Durante unas vacaciones que tomamos con una pareja, tuve un incidente con el auto, donde intervino la policía.
Nuestro destino eran las sierras, habíamos recorrido ya varios kilómetros, la tarde caía y necesitábamos hacer un descanso.
Elegimos una estación de servicio para hacerlo y recargar energías.
Tomamos un café, recargamos agua y caminamos por el sendero que rodeaba el lugar.
Al volver a nuestro auto observamos que un móvil policial nos bloqueaba la salida.
El oficial que lo conducía tomaba un café en el freeshop junto a su compañero.
Mi pareja, como todo hombre, quiso ir a increparlo. Tenía razón, pero no era la manera de arreglar las cosas.
Asique le dije que yo iba a arreglar todo y caminé muy seria hacia esos policías que estaban infringiendo la ley y bloqueando nuestro estacionamiento.
Al llegar a la mesa vi que ambos oficiales eran hermosos, cordobeses y por un segundo recordé un viejo amor que había conocido en mi época de estudiante, pero no creí que fuera posible volver a verlo. Me acerco a ellos y les explico la situación.
Me escuchaban muy atentos y sonreían muy pícaros.
-Ustedes están mal estacionados.- dijo uno de ellos.-tendría que hacerles una infracción.-continuo.
-En serio??? dije sorprendida.- Por favor no nos hagas la multa, aun no llegamos a nuestro destino! suplique.
_ Tendrá que darme sus datos para averiguación de antecedentes, me increpó el otro oficial.
Les entregué nuestras identificaciones y al leer mi nombre una sonrisa se escapó de sus labios
-¿De verdad no te acordás de mí? me dijo.
Estaba tan nerviosa, que no recordé quién era ese apuesto oficial de policía.
-Oficial Joaquin Gutierrez, nos comimos la boca cuando viniste un verano con tus amigas. Se presentó.
Siii… ahora lo recordaba!!
En uno de los veranos que vacacionamos con mis amigas, una noche salimos a un bar y conocimos unos muchachos que estaban estudiando la carrera de policía. Esa noche era su noche libre y la pasaron junto a nosotras.
Cuando nos conocimos, con Joaquín, nos gustamos a primera vista. Se acercó a hablar esa noche, con una amplia sonrisa que mostraba sus perlas blancas. Me invitó un trago, acepte una cerveza. Hablábamos muy de cerca, la música era alta y no nos escuchábamos bien, esa proximidad de los rostros, me excito y rodeando su cintura con mis brazos, lo besé.
Para mi esa noche era solo eso, unos ricos besos con un futuro oficial de policía que era hermoso y besaba súper rico… Besaba con sabor a aventuras y sexo.
Esa noche, entre tragos y besos me entregué a la pasión. Estábamos entre amigos, en un bar, repleto de juventud, de hormonas en exceso. El ambiente, la música, las ganas de sexo, y ese cordobés hermoso hicieron que pierda la cabeza por unas horas.
Nos retiramos del bar en un grupo de ocho personas, tres amigas mías, tres amigos de Joaquín, él y yo.
Fuimos hasta la costanera del río. Amanecía y el momento era mágico.
Nos ubicamos cerca del agua, sobre unas rocas pequeñas, en el radio de su auto sonaba “lluvia de noviembre” de gun's roses. Nos recostamos sobre una manta un poco alejados del resto y comenzamos a besarnos.
Nuestros besos sumaron caricias, queríamos conocer nuestros cuerpos desnudos, estábamos explotados de calentura, pero por su futura profesión debía cuidarse de ser visto en público haciendo cosas privadas.
Al amanecer me acompañó hasta mi hotel, me besó nuevamente y se retiró. Sin nada más que unos cuantos lindos besos, sin tener piedad de mí, de mi excitación, de mi fiebre corporal.
Después de esa noche de tanta temperatura corporal necesitaba darme una ducha de agua fría para relajarme y dormir.
Soñé con él y su lengua recorriendo mi cuerpo, sentía como tocaba mis pechos, recorría con su lengua y sus labios toda mi vagina…
Al despertar mi ropa interior estaba húmeda y yo aún sentía la excitación en mi cuerpo.
Esas vacaciones con mis amigas fueron sexualmente muy intensas, aunque no volví a ver a Joaquín. Hasta esa tarde cuando bloqueó la salida de mi auto.
– Te vi bajar del auto y te reconocí -me dijo, -y se me ocurrió estacionar y comprobar tu identidad- siguió a modo de confesión.
Yo estaba tan nerviosa por la situación que mis piernas temblaban, pero al escuchar su plan de reconocimiento empezó a instalarse en mi cabeza la loca fantasía de tener sexo con aquel muchacho que se había cruzado en mi camino nuevamente.
Mi pareja, al observar toda la situación, se acerca hasta nosotros y escucha:
-Oficial Gutierrez, me van a tener que acompañar.
Aunque yo sabía que no estábamos en problemas, no entendía bien para que teníamos que ir hasta la comisaría del lugar.
Discusión de por medio entre los hombres, llegamos al destacamento, firmamos unos papeles que justificaban nuestro paso por la sede, y me excite.
Estaba junto a dos hombres hermosos, uno de ellos vestido de policía, era un buen policía, y el otro era mi pareja al que le gustaba mucho hacer tríos sexuales.
Ante esa situación, mire a mi oficial, comencé a sonreír y como aquella noche en el bar rodee su cintura con mis manos y lo bese. Mi pareja sorprendida preguntó si nos conocíamos, entre besos y caricias le contamos nuestra fugaz historia.
Toda esta historia me erotizaba mucho.
Tome a ambos de sus manos y nos dirigimos hasta una oficina en la parte trasera del edificio.
Le pedí a Joaquín que me esposara mientras mi chico mordía mi boca y desabrochaba mi camisa.
Ellos me querían desnuda, yo los quería vestidos.
Le pedí a mi chico que me cogiera el culo, mientras el oficial de policía le ofrecía su pene a mi boca.
Mi pequeño cuerpo ardía entre esos dos hombres.
Joaquín mordió mis hombros, mis pezones, mi vientre, saboreando mi cuerpo.
Mi pareja me practico el mejor sexo oral, haciendo que mis piernas temblaran por segunda vez en el día. Yo era un volcán en erupción, dilatada, humedecida y extasiada, nuestros cuerpos hervían de pasión.
Siempre había tenido la fantasía de ser esposada por un atractivo oficial de policía, y que con su uniforme azul, y su actitud de malo me hiciera el amor.
Joaquín cumplió mi fantasía y mi pareja me practicó el mejor sexo oral de la historia.
Yo siempre estoy en busca de nuevas fantasías para cumplir.