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¿Sexo con otro?, ¡claro que es infidelidad!
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Tiempo de lectura: 5 minutos

-¡Hola! –Le dije al tomarla de su abultada cintura -¿cómo están?

-Él bien, yo con unos antojos terribles –me respondió recargando su cabeza en mi hombro.

-¿Qué celebramos? –pregunté señalando la mesa.

-Hace dos años te libraste de la peor decisión de tu vida.

-¿Es necesario hacerlo? –dije fijando mi mirada en la suya.

-Lo es.

Dos años antes:

Bajó la escalera, su entallado vestido le hacía verse espectacular; embelesado, contemplé cada curva de su estilizada figura; ella, aceptó mi mirada con un mohín de coquetería.

-Por Dios Karina, le vas a provocar un infarto a más de uno –dije tomando su mano para completar los últimos escalones.

-Solo por ver cariño, sabes que soy solo tuya.

-¿A qué hora voy por ti?

-Pame me recoge y me trae, ya sabes que vive cerca; así no te despierto.

-Ok, de cualquier forma llámame si necesitas que vaya.

-Yo lo hago, pero no creo que sea necesario –dijo esto último enviándome un beso al escuchar la llegada del auto de su amiga.

La vi partir como en anteriores ocasiones, de esta fiesta dependía si el cliente accedía a la firma del contrato para la publicidad de sus productos.

Preparé algo para picar mientras veía las noticias, pasado un tiempo me aburrí y opté por descansar; mi día fue pesado y no tenía pensado desvelarme; antes de llegar a mi recamara sonó mi teléfono.

-¡Hola perdido!, ¿por qué no me has hablado? –dijo la voz al otro lado de la línea.

-Para que me extrañes más –respondí –así dejas al idiota de tu novio y te vienes conmigo, ahora tengo casa sola.

Escuché su risa y en verdad me alegró hacerlo, con Olivia tenía una amistad de años, incluso antes de conocer a Karina; estudiamos juntos y siempre la consideré como mi hermana, todo el mundo la adoraba incluida mi familia.

-Pensé que acompañabas a tu “cosita” en su fiesta –dijo esto último haciendo énfasis para recordarme que no era de su agrado.

-¿Cómo sabes de la fiesta? –pregunté.

-Mi chico trabaja con su cliente, nos invitó.

-Va a estar ocupada con el proyecto, ¡me aburriría como ostra!

-Pues ven y te sientas con nosotros, al menos te diviertes un rato.

-Gracias pero no, no me late ver como un chupasangre se come a mi mejor amiga.

-¡Guarro!, yo te la vigilo entonces; te dejo porque llegaron por mí. Bye.

Entré a mi recamara y dormí.

Al día siguiente desperté temprano, Karina estaba a mi lado; al parecer se dio un baño antes de acostarse porque se le sentía fresca, la tape y salí por el desayuno como hacía en fines de semana. En el camino sonó mi teléfono, era Olivia; casi con seguridad quería que saliéramos como en ocasiones hacíamos, dejé pasar la llamada; insistente, volvió a marcar y esta vez contesté, podría ser una emergencia.

-¡Hola perdida!, ¿madrugaste? –dije en tono burlón.

-Necesito verte Jorge, pero no en tu casa.

Un escalofrío recorrió mi espalda, nunca desde que recordaba utilizaba mi nombre y, tema aparte, se le escuchaba ansiosa; casi desesperada.

-Voy llegando al restaurante que está detrás de la casa de tus padres, podemos vernos allí –dije preocupado.

-En diez minutos estoy contigo –y terminó la llamada.

Llegué antes que ella, habitualmente tomaba algo antes de hacer mi pedido; no fue así en esta ocasión. Minutos después llegó y se sentó a mi lado.

-¿Quieres algo de tomar?, te ves pálida –dije.

-No sé cómo decírtelo, pensé incluso en no hacerlo; pero eres mi amigo y te quiero de siempre.

-No entiendo Oli, ¿qué tienes por…?

-Ve esto –dijo entregándome su teléfono sin dejar terminar mi pregunta mientras tomaba de su cabello con nerviosismo.

Un balde con agua fría hubiera sido más sutil que las fotos que me mostraba, en ellas, podía verse a mi esposa besándose con otro. Volteé mi cara para verla como pensando que era una broma, como las que solíamos hacernos en la escuela.

-Termina de verlas –dijo muy seria –las últimas las tomó mi chico porque continuaron en el baño de hombres y yo no pude entrar.

No daba crédito a lo que veía; mi esposa, la mujer que puse en un pedestal, cogiendo con alguien que no era yo. Una rabia surgida de no sé dónde invadió mi cuerpo, quería matar al maldito y, de paso, también a ella por hacerme esto.

-¿Por qué no me hablaste?, ¿por qué dejaste que pasara?

-No te marqué porque te conozco, sé cómo eres y solo hubieras quedado humillado o haciendo alguna barbaridad; tampoco no hubieras llegado a tiempo.

-No hice algo porque no me corresponde, en varias ocasiones te dije que ella no era de fiar, pero no hiciste caso; además, es casi seguro que esta no haya sido la primera vez que te hace esto.

-Cualquier otra cosa que necesites, la que sea, háblame; esto lo tienes que hacer tu.

Tomó su teléfono, me envió las fotos y, dándome un beso, se alejó por donde había llegado.

