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Sexo con la señora de 68 años
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Tiempo de lectura: 5 minutos

La señora Luisa era una señora que, pese a sus 68 años, aún conservaba la figura que alguna vez seguramente fue la envidia de muchas mujeres y el delirio de bastantes hombres de antaño.

Ella era bajita, de pelo gris, y muy guapa a pesar de sus muchas arrugas y sobre todo con un cuerpo admirable, como ya dije, aún con los años que tenía encima.

Era dueña de un trasero bastante aceptable con unas nalgas gordas y unas tetazas de infarto, algo caídas por los años; pero de un tamaño increíblemente grandes.

Como todos los días, ella salía bien temprano a pasear a sus perritos por toda la cuadra y por las noches los sacaba a que hagan sus necesidades, el resto de horas del día no se le veía, por lo que para muchos vecinos (incluido yo) pasaba desapercibida.

Un día llegó a casa después del almuerzo y se puso a conversar con mi mamá en la cocina mientras lavaba el servicio del almuerzo, yo entré por un vaso de agua, las saludé y salí apurado, pues iban a transmitir el partido de fútbol de mi selección, no sin antes percatarme que hablaban de mí.

Terminado el partido, fui a ver a mi mamá para preguntarle que había conversado de mí con doña Luisa y me dijo que le comentó que se sentía ya muy vieja como para hacer ciertas cosas de su casa, como por ejemplo regar el jardín, reparar la reja, sacar a los perros y que mi querida madre había aceptado gustosa que fuera yo el que me encargara de esos menesteres… por supuesto yo pegué el grito en el cielo y me enojé mucho con ella.

L: ¡Pero madre, debiste preguntarme primero!

-Vamos, ¡no creo que sea tan malo ayudar a esa mujer!

Después de mucho conversarlo y convencerme, acepté de mala gana, además la viejita me iba a pagar muy bien y pues no perdía nada ya que en ese tiempo yo estaba de vacaciones de la universidad, para ese entonces yo contaba con solo 18 añitos.

Fui a casa de la señora Luisa el día convenido, toqué la puerta y salió ella y me dijo que pasara al patio trasero, que allá había una cerca que le faltaba unos cuantos clavitos (26 para ser más exacto) y que pintara la pared frente al cerco… le dije que gustoso lo haría; pero antes debería cambiarme el polo porque seguramente iba a sudar y a mancharme con la pintura, así que me dirigí al cuarto de empleados a cambiarme.

La señora me siguió para indicarme el camino (cosa que yo ya sabía) y noté como se ruborizó al ver mi torso desnudo. Sin hacerle mucho caso, seguí cambiándome y cogí el martillo y los clavos.

Pasé media mañana clavando la cerca y ya entrado el medio día, le dije a doña Luisa que iba a ir a almorzar a casa y que vendría luego a terminar el trabajo.

Ella aceptó y me dirigí al baño a asearme, notando como ella me siguió disimuladamente, repetí la acción de desnudarme y noté por el espejo del baño cómo Luisa se relamía de una manera que me excitó muchísimo.

Fui a almorzar a casa y luego de descansar un poco, regresé a mi trabajo.

Ya casi para terminar, doña Luisa me dijo que, si deseaba, me sirviera un poco de limonada que había dejado en la mesa de la cocina, mientras ella se daba un duchazo, ya que la tarde estaba muy calurosa, me dirigí a la cocina por un buen vaso de limonada, pero decidí antes subir por una brocha más pequeña para pintar el zócalo. Al pasar por el baño, ¡noté que estaba semi abierto y quedé pasmado al ver a la señora Luisa desnuda tocándose y repitiendo mi nombre!

"así Luisito, hazme tuya… hazme sentir tu gran verga por mi conchita vieja… cómete a esta vieja calentona… soy toda tuya… ahhh… mmhhhh… si, si, si!… eso es!”.

¡No podía creerlo! Quedé excitadísimo al ver semejante espectáculo y con una fuerte erección que hacía que me doliera el pene! lentamente lo fui sacando y empecé a hacerme una paja espectacular, apoyándome un poco en la pared para ver más de cerca.

Estaba masturbándome fuerte y de lo lindo; pero con tan mala suerte que, en un movimiento brusco, resbalé y caí dentro del baño con la pinga en la mano apuntando a la señora Luisa.

Ella al verme, pegó un grito y se puso muy nerviosa, no sabiendo si taparse las enormes tetas o su concha repleta de pelos.

Yo no sabiendo que hacer ni que decir, sólo atiné a decirle apelando a mi chispa e improvisación juvenil.

L: ¡Esto es un asalto, jajá!

LSA: ¿Estabas escuchando todo lo que dije? ¿Me estabas espiando? por favor perdóname… espera que me cambio y lo conversaremos ¡qué vergüenza!

Yo todo excitado le dije que no se preocupara y que se calme, que la entendía, que comprendía que se sintiera así ya que había enviudado hace ya más de 13 años y que era lógico que necesitara estar con hombre.

Le propuse que, si ella así lo deseaba, yo podría satisfacer sus necesidades de hembra y yo a la vez, sacarme esa excitación que ella me había formado.

