Estábamos ahí, ella (de 18 años) y yo (de 27), sentados en el banco de un parque, solitario y oscuro a esa hora de la noche. Era la primera vez que nos veíamos en persona, pero ya todo estaba hablado, ya todo estaba planeado con antelación.
Hacía una semana o menos que le había mandado la solicitud de amistad en Facebook, me la aceptó aquel mismo día y conectamos de inmediato. Nos gustamos. Yo le daba "Me encanta" a sus fotos y por imbox le escribía mensajitos picantes en los que le mandaba fotos de mi pene y ella me seguía el juego enviándome fotos suyas de los senos y la vulva.
Bajé la corredera de mi pantalón y con dificultad me saqué la mondá; de lo excitado que estaba la tenía a reventar. Ella llevaba una faldita corta de jean, como habíamos acordado. La senté en mi regazo, se apartó la tanga con los dedos y susurró un "Ay, qué rico" cuando me agarró la cabeza del pene y la introdujo en su vagina. La tenía estrecha, muy cálida y jugosa.
La sujeté por la cintura y comenzó a menearse sin que las personas que a veces pasaban frente a nosotros lo notaran, aunque muchas, curiosas, metieron el ojo y después se giraban tratando de ver lo que no habían visto. Hubo un momento en que no circuló nadie por el parque, y ella empezó a saltar rápido sobre mi verga. Le puse las manos en los hombros para presionar hacia abajo y clavarla más fuerte, cuando de pronto pasó alguien.
Era un tipo, se detuvo a mirar. Pero nosotros no paramos sino que aumentamos el ritmo. El que nos estuviera mirando me puso más cachondo, y supongo que a ella también. Disparó en mí un éxtasis de placer que nunca antes había experimentado. Entonces, en pleno orgasmo, el tipo se dirigió hacia donde estábamos. Nos quedamos como petrificados.
-Hola -dijo el tipo, y, sacando su picha erecta, le dijo a ella-: ¿Me la puedes chupar?
-No está ni tibio -dijo ella-. Vaya y hágase la paja. O busque una puta.
Como si no hubiese oído, con una mano trató de acercar la cabeza de ella a su pene. Empujamos al tipo y nos fuimos corriendo de ahí. Más adelante, volteamos atrás para ver si nos seguía, pero no vimos a nadie.
Mientras salíamos del parque ella, muerta de risa, hablaba del suceso, contando cómo tenía la verga el tipo, que estaba torcida y demás. Yo hubiese querido que se la chupara.