Pasó un tiempo que no supe cuánto pensando en lo que tenía enfrente; en ocasiones alguien nos dice o nos enteramos casualmente de alguna infidelidad, amigos, familiares o solo conocidos; nunca pensé que esto me pasara a mí. El sonido de mi teléfono me regresó de mi letargo.

-¿Tardas cariño?, me levanté con hambre –dijo mi esposa.

Escuchar su voz hizo incrementar mi rabia, quería tenerla junto a mí para ahorcarla con mis propias manos; recordé lo impulsivo que soy y, con determinación salida de no sé dónde, trate de calmarme; hacer algo sin pensarlo podría resultar contraproducente, podría arrepentirme después.

-Voy camino a casa de mis padres –le respondí.

-¿Por qué no me dijiste?, hubiera ido contigo; me cambio y te veo allá.

-No Karina, no quiero que vayas; de hecho no sé en qué tiempo regrese o si lo voy a hacer.

-¿Qué pasa?, ¿ocurrió algo?; dime, no me asustes.

-¿Qué ocurrió?, tú lo sabes mejor que yo; ¿qué va a pasar?, bueno… aún estoy pensando en eso.

-No entiendo –dijo con voz sorprendida.

Colgué y envié las fotos como respuesta.

Mi teléfono no dejó de sonar durante el trayecto, sentí una tristeza profunda cada vez que lo hacía; un nudo en mi garganta no me dejaba respirar, eso o las lágrimas que no quise dejar salir. Marqué a la primera persona que sabía nunca me iba a fallar.

-¿Oli? –Pregunté con tristeza –necesito de tu ayuda.

Transcurrió el fin de semana, atareado tanto por la cantidad de llamadas sin contestar como por las interrogantes de mis padres con respecto a nuestra relación; el único respiro fue encontrarme con Olivia ya casi por terminar el día.

-Toma –me dijo entregándome un sobre.

-Gracias –dije al tomarlo –no sé cómo pagarte.

-Es lo que hago, nada me cuesta.

-No esto –mencione mostrando el sobre –por tu amistad.

El lunes por la mañana tuve que ir a casa, necesitaba ropa y un par de cosas más que me eran indispensables. Llegué pero no entré, quería retardar el encuentro pensando que por algún evento fortuito resultara que no era ella, que esto no me estaba pasando a mí; ¡qué iluso!

Después de un tiempo me decidí y entré, salió de la recamara apenas escuchó el ruido de la puerta.

-Jorge, yo…

No terminó el comentario, cubrió su rostro con sus manos y comenzó a llorar.

-No tengo mucho tiempo, tengo que trabajar; solo vine por algunas cosas que necesito –dije tomando dirección a la recámara.

-Fue un desliz Jorge, y solo fue esta vez –dijo tomando mi mano –puedo enmendarlo, voy a enmendártelo; ya lo pensé, dejaré mi trabajo, no saldré de casa más que contigo; cortaré con mis amigas…

-No Karina, nada de eso me sirve, ya no tienes mi confianza –dije soltando mi mano.

-¿Cómo dices?

-Que ya no la tienes, y no solo ahora o a futuro, sino también a pasado. Hice la tarea por recordar cada salida con tus amigas o compañeros de trabajo y es casi seguro que esta no haya sido la primera vez que me haces esto.

-No pensarás que…

-Si Karina, si lo pienso.

-Jorge, fue solo sexo, ¡yo a ti te amo!

Golpeé la puerta con una furia inconcebible, ¿era posible que esa fuera su explicación?, ¿solo sexo?

-¡Hija de puta! –Dije acercándome a ella -¿eso no es suficiente?

Dejó de llorar y el miedo llegó a su rostro, levantó sus manos esperando por el golpe que no llegó.

-¡Toma tus cosas y lárgate de mi casa!, hazlo antes de que pierda la paciencia contigo.

-Pero… ¿qué voy a hacer?, ¿a dónde quieres que vaya?

-Ese ya no es mi problema –respondí.

-¡Me dijeron muchas veces que no valías nada!, ¡que era un idiota casándome contigo!; y yo defendiéndote como estúpido, ¡qué razón tenían!

-¿Qué hago para arreglar esto?, dime que hacer…

-Firma esto –dije poniendo el sobre en la mesa –es el acta de divorcio, no quiero volver a saber de ti.

-¡Jorge!, ¡perdóname! –dijo rompiendo en llanto.

-Te perdonaría si me importaras –dije con tristeza –pero me hiciste tanto daño que no creo poder hacerlo. Haz con tu vida lo que quieras, ya no me interesa.

Tomé lo indispensable lo cual coloqué en una maleta, bajé y casi al salir le dije:

-El acta está sustentada con evidencia, fírmala y déjala sobre la mesa; regreso en un par de días, ya no debes seguir aquí.

El salir de allí me despejó de lo enfrentado, no era tema que ya no quisiera a esa mujer que de golpe arruinó mi vida, pero me quitó un peso de encima el cerrar este capítulo por demás traumático; me sentí liberado.

-¿Terminó? –me dijo tomando mi brazo al entrar al auto.

-Si –respondí –terminó.

Me abrazó sin decir más, siempre había sido mi soporte y, por cómo veía, lo seguiría siendo; le devolví el abrazo mientras, con cariño, la besé en la frente.

-Gracias por todo mi Oli.

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