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Sensaciones sexuales (III)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Lauty se había mudado al departamento de su tía que estaba en el 6º piso del edificio. Tranquilamente podría haber bajado por las escaleras, pero decidió acompañarme en el ascensor. El mío estaba en el segundo, así que no había chances de bajar por otro lugar. Llevaba en la mano el bolso con el mate, las galletitas y la yerba, y en la otra mano el termo y la remera. Como ya regresaba a cambiarme lo único que hice fue ponerme la mini de jeans.

Fue solo por un piso que compartimos el ascensor. Al abrirse la puerta, Lauty me dijo que me iba a escribir y seguidamente de eso pasó su mano a mi espalda, me desató el corpiño y bajó sonriente del ascensor. Había hecho una maldad y lo disfrutaba. Sabía que tenía mis manos ocupadas y que no podía atarme de manera sencilla.

Al cerrarse la puerta rogué que nadie subiera al ascensor hasta llegar a mi piso, pero esta vez mi pronóstico falló. En el 5º piso se abrió la puerta y subió doña Irene, una mujer de 80 y picos de años, muy formal, muy seria. Me saludó, pero sus ojos estaban enfocados en mi corpiño, que si bien no mostraba nada, se notaba que estaba suelto. Al verme simplemente se dio vuelta y miró la puerta del ascensor. Yo estaba sonrojada en la parte de atrás bien pegada al espejo y me reía sin hacer ruidos. Al llegar a mi piso la saludé y bajé. Vaya a saber las cosas que pasaron por su cabeza.

Entré a mi departamento y sin que nadie me viera me fui directamente a mi dormitorio. Allí me di cuenta que fue mucho mas simple sacarme la bikini, Lautaro había colaborado en parte con eso. El plan era darme una ducha y ver qué planes tenían mis amigas para la noche.

Cuando ya tenía el toallón en la mano y todo listo para meterme a la ducha, sonó mi teléfono. Claramente era Lauty quien me mandaba un mensajito. Dejé todo y me senté en mi cama, sobre mi almohada y el respaldar, para poder leer más tranquila.

-Hola Marisa, mi gran amiga ¿cómo estás? ¡hace tiempo que no nos vemos! una cosita quería decirte: tenés que tener cuidado porque últimamente las bikinis vienen con fallas y se desatan “solitas” jajaja.

-Te voy a matar!! Casi me muero de vergüenza. En el 5º subió doña Irene y se dio cuenta que estaba con el corpiño suelto. Los amigos no hacen esas cosas.

-No te enojes!! Seguramente ya te lo volviste a atar y está todo seguro y en su lugar.

-Para ser sincera, no. No hay nada. Justo estaba por entrar a la ducha, así que no hay nada.

Ahí me di cuenta una vez más, que había dado demasiada información. Y me di cuenta que algo estaba pasando en mi que me aceleraba el corazón y me hacía pensar cosas muy sexuales, como nunca antes había pensado. Lauty no tardó en reaccionar.

-Yo tampoco tengo nada. Estamos iguales.

-No te creo-le respondí. -Ver para creer

Al instante entró una foto donde se lo veía desde la cintura para arriba sin nada de nada. Se destacaba su cabello morocho, de ojos grandes, cejas y pestañas que eran muy seductoras.

La foto tenía un descuido, detrás había una cómoda con un espejo y muy sutilmente se notaba que aún estaba con el traje de baño puesto.

-No vale mentir -le dije- Estas con el traje de baño, se ve en el espejo.

-¿Y cómo sé que vos realmente no mentís? -me dijo agregando un emoji de duda.

Con mucho cuidado me acomodé boca abajo en la cama, me tapé la cola con el toallón y busqué un ángulo para que la foto sugiriera más de lo que mostraría. La saqué y se la envié. Rogándole, por supuesto, que confiaba en él que no se la iba a mostrar a nadie.

-Ahí está para que veas que no miento. Ahora por castigo y por haber dudado de una amiga, voy a estar un buen rato sin responder. Me voy a duchar. Adiós!!

