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Sebastián y su gran pene
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Soy mamá, tengo hijos en edad escolar y soy parte de los grupos de whatsapp de mamis; Grupos en los que los intercambios de mensajes son una constante.

En uno de esos grupos está Sebastián, papá de Juani, de cuarto año, la nueva amiga de mi hija.

Sebas es nuevo en el grupo, llegaron a la ciudad a finales del año pasado, desde una provincia del interior de nuestro país.

En el comienzo del ciclo lectivo, en la reunión inicial, la suerte hizo que elijamos sillas contiguas, recuerdo hacer comentarios tontos para romper el hielo.

Desde que lo vi atrajo mi atención.

Me ponía nerviosa cuando me descubría mirándolo, pero no podía dejar de hacerlo

En cuanto lo conocí quise saber más sobre él, hice averiguaciones, pregunté a otras mamás. Supe que es papá soltero, que se mudó a la ciudad persiguiendo una oportunidad laboral, que tiene 35 años, me dijeron, además, que es odontólogo y, sobre todo, es muy lindo.

Nos encontramos en cada reunión de padres, fiestas escolares y varias veces en la puerta del colegio a la hora de entrada y salida de nuestros hijos.

La repentina amistad entre nuestras hijas fue la oportunidad perfecta para cruzar nuestros teléfonos y comenzar a conocernos un poco más. Quería saber si la información que las otras mamis me habían proporcionado era correcta.

Y así fue, encontrábamos a diario alguna excusa para saludarnos y hablar por unos minutos mientras nuestras hijas jugaban antes de entrar al cole. Con el tiempo nuestras conversaciones se fueron alargando, se sumaron los chats privados, hablando cualquier tema como pretexto para tener contacto.

Una tarde al retirar a mi hija de la escuela, ella me pidió permiso para que Juanita, su amiguita, fuera a mi casa a pasar el resto de la tarde jugando. Por supuesto que acepté encantada.

Era la mejor oportunidad para verlo fuera del ámbito escolar, más relajados, sin otros padres que interrumpan nuestras charlas.

En la puerta del colegio nos encontramos, como siempre, y acordamos que pasadas las 20 h recogería a su hija en mi domicilio.

La tarde fue eterna, estaba ansiosa de verlo. Yo sabía que le gustaba, no me lo había dicho, obviamente, pero se le notaba… él a mi me gustaba mucho, tampoco se lo había dicho, pero se me notaba.

La noche se asomaba, mi pareja aun no salía de su trabajo, escuché el timbre y mi corazón se aceleró, mis piernas temblaban.

Al abrir la puerta lo vi sonriente, aun con su ambo celeste, tan sexi, tan correcto, nos saludamos muy afectuosamente, beso en la mejilla y abrazo corto de por medio, sonreímos pícaros y lo invité a pasar por un té para que su espera sea más grata, mientras nuestras hijas jugaban aún en la habitación, y se preparaban para la despedida.

Mientras el agua se calentaba y preparaba las tazas me moví por la cocina para mostrar mis caderas, mi culo y mientras colocaba las tazas sobre la mesa le confesé: -me gustas! -sin pensarlo, las palabras se cayeron de mi boca.

Sorprendido me miró y me dijo: -pero… estás casada!

Pero me gustas y mi pareja no está. Arremetí.

Al alcanzarle la taza me incliné un poco más para que mi escote mostrara mi falta de sostén.

Su mirada quemó mis pechos. Cruzamos miradas y sonrisas y un beso húmedo se coló entre nosotros.

Y fue solo eso, un beso.

Mi pareja estaba próxima a llegar y las niñas aparecían por la cocina para despedirse por fin.

A la mañana siguiente nos encontramos de nuevo en la escuela, nos saludamos como siempre, delante de nuestras hijas, de manera correcta, ignorando el beso de la noche anterior.

De regreso a mi casa, recibo un mensaje de Sebas en el que me pedía vernos en su consultorio.

Quiero hablar: -me dijo.

Acordamos una cita, llegué puntual, perfumada y con ganas de ver que ocultaba ese ambo debajo.

Me senté en un cómodo sillón de la sala de espera, aguardando el momento de quedarnos a solas.

Cuando su última paciente se retiró del lugar, Sebas cerró la puerta con llave y se sentó a mi lado, en el sillón.