Increíblemente, ella aceptó e inmediatamente me llevó a su cuarto, ahí, le saqué de un tirón la toalla y admiré más de cerca aquel cuerpo lleno de arrugas y de carnes gordas y flácidas por el pasar de los años, la acosté en la cama y sin más preámbulos, me desnudé, dejando a la vista mi enorme pinga.

Me acerqué a ella y lentamente fui poniendo mi verga cerca de su boca, invitándola en silencio a que me haga una deliciosa mamada.

Ella sin hablar y sin dejar de mirarme a los ojos, engulló mi verga, dándole una mamada digna de una campeona en mamadas, pese (según me comentó luego) que era la primera vez que se comía una verga, ya que su marido siempre fue medio cucufato para esas cosas.

L: ¡Ah, señora, uhm!!

LSA: Que dura, uhm, ¡con que así es tener una verga en la boca!

Mientras ella me hacía la mamada, yo jugaba a meterle mi dedo dentro de esa concha acogedora, llena de vellos plateados y pellizcarle con la otra mano sus pezones marrones.

Doña Luis estaba toda extasiada, estaba claro que tal vez nunca la habían hecho sentir eso, o por la edad lo sentía al doble, ya que 68 años y aun mantenerse así, era de record güines, en eso, ella me dijo;

LSA: ¡Cómeme la concha papi, lámeme, méteme la lengua al chocho! hazme llegar, ¡soy tu putita! tu puta vieja, ¡cómete a esta vieja! ¡Ohm, si, así, ah!!!

No lo podía creer, la señora estaba extasiada, en un momento por mi cabeza no cabía más que agradecerle a mi madre, por ofrecerme a ayudarla, ya que el premio era buenísimo.

LSA: ¡Que rica verga! te gusta que te la chupe? ¡Me vas a matar de placer!! Métemela ya!

Yo, sintiendo que mi leche se me iba a salir disparada, me senté en la cama y le ordené que se sentara encima de mí… ella muy obediente así lo hizo, lo que yo aproveché para meterme en la boca una de sus tetazas, mientras ella se acomodaba mi verga dentro de su vieja vagina.

Ella empezó a cabalgarme ferozmente como si nunca hubiera sentido una verga en su vida se movía fantástico, yo me deleitaba con sus grandes nalgas, aguadas, pero grandes y mordía sus tetas con fiereza.

Dios mío, ¡me estaba cogiendo a una mujer aún más grande que mi abuela. La señora Luisa me tenía disfrutando riquísimo y ella también gozaba y no se cohibía en decirlo y gritarlo:

LSA: ¡Ah, bebe, que rico, uhm!

L: ¡Señora, uhm, que rico se mueve!

LSA: ¡Ah, bebe, más!! ¡Que dura, agh!

L: ¡Que puta es, agh!!!!

Doña Luisa se corrió en un espasmo y sentí como que se me desmayaba, pero no dejé de bombearla, yo seguía en el feroz mete y saca mientras seguía engulléndome sus tetazas enormes, a lo que ella respondía con un movimiento circular de caderas, se vino a chorros, yo todo empapado disfrutaba ver su cara haciendo muecas de placer.

Luego le hice la pose del perrito y me encantaba ver por el espejo como se bamboleaban esas tetas y su cara de excitación plena.

L: ¡Ah!! sí que rico, ah!

LSA: ¡Ah, mi amor, más, dame más!

L: ¡Es insaciable señora Luisa!

L: ¡Agh, si me encanta tu verga!

Sintiendo que ya se me venía el torrente de leche, le dije que quería correrme en sus tetas, se volteó y metí mi verga dentro de esas tetas, que, para serles sincero, a pesar de que tengo el pene grande, se perdía dentro ya que la vieja mide de brasear 42B.

L: ¡Que rico, ah, ah!!

LSA: ¡Eso mi amor, gime, uhm!!

L: ¡Señora Luisa, uf!!

LSA: ¡Sácala, saca tu leche, uhm!!

Le di unas sacudidas y arremetidas más a esas tetotas a la par que ella cada vez que subía, aprovechaba para meterse mi verga a la boca hasta que sentí que ya era hora de venirme.

L: ¡Ah, me vengo!

LSA: ¡Si, que rico, uhm!!

Quedamos rendidos y tirados en la cama, ella aun con los ojos en blanco y orgasmeada, me repetía que le gustaría fuéramos amantes, a lo que yo acepte, quería darle placer en su vida, el tiempo que se pudiera, le propuse metérsela por el culo; a lo que ella me dijo que nunca se lo habían hecho por ahí, que tuviera paciencia, que aún quedaba mucho trabajo por hacer en su casa y en su cama.

Nos vestimos y me despedí para regresar al siguiente día a terminar “mi trabajo”.

Durante unos meses me cogí a esa tremenda madura, anal, oral y vaginal, algunos vecinos se dieron cuenta, pero eso no nos detuvo, finalmente la señora Luisa se mudó a casa de sus nietos, a sus 74 años, se veía mejor que nuca y nos despedimos con un maratón sexual, eso fue hace 17 años, lo más probable es que ya esté en el cielo, pero nunca olvidaré ¡los ricos palos que teníamos!

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