Dejé el teléfono en la mesa de luz y ahora sí, la ducha me esperaba. Mi cabeza daba vueltas, entre Natalia, la chica que había visto en la terraza y por supuesto Lauty. El agua corría por mi cuerpo y como un ente mis manos pasaban como automatizadas el jabón sobre mi cuerpo. Mi mente estaba en otro lugar, en otra frecuencia. En un momento volví a la realidad y me di cuenta que hacía un buen rato que estaba masajeando mis pechos de manera especial. Se sentía rico. Ya lo había hecho otras veces, y hoy se daba de manera especial. Mis manos con mucho jaboncito, fueron exactamente a mi vagina. La imaginación volaba y es como que internamente mi cuerpo la interpretaba. Empecé a disfrutar, a gozar. Imaginarme cosas muy sexuales. No había música pero mi cuerpo se movía con un ritmo casi perfecto. Todo terminó cuando alguien golpeó la puerta. Era mi madre que me preguntaba si me faltaba mucho. Le respondí casi como un gemido: -No! ya voy a salir.

Cuando volví a la habitación había varios mensajes de Lauty. La mayoría decía “perdón por haberte mentido, no va a volver a pasar”.

-Te perdono, solamente si me contás mas acerca de Vanesa. ¿Cuán amigos con derechos son?

Al instante Lauty me respondió que sí, que me iba a contar, pero le tenía que prometer que no lo iba a interrumpir. Le dije que lo prometía y que mientras él escribía yo me iba a vestir. Que solo estaba con el toallón pero que como parte del castigo no le iba a enviar más fotos. Aunque internamente moría por fotografiarme desnuda para él.

Comenzó a escribir y lo dejé en paz así me daba detalles de esa historia en el sur de Argentina. Él escribió:

“Vanesa un día me manda un whatsapp diciéndome que estaba un poco triste porque no le iba muy bien en el colegio, que sus amigas no la comprendían y que quería charlar conmigo. Le dije que esa tarde iba a estar solo en casa, ya que mi madre tenía turno en el médico y luego se iría de una de sus amigas, así que la esperaba a las 3 y entre mate y mate hablábamos tranquilos.

Fue muy puntual, llegó y nos acomodamos en la mesa de la cocina. Ya tenía el agua caliente así que el desarrollo de mates se hizo con normalidad. Me contó entre otras cosas sus problemas para relacionarse, etc. etc. y que lo que mas le dolía que muy poca gente se animaba a darle un abrazo sincero. Así que dejando el mate en la mesa, me paré, la invité a pararse y le di un fuerte abrazo. fueron un par de minutos en silencio. Sentía que por la forma en que me abrazaba que lo estaba disfrutando. Me atreví y le besé el cuello. Ella sonrió y me dijo: “que rico”.

Me había gustado besar ese cuello, así que redoblé la apuesta y la besé bastante mas en el cuello, alternando de un lado y del otro.

Con toda la intención me fui acercando a su boca y nos cruzamos en un beso desenfrenado. Nuestras lenguas se cruzaron y ella empezó a respirar de manera especial. Su abrazo subió a mi cabeza y mis manos recorrían su espalda.

Nos abrazamos mas fuerte. Mis manos ya tenían vida propia y se metieron debajo de su remera, directamente a su piel. Su espalda se sentía suave y ella claramente disfrutaba mis manos calientes. Los besos seguían. Nuestras lenguas se escapaban eventualmente de las bocas en busca de dar placer al otro. Yo sentía que tenía una erección en puerta.

No pregunté, pero mis manos, que como dije tenían vida propia desabrocharon su corpiño, levantaron esa remera y dejaron ver sus pechos maravillosos. Hermosos pezones color rosado, muy puntiagudos, invitaban a ser besados. Por supuesto que lo hice, primero uno y luego el otro mientras los acariciaba con una mano y con la otra buscaba su cola.

Ella misma ya había desabrochado el botón principal de su jeans y yo le ayudé a bajarlo. Tenía puesta una bombacha color piel. Le quedaba hermosa. Se notaba que estaba excitada porque se veía un poco mojada en la parte de su sexo.

Al verla le dije que era preciosa y si bien disfrutaba besar sus pechos, estaba al borde la excitación. Le bajé la bombacha y pude notar que estaba toda depilada. Ella en ese momento me dijo: ¿me chupas la concha?

No le respondí, la acerqué a la mesa, con mucho cuidado corrí el agua caliente y el mate, y la acosté sobre ella. Sus piernas quedaron al borde, de manera que con agacharme un poco podía tener para mi su hermosa vagina. Estaba muy mojada, señal que estaba disfrutando el momento.

