé. Me puso el otro lado y mientras se lo besaba y se lo chupaba, me preguntó:

-¿Te gustaría correrte en mi boca y que me tragara tu leche?

-Y tragarla.

-¡¿Qué has dicho?!

-Que guardes alguna en la boca y me beses.

-Creo que eso puede esperar.

Empezó a follarme otra vez, pero esta vez a toda leche de principio a fin… Hizo que me corriera dentro de ella, después puso su coño en mi boca, y me dijo:

-¿No querías leche? ¡Toma leche!

El coño estaba perdido de jugos y leche. Al sacar la lengua frotó el coño contra ella, y en nada, se sacudió y me fue llenando la boca con los jugos de su corrida y con la leche de la mía. Después me desató, y me dijo:

-¿Te apetece ahora esa copa que venías a tomar?

-O dos.

Fueron tres las copas que tomé antes de tenerla de nuevo en la cama. La tenía a cuatro patas. Mi lengua, despacito, iba desde su clítoris a su ojete, para cuando la tuviese en la entrada de la vagina o en del ojete echase el culo hacia atrás y la metiese dentro. Mis manos amasaban sus tetas… Tiempo después froté mi polla en su coño, para acto seguido clavársela a tope. La agarré por el cabello, tiré hacia atrás, le comí la boca y le di con la palma de mi mano en las nalgas, con poca fuerza, para excitar, no para causar dolor, y la follé clavándosela duro y hasta el fondo. Sus gemidos fueron subiendo de intensidad y mi polla se fue poniendo más y más dura. Sabía que me lo iba a decir y acabo por decirlo.

-¡Me voy a correr!

Apareció el abusador.

-¡Y una mierda! ¡¡Tú te vas a correr cuando yo te mande!!

Saqué la polla del coño, se la froté en el ojete y le clavé la cabeza. Exclamó:

-¡Collooons!

-Sí, hasta los cojones te la voy a meter.

Su voz ya no era sensual cuando me dijo:

-Despacito, métela hasta los cojones, pero con delicadeza.

Despacito y con delicadeza se la clavé hasta los huevos. Ya no gemía. Se le habían ido las ganas de correrse. Para que se relajase la volví a nalguear con una mano y a magrear las tetas con la otra. Me pareció que el sexo anal no era lo suyo. Cómo no quería joderla, la saqué hasta que solo quedó la puntita dentro, y le dije:

-Fóllame tú a mí.

Movió el culo hacia atrás y hacia delante muy lentamente. Metía y sacaba solo la cabeza. Le acaricié las espalda con mis manos desde la nuca al culo y después se la rasqué con mis uñas. Se estremeció y metió y sacó toda la polla en su culo. La volví a coger por los cabellos. Dejó ir la cabeza hacia atrás, la giro, me ofreció su dulce boca y se la comí. Besándonos, su culo comenzó a moverse cada vez más aprisa y ella a gemir de nuevo. Al rato con mis huevos pegados a su coño sentí cómo su ojete apretaba mi polla. Le dije:

-Córrete.

Aunque quisiera no podía aguantar. Ya comenzara a correrse. Chilló;

-¡¡¡Me corro!!!

Sentí como temblaba su culo y cómo mis huevos se iban mojando con los jugos de su corrida. Sus gemidos eran tan bajitos que parecían suspiros, pero la corrida fue larga, muy larga

Al acabar de correrse se la quité del culo. Se puso boca arriba para descansar, pero no la dejé. La levanté cogiéndola por las nalgas, abrió las piernas y se la clavé en el coño de un chupinazo. La follé de manera que mi polla se apretase con su punto G para que se volviera a correr, pero los milagros sexuales no existen. Estaba tan buena que no aguanté y me corrí dentro de su coño. Al acabar la solté, ella me cogió la cabeza y me la llevó al coño. Se lo comí con mi leche saliendo de él y se volvió a correr.

Hubo, más sexo, pero aquí lo dejo. Solo decir que tú, si, tú, la que está leyendo esto, ojalá te excitaras tanto leyendo este relato cómo yo al escribiéndolo.

Quique.

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