Coloque mi mano sobre su pierna y note como se tensionaba.

No teníamos nada para decirnos, las palabras sobraban.

Apoyó su mano sobre la mía y las llevó a su entrepierna, -mira!- me dijo.

Estaba excitado, su pene duro lo demostraba.

Introduje mi mano por debajo de su ropa, y toque su verga caliente, húmeda.

¡Cómo me calentaba ese hombre!

Me coloque de rodillas, frente a él, desnude la parte inferior de su cuerpo y comencé a practicarle sexo oral.

Cerró sus ojos, mordió su labio inferior y apoyó su cabeza en la pared, mientras chupaba su pija, podía ver su cara de placer.

Apreté su miembro fuerte con mi mano y comencé a besar todo su pene, me lo introduje en la boca, y comencé a practicarle sexo oral, recorriendo con mi lengua su verga dura.

¡Para!- me dijo mientras sostenía mi cabeza.

No paré, seguí chupándola. Un exquisito líquido blanquecino inundó mi boca, saboreándolo aún me puse de pie, apoyándome sobre sus piernas con mis manos, me incliné para besarlo.

Estaba toda mojada, muy excitada pero su próximo paciente estaba al caer.

Después hablamos.- le dije y me fui muy caliente.

Se quedó en esa misma posición, en el sillón de la sala de espera, solo me miró al irme con una sonrisa de placer en su hermosa cara.

En los días siguientes nos vimos en la escuela, al retirar a nuestros hijos, la atracción era muy intensa pero nos comportamos muy bien, disimulando ante el resto, solo nos saludábamos con un beso en la mejilla, como olvidando el sexo oral pasado.

Aunque durante el resto de los días los mensajes hot no dejaban que la calentura disminuyera, no volvimos a vernos a solas.

Nuestros encuentros siempre eran con nuestros hijos de por medio.

Al cabo de dos semanas nuestras ganas mutuas de volver a encontrarnos a solas y nuestras calenturas aumentaban. Ya eran incontrolables.

Le conté a mi amiga de los chats, del sexo oral en su consultorio y de la imposibilidad de volver a vernos sin ser descubiertos.

Temíamos que algún otro papá del cole nos sorprendiera, o lo que era peor, nuestros hijos.

Ella me conoce muy bien, somos amigas desde nuestra infancia, sabía que para mi era solo una travesura rapidita.

Me ofreció su casa para lograr el encuentro sexual.

¡Cuidate! me dijo mientras me daba las llaves.

¡Pasala super! se despidió.

Llame a Sebas. Lo cité en esa dirección, le aclaré que teníamos poco tiempo. Suspendió el turno siguiente y en menos de quince minutos estaba allí, parado en la puerta, mas sexi que nunca.

Nos arrancamos la ropa sobre el sillón.

Tomó mis pechos entre sus manos suaves mientras los chupaba y yo desesperada arrojaba su Ambo al piso.

Ya desnudos, tocándonos en el sillón, me penetro.

El placer de tenernos y la adrenalina de la aventura era evidente en nuestros jadeos.

Con movimientos lentos y profundos me cogió, yo solo acompañaba sus movimientos con mis caderas y mis uñas dejaban rastros en su cuerpo.

Sus labios recorrieron mi cuerpo, erizándolo a su paso con lamidas suaves y besos húmedos.

Me senté sobre sus piernas, besé su cuello y su pecho mientras mi mano sujetaba su pene duro y húmedo y jugaba con él sobre mi vagina.

Introduje su miembro en mi culo y con movimientos lentos y profundos, tal cual me había cogido él, lo hice yo.

Con toda la calentura acumulada que ambos cargábamos me sujeto de la cintura, no se porque ese movimiento me excito aun mas y estallé en un superorgasmo.

Aún nos quedaban unos minutos y los disfrutamos acariciando nuestros cuerpos desnudos, agitados esperando la calma después del placer.

Después de un largo beso de despedida Sebas volvió a su consultorio.

Yo acomode el sillón y esperé a que regrese mi amiga para agradecerle y contarle lo explosivo del encuentro carnal.

Con Sebas seguimos en contacto, por la amistad de nuestras hijas.

Está cada dia mas lindo, y a mi me gustan las aventuras…

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