No se la chupé directamente, terminé de sacar el jeans, que estaba casi todo a sus pies, y también saqué su bombacha. Sólo le dejé unos delicados zoquetes que me parecieron muy femeninos y que a ella le gustaría conservar.

Levante sus piernas y empecé a besarla en la parte interior de los muslos. Muy suave. Pequeños besos que luego se convirtieron en pasaditas de lengua. Una y otra pierna. Vanesa gozaba porque eventualmente emitía pequeños gemidos y estaba con los ojos cerrados y la boca muy abierta.

La besé en el pubis. Mis manos acariciaron su cola. Sus piernas fueron a mis hombros. MI boca esta vez sí buscó su clítoris.

El movimiento que hizo cuando besé su botoncito mágico y el gemido que emitió claramente lo tomé como una aprobación que las cosas estaban encaminadas. Pasaba mi lengua en círculos, de arriba a abajo, absorbía. Ella me agarraba la cabeza y me la presionaba con fuerza a su cuerpo totalmente descontrolado. Estaba muy excitada, acelerada buscando un orgasmo. Me dijo con voz entrecortada: por favor cogeme. Con mi cabeza aun entre sus piernas y plena tarea de sexo oral, busqué un preservativo que tenía en mi billetera, me quité las zapatillas y el resto de la ropa sin dejar de chupársela.

Antes de colocarme el preservativo apoyé mi glande sobre su puertita de entrada, jugué un poco para arriba y para abajo y tocando timbre en el clítoris de ella. Lo disfrutaba mucho. Finalmente me lo coloqué y la penetré. Dio un grito un poco entrecortado, una mezcla de dolor y de placer. Luego entendí que como ella estaba acostada, nunca había visto mi miembro y tal vez se imaginaba otra cosa respecto de su tamaño.

-¿Estás bien? -le pregunté

Ella solo hizo un sí con la cabeza y me dijo: “seguí”.

En realidad empecé. Me movía con suavidad con el deseo que los dos disfrutásemos cada centímetro de penetración. Suave, lento y profundo. Ella solo gemía. Estaba ya en otra frecuencia. Repetía si, si, si cada vez que la embestía.

Desde el lugar en que estaba y como antes le había levantado la remera podía ver sus tetas en un acompañamiento muy rítmico. Era preciosa Vanesa teniendo sexo. Me gustaba mucho.

Era el momento para cambiar de posición, le pedí que nos acomodemos en el sofá. Íbamos a estar más cómodos y sobre todo disfrutar nuestra entera desnudez. Ella se acomodó en 4 patas y yo desde atrás pude penetrarla con facilidad. Acariciaba su espalda, su cabello y en especial me gustó cuando me pidió que le diera una palmadita en el culo. Lo hice de manera suave para no lastimarla.

-Eso tiene que ser bien fuerte, sino no sirve.

Volví a darla y esta vez lo gritó y lo gritó con placer. Me gustó a mí también, con lo que lo repetí varias veces. Un grito apagado y un movimiento especial hizo que me diera cuenta que había llegado a su orgasmo. Nos habíamos detenido y yo notaba que su vagina latía abrazando mi miembro aun dentro de ella.

-¿acabaste? -le pregunté. Ella con un gesto de disfrute en su cara me dijo:

-¡sí! ¿y vos?

-No, aún puedo un poco más-le dije. Al segundo comencé una vez a embestirla. Esta vez con mucha fuerza y mucho ritmo. Sus gemidos de placer comenzaron de nuevo. Un muy buen rato así hasta que finalmente eyaculé. Por suerte el preservativo resistió y toda mi producción láctea estuvo a salvo.

Nos quedamos acostados los dos, desnudos en el sofá y una vez más Vanesa me recordó que éramos amigos con derecho. Que cuando quisiera repetir la experiencia ella iba a estar dispuesta para mi.

Ese fue el comienzo de una hermosa y duradera relación de amigos.

¿Qué te parece Marisa? ¿Ya te vestiste?”

No respondí. Lauti pensó que me había ido. Me mandaba emojis, stickers y yo tardé en responder.

-Sí, ya estoy vestida. Estaba leyendo lentamente.

Le mentí. En realidad estaba aún desnuda y leyendo su historia me había excitado mucho y me estaba tocando. Por supuesto que jamás iba a confesar eso.

-Ya que estás vestida tengo una propuesta para hacerte -me dijo Lauty

Continuará…

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