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Se avecinan nuevos tiempos
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Estoy terminando de prepararle la cena a Ella. Yo comeré en la cocina, más tarde.

De pronto escucho chasquidos de dedos. En cuatro patas, voy presuroso hasta el comedor donde Ella se encuentra. Permanezco de rodillas, con las manos detrás y la cabeza gacha. Ella está con las piernas cruzadas, balancea su pie derecho y es lo único que puedo ver. Creo que está mirando su celular. Espero su orden, pero pasa el tiempo y no me dirige la palabra. Estoy desnudo y empiezan a dolerme las rodillas y a perder de a poco el equilibrio.

Hasta que oigo que prende un cigarrillo. Suspira y gira en la silla hasta quedar frente a mi. Se que no puedo moverme.

-Bueno- dice al fin. Noto un cierto cansancio en su voz. Ya no sé que hacer con vos- da golpecitos al cigarrillo y la ceniza cae sobre mi cabeza- ¿Cuándo vas a aprender a obedecerme?

Comienzo a temblar. Intento buscar en mi mente qué error cometí. Pero soy incapaz.

-Se que te cuesta, sé que tu mente está cada vez más vacía- mientras habla me da unos golpecitos en la cabeza con sus nudillos- Pero intentá… tal vez puedas.

Pero por más que haga esfuerzos, no logró dilucidar a que se refiere. Creo haber hecho todo correctamente, aunque si Ella lo dice, seguro que no es así.

– Me vas a hacer enojar- Se para- Podés mirarme.

Elevo mis ojos y la veo. Tiemblo aún más por la visión: me observa desde allá arriba con las manos en su cintura, como si yo fuera un insecto: una diosa soberbia, que se sabe superior y que puede hacer de mi lo que quiere.

-¿No se te ocurre nada? ¿Tanto he vaciado tu psiquis? -sonrie- Mirá como estas temblando… si estas a punto de llorar… -hace una pausa- Entonces… ni tenes idea del error que cometiste? Podés hablar.

-No- le contestó con un hilo de voz

-Mmm estas en problemas. Doble castigo: por no acordarte y por el error. – La veo alejarse. Voy gateando detrás de ella tal como me enseñó. Recoge de encima de un sillón el látigo corto- ¿Cuántos azotes crees que te mereces?

-Los que Ud. considere justos.

-“Los que Ud. considere justos”. Repite burlándose- No me gusta esa respuesta.- Pasa la lonja de cuero sobre mi lomo. ¿Y si intentas pedirme perdón?

Desesperado comienzo a besarle los pies y después continuo con sus piernas, su estómago. Ella me deja hacer; se da vuelta y permite que adore su trasero y su espalda, siempre con las manos detrás, hace años que no me deja siquiera acariciarla.

-Basta – ordena de pronto. Vuelvo a ponerme en cuatro con la mirada en el suelo.

Ella se aleja unos pasos. Ahora no gateo tras Ella sino que me arrastro, en un intento de demostrar mi devoción. Hasta que se detiene y sin consideración pone su pie derecho sobre mi cabeza- Ya nada de lo que haces me conmueve… ni para eso servís. Ponete en cuatro patas de nuevo.

Obedezco. Vuelvo a sentir el cuero deslizándose por mi espalda. Se coloca detrás de mi y siento como la punta de su pie palpa mis testículos y mi pene.

– Esto te excita no? La proximidad del castigo, la tortura… Hice un buen trabajo- Se aleja nuevamente de mi para ir a sentarse. La oigo prender un cigarrillo

– Estaba pensando- dice al cabo de un rato- si los errores no los cometes a propósito. Para buscar esto: que te castigue hasta hacerte sangrar. Porque ese es tu placer, a eso te acostumbré. No hace falta que me respondas, se que te cuesta seguir el hilo de mis pensamientos. Acá la importante soy yo. No vos

Hace silencio. Veni acá, podes pararte.

Siempre con las manos detrás y la cabeza gacha, me coloco a su lado. Mira su celular. De pronto, son su mano izquierda comienza a masajear mi pene lentamente, como solo Ella sabe hacerlo. Pasan minutos interminables. Se contenerme.

-Las cosas van a cambiar a partir de ahora. No mas castigos corporales, te vas a tener que acostumbrar a otro tipo de castigos- a continuación suelta mi pene que se agita enloquecido y toma el látigo- Abrí la boca- ordena- Me coloca la empuñadora entre los dientes- Esta noche vas a dormir con el látigo al lado tuyo. Y vas a cocinar así. Y será mejor que no se te caiga. Anda nomás.

Mientras regreso a la cocina, escucho que dice:

-Ah me olvidaba decirte que no habías cometido ningún error.

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